por EDU TERUKI OTSUKA & IVONE DARÉ RABELLO*
Comentario a la novela recientemente publicada de Geovani Martins
1.
Con la reciente publicación de la novela Vía Apia (2022), Geovani Martins da continuidad y desarrollo a un proyecto estilístico que ya fue anunciado en el volumen anterior, el sol en la cabeza (2018).[i] En los cuentos del libro debut se buscaba una elaboración técnica capaz de amalgamar una determinada experiencia social de la juventud periférica y la expresión lingüística propia de las particularidades de la materia. De ahí los distintos modos de realización estilística que, unas veces, incorpora más plenamente el lenguaje típico del grupo social y, otras, se acerca al lenguaje estándar, acentuando los rasgos pintorescos que el gusto por lo anecdótico[ii] tiende a destacarse en el recorte limitado de la narración corta.
La habilidad para estilizar el lenguaje de los jóvenes de las sierras de Río de Janeiro se nota en los relatos en primera persona en los que las líneas están marcadas por el léxico, la sintaxis y el ritmo de la oralidad de un grupo social, geográfico y etario.[iii] En los relatos en tercera persona, el narrador utiliza un lenguaje estándar, distinguiéndose de los personajes que presenta, incluso cuando se acerca a ellos traduciendo sus pensamientos o cuando tiende a juzgar.[iv]
En la novela, la realización estilística resuelve la escisión que se verificaba en los relatos, si bien entre el narrador y los personajes subsiste, desde el punto de vista del lenguaje, una diferencia en cuanto al dominio de la norma estándar. En los personajes predomina la jerga, la oralidad lingüísticamente figurativa, el ritmo de habla con el que se identifican los jóvenes del cerro.[V]. El narrador, en tercera persona, aunque actúa muy cerca de sus personajes y en ocasiones incluso incorpora su léxico, adopta un lenguaje más cercano a la oralidad culta, sin dejar de ser quien es, ya que, para él, el tránsito entre lenguas no lo aleja de la cultura de la favela con la que se identifica y le permite tener un diálogo de dos vías.
Cuando el narrador rompe la distancia entre él y los personajes mediante el uso discreto del estilo indirecto libre, la barrera lingüística entre narrador y personajes tiende a ser superada. Así, el narrador, que comparte la cultura de los jóvenes habitantes de Rocinha, es capaz de presentar sus modos de vida a quienes no la conocen, o la conocen sólo a través del sesgo clasista de las imágenes estereotipadas. Su función es la de un mediador: dentro de lo que sabe que es la vida común en Rocinha, mostrándola a los de afuera, que la discriminan sin saberlo, y así contribuir a la desestigmatización de la favela.[VI]
Rocinha es, a la vez, el ambiente, un entorno físico, social y simbólico, ligado a un modo de vida. Pero se trata de Rocinha aprehendida desde la perspectiva de cierto joven que ocupa el papel principal de la novela.[Vii] No estar asociado con el bandolerismo y el tráfico,[Viii] los personajes centrales se mueven entre adicciones, uso recreativo de la marihuana, riesgo de adicción a la cocaína, anhelo de disfrutar la vida en los bailes canguelo, juegos, partidos de fútbol en la televisión, encuentros con las “chicas nuevas”. Y frustraciones.
El contrapunto a este cuadro aparece en algunas figuras secundarias: la joven que opta por la educación universitaria para trabajar por favela y denuncian las carencias y violencias que quedan allí, y personajes más antiguos que representan otras formas de vivir la situación contemporánea en las comunidades, ya sea en la proximidad de las milicias (Vanderléa), en la resignación con trabajos serviles mal pagados (D. Marli), o la caída por culpa de las drogas (el Profesor).
Es en esta favela -la más grande de América Latina, como se afirma tres veces en la novela- que se cuenta la historia de los protagonistas, cinco jóvenes de alrededor de 20 años, a lo largo de 2011 a 2013: los hermanos Washington y Wesley, y sus amigos Douglas, Murilo y Biel. Aunque la acción se centra en la trayectoria de estos jóvenes, todo depende y se explica por el entorno. La situación de vida en la favela -resultante de condiciones históricas específicas- aparece como naturalizada en la novela, sin que se presenten evidencias que permitan reconstituir las determinaciones sociales que, desde la década de 1940, han lanzado a sectores de la población a ocupar el territorio y asentarse en él, reproducirse, con un horizonte de mínimas expectativas.
La historia de Rocinha es conocida por los jóvenes residentes en aspectos que podrían proporcionarles elementos para comprender el fenómeno de la expansión demográfica en la favela, pero que son aprehendidos por ellos como pintorescos, como el origen del topónimo (p. 296). La “economía sumergida”, complementaria de la economía oficial, que atiende las necesidades de los residentes y tiene circuitos propios de producción, circulación y consumo marcados por la informalidad[Ex], es percibido por ellos como un hecho positivo y, así, lo que es consecuencia de la precariedad social no es visto como un problema, sino como una “solución” popular.
El marco que organiza la novela es la presencia de las fuerzas de seguridad que preparan el terreno para la instalación de la Unidad de Policía Pacificadora,[X] en la Rocinha. A partir de los operativos policiales preparatorios, la comunidad se percata de que la UPP está a punto de invadir la favela y eso cambia su ritmo de vida: policías civiles merodean (p. 56); se dice que la policía mapea callejones y callejones, que informantes (P2) se instalan y las fuerzas de seguridad catalogan trampas (X9s) (p. 122. Nem, el capo de la droga, es arrestado (p. 139) y difunde la noticia del operativo Choque de Paz (p. 139) El cerco que comienza a tener efecto provoca cambios en la dinámica económica de la favela: aumenta el precio de las chabolas para comprar o alquilar, los mercados se llenan porque la población local quiere abastecerse suministros por miedo a quedarse sin comida (p. 135), la marihuana que se vende es más difícil de encontrar y de peor calidad. parada, siempre como si fuera una bomba a punto de estallar” (p. 2011).
Sin embargo, como esto no es central en la trama, es evidente la elección del autor de centrarse en un tipo de residente -todavía joven y no integrado a las responsabilidades de la vida adulta- que no es ni narcotraficante ni delincuente, y que la invasión de la UPP provoca en su vida cotidiana: el miedo a caminar por las calles de la favela por miedo a ser detenido por la policía, la necesidad de fumar marihuana en lugares cerrados o en callejones escondidos, la añoranza de los bailes canguelo ahora prohibido por la policía, el cambio en las relaciones entre los vecinos, que empiezan a caminar temerosos y desconfiados. En la trama que enmarca los hechos durante la ocupación de la favela, el interés central de la narración se fija en la experiencia de los jóvenes que viven en la favela, a partir de su situación racial y social, con el recrudecimiento de la represión policial.
La Rocinha invadida por la UPP, aunque vista por los protagonistas y también por el narrador que los sigue de cerca, es el prisma a través del cual se presentan aspectos decisivos de la contemporaneidad, en un contexto en el que, tras el fracaso de las promesas de integración nacional, el Estado se limita a la contención o exterminio de la población prescindible. Centrándose principalmente en la juventud negra pobre, la novela denuncia los prejuicios raciales y la injusticia social, así como la violencia policial contra los residentes de las favelas. Sin embargo, también se narran los deseos de los jóvenes personajes de ingresar al mercado laboral (formal, informal o ilegal) y de acceder a mejores condiciones de vida, lo que incluye posibilidades de consumo de bienes.
La novela acaba reprimiendo los aspectos más problemáticos de las condiciones de vida en la favela, como el saneamiento, aunque se refiera a ellos de pasada (cf. p. 145-146). En la trama, nada se espera del Estado sino el fin de la guerra contra las comunidades, lo que reafirma el derrumbe de cualquier proyecto nacional y de lucha por los derechos, ahora también en las poblaciones de Rocinha.[Xi] En la figuración de los modos de supervivencia y en lo que se revela sobre las aspiraciones de los personajes, se revela algo que parece estar más allá de su comprensión y la del narrador. El punto de vista que los presenta y que organiza la trama delimita lo más interesante del tema.
2.
La novela se divide en tres partes, organizadas por fechas que marcan temporalmente la vida en Rocinha antes y después de la invasión de la policía militar. En la Parte I, de julio a noviembre de 2011, se inician las acciones que preparan el ingreso de la UPP. En la Parte II, de noviembre de 2011 a junio de 2012, las fuerzas de seguridad (policía militar y BOPE) dictan el ritmo de vida de la comunidad. En la Parte III, de julio a octubre de 2012, se intensifican las acciones policiales; en el capítulo final, el 26 de octubre de 2013, poco más de un año después, los militares dejaron de actuar de manera tan represiva contra los vecinos comunes tras la divulgación del asesinato de Amarildo.[Xii]
Sobre este fondo de carácter documental, se enfoca la vida cotidiana de cinco jóvenes. En la Parte I, los hermanos Washington y Wesley y su madre, Marli, viven en Cachopa, una región de Rocinha lejos de Via Ápia. Los dos jóvenes negros trabajan en un barrio de lujo de la ciudad en un buffet para niños ricos, donde se paga por evento, sin ninguna seguridad social. Cuando Washington es regañado por el gerente por comerse los bocadillos de los invitados, él la confronta porque no acepta que juegue un puesto de mando y superioridad después de ascender de puesto ("Eras monitora hasta ayer, camarera igual que nosotros. mucho a la vez, ¿ahora quieres ponerme eso? ¡No jodas!”, p. 17). La consecuencia de este enfrentamiento es que ya no será llamado a trabajar en el buffet (“el atentado de Washington había cerrado una puerta. La puerta a un trabajo de mierda, nadie lo dudaba, pero una puerta al fin”, p. 40) . Wesley se queda al margen, y de mesero se convierte en animador o acompañante en los juegos de los niños, aguantando la falta de educación de los mismos y el desprecio de las familias por los empleados.
Murilo, Douglas y Biel constituyen, en esta Parte I, otro núcleo. Viven juntos en Kátia, en Via Ápia – el centro comercial de Rocinha. Murilo, sin interés en estudiar, ingresa al Ejército como soldado, ganando poco más del salario mínimo. Douglas es repartidor de farmacias y pasa horas en bicicleta por los barrios exclusivos de Río de Janeiro. Biel, el único hombre blanco entre ellos, se hace pasar por playboy y vende droga en Ipanema. Es quien logra tener suficiente dinero para gastar en bares y clubes frecuentados por jóvenes adinerados a los que les suministra marihuana.
Todos trabajan en Viração y, aunque logran mantenerse a pesar de los bajos salarios, sueñan con una vida mejor: Douglas planea ahorrar dinero para obtener el equipo necesario para convertirse en tatuador; Wesley piensa en comprar una moto para trabajar sin patrón, como mototaxista en la favela; Washington quiere ayudar a su madre a ser dueña de su propia casa y salir del alquiler; Biel quiere ganar más dinero del narcotráfico para alquilar un apartamento en la pasarela y comprar lo que quiera; Al principio, Murilo imagina hacer carrera en el Ejército.
Mientras los sueños, o las ilusiones, no se hacen realidad, la vida sigue con sus disgustos y sus alegrías: encuentros con amigos, cervezas, porros, chicas. Sin embargo, la amenaza de que las fuerzas de seguridad entren en Rocinha ya acecha a los residentes, y es Murilo quien vivirá esto de manera más aguda, ya que tiene pesadillas en las que, con la invasión, estará entre los que se verán obligados a perseguir y matar a su familia.iguales.
En la Parte II, Murilo, Douglas y Biel deben dejar el departamento alquilado en Traves Kátia y mudarse a Cachopa, donde se hacen amigos de Washington y Wesley. El ambiente en el cerro ya es diferente: fumar un buen porro se ha vuelto más difícil, porque el narcotráfico no funciona tan bien y la policía arresta a cualquiera, persiguiendo y acuchillando, especialmente a los jóvenes negros. Las fuerzas de seguridad prohíben los bailes canguelo. El comercio, que solía permanecer abierto hasta la madrugada, cierra sus puertas ante cualquier amenaza de entrada de la policía en diferentes puntos de la Rocinha. Aun así, y ahora siempre con miedo, los amigos siguen intentando divertirse, lo que incluye especialmente a la marihuana, que en este universo sirve como un momento de descanso y de ensoñación.
Concomitantemente con los cambios en la vida cotidiana de Rocinha, dada la presencia y acciones ostensivas de la policía militar, los caminos de los personajes centrales cambian. Washington consigue un trabajo formal como lavaplatos en un restaurante de un barrio de lujo; Wesley, por miedo a correr la voz sobre lo sucedido en un encuentro sexual, deja su trabajo en el buffet y, sin dinero, se vuelve adicto a la cocaína; Después de dejar su trabajo en la farmacia, Douglas comienza a sobrevivir con pequeños trabajos y, después de haberle dado a Biel los dispositivos para hacer tatuajes, comienza a practicar el oficio. Biel se da cuenta de que no podrá alquilar un departamento en un barrio de clase media de la Zona Sur y que la vida de los los niños no es tan bueno como la vida en Rocinha, decidiendo hacer su pequeño negocio allí mismo en la favela. La noticia es Gleyce, quien tiene la intención de ir a la universidad como un medio para poder actuar. por favela, de ahí la elección inicial para el cine, “porque hay mucha buena historia en la colina… se pueden hacer algunas películas ingeniosas” (p. 206).
En la Parte III, Murilo cuenta que había salido del cuartel tras presenciar una aproximación por el cerro donde sus pesadillas se hicieron realidad: apuntó con el rifle al rostro del chico que lo había retado a él y a otro policía y, por enfado y por ser invertido en el poder del uniforme, casi fusilado. Se da cuenta de que esto no es solo un trabajo y que no quiere ser uno de los asesinos de su gente. Sin otras posibilidades, acepta los servicios que aparecen, siempre en trabajos de baja categoría, mientras esté en la favela.
La violencia policial, con planteamientos arbitrarios y truculentos, así como la reacción igualmente violenta de los vinculados al narcotráfico, amenazan a todos. En uno de estos enfrentamientos, Washington es alcanzado por una bala policial dirigida a un pilluelo callejero armado. Su muerte provoca un vuelco en la vida de sus amigos: Douglas va a una finca familiar en São João del Rei, donde permanece más de un año; Wesley se rehabilita de la adicción a la cocaína y se va a trabajar como limpiador en el Parque Biblioteca[Xiii], en la Rocinha; Biel se muda de Rocinha a Vidigal y comienza a vender ropa importada que un amigo le pasa de contrabando; Murilo trabaja en una choza de playa en Ipanema, con planes de comprar tablas de surf para alquilar.
La ceremonia de entierro de Washington reúne a amigos y gran parte de la comunidad, cada vez más revuelta por la presencia de fuerzas de seguridad que no se limitan a las UPP. La mención de la desaparición y asesinato de Amarildo y las manifestaciones de 2013 es el lema de la necesidad de organización en la favela. Gleyce, ahora estudiante de periodismo en la PUC con una beca, lucha por la favela y escribe en el habla rosa, diario Rocinha, en el deseo de que los vecinos estén informados por los propios vecinos y que la ciudad de Río de Janeiro reconozca la arbitrariedad de la policía contra quienes nada tienen que ver con el narcotráfico: “Douglas recordó el artículo sobre Amarildo que Gleyce escribió en Fala Roça, un portal de noticias del cerro, donde decía que , si la sociedad se organizara para cobrar por los asesinatos en las favelas como lo hizo por el aumento de las tarifas de los buses, quizás la policía se lo pensaría dos veces antes de quitarle la vida a alguien” (p. 335).
Como se ve, la lucha de la futura periodista no es precisamente contra la política de exterminio de narcotraficantes, así como, para ella, las manifestaciones de junio de 2013 en Río de Janeiro, que lograron la derogación del aumento de las tarifas de los autobuses, serían ser un ejemplo de organización de la sociedad civil, probablemente por su carácter apartidista y porque son realizadas por ciudadanos comunes. Ella quiere este tipo de organización de base para frenar la violencia policial en las favelas.
Con la amplia repercusión mediática del caso Amarildo, las acciones más violentas y represivas de las fuerzas de seguridad disminuyen, dando a algunos de los pobladores representados en la novela la reconfortante sensación de que la favela volvía a su ritmo ante la ostensiva presencia de los policia militar. El salto temporal en el último capítulo de Vía Apia presenta la Rocinha como era: reencuentro de amigos, bailes canguelo, base y alegría. “Ni mejor ni peor”, la canción que llena la fiesta, del MC Marcinho, reafirma la unión de los “hermanos”, la humildad y la sabiduría. En la última frase de la novela se celebra la fiesta y la alegría de la comunidad que se reencuentra: “fue la vida -siempre vida y nunca muerte- la que hizo temblar aquel suelo” (p. 337). La vida seguirá como antes.
La precariedad de las condiciones de vida permanece invariable. La “policía pacificadora” había intensificado la guerra contra los narcotraficantes y los vecinos de a pie; había destruido el ritmo de sociabilidad de los vecinos. Según nos presentan los personajes que cumplen el rol de presentar perspectivas, el territorio separado –y que quiere “una ciudad dentro de la ciudad”– necesita defender sus modos de socialización. Necesita luchar para superar necesidades colectivas con figuras que le pertenecen y que hacen el diálogo con la comunidad y el resto de la sociedad. Lo que importa es el reconocimiento por parte de la sociedad en su conjunto de que la favela no es solo un crimen y que tiene su propia dinámica legítima.
Desde la perspectiva de la novela, si bien las manifestaciones populares han dado alcance público a la tragedia del caso Amarildo, no bastan las denuncias contra los asesinatos: es necesario que dejen de ocurrir. La lucha es para que en las comunidades no se produzca violencia contra los ciudadanos de a pie y en ellas prevalezcan los derechos humanos. Para ello, sería urgente dar visibilidad a la favela para que se produzcan transformaciones que, según la novela, reconozcan la legitimidad de los modos de vida de este territorio, sin discriminarlo como lugar de delincuencia y bandolerismo, ni desvalorizarlo. la población negra que en su mayoría vive allí. .
Gleyce y el propio narrador son los representantes ficticios de esta función. La lucha política parece reducirse a eso: acción en el ámbito de la cultura, en el que es importante transformar la imagen de la favela para la propia comunidad y para la opinión pública: “Ella [Gleyce] habló sobre la importancia de tener gente de la adentro contando esas historias, con el punto de vista del residente sobre lo que estaba pasando” (p. 239).
De esta forma, y como se insiste en la novela, la valorización de la sociabilidad, los modos de vida y la organización de la favela –de “su” cultura– parece estar en consonancia (deliberadamente o no) con la reorientación en el tratamiento de las cuestiones urbanas y cuestiones sociales derivadas del Consenso de Washington (1989). Gobernanza, participación, empoderamiento de la comunidad, alivio de la pobreza, descentralización: estas son las palabras del nuevo orden neoliberal. Se trata de valorar el espacio comunitario, fortalecer los lazos sociales desarrollados en la pobreza, viabilizar “soluciones creativas”, convirtiendo en “modelos de iniciativa popular” las formas en que los trabajadores precarios o mal pagados resuelven las dificultades de acceso a los servicios públicos en el espacio urbano del país. , y promover la estética de la favela como una promesa en el circuito de mercancías.[Xiv]
3.
La trama de la novela también presenta muchos episodios contingentes cuya función no se limita a lo anecdótico o lo pintoresco. Sus temas son de lo más diversos: encuentros en bares, sexo, anhelos de amor, recuerdos y reencuentros con familiares, encuentros fortuitos con otros usuarios de drogas, historias de narcotráfico, situaciones con policías arbitrariamente incriminados, etc. A veces son sabrosos[Xv] por otros, reafirman la violencia, y parecen ser una forma de mostrar que la vida de los favelados, vista desde adentro, con sus arreglos y rupturas, con la solidaridad y el conflicto, es efectivamente una vida en común, aun con problemas arraigados en la desigualdad y racismo
Pero el ritmo de esta vida común es errático, como el viento mismo, la dinámica general de la vida de grandes porciones de la población. En este sentido, el aire de azar en la sucesión de episodios indica que el ritmo narrativo da forma literaria a un proceso social más amplio. La carencia de condiciones materiales estables imposibilita a los personajes proyectar sus aspiraciones en el horizonte futuro, sometiéndolos a la imprevisibilidad en cuanto a la obtención de los medios para llevarlas a cabo, así como el ritmo del viento es inestable, lo que atrofia la racionalidad. planificación de la propia vida. .
La informalidad domina en Vía Apia de tal manera que en Rocinha se representa poco el trabajo formal, salvo en la alusión a los trabajadores que regresan de sus funciones. Es lo que sustenta la vida de parte de los vecinos, como revela el narrador: los mototaxis recogen a los vecinos que bajan de los buses en la avenida y los llevan a los callejones donde viven; los dueños de camiones viejos hacen cambios en la favela; la peãozada erige muros, casas, o las derriba. También hay trabajo en el narcotráfico, como el de avioneta o petardo por chavales, armados o no.[Xvi]
Para los personajes, la ideología del trabajo ya no tiene sentido. Para ellos, el supuesto de que el trabajo garantiza el futuro se contradice en sus propias experiencias. En este sentido, la representación de los modos de sobrevivencia en la novela tiene el alcance de expresar la situación social contemporánea de los pobres en cuanto al sentido y las relaciones de trabajo, así como la forma en que las entienden, adheridas –más o menos – a la lógica neoliberal.
Como lavaplatos con un contrato formal, Washington se da cuenta de que la formalización le reporta pocas ventajas. Además de ganar poco y aceptar cubrir las ausencias de otros empleados, imaginando que eso le permitiría ascender a mesero (aunque no haya negros en el salón), el servicio le roba energías para poder disfrutar. su juventud: “Sentía que, a veces, el trabajo consumía toda su vida, incluso cuando estaba fuera de servicio, porque lo único que pensaba era en descansar para el día siguiente”. Para él, lo que le impide dejar su trabajo es que “el trabajo formal garantiza cierta seguridad. Cada vez que Washington es detenido por los bastones, se sienten más tranquilos al ver el documento” (p.175).
Para los demás protagonistas, un trabajo formal ni siquiera es una aspiración. Al principio, puede parecer que la incredulidad en la integración a través del trabajo se refiere a una cuestión generacional, sobre todo porque la perspectiva a lo largo de la novela es juvenil. Sin embargo, lo que aparece como una brecha generacional tiene una base histórica.
En los años centrados en la novela, la profundización del giro neoliberal que trajo, entre otras consecuencias, la precariedad de las relaciones laborales[Xvii], ya ha producido efectos ideológicos, también en los estratos más pobres, que rechazan la sumisión al trabajo que ellos observan en sus allegados. Si D. Marli, siempre precaria, no cuestiona la situación de explotación a la que se ve sometida (permiso de trabajo firmado siempre aplazado, impago de horas extraordinarias, vacaciones pagadas de vez en cuando y, a placer, media docena de ropa regalada como regalos, cf. p. 118), los niños ya no quieren esto para ellos.
Si para los estratos populares el vínculo entre trabajo formal y ciudadanía nunca se generalizó en Brasil, lo nuevo en este contexto es que fracciones de la población pobre ya ven en la precariedad una ventaja que les trae la sensación de libertad, de no tener que obedecer el jefe, o ser objeto de discriminación social y racial. Para aquellos que se niegan a aceptar la ideología del trabajo, en “trabajos de mierda”, el viração es percibido como una respuesta –ciertamente precaria, ya que la autonomía puede operar como pieza central de sumisión al régimen de acumulación contemporáneo.[Xviii]
En la novela, para evitar el servilismo o la cooptación (en el buffet, en la farmacia, en el ejército), Wesley, Douglas y Murilo prefieren la viação que, si no les da suficiente dinero, los libera de horarios rígidos, sumisión y humillaciones. Algunos se dejan seducir por el canto de sirena del emprendimiento, aunque sea a pequeña escala y de manera informal. Este es el caso de Douglas quien, luego de dejar su trabajo como repartidor, tiene el proyecto de mejorar sus dibujos y dominar el oficio de tatuar para tener su propio estudio en la colina.
El trabajo precario en la farmacia le trajo la experiencia de ver cómo es la vida de los ricos. Odia ver cuadros, espejos, buenas puertas de madera, pasillos impecables, cubos de basura con olor a lavanda en jarrones, la ostentación de la riqueza y tiene una aguda percepción de la desigualdad social (cf. p. 36). Douglas no es consciente de la relación entre la acumulación de riqueza, en un polo de la sociedad, y la perpetuación de la miseria, en otro. Solo siente odio y reafirma su identidad como habitante de la favela, donde quiere quedarse sin tener que servir a los ricos. Renuncia a su trabajo, comienza a hacer trabajos ocasionales en la favela en un intento de garantizar el mínimo para sobrevivir. El proyecto de montar el estudio continúa, pero, como aprendiz, no gana nada por tatuar; cuando anuncia que empezará a cobrar por los materiales, los clientes desaparecen.
El camino de Biel es similar, aunque sus planes iniciales son diferentes y también resultan ilusorios. Cree que puede salir adelante en la vida vendiendo drogas, negociando con playboys y subjefe de boca, también porque, percibiéndose como “diferente”, es decir, blanco entre los negros de la favela, puede pasar por la policía (p. 280). Pero, a lo largo de la novela, se da cuenta de los riesgos que corre para ganar solo un poco de dinero: “Biel comenzó a preguntarse a dónde va todo el dinero que gana el narcotráfico. Una cosa era cierta, los que trafican en la calle no ven nada de eso” (p. 278).
Después de calcular las ganancias de quienes viven del narcotráfico (niños que anuncian la llegada de la policía, “soldados” que sirven para proteger a un grupo importante) y los costos de logística, gastos con sobornos de policías que trabajan en la represión de drogas, acuerdos con militares y políticos en las fronteras, evaluando la masa de dinero involucrada en las diferentes etapas de producción y distribución, Biel entiende “que no había nada en medio de este engranaje. Ni quién vende, quién cambia tiros, quién pesa y enrolla, quién transporta en camiones, quién prensa o mezcla en fincas en Paraguay y Colombia” (p. 279), es decir, los trabajadores. También en el tráfico, la sobreexplotación del trabajo es la regla. Al final de la novela, prefiere mudarse a Vidigal, donde comienza a revender ropa importada de contrabando (p. 332), obtenida por un amigo, cuando, entonces, hay menos mediación entre el que vende y el que vende. suministra la mercadería.
A diferencia de la generación anterior de los que sirven a los blancos ricos sin rebeldía, como D. Marli, esta nueva generación se niega a ser servil, dándose cuenta de la brutal desigualdad que otorga a los ricos la arrogancia del mando.[Xix]. Cuando Wesley trabaja en el buffet, comienza a prestar atención a “los invitados [en las fiestas]: su ropa de diseñador, su cabello siempre lacio y esa forma natural de mandar a cualquiera que lleve uniforme. Golpea la bola más grande. Tu madre trabaja para gente como ellos. Sus tíos, abuelos, todos trabajaban para ellos. Limpiaban sus casas, cambiaban los cables, cuidaban a sus hijos [...]. Ahora mira a los invitados y siente la mayor rabia, porque sabe que el dinero que tanto sudó para recaudar no significa nada allí. Esas personas podrían limpiarse el trasero con esa cantidad de dinero que no iba a hacer la más mínima diferencia en ninguna de sus vidas. Y lo peor es que lo saben. Por eso siempre desprecian a los demás y logran mandar con esa voz suave, sin hacer mucho esfuerzo. Lo saben y lo aprovechan” (p. 159-160). Al rechazar la subalternidad, quiere ser un trabajador por cuenta propia en la favela, encerrándose entre sus pares. Sin embargo, cuando se vuelve adicto a la cocaína, abandona el proyecto de convertirse en mototaxista.
Murilo, quien había renunciado al Ejército, comienza a realizar trabajos ocasionales, en cualquier trabajo que aparezca, siempre manual. Preguntado por su familia si no buscaba un trabajo formal que le diera seguridad, incluso dice que está de acuerdo, pero que, en realidad, “a pesar del esfuerzo físico, le gustaba no tener un horario o día específico para trabajar, no tener un jefe a quien obedecer todos los días […]” (p. 291).
En la lucha contra la adversidad, no hay resiliencia en el trabajo por parte de los personajes, esa palabra típica de la era neoliberal. No soportan el sufrimiento que produce trabajar con jefes, excepto Washington, para quien un cuaderno firmado le da más seguridad cuando la policía lo detiene para investigar.
Además, los protagonistas no parecen sufrir las adversidades que les acarrea la falta de dinero, entre otras cosas porque no se les presenta el problema de la subsistencia: siempre hay algún fideo o mortadela para comer y, si no pueden encuentran vivienda en un lugar más céntrico de la favela, les parece bien pagar más barato la casa en Cachopa.
La lógica de estos personajes incluye así la continuidad de una tradición que se remonta siglos atrás para los pobres que siempre han conocido la brisa y usan la astucia para escapar de la represión o la humillación.[Xx], así como negarse a la sumisión completa de la vida al trabajo. Si bien esta tradición adquiere un nuevo significado en el contexto contemporáneo, cuando los contingentes de “desocupados” pasan a la corriente principal, hay en la actitud adoptada por la mayoría de los personajes centrales la intuición del absurdo de vivir para trabajar, en la completa subsunción de vida al trabajo.
Sin embargo, la lógica neoliberal también está ahí. Al rechazar la subalternidad, los protagonistas se adhieren a la “libertad” de la viração y la apreciación de la posibilidad de convertirse en empresarios. Dejando una trampa, caen en otra. La novela termina con una nota positiva en relación a estos sueños, sin que nada indique si se harán realidad o no, y si traerán a estos jóvenes la garantía de supervivencia.
4.
El foco de la novela no parece estar tanto en la exigencia de cambios en las condiciones de supervivencia[xxi] o mucho menos sociabilidad en la favela. En Vía Apia, la mejora de la vida en la favela implica el reconocimiento de su legitimidad, lo que puede lograrse organizando a los habitantes en la lucha contra los prejuicios y la discriminación que, a juicio de los personajes, sustentan la política de exterminio. La mala gestión policial genera odio y, en algunos, impulsos de venganza que es necesario reprimir.[xxii].
En este contexto, la formación profesional, a través de la escolarización, aparece como una salida imaginada por los personajes, que se arrepienten de no haber seguido los consejos de la familia. Washington se siente “arrepentido de haber dejado la escuela a falta de dos años para terminar el bachillerato, de no haber terminado la educación técnica que su tío le dispuso en el centro, solo porque le parecía demasiado lejos para ir y volver todos los días”. (pág. 30). ). La hermana de Murilo, Monique, opuesta a que se alistara en el ejército, insistió “que siempre fue bueno para los deportes; en el surf, en el fútbol, podría probar una facultad de educación física. Con el diploma podría trabajar en una escuela, en una academia, tener un trabajo donde no sería felpudo de sargento, ni necesitaría manejar un arma” (p. 191-192).
Para ella, la formación universitaria es la condición para no repetir la historia propia, subordinada y sin perspectivas, enorgulleciéndose de ser la primera de su familia en ingresar a una universidad, rompiendo el ciclo histórico de la exclusión. Al mismo tiempo, la ascensión individual es percibida por el hermano como una traición a su familia, que la mira con desconfianza: “quizás vivir con estos universitarios, con tanta gente en la pista, había afectado a Monique” (p. 261).[xxiii] Sin embargo, tras salir del cuartel, Murilo no descarta la necesidad de estudiar, piensa en hacer el bachillerato pero no para escapar de la favela, sino imaginando que tendría posibilidades de empleo no limitadas a trabajos no especializados. Piensa, pero no.
El acceso a la cultura estándar también puede ser un elemento para la transformación interna del personaje. Cuando Wesley, luego de superar su adicción a la cocaína, trabaja como conserje en la Biblioteca Parque, comienza a leer en su tiempo libre, aprovechándolo para “consegui[r] algún libro para leer, que tiene varios libros geniales” (p. . 333) .
Según la trama de la novela, el acceso a la educación ya la Universidad puede producir acciones que busquen acabar con la discriminación contra la favela y afirmar la legitimidad de sus modos de vida; para esto, sin embargo, es necesario no alejarse de la comunidad,[xxiv] luchar por ella ilustrando a la población e informando a la sociedad. El personaje Gleyce y el propio autor son la representación plena de la proposición implícita en Vía Apia. Gleyce no quiere elegir cursos que no le interesen (p. 203), sobre todo porque no tiene que luchar por sobrevivir, ya que vive con su madre en su propia casa. Al principio piensa en cine y luego opta por estudiar periodismo para realizar una labor militante. na e sobre a la Rocinha. Cuando tiene acceso a fotografías antiguas de la favela, las remite a la gerencia de la Biblioteca Parque, que organiza una exposición con imágenes de finales de la década de 1950 hasta 2002 y textos que explican los orígenes y el crecimiento de Rocinha (p. 334), posibilitando que la comunidad conozca su propia historia.
En la elaboración de su novela, el propio autor lleva a cabo el proyecto que enuncia en la trama: está dentro de la comunidad y escribe hacia fuera y hacia dentro de ella. Se solidariza con algunas causas, como la despenalización de la marihuana (como afirma en entrevistas) y crea personajes que la usan por ocio. Pero, sobre todo, parece parecer, a través de la trama y el enfoque en los personajes jóvenes, que el problema social de la favela es la violencia policial que asesina a los habitantes comunes. No es casualidad que Washington sea víctima de la “bala perdida”: la que toma el camino más aceptado por la sociedad en general, de acuerdo con la sumisión al trabajo. En lugar de revelar que la necropolítica, la eliminación de lo descartable, es la regla de gestión y exterminio, la novela termina reafirmando que el problema está en el asesinato de ciudadanos respetables.
En el giro final de la trama -precipitada de manera desdichada- el cambio en el accionar de los cuerpos policiales trae de vuelta las fiestas y una vida menos vigilada. Para los protagonistas, el regreso a la “normalidad” es la permanencia de lo anterior, con la perspectiva de reactivar la sociabilidad de la comunidad. La miseria que envuelve todo el entorno no les perturba, aunque la perciben.
No le corresponde a la literatura proponer soluciones, ciertamente. Pero, al permanecer pegada a la lógica de los personajes, la novela no logra presentar relaciones estructurales entre riqueza y pobreza, entre la vida rica y la vida del viração. El narrador, muy apegado a la lógica de sus personajes –y cuando se desliga de ellos, juzga a favor de ella– deja entrever que el territorio aislado, carente de las modernas condiciones de urbanidad, no quiere más que reconocimiento. No habrá límite de Vía Apia?
*Edu Teruki Otsuka Profesor del Departamento de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la USP. Autor de Huellas de la catástrofe: experiencia urbana e industria cultural en Rubem Fonseca, João Gilberto Noll y Chico Buarque (Estudio).
*Ivone Daré Rabello es profesor titular del Departamento de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la USP. Autor, entre otros libros, de Una canción al margen: una lectura de la poesía de Cruz e Sousa (nankim).
referencia
Geovani Martín. Vía Apia. San Pablo. Companhia das Letras, 2022, 344 páginas.
Notas
[i] São Paulo: Companhia das Letras, 2018.
[ii] “La historia de la cotorra y el mono” anuncia una narración en la que la presencia de la UPP en el cerro parecería ser la nota clave (incluso en las palabras iniciales: “Cuando la UPP invadió el cerro, mola comprar cosas ”, p. 37), pero la trama termina centrándose en la venganza personal de Periquito contra la teniente Cara de Macaco. Si bien la historia presenta las arbitrariedades cometidas por los miembros de la UPP, la narración vira hacia lo anecdótico de la astucia del narcotraficante.
[iii] La excepción a este procedimiento aparece en “Espiral”, cuento que no está ambientado en la favela y cuya situación narrativa es el prejuicio racial contra el narrador, que arma su venganza; y en “A Viagem”, ambientada en Arraial do Cabo, en la que el narrador, un joven estudiante universitario, y sus amigos se ven envueltos en un intento de robo.
[iv] Véase, por ejemplo, en “O rabisco”, las valoraciones del narrador sobre el interés de la multitud (el sol en la cabeza, P. 54).
[V] El lenguaje del cerro, la vestimenta y la postura corporal constituyen, para los personajes de la novela, un patrón de identidad. Esto es evidente cuando Washington, al solicitar trabajo en un restaurante de la zona alta de Río de Janeiro, sabe que “para tener alguna posibilidad allí, en un lugar así, habría que hacerles el juego. Elige solo las palabras correctas, sin jerga ni blasfemias, mantén la columna recta, recuerda los plurales. Real, ser quien no eres” (p. 79, énfasis añadido).
[VI] Sobre la relación entre la violencia y la favela, cf.: “la correlación inmediata entre la violencia urbana en Río de Janeiro y la favela sigue siendo promovida por el Estado, anunciada por los principales medios de comunicación (junto con otros segmentos de la industria del entretenimiento) y reverberado por la 'sociedad civil'. La favela es tratada como el loci del mal, y se identifica al favelado como un enemigo potencial, inminente o incluso postergado”. (BRITO, Felipe. “Consideraciones sobre la regulación armada de los territorios de Río”. En: BRITO, F., y OLIVEIRA, Pedro Rocha (eds.). Hasta el último hombre. Visiones cariocas de la administración armada de la vida social. São Paulo: Boitempo, 2013, pág. 87.)
[Vii] A modo de comparación, recuerda que callejones de la memoria (2006), de Conceição Evaristo, hace de la favela el personaje colectivo que unifica las diversas historias de la comunidad. El narrador, allí formado, reactiva a través de la memoria la multiplicidad de perspectivas y los conflictos, tensiones, disonancias y consonancias que hacen de la favela el personaje central de la trama. En la tradición brasileña, el personaje colectivo, por así decirlo, había encontrado una realización significativa en la vivienda (1890) de Aluísio Azevedo, en un momento histórico en que aún dominaba el imaginario de la integración nacional. En la literatura periférica contemporánea, cuando tal imaginario ya se ha disuelto, el ámbito comunitario reaparece para, intencionadamente o no, revelar la segregación territorial.
[Viii] Los narcotraficantes son mencionados en la novela, y la detención de Nem, jefe de tráfico de Rocinha, en 2011 (objetivo dado incorporado y estilizado en la novela), cuando intentaba fugarse, se convierte en un hecho relevante en la trama de Vía Apia, ya que desorganiza la vida en la favela (cf. 136), que, bajo Nem, trajo un clima de paz a Rocinha, sin intercambio de fuego durante años (p. 50). Esta operación es uno de los primeros indicios de los preparativos de las fuerzas policiales para la instalación de la Unidad de Policía Pacificadora en Rocinha.
[Ex] Sobre el tema, véase: BOTELHO, Maurilio Lima, “Crisis urbana en Río de Janeiro: favelas y emprendimiento de los pobres”. En: BRITO, F. y OLIVEIRA, Pedro Rocha (eds.), op. cit., especialmente pág. 177.
[X] Como se sabe, la UPP es un proyecto de la Secretaría de Seguridad del Estado de Río de Janeiro, inspirado en las experiencias de Medellín, Colombia. Las unidades se instalaron con el pretexto de desmantelar bandas que controlaban los territorios, ofreciendo a cambio políticas comunitarias. El primero de ellos se instaló en Morro do Dona Marta, en Botafogo (Zona Sur de Río de Janeiro); en Rocinha, ubicada entre los barrios de lujo de Gávea y S. Conrado, se implementó el 20 de septiembre de 2012. El “mapa de pacificación” también fue planificado debido a que la ciudad sería sede de la Copa del Mundo en 2014 y de los Juegos Olímpicos Juegos Olímpicos, en 2016, y sería necesario no solo evitar la circulación de poblaciones no deseadas sino también eliminar las “barreras humanas”. Como afirma Mike Davis, la “segregación urbana” es “una guerra social incesante en la que el Estado interviene regularmente en nombre del 'progreso', el 'embellecimiento' e incluso la 'justicia social para los pobres', para redefinir los límites espaciales. de terratenientes, inversionistas extranjeros, la élite propietaria de viviendas y trabajadores de clase media” (planeta de tugurios. Trad.: Beatriz Medina. São Paulo: Boitempo, 2006, pág. 105.
[Xi] Durante la década de 1970, Rocinha se organizó para reclamar mejoras como la construcción de escuelas y guarderías, la instalación de una oficina de correos y la canalización de acequias.
[Xii] El ayudante de albañil Amarildo Dias de Sousa fue secuestrado, torturado y asesinado por policías militares de la UPP de Rocinha el 14 de julio de 2013. Tras la denuncia de la desaparición, se inició en las redes sociales la campaña “¿Dónde está Amarildo?”, con el apoyo de movimientos como como Rio de Paz, Mães de Maio, Red de Comunidades y Movimientos contra la violencia. Los habitantes de Rocinha organizaron manifestaciones, que contaron con la participación de la sociedad civil, denunciando la violencia de los militares. La desaparición también fue publicitada internacionalmente. Hasta la fecha, el cuerpo no ha sido encontrado. La compensación a la familia solo ocurrió en 2022.
[Xiii] Las bibliotecas del Parque en Río de Janeiro fueron instaladas en regiones con un alto nivel de pobreza, como Rocinha, con el objetivo oficial de promover el desarrollo cultural de los habitantes, y cuya función comprende el conjunto de políticas públicas para la gestión de estas poblaciones a través de de actividades culturales. Ver: MARANHÃO, Tatiana de Amorim. gobernanza y Pobreza: Del Consenso de Washington al Consenso de Oportunidad. Tesis en Sociología. FFLCH/USP, 2009.
[Xiv] Sobre la cuestión del “giro culturalista”, cf. BOTELHO, ML “Crisis urbana…”, cit. En.: op. cit., págs. 169-213. Véase también Maricato, E. “Epílogo”. En: DAVIS, M. op. cit., págs. 209-224.
[Xv] Véase el episodio de Washington en la comisaría de Gávea (pp. 103-105).
[Xvi] Los jefes de tránsito solo son mencionados y parecen ser, desde el punto de vista de los habitantes de Rocinha, los comandantes de un orden pacífico para los habitantes de las favelas, además de suministrar drogas de buena calidad, lo que se deshace con la llegada de las fuerzas policiales.
[Xvii] Véase Harvey, David. Neoliberalismo, historia e implicaciones. São Paulo: Ediciones Loyola, 2008.
[Xviii] En este sentido, cfr. “Masterclass del fin del mundo”. En: Un grupo de militantes en la niebla. fuego. Trabajo y rebelión en el extremo brasileño de la línea. São Paulo: Contrabando Editorial, 2022, pp. 30-95, especialmente pág. 45 y más allá.
[Xix] La actitud de rechazar la sumisión fue retratada efectivamente en Jessica, la hija de la criada Val, de a que hora vuelve (2015), de Anna Muylaert. La joven que dice ser igual a los jefes de Val lleva a su madre a dejar su trabajo para convertirse en una pequeña empresaria en su comunidad. De esta forma, la película capta un rasgo significativo de la vida mental de los subordinados en la época contemporánea.
[Xx] La tradición de la astucia y de encontrar la manera de conseguir lo que se necesita fue analizada por Antonio Candido en “Dialética da malandragem”, que se centra en la vida de los hombres blancos pobres (de El discurso y la ciudad. São Paulo: Duas Cidades, 1993): “Allá no hay trabajo, no hay necesidad, todo se repara” (p. 53). Aunque el contexto aquí es diferente, y la vida enfocada es la de jóvenes negros que llevan el yugo del trabajo servil o servil, la opción por la “libertad” de la viração actualiza esa tradición, ciertamente con un significado diferente.
[xxi] Se ve que Biel, que antes lamentaba las zanjas abiertas, la basura acumulada, la falta de agua, ahora valora la vida en el cerro, en la casa de Vidigal, “que era solo un cuarto con baño pero que tenía una linda losa para hacer un asado, mejor vista frente al mar” (p. 332). Rocinha es “una ciudad dentro de la ciudad”, con autonomía y vida propia, que nunca se detuvo (cf. p. 123), como piensa Washington al observar el ritmo de la comunidad antes de la invasión de las fuerzas de seguridad.
[xxii] Nótese que Douglas, después del asesinato de Washington, le dice a Gleyce, ya en el momento de embarcar para São João del Rei: “Hablando claro, cada vez que veo un coche de policía, o esos hijos de puta detenidos, o caminando por un callejón, yo Te lo juro, las ganas que tengo son de matar a todos. No dejes ninguno ahí para contar la historia. […] Es mucho odio, Gleyce, y me di cuenta que si no hacía algo para alejarme de eso, ahí se iba a joder, me iba a asfixiar. O entra y haz algo de mierda. No puedo, hablando claro, no puedo imaginar que voy a tener que mirar a estos tipos todos los días sin poder hacer nada. Y aún así, si se ablanda, puede funcionar igual” (p. 320).
[xxiii] Son constantes las menciones de los personajes como “criaturas” de la favela, en una ambigua referencia a un sentimiento de orgullo identitario, como si la favela fuera pensada como “población originaria” de esa localidad –y no como resultado histórico de la segregación de las poblaciones negras y pobres por parte del Estado y los estratos dominantes de la sociedad. Por ello, alejarse de ella es percibido por Murilo como desconfianza porque indica traición.
[xxiv] La historia de Monique representa este escape de la vida en la favela a través del acceso a la Universidad: ella pretende conseguir alojamiento en la universidad pública y, si eso no sucede, vivir en una república cercana.
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