Viridiana

Gregorio Gruber (Diario de Resenhas)
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por WALNICE NOGUEIRA GALVÃO*

Comentario a la película de Luis Buñuel

“¡Piensa en la noche y el frío de la tumba que reinan en este universo de los condenados!” (Brecht, La ópera de los tres peniques).

Ver Viridiana es una experiencia inusual e impactante. Vi desplegarse ante mis ojos una trama digna del más vulgar drama mexicano, narrada en imágenes extremadamente rudimentarias, aunque hermosas.

En el entretenimiento de masas como la dramaturgia mexicana, la telenovela y la fotonovela, se puede discernir un objetivo común que es su función. Pretenden facilitar la evasión, es decir, satisfacer la necesidad de ficción sin correr el riesgo de inquietar a los consumidores al presentar contradicciones insolubles que los obliguen a reflexionar sobre el orden establecido y los valores que lo garantizan.

En ellas hay miles de muchachas puras que quieren ser monjas, a las que el tío rico intenta violar para luego suicidarse, ante lo cual la muchacha pura lo abandona todo para dedicarse a los pobres, convirtiéndose en una especie de monja laica. Por regla general, ella redime así su responsabilidad por el suicidio, casándose más tarde con su primo, un muchacho con una vida desenfrenada que se regenera a sí mismo con el ejemplo de su primo pequeño.

Buenos vencedores, malos castigados -la doncella intrigante o la ex amante de la prima que calumnia a la muchacha pura- nada se puso en tela de juicio: no hay respuesta porque no hubo pregunta. Nadie se ha preguntado qué clase de mundo es éste en el que una muchacha hermosa y sana elige como destino la negación del mundo, encerrándose en un convento; donde un pequeño señor rural, ni muy rico ni poderoso, tiene derechos de vida o muerte; donde la limosna es el único contacto posible entre los que tienen y los que no; en el que los pobres cultivan los sentimientos de los ricos -por eso se les llama sentimientos nobles- como la gratitud, la hospitalidad, la amistad.

La película de Buñuel tiene una trama hermana de la fotonovela, la telenovela y el drama mexicano: pero un hermano descarriado. Por el contrario, es anti-evasión. Es la misma trama llevada a sus últimas consecuencias, necesariamente degradación general. Sólo quien quiere creer en los milagros puede tragarse la redención por la caridad (redención mutua de la muchacha pura y de los pobres), el matrimonio con un primo regenerado, la gratitud perpetua de los protegidos.

El contacto con el mundo, para los que niegan el mundo, es hasta degradante: hay una necesidad en la trayectoria de Viridiana, del convento, de violencia en violencia, al juego del “tute” de tres, siendo rebajada Viridiana al nivel moral de su prima y al nivel social del empleado. Así, Viridiana, en olor de santidad, hace que su tío se suicide; es más que una asesina: condena a su tío a la condenación eterna, ya que no hay salvación para los suicidas. La niña pura es un instrumento del Diablo.

Todo el horror de este mundo se encarna en los mendigos. Esto es lo que nos muestran con insistencia las imágenes de la película. Viridiana es hermosa, su tío es casero, su prima es guapa, la criada tiene la elegancia de la corrección: los mendigos dan asco. En apariencia, están sucios, mutilados, desdentados, torcidos. Abrigan los peores sentimientos: son desconfiados, desagradecidos, egoístas, coléricos, promiscuos. Estos no son solidarios ni siquiera en el cáncer: sólo quieren los beneficios para ellos, no aprenden el ejercicio de la caridad, expulsan al leproso.

E incluso, ¡es el colmo! – codician el lujo de los caballeros, también quieren comer en mantel de encaje, en cristales y platería. No se contentan con tener comida, lo cual no es poca cosa para quien tiene hambre; quieren comida con los refinamientos de los que no tienen hambre. Ya han perdido toda la humanidad. Son animales de presa, una fiestita a escondidas no les basta, quieren arrasarlo todo. El crescendo de la vileza culmina en el intento de violar al protector, tan ingenuo, tan ignorante del mundo.

Es difícil imaginar una desmitificación más completa de la trama convencional, una película dramática (o fotonovela o telenovela) más al revés. Los personajes típicos están ahí, los entresijos típicos de la trama también: pero lo que la película nos muestra es todo lo contrario. Buñuel -no con paciencia, pero sí con ímpetu- desmitifica los lazos familiares, la caridad cristiana, la etiqueta de las relaciones entre clases, los buenos sentimientos. Despoja a estos valores de cualquier necesidad, más bien los coloca como mantos diáfanos para tapar el estercolero, que apesta.

Buñuel parte de lo obvio. La trama de la telenovela se constituye, a los ojos del espectador, a través de imágenes metafóricas que aparentemente menosprecian su cociente intelectual. Una metáfora obvia es seguida por otra metáfora obvia; por si fuera poco, el diálogo corrobora la imagen. El espectador, angustiado, ve al primo liberar al perro, ve pasar otra carreta con otro perro atrapado, ve (y escucha) al primo regañar a Viridiana por proteger a una pandilla de mendigos cuando el mundo está lleno de ellos.

Perplejo, el espectador ve a la niña saltar la cuerda al principio, luego ve a su tío colgado de la cuerda, ve a la niña saltar la cuerda nuevamente, ve que la cuerda sirve de cinturón al mendigo, ve la mano de Viridiana aferrada al mango de la cuerda. en el momento de la violación. (Exclamación del público en general: “¡Oh, no!”). El espectador, en la mayor confusión, contempla cosas increíbles de dudoso gusto: ve los preparativos de autoflagelación de Viridiana, ve a su tío poniéndose los zapatos de la muerta, ve a Viridiana esparciendo cenizas sobre la cama de su tío, ve la terrible Santa Cena. y el retrato conmemorativo, ve a la niña tomar la corona de espinas del fuego, ve obsesivamente los pies en detrimento del rostro. ¿Qué hacer? Indignarse, o pensar que es una experiencia válida; no hay otra salida.

La sensibilidad entrenada en las sutilezas del cine moderno se rebela naturalmente. Nada más ajeno a la interiorización, la discreción, el refinamiento intelectual del mejor cine actual. Recuerdo que el plano del pájaro en la jaula mientras el industrial intenta seducir al escritor estaba muy mal visto, por su obviedad. La noche, de Antonioni. Está claro que se trata de una incoherencia, ya que la narración de Antonioni no recurre a esta metáfora más directa y primaria, antaño tan común (en las películas de Stroheim, por ejemplo). Cuando entonces el espectador se satura hasta la náusea de imágenes obvias que narran cosas insólitas y poco elegantes, el olor a blasfemia obsoleta se vuelve insoportable. En una situación similar, el lector del nuevo romano que lee a Henry Miller por primera vez. La sensación es realmente desagradable y también la ha experimentado Carlos Drummond de Andrade, en otra ocasión y con otro fin: “La vida es gorda, aceitosa, mortal, subrepticia”.

Buñuel está en realidad fuera de la vena seguida por el cine de nuestro tiempo (me refiero al buen cine) y sólo puede causar extrañeza. Viridiana es una película marginal, tanto en la materia como en los procesos narrativos. ¡Pero qué magnífica marginalidad! ¿Y quién puede decir si Buñuel no sigue una línea recesiva, pero fundamental para el cine del futuro, en una fructífera oposición a la atmósfera a veces enrarecida de las grandes películas contemporáneas? Buñuel, el obvio, pulveriza el mundo con violencia y furia destructiva.

Queda por ver si esta película dice que todos estamos jodidos o que todos estamos jodidos. Si el Apocalipsis creado por Buñuel es teológico o cultural. Si la naturaleza humana se coloca allí metafísica o históricamente. En una palabra, si el estercolero apesta porque todos los estercoleros apestan, o si el estercolero apesta porque se ha podrido. Esa es la cuestión.

*Walnice Nogueira Galvão es profesor emérito de la FFLCH de la USP. Autor, entre otros libros, de bolsa de gatos (Dos ciudades).

referencia

Viridiana
España/México, 1961, 90 minutos
Dirigida por: Luis Buñuel
Reparto: Silvia Pinal, Victoria Zinny, Fernando Rey, Francisco Rabal
Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=ScqpbxCjZIw

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