por MARCELO RIDENTI*
Comentario sobre el libro recientemente publicado por Vania Markarian
Universidad, Revolución y Dólares es un libro que se destaca por su sensibilidad en el análisis de los choques institucionales y políticos -que también fueron dramas humanos- envueltos en la construcción de la universidad uruguaya en la década de 1960. . Al tratarse de la Universidad de la República (UdelaR), la obra arroja luz sobre un proceso histórico más amplio en América Latina, particularmente en su relación con Estados Unidos, en medio de debates sobre la autonomía intelectual frente a presiones de todo tipo en el contexto de la Guerra Fría.
Vania Markarian hace una especie de ajuste de cuentas con el pasado reciente de su universidad y el legado de una generación que intentó transformarla. Es un ejemplo de equilibrio y reflexión que se imponen a las nuevas generaciones de investigadores formados tras el fin de las dictaduras en la región. La autora valora a sus antecesores, cuyo trabajo se vio trastornado por el brutal advenimiento del autoritarismo que sacó cerca de la mitad de los profesores de la UdelaR, persiguiendo a los principales protagonistas de la historia narrada.
Las referencias a ellos son conmovedoras en ciertos pasajes. Sin embargo, esto no aleja al autor del rigor analítico a la hora de valorar los alcances y límites que implica, por ejemplo, la llamada reforma Maggiolo. O en los debates centrales sobre el apoyo extranjero a la investigación. Un tema al que vale la pena volver para comprender la práctica de los científicos hoy, en la que la circulación internacional es fundamental para la carrera universitaria y el patrocinio.
El libro analiza dos casos específicos que también sirven como síntesis de un proceso social más amplio. La primera parte trata del debate en torno al financiamiento por parte de la Organización de los Estados Americanos (OEA) de un programa de formación en ciencias básicas en la Facultad de Ingeniería y Agrimensura en 1965. Este debate involucró tres grupos de fuerzas: los partidarios de la orientación tradicional entre los docentes formar profesionales para atender la demanda del mercado laboral; un sector docente crítico con esta orientación, que buscaba construir una universidad centrada principalmente en la investigación científica y consideraba la educación superior como necesaria para el cambio social; y un segmento estudiantil fuertemente antiimperialista, influenciado por la revolución cubana, para el cual sólo un embate revolucionario permitiría la transformación de las funciones y estructuras académicas. La asociación entre estos dos últimos grupos permitió iniciar la renovación de la ingeniería en Uruguay y luego sentó las bases para la reforma de la UdelaR bajo la dirección de Maggiolo, rector electo en 1966.
El debate tratado en detalle en esta parte del libro no condujo a la negativa de financiamiento por parte de la OEA, institución asociada en ese momento con las políticas estadounidenses. Sin embargo, llevó a cuestionar otros programas con patrocinio externo, poniendo en primer plano la necesidad de no plegarse a lineamientos académicos establecidos fuera de la institución, que tendría que asegurar su propia independencia. Algunos de los principales actores involucrados en el debate llegarían a ser importantes en la construcción del Frente Ampla en 1971 para las elecciones presidenciales en Uruguay, finalmente ganadas por su contrincante Bordaberry.
La segunda parte del libro trata del seminario sobre “Élites latinoamericanas” promovido en Montevideo en 1965 por el Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC), una organización internacional de los llamados intelectuales antitotalitarios que se opusieron a sus pares organizados en el Consejo Mundial de la Paz, financiado por la Unión Soviética. Supuestamente autónoma, la CLC fue patrocinada en secreto por la CIA, al igual que la New York Times descubierto en 1966, publicando artículos pronto reproducidos en Uruguay por el semanario Marcha.
Eran los años que siguieron a la revolución cubana, con fuerte influencia de la izquierda en toda América Latina, en plena vigencia de la Alianza para el Progreso, con la que Estados Unidos buscaba acercarse a los sectores reformistas de la región. Una iniciativa que, sin embargo, convivió con el uso habitual de la fuerza bruta, como el apoyo al golpe de Estado de 1964 en Brasil y la invasión de República Dominicana al año siguiente, concomitante con los dos episodios analizados en el libro.
El seminario internacional sobre élites en América Latina pretendió combatir la persistencia de viejas tradiciones y estructuras para enfrentar los desafíos de la era moderna y las nuevas tecnologías. Se trataba de acercarse a los sociólogos locales liderados por Aldo Solari, quienes buscaban una profesionalización sin precedentes de la sociología, enfocada en la investigación empírica con métodos y técnicas controlables, bajo la inspiración de la disciplina desarrollada en los Estados Unidos, en lugar de la vieja sociología de cátedra, tenido como generalista y ensayista, sin norma científica.
Solari fue el principal organizador del evento en alianza con el académico estadounidense Seymour Lipset, junto al responsable para América Latina de la CLC, el anarquista Louis Mercier Vega, veterano de la Guerra Civil Española. En el seminario estuvieron representadas diversas corrientes, además de la teoría modernizadora imperante. Ilustres cientistas sociais considerados de esquerda aceitaram o convite para participar, como o peruano Aníbal Quijano e os brasileiros Darcy Ribeiro – que se encontrava exilado no Uruguai – e Fernando Henrique Cardoso, que trabalhava em Santiago do Chile para escapar da repressão após golpe de 1964 em su país. Todos unidos en la convicción, a pesar de sus diferencias, de que la construcción institucional de la universidad y un sistema integrado de ciencia y tecnología serían determinantes para el desarrollo.
A partir de una cuidadosa y exhaustiva investigación de los documentos referentes a los dos casos -reunidos principalmente en el Archivo General da UdelaR y en el Archivo CLC de la Biblioteca de la Universidad de Chicago-, y utilizando una amplia bibliografía, el autor muestra cómo las tensiones entre la politización y la autonomía académica fueron constitutivos de los procesos de institucionalización disciplinar, especialmente en las ciencias sociales. Hace uso no solo del debate público registrado en actas de reuniones, artículos y textos de prensa, sino también de la correspondencia privada entre los involucrados, lo que permite desentrañar el backstage de los episodios, especialmente los referidos a la CVX.
Como lectores, conocemos a los diferentes personajes de la historia: el grupo de ingenieros reformistas como Massera y Laguardia, el rector Maggiolo, Darcy Ribeiro y su influyente seminario en la UdelaR sobre estructuras universitarias, y muchos otros, como el entonces joven hombres que llegarían a ocupar cargos directivos en la institución tras el fin de la dictadura: Wschebor, decano de la nueva Facultad de Ciencias en 1987, Rafael Guarda, Rodrigo Arocena y Roberto Markarian, decanos de 1998 a 2018. En la segunda parte, Solari y una serie de importantes extranjeros involucrados con o Seminario: Lipset, Gino Germani, Mercier, el editor anarquista Benito Milla, radicado en Montevideo. Y también sus principales críticas en las páginas de Marcha, Ángel Rama y Carlos Real de Azúa, entre muchos otros.
Lo que podría ser una mera reconstitución de dos pasajes tópicos cobra vida e interés a través de la argumentación del texto, que utiliza los episodios para iluminar los acontecimientos de la época en la que el autor es uno de los mayores especialistas, la década de 1960. En otras palabras, el libro tiene contornos bastante amplios, involucrando temas controvertidos en torno a la financiación extranjera de la ciencia y el lugar de la universidad en la vida pública. Lo más fascinante es ver cómo cada personaje o grupo de actores supo dar respuestas creativas frente a las constricciones, límites y presiones sociales de distinto orden a los que se vio sometido en un contexto determinado. Los términos de Mercier Vega –al justificar su inesperada presencia como anarquista en un organismo como la CVX– bien podrían servir como epígrafe del libro: “nadie jugará nuestro juego si no lo jugamos nosotros”.[ 1 ]
*Marcelo Ridenti es profesor titular de sociología en la Unicamp. Autor, entre otros libros, de El secreto de las damas americanas – Intelectuales, Internacionalización y Financiamiento en la Guerra Fría Cultural, saliendo en ed. Unesp.
Publicado originalmente en la revista contemporánea, No. 14(1), 2021.
referencia
Vania Markarian. Universidad, Revolución y Dólares: Dos estudios sobre la Guerra Fría cultural en el Uruguay de los años sesenta. Montevideo, Penguin Random House, 2020.
Nota
[1] En el original: “nul ne fera notre jeu, si nous ne le menons pas nous-mêmes.” En: https://maitron.fr/spip.php?article192004 , observe MERCIER Louis por Jean-Louis Ponnavoy.