por ALFREDO SAAD FILHO*
Frente al fascismo hay turbulencia, conflicto, niebla e incertidumbre, sí; pero la neutralidad es por definición imposible.
La izquierda encuentra su coherencia en el principio de construcción de la igualdad -característica fundamental de este campo político- y en la adhesión a los ideales de la Ilustración: la existencia tiene lógica, la naturaleza tiene reglas, la ciencia puede entenderlas y la sociedad puede sortear las limitaciones naturales y sociales en para construir un mundo mejor. El problema de la izquierda es la falta de capacidad para implementar estos ideales: en otras palabras, la izquierda tiene visión pero carece de poder.
El derecho encuentra su coherencia en la producción de valor y en la captura de riqueza. Estos objetivos egoístas suelen estar velados por el discurso de la “eficiencia” (trabajar más y mejor para producir más riqueza), la “productividad” (producir un mayor volumen de plusvalía por unidad de tiempo), la “reducción del desperdicio” (más dinero en la bóveda), y “premio al mérito” (más dinero para mí, que merezco, y menos para los demás, que son vagos o parásitos). El problema de la derecha es la falta de legitimidad de estos ideales: la derecha tiene poder, pero carece de la capacidad de inspirar a la mayoría. De ahí la necesidad, para la derecha, de un velo ideológico para justificar su monopolio del poder.
Entre la derecha y la izquierda suele haber una zona de turbulencia política e ideológica, que suele estar ocupada por las clases medias y los “empresarios” pobres. Mientras las capas medias se dividen entre ideales políticos democráticos y socialmente igualitarios, y la búsqueda del interés propio con el objetivo de la ascensión individual al estrato social más rico, los “emprendedores” hoy viven imbuidos de la teología de la prosperidad, que racionaliza tanto desesperación en cuanto a la esperanza de salir del atolladero de la necesidad material en esta vida, en lugar de tener que esperar la salvación de los pobres después de la muerte. Hasta que llegue el apocalipsis, el fondo de la iglesia siempre necesita más contribuciones. No es fácil mantener el jet del obispo, y mucho menos financiar otro canal de televisión.
Esta zona de turbulencia social e ideológica, hoy, se refleja en la creciente resistencia al gobierno de Bolsonaro. La formación de un gaseoso frente democrático, encabezado por Fernando Henrique Cardoso, que sigue rondando la política nacional como un fantasma obstinado, incluye también una amplia gama de zorros, perros grandes, pájaros adiestrados, sinvergüenzas profesionales y ladrones habituales. Essa frente, da qual Lula notoriamente escapuliu pela claraboia, se propõe a domesticar o Presidente da República, chegando a um acordo pelo qual ele conteria seus arroubos autoritários em troca do término do mandato – código para “chega de criar confusão e deixa o Guedes completar el programa".
El frente, entonces, no está estructurado en torno a la democracia; esta idea es sólo el velo. Después de todo, muchos de sus miembros votaron por Bolsonaro sabiendo muy bien quién era, mientras que otros fingieron neutralidad, sabiendo muy bien que no hay terreno neutral frente al fascismo: turbulencia, conflicto, niebla e incertidumbre, sí; pero la neutralidad es por definición imposible. El frente, entonces, es por la paz a corto plazo y por Guedes a largo plazo, y de ahí no pasa, salvo la esperanza de que, desarmado y domado, Bolsonaro dejaría de polarizar la política nacional y sería derrotado en 2022.
Este plan es inviable, porque se aferra a la lógica egoísta de la derecha, y abandona la coherencia iluminista de la izquierda. Bolsonaro no existe fuera del fascismo; no puede evitar sabotear la democracia, empoderar a las milicias, distribuir armas y quejarse de sus oponentes. Es de la naturaleza de la bestia, como el escorpión de la conocida fábula, que, sin razón aparente, y con consecuencias suicidas, pica a la caritativa rana que la lleva al otro lado del río. Esta acción es ilógica, desde el punto de vista de la lógica formal de la izquierda. Pero desde el punto de vista de quienes existen para sabotear la democracia, tiene mucho sentido que Bolsonaro prometa lo que sea necesario para salir del atolladero inmediato, contener el “caso Queiroz”, y volver a atacar a las instituciones del Estado entre bastidores, como así como que la situación se calme. En este sentido, y paradójicamente, la “tranquilidad” política sirve a los intereses fascistas.
Un frente democrático es fundamental para contener el fascismo, desmantelar la alianza militar-milicia en el seno del Estado, restaurar el orden constitucional, contener la pandemia y revertir la barbarie neoliberal en la economía. Pero este frente solo surgirá con una izquierda más fuerte. Hasta ahora, a pesar de sus esfuerzos, la izquierda sigue marginada y dividida, acorralada en el rincón oscuro de la política brasileña por una prensa convencional implacablemente hostil, la desarticulación del movimiento sindical y la impotencia de sus miembros en el Congreso Nacional. La condición esencial para la formación de un frente democrático en Brasil, por lo tanto, es el fortalecimiento de la izquierda, que pone sobre la mesa los ideales esenciales para la reconstrucción de la República democrática.
Para contener a Bolsonaro y su pandilla de psicópatas, es fundamental desarrollar acciones unificadas a nivel institucional. Pero eso es solo parte del momento de resistencia: ese es el primer paso, pero no es suficiente para el viaje. Para impulsar un proyecto para revitalizar la democracia en Brasil, es necesario ganar apoyo, polarizar el debate y acercar la zona de turbulencia política al clan Bolsonaro. Para ello, es fundamental atraer a las clases trabajadoras a un proyecto para salvar vidas durante la pandemia y mejorar la vida después de la catástrofe. Para avanzar en este proyecto, la izquierda necesita crecer, y el primer paso es la unidad de fuerzas y propósitos dentro del campo radical. Humildad hacia adentro, ofensa hacia afuera; la derrota del fascismo exige que se abandone todo lo demás, todos los proyectos personales.
La hora es ahora.
*Alfredo Saad Filho es profesor en el King's College de Londres. Autor, entre otros libros, de el valor de marx (Unicamp).