por CHICO ALENCAR*
La fuerza del atraso, arraigado pero ya desgastado, reclama una amplia unidad del campo progresista, ante cada ataque a los derechos de la población, y en términos de articulación electoral.
Hace 70 años, grupos de sapiens solo sobrevivieron porque, ante innumerables adversidades, se unieron. Las fuerzas de la naturaleza y otros animales, más fuertes, representaban un riesgo constante de muerte. También nuestras comunidades humanas contemporáneas, menos complejas tecnológicamente, dijeron tribal, aprendieron que solo juntos pueden superar las amenazas a su existencia. Cooperación por necesidad.
En los momentos más críticos, las clases explotadas, las sociedades nacionales o los acuerdos transnacionales articularon pactos para enfrentar enemigos comunes, para no perecer. Esto va por la terrible pandemia del nuevo coronavirus que sacudió al mundo, en una situación sin precedentes. La amenaza más amplia desde la Segunda Guerra Mundial.
Al grano: para los recalcitrantes en el distanciamiento social, vale recordar que, cuando el virus llegó al país, el 26 de febrero, cada persona que lo contrajo contagiaba a otras 3,5, en promedio. Un mes después, se redujo a 1,9. Casi dos meses después, esta tasa de propagación ha disminuido ligeramente, a 1,4: cada dos brasileños infectados transmiten el SarsCoV-2 a otros tres. Somos, por tanto, uno de los epicentros mundiales de la enfermedad, que afecta principalmente a los más pobres –como siempre, prevalece el sesgo de clase. ¡La pandemia se duplica entre nosotros cada 10 días! Si dependiera del gobierno irresponsable de Bolsonaro, sería mucho peor.
¿Cómo pensar en otro tema frente a lo que es la devastación sanitaria más terrible de la historia del país? ¿Cómo no priorizar el enfrentamiento de la mayor mortandad concentrada, por enfermedad, en nuestros cinco siglos como formación social, junto al genocidio continuado de los pueblos originarios y africanos y sus descendientes esclavizados?
La científica y neumóloga de la Escuela Nacional de Salud Pública de la Fiocruz, Margareth Dalcolmo, advierte: “desde Nueva York, símbolo del cosmopolitismo, hasta las impactantes imágenes de cuerpos en las calles de Ecuador, hasta el colapso de los sistemas de salud de Manaus, Belém y Río de enero, vemos, más de lo que vemos, el presagio del impacto inexorable del nuevo coronavirus en las regiones de ingresos bajos y medios, donde vive más del 80 % de la población mundial. Lo más grave es que conocíamos el alto riesgo de exposición y vulnerabilidad de estas comunidades y viviendas, donde hablar de distanciamiento social es retórica vacía y, con la falta de saneamiento básico y agua potable, recomendar lavarse las manos todo el tiempo, casi picardía”.
Nuestra histórica y aguda desigualdad social potencia los efectos nocivos de la pandemia. La mitad de nuestra población no cuenta con alcantarillado. 32 millones de compatriotas no tienen acceso a agua potable.
¿Cómo hablar de elecciones, de renovar por voto los gobiernos y las legislaturas municipales, ante esta situación? Todo se encamina hacia la postergación de las elecciones previstas para octubre, sin prorrogar los mandatos. Sea cual sea el calendario, la pregunta sigue: ¿qué tiene que ver la elección de alcalde y concejal con la batalla contra el Covid 19?
¡Muy! Tómese en cuenta la actitud del máximo representante de la nación, ya caracterizado como el peor gobernante del planeta en la lucha contra el virus. Su postura torpe es inequívocamente política. Y Bolsonaro actúa con la fuerza de un mandato presidencial que le dieron cerca de 58 millones de patricios. El desastre electoral se encuentra con... elecciones, aunque no solo con ellas.
¿Hablando de elecciones en un momento como este? Sí, porque las epidemias agudas, aun cuando “degeneren” en endémicas, sólo se combaten efectivamente con políticas públicas basadas en la ciencia, la planificación y el compromiso articulado de los agentes públicos a nivel municipal, estatal y federal. Todo lo que el actual gobierno de Brasil desatiende, desprecia, boicotea.
La elección municipal, siempre que se realice, se realizará bajo el tremendo impacto del nuevo coronavirus en Brasil. Las predicciones del diputado y médico bolsonarista Osmar Terra, de que “solo” morirían unas cuatro mil personas en el país, lamentablemente ya quedaron en el camino. El tema de la salud pública entrará con fuerza en los debates para la renovación de los poderes legislativo y ejecutivo de los 5.570 municipios brasileños, ya sea en Vila Risonha de Santo Antônio da Manga de São Romão, en el norte de Minas Gerais, o en las megalópolis de las regiones metropolitanas.
¿Cómo hacer que la máquina estatal funcione con transparencia, eficiencia y atención a los laicos marginados? ¿Cómo brindar una buena salud pública, el derecho de todos? ¿Cómo se pueden asegurar otras iniciativas en áreas fundamentales para el bienestar de la población (¡que es la salud!), como saneamiento básico, vivienda, educación, transporte, recolección y procesamiento de basura y medio ambiente? ¿Cómo confrontar la ciudad del pueblo, tan vital y olvidada, con la ciudad mercantil, de los negocios inmobiliarios y lucrativos monopolios de tantos servicios, en detrimento de las mayorías?
La radicalización de la extrema derecha en el poder central, que ha afectado absolutamente a todos los ámbitos de la vida nacional, dará carácter plebiscitario a estas elecciones: racionalidad democrática frente a la violencia autoritaria; participación popular en la gestión frente a la imposición del verticalismo; las luces de la ciencia y las artes frente a la mistificación conservadora oscurantista. En definitiva, humanismo contra barbarie. Las cuestiones locales, esencia del conflicto municipal, estarán, en mayor o menor medida, relacionadas con este trasfondo. Fondo de escenario gris y siniestro que se levantó en Brasil. Escombros cayendo desde el nivel federal hasta los distritos.
Bolsonaro, que incluso logró crear un partido para llamarlo propio -él, que ya pasó por nueve partidos- dice que no se meterá en las elecciones municipales. Teme la etiqueta de “gran perdedor”. Aunque no quiera, ya está metido: su continua y agresiva polarización se ha impregnado irremediablemente en cabezas y bocas, en todos los rincones del Brasil profundo.
Por eso es imperativo derrotar este fardo, el “fascio” (sí, del fascismo) de valores que representa. Las elecciones municipales son un paso importante hacia su derrota definitiva y nacional en 2022, en caso de que no ganemos, como es tan necesario, la destitución de los nefastos de antes, o la destitución de la boleta de noticias falsas, fraude electoral.
Ya a nivel local, con sus representantes directos o aliados de vez en cuando, se enfrentará el neofascismo bolsonarista militarizado – ¡hay 2.897 militares, de los tres Brazos, en el gobierno, ocho de ellos ministros! –, bendecida por empresarios de la fe neopentecostal (que no debe confundirse con la masa de devotos, muy diferente) y el fisiologismo corrupto del Centrão. Hoy constituyen el bloque político y social ultraconservador del Poder Central.
Esta fuerza del atraso, arraigada pero ya desgastada, reclama una amplia unidad en el campo progresista, de ahora en adelante, con todo ataque a los derechos de la población, y en términos de articulación electoral.
Al respecto, es fundamental el diálogo franco, no siempre practicado por las fuerzas progresistas. Aún con las limitaciones actuales, es el momento de las cartas sobre la mesa (virtual), cara a cara (remoto), en una reunión de presidentes regionales o municipales y precandidatos. En esta reunión deben estar presentes PT, PDT, PSB, PSOL, PCdoB, Rede, PCB, PSTU, PCO y UP.
En esta reunión se deben coser puntos programáticos mínimos, de común acuerdo. En esta reunión, se debe hacer una evaluación de los nombres que tienen más posibilidades para los Ejecutivos y argumentos para la agregación en torno a uno de estos nombres, siempre que sea posible. Si esto no es posible, al menos se debe formar un pacto de no agresión en la primera vuelta, para no quemar los puentes de acercamiento en la segunda vuelta, donde los haya.
Un frente sólo existe cuando reúne diferentes fuerzas. Sus identidades deben ser preservadas, pero nunca impidiendo la suma de esfuerzos comunes, como en el Frente Ampla de Uruguay o en la “Contrap” portuguesa, manteniendo las diferencias en los procesos y la historia.
Necesitamos aprender a tener flexibilidad táctica sin diluir la firmeza estratégica. Es necesario unir ideológica y doctrinalmente partidos claros y distintos, sin dejarse dominar por personalismos, sectarismos y estrecheces recurrentes. Sin poner en primer lugar la autoconstrucción, por legítimo que sea querer no desaparecer con las crecientes cláusulas barrera. Es necesario, en un momento serio, superar el viejo “narcisismo de las pequeñas diferencias”.
Un frente no se construye sólo ni principalmente para las elecciones. Urge verlos constituidos en movimientos y luchas populares, como ya lo están ensayando Povo Sem Medo y Brasil Popular. Es imposible, en el mundo actual, cualquier perspectiva de cambio sustantivo sin la conjunción de una miríada de movimientos no partidistas.
La elección no es una “solución final”, pero es un hito. Es la evaluación comparativa. Es el momento en que incluso aquellos que, por las penurias de la vida cotidiana o la alienación de una dimensión que no parece afectar a sus vidas, se interesan por la “política”, propagada por la cultura burguesa como mera delegación. Nuestra tarea difícil e imprescindible, en la lucha contra la antipolítica, es promover el reencantamiento y la movilización. ¡Vamos juntos!
*Chico Alencar Profesor de la UFRJ, escritor y ex diputado federal (PSOL/RJ)