una utopía brasileña

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por ELEUTÉRIO FS PRADO*

Una crítica a las ideas económicas de André Lara Rezende

André Lara Rezende presentó así, en su nuevo libro, su tesis sobre el desarrollo del capitalismo en Brasil: “sin inflación y sin deuda externa, el país está paralizado no por las condiciones objetivas de la economía, sino por una trampa ideológica impuesta por la cánones de una teoría macroeconómica anacrónica”. Por eso, para él, los economistas relevantes que trabajan en Brasil están fuera de sintonía con la frontera del conocimiento “allá afuera”, es decir, en el centro del sistema imperial estadounidense. En consecuencia, necesitan actualizarse para que este país liderado por el “centro” pueda crecer a tasas más robustas.

¿Puede tal trampa, sea la que sea, explicar el mediocre desarrollo capitalista que se observa en la Tierra de Santa Cruz? ¿Puedes ver que este mal desempeño comenzó en los años 80 del siglo pasado, es decir, hace cuarenta años? He aquí que el producto interno per cápita creció a una tasa acelerada de 4,5% anual entre 1950 y 1980, se arrastró a una tasa de 1,2% anual entre 1980 y 2014, para caer a partir de entonces. Ahora bien, es necesario notar un punto sobresaliente en esta mancha de asombro. Este macroeconomista, ahora heterodoxo, comparte algo con sus colegas ortodoxos: todos no quieren saber nada sobre la estructura de relaciones sociales que constituye el capitalismo, sobre el tejido de sociabilidad que está en la base de su proceso de reproducción histórica.

A diferencia de este último, sin embargo, defiende la tesis de que la teoría económica es un saber inherentemente político: “la historia de la teoría monetaria y fiscal, lejos del referente científico que pretende ser, es altamente ideológica”. Más enfáticamente, esto es lo que dice en todas sus letras:

“Como debe ser, las tesis predominantes están muy influenciadas por las circunstancias, las fuerzas políticas y el clima intelectual. Contrariamente a lo que pretende, la teoría económica no es una fortaleza de la racionalidad frente a la turbulencia de intereses en juego en la formulación de políticas públicas”.

Por opiniones como estas, Rezende, si bien es un actor relevante en el mercado financiero, se ha convertido en un anatema en ciertos círculos de derecha que pululan en torno a los economistas del sistema -a los que también accede, de manera privilegiada, la prensa mayoritaria. Supuestamente -dicen- entró en degeneración intelectual cuando empezó a leer a ciertos teóricos de la tercera o cuarta línea en la jerarquía de la teoría económica establecida en el centro del imperio.

Sin embargo, esta forma de ver la economía como un saber político es bastante insuficiente. Y esto puede quedar claro al comparar sus declaraciones con las de David Ricardo en su Principios de Economía Política y Tributación. En el prólogo de este trabajo está escrito:

“El producto (…) – todo lo que se obtiene (…) de la aplicación conjunta de trabajo, maquinaria y capital – se divide entre tres clases de sociedad, a saber: el terrateniente, el dueño del capital (…) y los trabajadores (… ). Determinar las leyes que regulan esta distribución es la cuestión principal de la Economía Política.”

Ahora bien, esta cita muestra que la Economía es política no sólo porque depende de las ideologías e intereses en juego en el escenario político, sino porque en ella se plantea estructuralmente la cuestión política, es decir, se inscribe en su estructura de relaciones sociales. que permanece y se reproduce a través de un movimiento incesante de su devenir histórico. Y este elemento político se manifiesta precisamente, sobre todo, en la cuestión del reparto de la renta o, más precisamente, en la lucha de las clases sociales por la apropiación del producto social. Ésta era, como sabemos, la preocupación de Ricardo: si la tasa de ganancia cayera a niveles muy bajos o casi nulos en el largo plazo, el sistema, según Ricardo, entraría en un estado estacionario; de hecho, el capitalismo dejaría de existir. operar ser capitalismo.

Es bastante evidente que Ricardo naturaliza el sistema económico y, por tanto, busca en él leyes firmemente establecidas de la distribución funcional de la renta, de la renta que se genera en el ámbito de la producción mercantil. Sin embargo, una visión contraria de que todo en la evolución de este sistema depende de la iniciativa política e institucional también sería muy errónea. Es evidente que las instituciones importan, pero no pueden dejar de ser instituciones del capitalismo, no pueden contradecir el objetivo sistémico de la acumulación de capital, tanto en general como en cuanto a la forma en que ésta se da en cada momento histórico. Hay, por tanto, imperativos estructurales derivados del proceso de reproducción del sistema económico.

Rezende se presenta como un don quijote en el campo de la macroeconomía, que -hay que decirlo enfáticamente- es mucho más digna que la posición de algunos de sus colegas que no son más que panzudos sanchos. Aunque su libro contiene un exceso de autoelogio, defiende una política económica más civilizada que la favorecida por algunos de sus antiguos socios en la formulación de políticas económicas. Se adhiere a la Teoría Monetaria Moderna (MMT) para abogar por un aumento permanente en el nivel de inversión pública, financiada a través de la creación de crédito del banco central. Sugiere que puede funcionar como un motor para la inversión privada.

El autor de Consenso y Contrasenso lucha por una economía no dogmática. Es un economista liberal que no deja de tener inclinaciones keynesianas. Por tanto, previene “los riesgos asociados al capitalismo corporativista, el intervencionismo burocrático, el estado empresarial y la economía cerrada a la competencia externa”. Argumenta, sin embargo, “a favor de un programa de inversión pública con el objetivo de aumentar la productividad y el bienestar”. ¿El bienestar de quién? - ¿Necesito preguntar? ¡Bueno eso depende! La política económica nunca es neutral en cuanto a la distribución. Rara vez favorece a todos por igual; siempre parece más correcto pensar que beneficia a unos en detrimento de otros o más que a otros al menos.

Los opositores a TMM dicen que esta teoría asume que hay un “almuerzo gratis”, que sus defensores asumen ingenuamente que “el dinero crece en los árboles”, etc. Este es, por supuesto, un recurso retórico: como no pueden exponer las verdaderas razones que los llevan a rechazar las propuestas de política económica provenientes del TMM, tratan de ridiculizarlo. Incluso si el TMM es teóricamente débil[i], ¿qué tan subversivas son estas propuestas? ¿No irían contra el destino mismo de la expansión del crédito en la economía capitalista? Además, es necesario preguntarse: ¿cómo afecta la expansión del crédito directamente por parte del banco central -con el propósito de proveer fondos, por ejemplo, para una agencia de promoción de la inversión pública- en la distribución del ingreso y la riqueza de las clases sociales?

Para responder a estas preguntas, debe comenzar por pensar de manera más general. Si, por ejemplo, el banco central emite dinero fiduciario para evitar el colapso del sistema financiero y, por ende, de la economía capitalista en su conjunto, como ocurrió en la crisis de 2008, tales opositores a TMM aplauden. Puede verse que el bienestar preservado aquí fue principalmente el de los grandes tenedores de activos financieros. El sistema del que chupan se salvó gracias a la relajación monetaria, y muchos de ellos escaparon a la ruina fatal. Recibieron, no por ningún mérito, sino por su funcionalidad sistémica en el propio capitalismo, transferencias implícitas de ingresos y riquezas en perjuicio de la gran mayoría de la población. ¿Y?

Sin embargo, si un subversivo propone emitir dinero fiduciario para financiar ingresos ciudadanos para los pobres, estos opositores no dudarán en descalificarlo. Ni siquiera dudarán en confiar en un fascista para hacer el trabajo sucio de bloquear todas esas propuestas. ¿No sería este subversivo un irresponsable que abraza la peor teoría económica para proponer una reforma que impacte en el bolsillo sagrado de la burguesía? Ahora, por este medio, quiere repartir almuerzos supuestamente gratis a una chusma improductiva. ¡No puede! Pues es evidente que esta política económica, al crear una demanda más efectiva y sostener el nivel de producción, modifica la distribución del ingreso y la riqueza generada a favor de los más necesitados.

Pero André Lara Rezende no parece ser un “radical” de este último tipo, un socialista encerrado que se vistió de liberal. Tu propuesta es moderada; en el fondo, quiere salvar al capitalismo de la barbarie, de una barbarie que ya se está acelerando. Es un caballero de la edad de oro del capitalismo (que transcurrió entre 1945 y 1975, en el siglo pasado) que buscaba destruir los molinos satánicos que comenzaron a construirse a partir de 1980. Y se hicieron aún más peligrosos en la larga depresión (secular estancamiento, según él) comenzó poco antes del cambio de milenio: bajo crecimiento económico, exacerbación financiera, fuerte concentración de ingresos y riquezas y una crisis ambiental que amenaza con destruir una civilización que está lejos de haber servido a la mayoría de la población humana. población, habitante ocasional del planeta Tierra.

El caso de la emisión monetaria para financiar la inversión pública es más complicado. En primer lugar, el impulso de la demanda efectiva así creado, directamente o en virtud del efecto multiplicador, producirá un aumento de la renta nacional y este aumento podría beneficiar, en principio, a todas las clases sociales en el corto plazo. Resulta que la producción capitalista no apunta principalmente a la producción de bienes y servicios, sino a la producción de ganancias. Y no de forma episódica, sino persistente.

Pero aquí los opositores de la TMM tienen otro argumento: la expansión monetaria desenfrenada, el aumento de la deuda pública, eventualmente causará inflación. Rezende contraargumenta diciendo que la teoría cuantitativa del dinero es empíricamente falsa (la relajación monetaria ha ampliado extraordinariamente la base monetaria, pero no ha provocado inflación) y que el límite de la emisión monetaria es el pleno empleo de los medios de producción. “El límite a la expansión del crédito”, dice, “no es financiero, no es la existencia de ahorros y depósitos del público, sino la capacidad instalada”.

Ahora bien, este no es el principal ni el único límite. La restricción que en realidad restringe el apalancamiento de la acumulación a través del crédito no es en primer lugar el “pleno empleo de los factores de producción”, sino un mercado laboral ajustado para los capitalistas. Porque en esta situación aumentan los salarios reales, reduciendo así la rentabilidad del capital. Eso es para empezar, pero hay más.

He aquí que la restricción más importante a la expansión crediticia para elevar la demanda efectiva es el margen de utilidad y la tasa, independientemente del grado de ocupación de la capacidad instalada. Si son bajos frente a los compromisos con los costos financieros, las empresas capitalistas, ante impulsos de demanda efectiva, elevarán, sí, los precios y no el nivel de producción. La estanflación en las economías capitalistas contemporáneas también puede tomarse como una prueba empírica de esta afirmación.

La inflación no es un fenómeno misterioso, ya que es, al fin y al cabo, una expresión de la lucha de clases por apropiarse de los ingresos generados por el trabajo. Y en esta lucha, las empresas capitalistas, precisamente por la institución contemporánea del dinero puramente fiduciario, tienen el arma más poderosa: la posibilidad de elevar inmediatamente los precios de los bienes que producen. Esta es también la razón por la que el neoliberalismo se ha preocupado desde sus inicios, a finales de los años setenta y principios de los ochenta, por destruir el poder de los sindicatos. Y esto también tiene una prueba empírica: la inflación continua durante décadas es un fenómeno exclusivo del capitalismo posterior a la Segunda Guerra Mundial; como se sabe, no dejó de crecer desde el momento en que se abandonó efectivamente el patrón oro.

Pero la lucha por la apropiación de la renta no se da sólo entre capitalistas y trabajadores; se libra también entre los propios capitalistas industriales. Si el proceso de competencia fuera difuso y se diera entre empresas pequeñas en relación al tamaño de los mercados, podría ser un obstáculo para el aumento sistemático de precios. Sin embargo, la competencia que realmente existe es monopólica. Las grandes empresas y los grandes oligopolios, por lo tanto, no tienen grandes dificultades para liderar aumentos de precios sistemáticos.

Al investigar los obstáculos a su propuesta de ampliar el crédito público para apalancar la inversión pública, Rezende –cabe señalar aquí– se desliza hacia una buena economía política. En la historia del capitalismo, el poder de emitir dinero primario era en general responsabilidad del sector público, pero la emisión de dinero de crédito era privilegio del sector privado. ¿Por qué? Menciona en ese sentido que existe una “permanente tensión entre la presión por la expansión de la liquidez privada y la restricción al uso del crédito por parte del Estado”. ¿Por qué?

Rezende muestra que tanto el patrón oro como la restricción cuantitativa a la emisión monetaria no provienen de la aplicación de un conocimiento científico auténtico. He aquí, aquellos que usan este caparazón pueden funcionar mejor como instrumentos tecnonormativos de gobernanza en el capitalismo. Pretenden restringir el poder emisor del Estado a favor del poder de los bancos y del sistema financiero para emitir dinero privado. He aquí, esto consiste en dinero de crédito en sus diferentes formas y grados de liquidez, depósitos, valores, etc.

Pero ¿por qué es esto así? Pues bien, este Rezende no explica bien, aunque menciona la existencia de cierta aversión profunda de la burguesía a la “injerencia espuria del Estado” en el control del dinero. Ver: el dinero en el capitalismo tiene un doble papel: funciona como dinero (D – D – D) y como capital (D – D – D'). El dinero de crédito existe más allá de la llamada base monetaria para apalancar la acumulación de capital, y no para ser utilizado a favor del bienestar colectivo o incluso como inductor de la producción de bienes y servicios, para generar crecimiento económico. Debe, por tanto, ser creada endógenamente en el proceso de competencia, en la interacción entre el sistema productivo y el sistema financiero.

La coincidencia entre el objetivo de expandir la producción y el objetivo de la acumulación de capital pertenece a la época en que el capital industrial tenía primacía en el capitalismo. Ahora bien, esa era ha sido superada en la historia ya que, actualmente, esa primacía la tiene el capital financiero en Brasil y “allá afuera”, excepto en países como China. Por eso sus ataques contra los molinos satánicos del neoliberalismo están ciertamente inspirados en una utopía, un lugar que no existe, pero que tal vez exista, pero también que no llegue a existir, en el futuro. Así que aquí hay algo de beneficio de la duda. Para que este beneficio parezca mayor, Rezende tendría que proponer un control estricto del sector financiero por parte del Estado, con el objetivo de implementar un proyecto de desarrollo.

Y esto implicaría cambiar el poder relativo de las clases sociales en el mando del sistema económico y en la apropiación de los ingresos monetarios generados por el trabajo. Al proponer este cambio, Rezende se convertiría en un verdadero subversivo keynesiano, pero aún no en un socialista democrático. Bueno, tendría que haber entendido que el capitalismo está históricamente agotado. En adelante, la satisfacción ya no podrá buscarse centralmente en los bienes privados (en forma de mercancías), sino que tendrá que dirigirse preferentemente a los bienes públicos (en forma de bienes comunes).

* Eleutério FS Prado es profesor titular y titular del Departamento de Economía de la USP. Autor, entre otros libros, de Complejidad y praxis (Pléyade).

Nota


[i] Se realizó una crítica teórica a la TMM en el artículo: Prado, Eleuterio FS – “Crítica a las “visiones” metalistas y cartalistas del dinero en el capitalismo”. Disponible https://eleuterioprado.blog/2019/03/25/critica-do-metalismo-e-do-cartalismo/critica-da-visoes-metalista-e-cartalista-do-dinheiro-no-capitalismo/

 

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