por MICHAEL LOWY*
Nueve tesis sobre su aportación a la Teoría Crítica
Exiliado permanente, marxista disidente, lúcido antifascista, Walter Benjamin murió en Port-Bou hace 80 años, en septiembre de 1940, tras un intento de fuga de la Francia de Vichy a través de España. Como miles de otros refugiados alemanes judíos y/o antifascistas, fue internado en un campo en el verano de 1939, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, como “nacional de un país enemigo”. Este fue uno de los capítulos más infames de la menos que gloriosa historia de la Tercera República.
Liberado del campo gracias a la intervención de escritores e intelectuales franceses, intentará “desaparecer” en Marsella. Pero, tras el armisticio, y la instauración del “Estado francés” de Vichy, se siente atrapado: las redadas contra “extranjeros indeseables” se suceden una tras otra, y la Gestapo, bajo el dulce título de “Comisión del Armisticio”, deambula por todas partes. . Es en ese momento cuando va a llamar a la puerta de Lisa Fittko, una refugiada alemana (judía) antifascista, que estaba organizando una ruta de salida por España para las personas más amenazadas, a través de la “ruta Lister”, un estrecho Camino en los Pirineos. Con la ayuda de Fittko, Benjamin llegará, con gran dificultad debido a su estado de salud, a la frontera y al pueblo español de Port-Bou.
Detenido en Port-Bou por la policía (franquista), que, con el pretexto de no tener un visado de salida de Francia, decidió entregarlo a la policía de Vichy -es decir, a la Gestapo-, optó por el suicidio. Era “medianoche de siglo”, el Tercer Reich hitleriano había ocupado media Europa, con la complicidad de la Unión Soviética estalinista. Más que un acto de desesperación, fue un acto final de protesta y resistencia antifascista.
En las breves notas que siguen, en honor a su memoria, algunas reflexiones sobre el aporte de Walter Benjamin a la Teoría Crítica Marxista.
1.
Walter Benjamin pertenece a la Teoría Crítica en el sentido más amplio, es decir, a esa corriente de pensamiento inspirada en Marx que, partiendo o en torno a la Escuela de Frankfurt, cuestiona no sólo el poder de la burguesía, sino también los fundamentos de la racionalidad y la civilización occidentales. . Amigo íntimo de Theodor Adorno y Max Horkheimer, indudablemente influyó en sus escritos, especialmente en la obra principal, que es Dialéctica de la Ilustración, donde encontramos varias de sus ideas e incluso, en ocasiones, “citas” sin referencia a la fuente. También fue, a su vez, sensible a los temas principales de la Escuela de Frankfurt, pero se distingue de ella por ciertos tratamientos que le son propios y que constituyen su aportación específica a la Teoría Crítica.
Benjamin nunca obtuvo un puesto universitario; la negativa de su habilitación –la tesis sobre el drama barroco alemán– lo condenó a una precaria existencia como ensayista, “hombre de letras” y periodista francotirador, que, por supuesto, se agravó considerablemente durante los años del exilio parisino (1933-40) . Ejemplo típico-ideal de la Freischwebende Intelligenz de que hablaba Mannheim, era, en el más alto grado, un aussenseiter, un forastero, un marginal. Esta situación existencial tal vez contribuyó a la agudeza subversiva de su mirada.
2.
Benjamin es, en este grupo de pensadores, el primero en cuestionar la ideología del progreso, esa filosofía “incoherente, imprecisa, carente de rigor”, que percibe en el proceso histórico sólo “el ritmo más o menos rápido según el cual avanzan los hombres y las épocas”. sobre la historia camino del progreso” (la vida de los estudiantes, 1915). También fue más lejos que otros al tratar de librar al marxismo, de una vez por todas, de la influencia de las doctrinas burguesas “progresistas”; así en el libro de Pasajes, se fijó el siguiente objetivo: “También podemos considerar como objetivo metodológicamente perseguido en este trabajo la posibilidad de un materialismo histórico que ha anulado la idea de progreso en sí misma. Es precisamente oponiéndose a los hábitos del pensamiento burgués que el materialismo histórico encuentra sus fuentes.
Benjamin estaba convencido de que las ilusiones “progresistas”, especialmente la convicción de “nadar en la corriente de la historia”, y una visión acrítica de la técnica y el sistema productivo existentes, contribuyeron a la derrota del movimiento obrero alemán frente al fascismo. Enumeró entre estas desastrosas ilusiones el asombro de que el fascismo pudiera existir en nuestro tiempo, en una Europa tan moderna, producto de dos siglos de “proceso civilizador” (en el sentido que Norbert Elias le dio a este término): como si el Tercer Reich no había sido precisamente una manifestación patológica de esta misma modernidad civilizada.
3.
Si la mayoría de los pensadores de la Teoría Crítica compartían el propósito de Adorno de poner la crítica romántica conservadora de la civilización burguesa al servicio de los fines emancipadores de la Ilustración, es quizás Benjamin quien mayor interés mostró por la apropiación crítica de los temas e ideas de la anti-cultura. romanticismo capitalista. . En el Pasajes se refiere a Korsch para resaltar la deuda de Marx, vía Hegel, con los románticos alemanes y franceses, incluso con los más contrarrevolucionarios. No dudó en utilizar los argumentos de Johannes von Baader, Bachofen o Nietzsche para demoler los mitos de la civilización capitalista. Encontramos en él, como en todos los románticos revolucionarios, una sorprendente dialéctica entre el pasado más lejano y el futuro emancipado; de ahí su interés por la tesis de Bachofen –en la que se inspiraron tanto Engels como el geógrafo anarquista Elisée Réclus– sobre la existencia de una sociedad sin clases, sin poderes autoritarios y sin patriarcado en los albores de la historia.
Esta sensibilidad también le permitió a Benjamin comprender, mucho mejor que sus amigos de la Escuela de Frankfurt, el sentido y alcance de un movimiento romántico/libertario como el surrealismo, al que asignó, en su artículo de 1929, la tarea de captar las fuerzas de la embriaguez. (Rausch) por la causa de la revolución. Marcuse también se dará cuenta de la importancia del surrealismo como intento de asociar arte y revolución, pero eso será cuarenta años después.
4.
Al igual que sus amigos de Frankfurt, Benjamin era partidario de una especie de “pesimismo crítico”, que tomó en él una forma revolucionaria. En su artículo de 1929 sobre el surrealismo, incluso afirma que ser revolucionario es actuar para “organizar el pesimismo”. Expresa su desconfianza por el destino de la libertad en Europa y agrega, en una conclusión irónica: "Confianza ilimitada solo en IG Farben y la mejora pacífica de la Luftwaffe". Por supuesto, incluso él, el pesimista por excelencia, no pudo prever las atrocidades que la Luftwaffe infligiría en las ciudades y poblaciones civiles europeas; o que IG Farben destacaría, años después, por la fabricación del gas Ziklon B, utilizado para “racionalizar” el genocidio de judíos y gitanos. Sin embargo, fue el único pensador marxista de aquellos años que intuyó los monstruosos desastres que podía provocar una civilización burguesa en crisis.
5.
Más que los demás pensadores de la Teoría Crítica, Benjamin supo movilizar, de manera productiva, los temas del mesianismo judío para la lucha revolucionaria de los oprimidos. Los motivos mesiánicos no están ausentes de ciertos textos de Adorno -especialmente Minima Moralia – o Horkheimer, pero es en Benjamin, y principalmente en sus Tesis “Sobre el concepto de historia”, que el mesianismo se convierte en vector central de una refundación del materialismo histórico, para evitar el destino de autómata títere, tal como se había convertido a manos del marxismo vulgar (socialdemócrata o estalinista). En Benjamin hay una especie de correspondencia (en el sentido baudeleriano de la palabra) entre la irrupción mesiánica y la revolución como interrupción de la continuidad histórica, la continuidad de la dominación.
Para el mesianismo, tal como lo entiende –o mejor dicho, lo inventa–, no se trata de esperar la salvación de un individuo excepcional, de un profeta enviado por los dioses: el “Mesías” es colectivo, ya que, para cada generación, se le dio “una débil fuerza mesiánica”, que se trata de ejercer, de la mejor manera posible.
6.
De todos los autores de la Teoría Crítica, Benjamin fue el más vinculado a la lucha de clases como principio para comprender la historia y transformar el mundo. Como escribió en las Tesis de 1940, la lucha de clases “está constantemente presente para el historiador formado por el pensamiento de Marx”; en efecto, nunca deja de estar presente en sus escritos, como lugar esencial entre el pasado, el presente y el futuro, y como lugar de la unidad dialéctica entre teoría y práctica. La historia no aparece, para Benjamin, como un proceso de desarrollo de las fuerzas productivas, sino como una lucha a muerte entre opresores y oprimidos; rechazando la visión evolutiva del marxismo vulgar, que percibe el movimiento de la historia como una acumulación de “adquisiciones”, insiste en las victorias catastróficas de las clases dominantes.
A diferencia de la mayoría de los demás miembros de la Escuela de Frankfurt, Benjamin creyó, hasta su último aliento, en las clases oprimidas como fuerza emancipadora de la humanidad. Profundamente pesimista, pero nunca resignado, no deja de ver en la “última clase subyugada” -el proletariado- la que “realiza la obra de liberación en nombre de las generaciones vencidas” (Tesis XII). Si no comparte en modo alguno el optimismo miope de los partidos del movimiento obrero sobre su “base de masas”, no deja de ver en las clases dominadas la única fuerza capaz de invertir el sistema de dominación.
Benjamin fue también el más obstinadamente fiel a la idea marxista de revolución. Es cierto que, contrariamente a Marx, no la define como la “locomotora de la historia”, sino como una interrupción de su curso catastrófico, como una acción salvadora de la humanidad que activa los frenos urgentes. Pero la revolución social sigue siendo el horizonte de su reflexión, el punto de fuga mesiánico de su filosofía de la historia, la columna vertebral de su reinterpretación del materialismo histórico.
A pesar de los fracasos del pasado, desde la revuelta de esclavos liderada por Espartaco en la antigua Roma hasta la insurrección de los Spartakusbund de Rosa Luxemburgo en enero de 1919–, “la revolución tal como la concibió Marx”, ese “salto dialéctico”, sigue siendo siempre posible (Tesis XIV). Su dialéctica consiste en operar, gracias a “un salto de tigre hacia el pasado”, una irrupción en el presente, en el “tiempo de hoy” (Jetztzeit).
7.
A diferencia de sus amigos de la Escuela de Frankfurt, celosos de su independencia, Benjamin intentó acercarse al movimiento comunista. Su amor por la artista bolchevique letona Asja Lacis indudablemente jugó un papel en este intento... En un momento, alrededor de 1926, incluso consideró, como le escribió a su amigo Gershom Scholem, unirse al Partido Comunista Alemán, lo que no haría... En 1928 -29, visita la Unión Soviética: en su Diario de esta estancia encontramos observaciones críticas, que sugieren cierta simpatía por la oposición de izquierda. Si en el transcurso de los años 1933-1935 parece, en algunos de sus escritos, acercarse al marxismo soviético, a partir de 1936 comienza a distanciarse; por ejemplo, en una carta de marzo de 1938 denunciaba “el compromiso, en España, de la idea revolucionaria con el maquiavelismo de los dirigentes rusos”. Sin embargo, todavía cree, como atestigua su correspondencia, que la URSS, a pesar de su carácter despótico, es el único aliado de los antifascistas. Esta creencia se derrumba en 1939, con el Pacto Molotov-Ribbentrop: en sus Tesis Sobre el concepto de historia (1940), denuncia la “traición a su propia causa” de los comunistas estalinistas.
8.
Walter Benjamin no era “trotskista”, pero mostró, en numerosas ocasiones, un gran interés por las ideas del fundador del Ejército Rojo. En una carta a Gretel Adorno de la primavera de 1932, cuando Trotsky fue denunciado como “traidor” por los estalinistas, escribe: “He leído La historia de la revolución de febrero de Trotsky y casi he terminado con su Autobiografía. Hace años que no asimilaba nada con tanta tensión, que quita el aliento. Deberías leer ambos libros sin dudarlo.” Y en otra carta a un amigo fechada el 1 de mayo de 1933, espera con ansias la lectura del segundo volumen de Historia de la Revolución Rusa de Trotsky. Estas dos cartas fueron enviadas desde la isla de Ibiza (Islas Baleares), donde se encontraba Benjamín en ese momento. El escritor y crítico de arte Jean Selz, que lo visitó en Ibiza en 1932-33, lo describe, en un testimonio posterior, como partidario "de un marxismo abiertamente antiestalinista: manifestaba una gran admiración por Trotsky". Este juicio puede parecer un poco descabellado, pero está en la línea de lo que sugieren estas dos cartas.
9.
El pensamiento de Benjamin está profundamente arraigado en la tradición romántica alemana y en la cultura judía centroeuropea; responde a una coyuntura histórica precisa, que es la de la época de las guerras y las revoluciones, entre 1914 y 1940. Y sin embargo, los temas principales de su reflexión, y en particular de sus tesis “Sobre el concepto de historia”, son de carácter universalidad impresionante: nos dan las herramientas para comprender realidades culturales, fenómenos históricos, movimientos sociales en otros contextos, otros períodos, otros continentes.
*Michael Lowy es director de investigación en el Centre National de la Recherche Scientifique (Francia). Autor, entre otros libros de Walter Benjamin: alerta de incendios (Boitempo),
Traducción: Fernando Lima das Neves