por MIGUEL BORBA DE SÁ*
Se necesita un análisis cuidadoso sobre la posibilidad de otra ola progresista en América Latina
La existencia simultánea de gobiernos de centro-izquierda en varios países de América Latina durante la primera década del siglo XXI ha sido descrita por académicos y periodistas como una 'marea rosa' en la región.[i] La rápida difusión de un concepto como este, sin embargo, no ayudó a comprender adecuadamente la complejidad de tales experiencias políticas y no ayudó a evitar que casi todos estos gobiernos fueran barridos por una ola de fuerzas conservadoras y neoliberales en la década siguiente.
Hoy, en los albores de la tercera década del mismo siglo, el tema vuelve a aflorar con las elecciones de Luis Arce en Bolivia, Gabriel Boric en Chile, Gustavo Petro en Colombia, además de las buenas chances electorales de Lula da Silva. , en Brasil; sin mencionar los gobiernos existentes de López Obrador en México y Alberto Fernández en Argentina. La metáfora de las mareas, por tanto, sugiere que tras la 'ola conservadora', supuestamente en reflujo, le tocaría el turno a una nueva ola progresista en la región.[ii]
Tal esquema analítico tiene un gran atractivo principalmente por su simplicidad. Al fin y al cabo, el automatismo del movimiento de las olas y las mareas permite evitar análisis más complejos o hacer preguntas desconcertantes e incluso confiere cierto poder de predicción a quienes lo utilizan. Los defensores de la llamada teoría de la modernización son muy conscientes de esto, como lo ilustra el artículo clásico de Samuel Huntington sobre la “tercera ola” de la democracia en el siglo XX, en el que una ola de democratización siempre es seguida por una marea autoritaria y viceversa.[iii]
Un marco teórico, por tanto, rígido, predeterminado y teleológico, en el que basta encuadrar las experiencias observadas en categorías definidas como etapas de desarrollo, ya sean económicas o políticas. La pregunta es si este tipo de enfoque realmente brinda las explicaciones que necesitamos sobre los fenómenos en cuestión y, principalmente: la postura normativa que emerge de su uso sería la más deseable, especialmente desde un punto de vista favorable a las fuerzas políticas en juego. ¿pregunta?
La respuesta a ambas preguntas parece ser negativa. La capacidad de pronosticar puede existir incluso sin una explicación adecuada (basta con observar regularidades), pero quien la practica no podrá interferir en la realidad de manera efectiva (por muy buenas que sean sus intenciones) si permanece como rehén de trampas analíticas cuyas Las consecuencias trascienden, en gran medida, los debates puramente académicos o conceptuales.
Primero, la metáfora cromática conlleva inevitables connotaciones de género. Para diferenciar a estos gobiernos reformistas de los revolucionarios 'rojos' como Cuba y Venezuela (el lugar de Nicaragua en esta paleta es incierto), se utilizó una versión diluida del color rubra, de ahí el 'rosa'. Es claro cómo ciertas construcciones sociales de género y sexualidad se traducen en la carga semántica incrustada en esta formulación: los gobiernos 'rosas' serían más delicados, o afeminados, que los gobiernos duros, realmente 'rojos' de la región.
De hecho, sería bienvenido un análisis feminista en relación a las construcciones de masculinidades militarizadas (en la propia indumentaria) en torno a las figuras revolucionarias de Fidel Castro o Hugo Chávez (por no hablar de la imagen hipersexualizada del Che Guevara o la búsqueda del 'nuevo hombre socialista). Pero eso no es lo que obtenemos de aquellos que emplean el concepto de 'marea rosa'. Por el contrario, la imaginería patriarcal se reafirma e incluso se normaliza en tales usos, lo cual es un problema sobre todo en América Latina, donde la figura masculina es tan expresiva que incluso la expresión machismo fue adoptada en otros idiomas donde tal palabra no existía. existir. La cultura machista es, pues, uno de los productos de exportación de Nuestra America también, una realidad que debe servir de alerta para la producción conceptual ubicada en la región.
Además, la metáfora cromática oculta y silencia una serie de luchas políticas y relaciones de poder que los conceptos y categorías anteriores pusieron a la fuerza en el debate: al caracterizar a un determinado gobierno como 'popular' o, de otro modo, como 'populista', inevitablemente lo toca si en características fundamentales de tales experiencias, algo que el cromatismo puro permite ignorar.[iv] Lo mismo es cierto para nociones tales como estado liberal u oligárquico; socialismo; capitalismo; fascismo, racismo, colonialismo… todo ensombrecido como si su poder explicativo fuera menor ante colores y mareas.
Si bien los colores son parte de la vida política -esto es innegable- reducir la mirada analítica a este punto trae consecuencias no deseadas para quienes se reconocen como 'de izquierda' o pretenden transformar la sociedad en direcciones 'emancipadoras' y 'progresistas': categorías que tampoco están exentos de problemas, pero que necesariamente invitan a una reflexión más profunda sobre su contenido político. En resumen, en general, la noción de 'marea rosa' despolitiza más que politiza el debate público.
Afortunadamente, el pensamiento social latinoamericano cuenta con un rico repertorio de teorías y conceptos explicativos construidos a lo largo de dos siglos de vida intelectual independiente y que siguen vigentes a pesar de las modas académicas pasajeras. Por ejemplo, para comprender las fluctuaciones cíclicas de las economías latinoamericanas y sus consecuencias políticas, las enseñanzas de Raúl Prebisch y la tradición ceplina siga siendo útil.
El 'deterioro de los términos de intercambio' entre 'centro y periferia' lo ilustra una conocida anécdota del propio Raúl Prebisch, cuando aún era presidente del Banco Central de la Argentina, en la década de 1940. Lamentó la prepotencia del presidente Juan Domingo Perón, quien dijo que “no es posible caminar por los pasillos de esa institución por la cantidad de lingotes de oro que obstruyen el paso”, algo que Raúl Prebisch sabía que sería temporal si no se producía una transformación estructural en la división internacional del trabajo. realizado con urgencia. Perón despidió a Raúl Prebisch (quien luego trabajaría en la CEPAL), pero el general aprendió la lección de manera más drástica, cuando el fin de la bonanza económica coincidió con su salida forzosa (por 20 años) del poder –e incluso del país.[V]
A su vez, las llamadas Teorías de la dependencia también contribuyeron -y contribuyen- a arrojar luz sobre el movimiento de las mareas y oleadas que enfrentan los gobiernos progresistas de la región. Aunque hay mucha diversidad entre los dependistas,[VI] una tesis bien conocida de esta escuela se refiere a la desilusión con la modernización en general y con la industrialización en particular. Como ya había adelantado Raúl Prebisch, pero sin explorar todas las consecuencias de esta percepción, el subdesarrollo ya no es visto en función del supuesto 'atraso' de estas formaciones sociales, sino más bien como un resultado histórico producido por las relaciones de dependencia, a partir de el era colonial. Relaciones que se reproducen y actualizan aun cuando se presenten cambios modernizadores en la matriz productiva de cada país.[Vii]
La simple modernización no puede ser, por tanto, la solución al 'desarrollo dependiente', conclusión que la corriente marxista de esta escuela tiende a enfatizar, ya que el desarrollo en cuestión es el desarrollo capitalista, que avanza produciendo desigualdades –genera riqueza y pobreza, simultáneamente- especialmente en las condiciones sociales de 'sobreexplotación' del capitalismo dependiente latinoamericano.[Viii] Al apostar por este camino, tales gobiernos muestran su ideología propiamente progresista, es decir, de superación y progreso del capitalismo local, lo que invariablemente crea las condiciones para su propia caída por parte de las fuerzas sociales que más se benefician de este mismo desarrollo: los capitalistas.[Ex]
Es precisamente esta dinámica contradictoria -o dialéctica, como se prefiera- la que hay que explicar: por qué tales experiencias (o 'rosas') progresistas y de centro-izquierda acaban produciendo, como diría Karl Marx sobre la burguesía europea, sus propios sepultureros. ? Una pista ya la habían ofrecido las tesis sociológicas del 'colonialismo interno', de Pablo Casanova y Rodolfo Stevanhagen, desde la década de 1970.[X] Pensando desde México, pero con alcance continental, sugirieron que las élites que se benefician del crecimiento económico tendrían un carácter ajeno al resto de sus sociedades, comportándose como verdaderas metrópolis coloniales dentro de su propio país. No es de extrañar que proyectos con un barniz antiimperialista, o incluso nacional-desarrollista de gobiernos progresistas, tiendan a generar profundas reacciones en este tipo de élites, por mucho que disfruten de ganancias económicas durante las mareas progresistas.
Más recientemente, el camino analítico abierto en torno a la idea de “colonialidad del poder” también arroja luz sobre este punto al revelar un profundo escepticismo en relación al tipo de democracia (y relación Estado-sociedad, por tanto) posible de construir mientras se mantuvieron las formas de clasificación del estatus social y de distribución del poder heredadas del período colonial, por ejemplo, la clasificación racial como criterio de acceso al mundo de la autoridad pública y las formas privilegiadas de producción y reproducción de la vida material y cultural. Desde esta perspectiva, la intermitencia de gobiernos progresistas no puede ser vista como una simple ola –obra de la naturaleza o de fuerzas mecánicas– sino como un proceso esperado frente al eurocentrismo imperante en las mentalidades latinoamericanas, especialmente entre las élites, pero también inculcado , con mucho esfuerzo, es cierto, entre los propios sectores populares.
Aníbal Quijano, por ejemplo, al analizar la primera victoria electoral de Evo Morales, en Bolivia, en 2005, ya había previsto grandes dificultades para los movimientos sociales, especialmente los descolonizadores por su propia naturaleza -como los 'indígenas'- cuando debían actúan en un contexto donde incluso el Estado y la Nación misma parecen siempre incompletos, pues están comprometidos por la “colonialidad” (vigente aún cuando hay victorias momentáneas de las fuerzas progresistas; pero, como es obvio, más acentuada bajo el neoliberalismo). y élites conservadoras).[Xi]
Una vez más, dado este arsenal teórico, no es de extrañar que las estrategias de transformación basadas en la vía estatal-electoral se hayan revertido, aun cuando lograron (o precisamente porque lo lograron) distribuir, aunque en forma limitada, rentas, derechos y esperanzas a quienes, históricamente, nunca han tenido acceso a nada de esto.[Xii]
Así, las recurrentes crisis de éxito de los gobiernos progresistas latinoamericanos pueden analizarse desde distintas perspectivas, muchas de ellas complementarias, otras no tanto, que ofrece el vasto pensamiento social latinoamericano, en distintas generaciones. Pero el uso de uno u otro enfoque implica fortalecer, o debilitar, diferentes proyectos políticos.
Los conceptos y las categorías explicativas nunca son neutrales ni están desprovistos de limitaciones. Para que el horizonte praxiológico no se limite al mero vaticinio de otra ola progresista más en América Latina, cuyo fin anunciado parecerá seguro de antemano, y para que seamos, por tanto, trabajadores de herramientas epistémicas capaces de transformar (y no sólo de describir) ) la realidad social, es necesario estar atento (y fuerte) a las palabras, los proyectos políticos, las ideologías y las fuerzas sociales de cada ocasión, algo que ondas y colores no siempre logran captar con la debida precisión.
Miguel Borba de Sá. Profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de Coimbra.
Notas
[i] Cfr. Panizza, F. “La Marea Rosa”. Observatorio Político Sudamericano, No. 8 de agosto de 2006.
[ii] Los análisis de Francisco Panizza (2006:15) son, en general, más sofisticados de lo que llegó a producir la posterior difusión del concepto, lo que no lo exime de difundir esquemas analíticos dados tales usos, especialmente por agendas políticas liberales que buscan domar a los izquierdistas. experiencias en los gobiernos en cuestión – manteniéndolos dentro de los límites del “consenso posterior a Washington” – para que no se confundan con los “autoritarismos tropicales sobrevivientes: Cuba, Venezuela y Nicaragua”, como articula un influyente profeta de un 'nuevo marea rosa' en América Latina. Cf. Casteñeda, J. “Llega uma nueva versión de la marea rosa: um giro a la izquierda” (CNN Español, 29 de julio de 2021, SP), disponible en:
[iii] Huntington, S. “La tercera ola de la democracia”. Revista de democracia, vol. 2, n.2, primavera de 1991.
[iv] Nuevamente, este no es el caso de Panizza (2006), pero su distinción entre 'populistas' y 'socialdemócratas', aunque no explícitamente, revela una cierta preferencia por la agenda política de estos últimos, lo que llama la atención sobre la necesidad de prudencia. en su empleo irreflexivo, dado que no se trata de una operación políticamente neutral.
[V] Cf. Vasconi, TA Gran capital y militarización en América Latina. México DF: Ediciones Era, 1978, p. 85.
[VI] Sobre las divisiones internas de las Teorías de la Dependencia, Cf. Iani, O. Sociología de la Sociología Latinoamericana. Río de Janeiro: Ed. Civilización Brasileña, 1971 (cap. VIII). Para una crítica independentista de la 'marea rosa', cf. Prado, F.; Meireles, M. “Revisión de la teoría marxista de la dependencia: elementos para la crítica del nuevo desarrollismo por parte de los actuales gobiernos latinoamericanos de centroizquierda”. En: Castelo, R. (org.). Encrucijada de América Latina en el Siglo XXI. Río de Janeiro: Pan y Rosas, 2010.
[Vii] Cf. Santos, T. “La Estructura de la Dependencia”. La revisión económica estadounidense, vol. 60, n.2, 1970.
[Viii] Cf. Marini, RM Subdesarrollo y revolución. 4ª edición. Florianópolis: Ed. Insular/IELA, 2013.
[Ex] Si bien su marxismo es heterodoxo en muchos sentidos, las formulaciones de Álvaro García Linera sobre el “capitalismo andino-amazónico” como horizonte inmediato de aspiración a la Movimiento al Socialismo El gobierno boliviano reveló un contenido escenificado incluso antes de que Evo Morales (y Álvaro, como vicepresidente) llegaran al Palacio de Quemado. Cf. García Linera, “El capitalismo andino-amazónico”, Le Monde Diplomatique - Chile, enero de 2006.
[X] Cf. González Casanova, P. “Colonialismo interno (una redefinición)”. En: Borón, A. et al. (Org.). La teoría marxista actual: problemas y perspectivas. Buenos Aires: CLACSO, 2006.
[Xi] Cf. Quijano, A. “Estado-nación y movimientos indígenas en la región andina: interrogantes abiertos”. Observatorio Social de América Latina, año VI, n. 19 de enero de 2006. También disponible en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/osal/20110327050057/02Quijan.pdf (Consultado en abril de 2022).
[Xii] Por otro lado, el análisis de Casteñeda (2021) considera –muy en línea con la visión liberal hegemónica– que, en realidad, el fracaso de la primera 'marea rosa' del siglo se habría producido por otros tres factores: la corrupción; autoritarismos; y enemistad innecesaria hacia los Estados Unidos.
⇒El sitio web la tierra es redonda existe gracias a nuestros lectores y seguidores. Ayúdanos a mantener esta idea.⇐
Haga clic aquí para ver cómo.