Una propuesta: Centros socialistas

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por ALYSSON LEANDRO MÁSCARO*

Carta al diputado federal Glauber Braga

Desde hace algunos años vengo propagando la necesidad de intensificar el trabajo de lucha ideológica en la base de los sectores progresistas y socialistas brasileños. Desencadenada la actual crisis político-económica y social, a la que se sumaron los males nocivos de la pandemia, avancé en oratoria urgente sobre la necesidad de fundar lo que denominé “Centros Socialistas” por parte de las comunidades de todo el país.

En la alegría del fructífero diálogo sostenido con el diputado federal Glauber Braga durante una entrevista a fines de 2020, transmitida en vivo por las redes de internet, que se tradujo en el pronto entusiasmo de este destacado dirigente político de Río de Janeiro y Brasil por ser pionero en la puesta en práctica de tal idea, ofrezco esta carta para que sirva de referente y aporte a los compañeros que vengan a sumarse a tal proyecto.

La lucha y su posibilidad en nuestro tiempo

Las luchas socialistas se han enfrentado, en las últimas décadas, a un dominio aún mayor del capital a nivel mundial. Se expande la marcha de las mercancías y la acumulación. Aunque las crisis se extiendan y el tejido social se deshilache, aun así, la ideología capitalista interpela, constituye y orienta cada vez más las subjetividades. Los estados, la política y el derecho dejan claro a qué se prestan; sus formas son las del dominio burgués. Los golpes de estado, los movimientos de extrema derecha y las regresiones sociales impregnan muchas sociedades.

El espectro de contradicciones insuperables en el capitalismo actual se hace eco del de principios del siglo XX: dos crisis de acumulación distintas, pero ambas estructurales. En uno, la extrema derecha descendió al fascismo; en el actual, aún se encuentra en proceso de consolidación de sus últimos contornos. En ese momento estaban surgiendo experiencias revolucionarias socialistas; en el actual, el socialismo se presenta como tabú y el capitalismo y sus instituciones como corolarios inexorables.

En Brasil, el momento presente suma, al contexto de crisis del capitalismo mundial, sus propios males. Vive bajo golpe. Las condiciones sociales retroceden. La lucha está bloqueada por el capital, por los medios de comunicación, por el Estado, por la ley, por las fuerzas armadas, por los dispositivos que componen la sociabilidad cotidiana: la familia, la religión, las costumbres, los intelectuales, los formadores de opinión. Aumenta la lucha contra el socialismo, la izquierda y las luchas de clases, grupos y movimientos sociales. Tal marcha brasileña de extremismo de derecha y represión de luchas está en proceso de ascensión y crecerá aún más. Todo este cuadro se presenta, al principio, como un molde de imposibilidades. Ante ello, aun así, es necesario establecer la lucha y la posibilidad.

Saber de sociabilidad capitalista para actuar por el socialismo: ciencia y revolución. Lo que hay que hacer, en el contexto de las imposibilidades, es vislumbrar el eslabón más débil de la cadena e invertir en él, para que la correlación de fuerzas cambie y la dinámica permita nuevas situaciones y acciones. Cuando todo parece estar bloqueado, es necesario actuar sobre la base última, enfatizando la reproducción. Los Centros Socialistas son la asignación de energías no sólo para la disputa institucional -cuyos límites están dados por la naturaleza misma de las formas de las instituciones, derivadas del capital-, sino para el proceso de preparación de las masas para la transformación social. Puede resultar en poco, casi nada; pero, siendo formación para el socialismo y para la toma del poder por las masas, también puede ser exactamente lo que se necesita para el amanecer de la lucha estructural.

La lucha ideológica en el capitalismo actual

El marco de la acción ideológica en la sociedad capitalista contemporánea es este:

(1) ideología estructural que surge de las relaciones del sujeto en la producción (mercancías, acumulación, propiedad privada, contrato, ley, Estado).

(2) ideología apoyada por aparatos ideológicos:

2.1. Dispositivos ideológicos de comunicación (mass media).

2.2. Dispositivos ideológicos de prácticas repetidas:

2.2.1. prácticas ideológicas reiteradas de los lugares de trabajo (sindicatos).

2.2.2. prácticas ideológicas reiteradas de la vida cotidiana (familia, escuela, iglesia, comunidad).

Es necesario conocer cómo funciona este entramado de reproducción social capitalista para establecer las formas de lucha por su superación.

La sociedad capitalista se reproduce a sí misma a través de formas sociales que determinan a todos y a todo: mercancía, valor, dinero, propiedad privada, contrato, Estado, derecho, etc. Todos los individuos y todas las clases se someten materialmente a esta coerción de las formas sociales burguesas. Los pobres y los ricos saben que su vida se mide por el dinero; la diferencia es que uno lo tiene – y lo explota por dinero – mientras que el otro no lo tiene – y es explotado por dinero. Las condiciones del capitalismo no dependen de la voluntad de cada individuo; son, más bien, estructurales. No se es capitalista o asalariado porque se quiera, sino porque la sociedad produce así sus relaciones sociales.

Esta base material a través de la cual se mantienen las relaciones hace que todos, en el capitalismo, tengan que vivir sujetos a las determinaciones del modo de producción. Pero, en general, los individuos no se oponen a esto: todo este proceso se lleva a cabo por la voluntad de los sujetos. Todos contratan, compran y venden, negocian su fuerza de trabajo, quieren más ganancias, mejores salarios, oportunidades de negocios, seguridad para sus activos, etc. La ideología capitalista es la que forma, en la práctica constituyente, los sujetos que viven en las sociedades capitalistas.

La ideología capitalista, sin embargo, además de basarse en estas relaciones económicas y sociales, se refuerza con una serie de aparatos ideológicos. Para no rebelarse contra la explotación del trabajo, el trabajador es bombardeado por la ideología liberal, elogiado por los empresarios e incluso por algunos dirigentes sindicales. Televisores, radios, diarios, revistas, redes sociales, noticieros e interpretaciones funcionan según el interés burgués.

Las escuelas y colegios tienen como contenido de enseñanza lo que es funcional al capital. La religión, por regla general, legitima la desigualdad diciendo que es el resultado de una voluntad divina. La familia, organizada como unidad de sostén económico de sus miembros, se protege materialmente y se orienta hacia la sobrevivencia en términos capitalistas, reproduciendo en la práctica su ideología. Los círculos de parentesco, amistad, vecindad y diversión también sustentan los mismos valores y prestigian sus premisas ideológicas: ordenados, no delictivos, exitosos, felizmente casados, sexual y afectivamente ortodoxos, trabajadores, de derecha -los so- llamados buenos ciudadanos.

Destaco entonces que existen dos órdenes ideológicos complementarios que organizan el capitalismo: (1) uno estructural, que surge de la propia relación social de los sujetos en la producción; (2) otro sostenido por aparatos, que es reforzado y manipulado por sus controladores. Así, estructuralmente, todo el mundo compra y vende trabajo como mercancía bajo el capitalismo. En lo que respecta a los electrodomésticos, las iglesias que defienden los valores de tal sistema pueden ser más o menos defensores de la teología de la prosperidad; las escuelas, más progresistas o conservadoras; los medios de comunicación, más o menos golpistas o reaccionarios. Los aparatos ideológicos se sustentan materialmente en la determinación económica, de tal manera que la ideología capitalista tiende a dominar las relaciones sociales de punta a punta.

La determinación material por el capital sólo se derroca con la toma de los medios de producción por las clases trabajadoras y el logro de los modos de producción socialistas. Esta determinación material del capital está íntimamente ligada a los aparatos represivos del Estado: fuerzas armadas, policía, justicia. Los aparatos ideológicos, a su vez, pueden ser parcialmente cuestionados dentro de las condiciones capitalistas.

Es posible -aunque es difícil y su realización siempre intermitente- tener instituciones ideológicas opuestas al capital, como las escuelas o la prensa. La ideología capitalista lo domina todo, pero el control de algunos aparatos ideológicos puede buscar tensionar tal dominio. La ideología del capital en la materialidad de la producción es más estructural (y más difícil de transformar) que cada acción ideológica sustentada en los aparatos. Siendo así, entonces el eslabón débil de la cadena de la lucha de clases en el capitalismo actual radica en los aparatos ideológicos.

En cuanto a los aparatos ideológicos, pueden entenderse en dos grandes bloques: (2.1) los medios de comunicación de masas; (2.2) aparatos de formación ideológica mediante la reiteración de prácticas relacionales cotidianas. La primera guarda, principalmente, la función ideológica de ataque y combate inmediato. Agendas, cambios políticos y hasta golpes de estado son instrumentalizados por tales medios. Son dinámicos, buscan una movilización rápida y, a menudo, operan con enfoque.

Estos últimos tienen la función ideológica de resistencia y apoyo. Allí se reproducen los fundamentos del horizonte del mundo. Son estables, buscan sostener patrones generales de sociabilidad. Como son dos conjuntos de aparatos relacionales relativamente intercambiables, los aparatos de comunicación también tienen, dicho sea de paso, funciones de resistencia y apoyo; Los dispositivos de reiteración cotidianos también tienen, por cierto, funciones de ataque y combate inmediato.

La lucha contra los medios se puede hacer económica y legalmente -teniendo canales y disputando el mercado de la información- y técnicamente -utilizando tecnologías de forma vanguardista. El choque con los dispositivos de la reiteración cotidiana se produce en un plano sencillo, convivial, en el que las prácticas se reproducen constantemente. Tener canales de comunicación exige un esfuerzo estratégico que depende de grandes organizaciones de combate: gobiernos de izquierda, partidos, sindicatos, financiación.

Dada la histórica falta de acción de la izquierda en este nivel de lucha ideológica, y también dada la reacción plena e inmediata de los capitalistas y los medios tradicionales de comunicación de masas a tales emprendimientos, lo que queda, en el campo de los medios, es la vanguardia. uso de tecnologías. La extrema derecha procedió así, tomando por asalto el campo de la derecha y combatiendo a la izquierda a través de las redes sociales y las herramientas de internet. También en este sector, las izquierdas institucionales se resienten. Frente a todo este cuadro de combates no realizados y difíciles, por tanto, el único espacio factible de posibilidades –y, por tanto, el eslabón en el que debe invertirse la lucha– es el de la formación de la ideología en la reiteración de las prácticas cotidianas.

En cuanto al campo de la interacción social, y en cuanto a sus posibilidades de disputa a favor del socialismo, se abren dos posibles espacios: (2.2.1) el de la disputa en el ámbito laboral -y por sus intereses profesionales inmediatos-; (2.2.2) esa otra de las más básicas e inmediatas de la vida cotidiana. Desde la Revolución Industrial, las luchas de las masas trabajadoras se han concentrado en fábricas, industrias y grandes espacios de producción, de los cuales, en el siglo XX, el fordismo es su modelo más ejemplar.

Con la llegada del régimen de acumulación posfordista, a finales del siglo XX y principios del XXI, la producción se descentraliza relativamente en cuanto a su espacialidad. Con mayores incrementos en la explotación vía tecnología, tercerización y trabajo remoto, entonces la producción capitalista logra desconectar a la masa trabajadora de las reuniones presenciales en grandes plantas industriales o incluso de servicios.

Se pierde el aprendizaje político en la planta de producción o en el espacio físico donde se prestan los servicios. Como toda sociedad capitalista es una sociedad de explotación laboral asalariada, la sumisión en el trabajo continúa, de diferentes formas –tercerización, emprendimiento individual, prestación de servicios, ejército de desocupados en espera de trabajos temporales–, pero la construcción de lazos sociales por parte del lugar de trabajo es relativamente más pequeño de lo que era en la época del fordismo.

De este vacío o de esta menor incidencia de la sociabilidad a través del lugar de trabajo, se sigue una mayor incidencia de los otros dos fenómenos de sociabilidad a través de aparatos ideológicos: el primero, el protagonizado por los propios medios de comunicación, interpelando a los individuos de forma más directa y personalizada, con tecnologías y algoritmos cada vez más sofisticados; el segundo, el de la nucleación relacional básica, que se estructura en la familia, la comunidad y la religión.

Según las referencias del cuadro aquí propuesto, la fórmula del capitalismo posfordista procede con la siguiente dinámica: 2.2.1 < 2.1 + 2.2.2. La socialización a través del trabajo está sujeta a la socialización a través del control de la individualidad a través de dispositivos de comunicación y dispositivos básicos para la educación y el cuidado familiar/comunitario.

Son precisamente estas dos esferas de sociabilidad las que sostienen, en las décadas del capitalismo posfordista, la marcha de la regresión, el conservadurismo y el reaccionario en países como Brasil, pero también en Estados Unidos y otras sociedades. Y son también, precisamente, las dos esferas no trabajadas por las izquierdas del mundo que tomaron el poder en los Estados vía electoral y que, en mayor o menor medida, renunciaron a combatir frontalmente al capitalismo y forjar la lucha socialista.

Ninguna de estas esferas ideológicas de sociabilidad es nueva. Todos ellos existen tan pronto como las sociedades mundiales conocen la sociabilidad capitalista, en un modo de producción organizado a través de la subsunción real del trabajo al capital. En todas las sociedades en las que surge, el capitalismo está organizado por familias mononucleares, vida de ciudad y en sus respectivos barrios urbanísticamente segregados, religiones de la prosperidad, sindicatos y partidos no revolucionarios y medios de comunicación.

La novedad de la actualidad es justamente su articulación y sus respectivos pesos relativos, que generan unas modulaciones propias dentro de la reproducción social capitalista, lo que la teoría marxista de la regulación llama términos medios. Así, tanto el lugar de trabajo como el vínculo orgánico-sindical de la formación del trabajador continúan subsistiendo, al lado y cerca de los medios de comunicación y demás instituciones de subjetivación básica. El cambio -y lo que se trata de señalar para que avancemos en las luchas en sentido contrario- está en el arreglo de las relaciones conservadoras, que cambian y se mantienen bajo las mismas formas de capitalismo. De ahí, pues, que si se actualiza el marco, también existe el imperativo de actualizar las luchas transformadoras frente a tal contexto.

Bajo las condiciones del surgimiento de un capitalismo fordista, las masas proletarias intercambiaban vidas bajo modos de producción tradicionales por vidas asalariadas y mercantilizadas. En ese momento, la resistencia orgánica a la estandarización a través de la forma de mercancía fue mayor, lo que permitió a algunas sociedades luchar por el socialismo. Pero ahora, en las condiciones de la decadencia del capitalismo fordista y la organización de un régimen regulador posfordista, las masas proletarias están constituidas por una sociabilidad plenamente mercantilizada.

Sus vidas operan, entonces, con una subjetividad arraigada marcadamente individualizada, cuyos lazos son siempre mercantiles –en política, el ciudadano es el consumidor; en la familia, la educación del hijo ha de ser heredada de los padres o calificada para venderse profesionalmente; en la religión, el creyente es el favorecido por las ventajas económicas sustentadas por Dios. Se desprecia el trabajo y sus esferas de acción: se desea menos ser trabajador que ser una celebridad (los dispositivos ideológicos de la comunicación de masas ganan protagonismo en el afán de excelencia en el trabajo); sindicatos, partidos y movimientos de izquierda son objeto de odio.

La vida cotidiana se vuelve completamente estructurada por el aparato ideológico capitalista. Como la sociabilidad capitalista tiene fallas, pero no existe un aparato ideológico para denunciar y disputar tales crisis, hasta ahora han sido los propios aparatos ideológicos capitalistas los que explican sus fallas, narrándolas a través de racionalidades que no son causales: falta de moral, de ética, de la religión, del liberalismo pleno, de la culpa del Estado, de las nuevas costumbres, de la izquierda, del comunismo. Si no hay disputa en los dispositivos, el círculo de reproducción de la explotación capitalista se cierra por completo aun cuando se expliquen sus crisis y fallas estructurales, evitando que el sufrimiento genere la explosión del antagonismo y la contradicción.

Si el periódico, la radio y la televisión son la forma de comunicación de masas del fordismo, las plataformas electrónicas son la forma de comunicación del posfordismo. La política sindical y institucionalizada es la forma de regimentación política del fordismo; pero los Centros Socialistas son la forma organizativa básica en el capitalismo posfordista. Como la izquierda, cuando llega al poder a través de las elecciones, por regla general, no tensiona ideológicamente a la sociedad y no constituye nuevos aparatos de comunicación de masas, sólo las masas y su cotidianidad de base quedan abiertas a la disputa.

Es la única forma posible de lucha efectiva hoy, preparando el terreno para luego llegar a las demás esferas de lucha. Lo cotidiano no es un ámbito desdeñable de la sociabilidad actual: más bien, es incluso uno de sus polos centrales. Entonces, la lucha en este campo, si se organiza, revelará el gran apoyo para la acción revolucionaria futura. El Centro Socialista es la forma de lucha ideológica de base en el capitalismo posfordista.

El Centro Socialista nombra y organiza la lucha ideológica

Al autodenominarse así, el Centro Socialista expresa el eje principal de toda la lucha ideológica. El nombramiento es la única posibilidad de establecer, material y consistentemente, el sentido verdadero y científico de la lucha por la superación del capitalismo. Socialismo y comunismo han sido palabras que han sido virulentamente contrapuestas por los aparatos ideológicos de hoy (como lo han sido, en diversos grados, a lo largo de la historia del capitalismo).

Buscando evitar tal estigma, la estrategia de renunciar a la claridad de la lucha sólo logró que las izquierdas fueran capturadas por el discurso y por los enredos políticos prácticos de las clases dominantes. La denominación de socialista a la actividad de formación política permitirá tensar inmediatamente el tejido social y abrir espacio para la formación clara de las masas, sin rendir tributo a la ideología burguesa, cuyo precio luego se carga irremediablemente a las izquierdas reformistas que, al fundar en candidaturas de lucha sumisa al orden burgués (defensa del republicanismo, legalidad, democracia electoral, inclusión), no cuentan con recursos ideológicos para movilizar a las masas para la resistencia y la contestación.

En América Latina en las primeras décadas del siglo XXI, todos los gobiernos de izquierda que nombraron socialismo cayeron después y/o resistieron más golpes; todos los gobiernos de izquierda que fueron designados por el horizonte ideológico burgués cayeron.

Así, la primera y central lucha del Centro Socialista es por la candidatura. Si se llama Centro de Ciudadanía, Centro Popular, Centro Obrero, estará bajo el horizonte burgués y no representará nada de contradicción a la sociabilidad actual. Será caritativo, prestador de servicios, dócil a la reproducción capitalista. Sólo nombrándose a sí mismo con el único nombre intolerable para el capitalismo puede comenzar a forjar nuevas bases ideológicas. Es cierto que el comunismo, la etapa superior del socialismo, es también un fantasma de la ideología capitalista. “Comunista” es el único nombre asociado que puede intercambiarse con “socialista” para identificar un centro de lucha ideológica radical a nivel de base. Como la primera etapa en busca del comunismo es socialista, entonces con ese nombre se identificarán los centros de base mientras la sociedad tiene que enfrentar esta primera etapa.

El Centro Socialista, al nombrarse a sí mismo, da sentido a la lucha ideológica. Pero, cuando se fundó e inició sus actividades, organizó la lucha ideológica. Al enraizarse en la vida cotidiana y ordinaria, permitirá romper los tabúes ideológicos de las masas, explicándoles la ciencia sobre la historia, la sociedad y el modo de producción capitalista. Se desarrollará a través de actividades prácticas, enraizándose en las luchas comunitarias inmediatas por educación, vivienda, urbanismo, agua, alcantarillado, electricidad, salud, asistencia social, transporte, medio ambiente, inclusión de minorías y grupos vulnerables, artes y comunicación. Permitirá la creación de espacios efectivos de acción de los movimientos sindicales y de la clase trabajadora. También permitirá que diversos movimientos sociales progresistas se articulen en torno a propósitos ideológicos más amplios.

Al establecerse espacialmente en la comunidad, el Centro Socialista enfrentará las demandas comunitarias más inmediatas. Hará, de mejor manera, lo que ya hacen con límites las religiones, las instituciones de caridad y los clubes asociativos. La religión tiende a convertir el servicio social en proselitismo ya explicar la acción social a partir de dinámicas metafísicas. Las instituciones de beneficencia y los clubes asociativos, por regla general, son creados y administrados por sectores de la clase media para quienes la prestación de servicios tiene como contrapartida el reforzamiento de la ideología de sus fracciones de clase.

Tanto las religiones como los clubes asociativos bloquean la lucha cuando alcanza mayores contradicciones que se levantan contra los poderes y los poderosos, porque su ideología básica no es la alteración del orden y la sociabilidad. Solo los centros que se autodenominan socialistas -y se mueven hacia ese horizonte- podrán presionar a la sociedad sin toparse con contratiempos inmediatos (clase, prejuicio, lucro, financiación), o expectativas ideológicas de fondo (teología, represión, conservadurismo).

El Centro Socialista funda el campo de la más alta lucha ideológica y dinamiza y articula las luchas sociales ya existentes. Su naturaleza mayor que la de una lucha específica de un movimiento social hace que su finalidad sea acogedora de todas las luchas inmediatas o focalizadas, no sólo en cuanto las agrega a sí misma, sino en cuanto les da perspectiva. Por tanto, los dinamiza y articula. En cuanto a la articulación, permite que varias luchas converjan y reagrupen fuerzas, lo que los centros religiosos y los clubes de servicios no logran en plenitud –a modo de ejemplo, algunos, aun siendo favorables a las luchas de los sin techo, no pueden, por su teología límites, apoyar las luchas feministas.

En cuanto a la dinamización, todas las luchas contra la dominación y la opresión y las luchas por la inclusión y la supervivencia cobran mayor impulso cuando se miran frente a la explotación del modo de producción, llegando a problemas estructurales. El Centro Socialista permitirá entonces articular y dinamizar las luchas de toda una generación en torno al horizonte socialista.

Humildad de diseño, grandeza de propósito.

Se llamarán, por Centros Socialistas, los que se quieran denominar. No tendrán vinculación previa con las entidades federativas que las autoricen y dirijan. Se instalarán donde quieran y puedan. Tendrán distintos formatos, dimensiones y variados modelos de acción, y serán identificados sólo por su trabajo de base y la postulación de un socialista –lo que, siendo hoy costoso y escaso, no hará que se multipliquen según los impulsos que rápidamente los conducen. al sentido común.

Por muy voluntaria y abiertamente entusiasta que sea su organización y autogestión, y por mucho que sean espacios de poder social futuro, los Centros Socialistas son unidades de trabajo político-ideológicas que, en un principio, encontrarán grandes resistencias. Su surgimiento es contrario a la inercia o dinámica organizacional de hoy. Así, la primera unidad de identificación entre los Centros Socialistas sólo estará garantizada por la rareza del esfuerzo de las personas que los emprenden.

Estarán integrados por los más variados partidos, mandatos, sindicatos, instituciones y movimientos sociales y, en particular, por las uniones de personas en torno a ideales específicos o amplios. Donde dos o más estén unidos en la acción socialista comunitaria, allí estará la llama de la transformación social.

Dada su multiplicidad de fuentes integrantes y de personas, los Centros Socialistas serán tan distintos como lo son las diversas organizaciones sociales de base, y algunos centros pueden ser más destacados para estudios o acciones asistenciales o movimientos políticos, más cercanos a grupos de interés homogéneos o forjados a partir de amplios frentes de propósitos. Tendrán sus propios estatutos y figuras jurídicas adaptadas a sus características y necesidades, con autogestión. Se financiarán por sí mismos, sosteniéndose como puedan y dentro del límite de lo que logren forjar y mantener.

Reunirán diferentes sujetos que evitarán las idiosincrasias de clase, lengua, formación intelectual, estatus, hermetismo, personalismo. No pueden tener un perfil exclusivamente de clase media, deben comprometerse con las bases populares, valorando su experiencia y amplificando su voz, atendiendo a los deseos de la clase trabajadora y de los sin techo, pero sin pactar con el bloque ideológico conservador-regresivo ya culturalmente amalgamado. entre nuestra gente. Deben comprometerse y forjarse en las luchas feministas, antirracistas y por la liberación de las diversas opresiones sociales. Los Centros Socialistas serán la vanguardia no del pueblo, sino del pueblo.

Los Centros Socialistas se basarán en el estudio y la acción. En cuanto a los estudios, se inspirarán directamente en los textos de Marx y en todas las amplias lecturas marxistas producidas desde entonces. Buscarán aportar conocimientos científicos básicos del marxismo y también profundizarán lecturas contemporáneas y más avanzadas sobre el tema. Aprenderán de la historia de luchas y revoluciones para poder construir una nueva historia, acorde a las condiciones y exigencias de nuestro tiempo y sociedad. Habrá divergencias en los estudios, énfasis e incluso interpretaciones de lo que son el marxismo y el socialismo. A medida que se desarrolle, surgirán experiencias de educación popular más exitosas y bibliografías aún más capaces se consolidarán y servirán de referencia.

Cada Centro Socialista se formará en la forma que considere más adecuada. El intercambio solidario entre centros, aprendiendo de sus diversas prácticas, dará cierta decantación a la forma misma de los estudios: qué leer, cómo leer, cómo unir teoría y práctica. Sin embargo, los Centros Socialistas no serán meras unidades académicas de estudio. Su propósito no es replicar el ambiente universitario. Tanto evitará el academicismo como, por otro lado, evitará el praxismo que se complace en las decisiones, el voluntarismo y la mera acción, rehenes del sentido común. Los Centros Socialistas se fundarán en el estudio científico del capitalismo y el socialismo, y también en la ciencia de la gestación de horizontes revolucionarios, contribuyendo a la empresa de superación del capitalismo.

Para lograr el éxito y la acción ideológica con grandes resultados prácticos, los Centros Socialistas serán espacios que sufrirán errores de implantación y consolidación. Tienden a ser eventualmente capturados por espectros ideológicos aún burgueses, por lecturas insuficientes o falsamente científicas, por intereses partidistas y electorales inmediatos, e incluso por idiosincrasias de individuos, grupos, espacios.

La importancia y el valor combativo de estas múltiples y libres experiencias, sin embargo, supera con creces los erróneos sesgos que brotan en ellas. Además, los Centros Socialistas pueden sufrir persecución. Ya sean locales, inmediatos, o los que surjan de los agentes del Estado, o los de los medios de comunicación, o incluso los de la burguesía. Esta oposición siempre se da frente a cualquier movimiento progresista y transformador. Por lo tanto, los centros deben forjar una red de apoyo y solidaridad en la resistencia. El sindicato permitirá el apoyo y la ayuda. Pero, además de centrarse en el alcance de las precauciones, se necesita valor para luchar para iniciar grandes movimientos y procesos históricos.

Los centros socialistas son libres y múltiples como lo son las voluntades de los luchadores por la superación del capitalismo. Como estas figuras son escasas, y la energía de que disponen individualmente es baja, tienden a agruparse por intereses orgánicos partidistas, académicos, sociales concretos o incluso afectivos. A partir de complejos tan variados y valiosos, permitirán que más personas los descubran, se acerquen a ellos y se encariñen con ellos. Eventualmente, el trabajo básico de formación ideológica, por sus demandas concretas e inmediatas, permitirá incluso estrategias para aglutinar múltiples corrientes que hoy se dicen izquierdistas y socialistas, y que no dialogan ni compiten entre sí. Es posible que, en el futuro, haya movimientos para unificar esfuerzos en la base comunitaria, permitiendo así mayores unidades en la lucha general. El horizonte de los Centros Socialistas es, inexorablemente, el de la unidad en la diversidad.

Es un proyecto de una necesaria humildad constitutiva. Nació en el momento de mayor fragilidad crítica para la izquierda, los progresistas y los socialistas en Brasil en las últimas décadas. No busca victorias electorales ni cambios exitosos repentinos en la formación social brasileña. Más bien, busca intervenir precisamente en las bases comunitarias en las que se realiza la gestión inmediata de la vida y en las que se forma el horizonte cultural, valorativo y práctico de la vida de las masas.

Surge de los elementos que tienen su voluntad de actuar para una aglutinación de actividades, tareas y horizontes. Reunirá el máximo número de temas diferentes y sus variados intereses y lecturas del mundo. No apunta a la unidad por deducción. Servirá como aporte a la unidad por inducción, en el futuro, cuando se abran los grandes ejes de la lucha progresista y revolucionaria y, entonces, los Centros Socialistas se revelen como su elemento de base más decisivo.

Existen instituciones conservadoras de organización, movilización y constitución de subjetividades sociales cuya historia es milenaria y cuya funcionalidad y reproducibilidad se ha ido decantando durante años, décadas y siglos: familia, barrio, religión, escuela. Pues todas estas instituciones, sus prácticas, poderes y modos relacionales ya son conocidos y se imponen a los sujetos: el padre, la madre, el amigo, el líder religioso, el maestro.

Como el Centro Socialista busca establecer la camaradería socialista mientras aún está dentro del espacio y el alcance del capitalismo, operará contra la corriente de la historia. Pero si su modelo de implantación forja acciones, expectativas y modos relacionales de fácil replicación (modelos de prácticas identificables, perfiles de liderazgos destacados y copiables), alcanzará finalmente una próspera forma de sociabilidad revolucionaria, como lo fue en el siglo XX. soviético.

Una idea y una acción pueden simbolizar un nuevo influjo de la historia. Así como el neoliberalismo acaba con las ilusiones del bienestar social capitalista y el golpe de 2016 cierra los ciclos de la ilusión democrático-reformista-constitucional brasileña, en sentido contrario los Centros Socialistas simbolizan y marcan la nueva etapa de la lucha transformadora, ya no engañada con la burguesía. cuadrantes liberales y entonces, ahora sí, al frente de su lucha definitiva, por la superación del modo de producción. Humildad de propósito, grandeza de proyecto. Sólo así se hará la gran historia material: pasando por encima de las ilusiones políticas que esperan que el pueblo se levante por sí solo, de las ilusiones economicistas que esperan que el capitalismo se derrumbe por sí solo, y de la parálisis de quienes, al saber todo esto, no te enfrentes al tiempo.

Ingenio y arte, hoy sea ciencia y revolución.

*Alysson Leandro Mascaró Es profesor de la Facultad de Derecho de la USP. Autor, entre otros libros, de Estado y forma política (Boitempo).

 

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