por FERNANDO NOGUEIRA DE COSTA*
Para tomar mejores decisiones individuales, necesitamos una visión macroeconómica de la economía en su conjunto, que reúna los elementos dispersos
La distinción entre flujo y stock, en economía, es crucial. El flujo se refiere al movimiento dinámico, es decir, en el tiempo, de un bien, servicio, moneda o valor financiero. Se inicia en un mercado específico y se lleva a cabo dentro de la economía en su conjunto. Por ejemplo, en el proceso de producción se genera un flujo (real) de productos y un flujo (nominal) de ingresos. Estos últimos pueden destinarse ya sea a gastos o a inversiones en saldos y existencias. El primero tiene como objetivo satisfacer la demanda del mercado.
El circuito de los dos flujos puede no encontrarse en la misma proporción, en un momento dado, generando stocks. Se refieren a la cantidad almacenada, atesorada o en conservación de un bien, moneda o valor. Este bien puede ser una materia prima, un producto semiacabado o terminado. Los bienes se pueden almacenar para su venta futura, suministro fuera de temporada o especulación.
El volumen total y el valor de las acciones en una economía están sujetos a fluctuaciones cíclicas de corto plazo, relacionadas con la inflación, el interés y los tipos de cambio. Durante el período de mercado, si el precio solicitado por el oferente (vendedor) no encuentra ningún demandante (comprador), el stock de ese bien se acumula y el comerciante tiene que pedir prestado capital de trabajo para pagar sus compromisos.
Comparará entre el gasto financiero con intereses y el costo de oportunidad de no vender y no poder ganar intereses sobre el dinero, en lugar de pagarlo. Su decisión podría ser una liquidación, es decir, dotar de liquidez a las acciones por encima de las previstas vendiéndolas más baratas respecto al precio de venta anterior.
Si cree que la venta no vale la pena y planea mantener existencias, indicará a los proveedores que no necesita más productos. Estas reducirán la producción y, con capacidad de producción inactiva, incluida la colocación de trabajadores en vacaciones colectivas, también pueden posponer decisiones de inversión para ampliar la capacidad de producción. En términos sistémicos, genera una recesión con caída del empleo y de los ingresos.
La demanda efectiva es una variable crucial para determinar los niveles de existencias. No se trata sólo de consumo e inversión, sino también de sustituir este gasto privado, cuando está ausente en la economía en recesión, por gasto público.
Para tomar mejores decisiones individuales, necesitamos una visión macroeconómica de la economía en su conjunto, que reúna los elementos dispersos. Esto requiere abandonar la perspectiva individualista de los problemas económicos, para lograr una visión sistémica, colectiva u holística.
El análisis del proceso social de producción y consumo suele comenzar con la noción de circulación de mercancías más que de circulación monetaria. Desde el pasado, el enfoque en el ciclo de producción agrícola ha sugerido que la producción es esencialmente un proceso circular: aparecerían los mismos bienes, ya sea entre productos o entre medios de producción, por ejemplo, semillas para futuras plantaciones.
Sin embargo, antes de esta visión fisiocrática, en el siglo XVIII, según la enciclopedia El nuevo Palgrave, en un escrito de 1484 ya se leía “la moneda es para el Estado como la sangre para el cuerpo humano”. Ya estaba claramente descrito el proceso de circulación de mercancías y moneda entre diferentes clases sociales (terratenientes, agricultores y comerciantes) y zonas (campo y ciudad).
La economía política marxista, en el siglo XIX, presentó la circularidad como una característica esencial de la economía capitalista. En él, la producción para la venta, un valor de cambio en lugar de un valor de uso sólo para satisfacer el consumo, se consideraba un fin en sí mismo.
Desde el surgimiento de la economía neoclásica pura, los economistas han debatido si la piedra angular de la teoría económica sería el punto de vista de homo economicus en torno a la escasez –y las mejores decisiones individuales en estas condiciones– o sería el principio del flujo circular desde el punto de vista de la reproducción del sistema.
En esta visión sistémica, el comportamiento económico de cada individuo se considera determinado por los requisitos de reproducción del sistema capitalista. Este enfoque teórico está asociado a la defensa de algún tipo de planificación central por parte de los socialistas, o de regulación sistémica por parte de los keynesianos, como consecuencia del temor a la “anarquía” del libre mercado.
En contraste, los neoliberales defienden a los capitalistas (y/o rentistas) como agentes libres para determinar la producción final o la oferta agregada. Los trabajadores quedarían con el siguiente “grado de libertad” en sus decisiones: vender su fuerza de trabajo o morir sin poder consumir nada…
En sus términos más básicos, el enfoque de la circulación supone, desde el principio, que la producción depende de la moneda para contratar mano de obra y comprar materias primas, en respuesta a las presiones de la demanda efectiva, también validada por la moneda. Esta moneda es esencialmente dinero bancario, es decir, crédito disponible en la cuenta corriente, que circula (y se multiplica) en una secuencia particular de pasos o rondas.
Un análisis de estos pasos revela la posibilidad de que las crisis se produzcan de numerosas formas, todas ellas nacidas de fallas intertemporales o “desproporcionalidades” en los pagos monetarios, debido a “fugas” en el circuito monetario. El sistema capitalista se reproduciría sin crisis si las salidas del flujo monetario en forma de gastos o inversiones en los balances financieros de cualquier clase social llegaran a ser al menos iguales a las entradas recibidas a cambio.
Mientras se desarrolla un flujo real, simultáneamente se genera este flujo monetario. Al emplear los recursos productivos de las familias (flujo real), las empresas las remuneran con ingresos en forma de salarios, renta, intereses y ganancias (flujo nominal). Con los ingresos recibidos (flujo monetario), las familias adquieren poder adquisitivo. Tienen derecho a adquirir los bienes y servicios producidos por las empresas (flujo real), de forma inmediata, o conservarlos para hacerlo más adelante en el tiempo, incluso durante la jubilación –o dejarlos como herencia.
En el mercado de recursos necesarios para la producción, que involucra tanto el mercado laboral como el mercado de capitales, las familias son oferentes, mientras que las empresas son demandantes. En el mercado de bienes y servicios, los papeles se invierten: las empresas controlan la oferta y las familias controlan la demanda.
Por tanto, los flujos circulares de bienes y divisas son interdependientes y explican la interrelación entre los agentes económicos. Las operaciones son posibles gracias a la circulación monetaria y se reflejan en el sistema de precios relativos.
Las economías capitalistas están “financiarizadas” desde el principio. Los problemas surgen de la “fuga monetaria”, es decir, de una posible falta de moneda en el circuito –y no de un exceso–. Existe una jerarquía entre los agentes económicos en el circuito monetario. Toda producción requiere de una financiación inicial a corto plazo, denominada financiar, y una refinanciación final o definitiva con universidad a largo plazo.
La moneda, como ya se dijo, es una moneda de crédito y, por tanto, endógena, es decir, creada por las fuerzas del mercado. Hay leyes macroeconómicas que sólo se perciben desde una visión holística de las interacciones de sus componentes interdependientes, y no se ven en las relaciones microeconómicas (intercambios) entre pares de individuos, como las expone el neoclasicismo.
Por facilidad didáctica se distinguen las familias, las empresas no financieras, el Estado, los bancos y el resto del mundo. Pero las finanzas personales, corporativas, públicas, bancarias e internacionales se entrelazan en la doble partida entre activos y pasivos.
Al consolidar la evolución de los activos financieros netos por cada sector agregado, la diferencia entre activos y pasivos financieros reveló los sectores institucionales prestamistas netos de la economía brasileña: familias (3/4 del total concedido) y resto del mundo (1/ 4). Los sectores deudores netos fueron las empresas no financieras (menos de 2/3) y el gobierno (más de 1/3). Las empresas financieras tuvieron la diferencia entre activos y pasivos con un residuo cercano a cero, debido a la intermediación de recursos. A través de la “financiarización”, todos estos sectores institucionales interactúan a través de los subsistemas de financiación, gestión del dinero y pagos.
Los flujos monetarios del circuito son jerárquicos. Las empresas no pueden producir sin acceso a anticipos de efectivo de los bancos. Las familias no pueden gastar a menos que las empresas hayan decidido producir y distribuir ingresos. Las empresas no pueden reembolsar a los bancos si las familias no gastan sus ingresos, ya sea mediante el consumo o mediante la adquisición de títulos financieros de deuda privada. Los bancos no pueden prestar a menos que las empresas decidan producir, incluso en el caso del crédito directo a los consumidores.
Éste se basa en la anticipación de los ingresos futuros de la familia, dependientes de las decisiones laborales del grupo de empresas. El papel de las familias es, en este sentido, totalmente dependiente. La vida económica es difícil, tenemos que aprender a afrontarla…
*Fernando Nogueira da Costa Es profesor titular del Instituto de Economía de la Unicamp. Autor, entre otros libros, de Brasil de los bancos (EDUSP). Elhttps://amzn.to/3r9xVNh]
la tierra es redonda existe gracias a nuestros lectores y seguidores.
Ayúdanos a mantener esta idea en marcha.
CONTRIBUIR