por JOSÉ RICARDO FIGUEIREDO*
Una amplia canasta de materias primas puede respaldar una moneda para las relaciones comerciales del Mercosur
Como aporte a las discusiones sobre la construcción de una moneda para las relaciones comerciales del Mercosur, este texto propone la creación de una moneda anclada en una amplia canasta de materias primas.
Es impracticable, o al menos muy problemático, utilizar una moneda definida como una combinación de monedas fiduciarias nacionales, porque el tema inflacionario es siempre fuente de imprevisibilidad, especialmente en América Latina. La moneda de cambio internacional necesitará respaldo material, al menos como referencia.
Un producto puede ser utilizado como base de una unidad de valor si tiene características de estandarización, liquidez y cierta durabilidad. Estas características se encuentran en muchas materias primas de origen mineral, vegetal y animal. Seleccione, entre estas, las materias primas que se comercializan a nivel mundial, y cuyos precios se pueden obtener consultando las principales bolsas de mercancías del mundo. No se trata sólo de materias primas demasiado primarias, como el mineral de hierro, por ejemplo, sino principalmente de materias primas con cierto grado de elaboración, como el acero tubular o la chapa de acero, etc., que tienen mayor valor.
Se propone aquí, inicialmente, la construcción de una unidad de valor a partir de los precios de esta canasta de bienes, amplia y detallada, con un peso determinado que corresponda, en lo posible, a la importancia de cada producto en la economía mundial. De esta manera, cualquier país puede determinar el valor de esta moneda base material en términos de las monedas fiduciarias más relevantes internacionalmente. Tal amplitud y transparencia le darían a la moneda latinoamericana un atractivo universal.
A largo plazo, los precios de las materias primas tienden, por un lado, a aumentar debido al agotamiento de las reservas y al crecimiento de los costos ambientales, pero, por otro lado, tienden a disminuir debido a las nuevas tecnologías de exploración y producción. Esto le da al valor de esta estabilidad monetaria de base material, en el mediano a largo plazo, que es superior a cualquier moneda fiduciaria nacional.
Es un hecho que los precios de algunas materias primas, como el petróleo, por ejemplo, tienden a fluctuar mucho dependiendo de la situación momentánea de la economía mundial, mientras que los productos alimenticios, por ejemplo, tienden a ser más estables; la composición de una variada canasta de materias primas reduce estas oscilaciones. Se pueden crear otros mecanismos de amortiguación de oscilaciones, como la fijación de precios por un promedio móvil en relación con un período determinado.
Además de su papel abstracto como unidad de cuenta, las materias primas son un medio de intercambio y un depósito de valor. Evidentemente, no es factible exigir en cada contrato la movilización de la pluralidad de materias primas que definen el valor de la moneda. En los contratos entre países o entre zonas económicas, los pagos pueden realizarse con bienes de interés comercial, que forman parte de las tarifas de importación del país que acepta la moneda.
El valor de las transacciones estaría fijado por la unidad de referencia en función de la multiplicidad de materias primas, pero los pagos podrían realizarse, en última instancia, con un número reducido de bienes, o incluso con uno solo, a precios de mercado. Pero las mercancías pueden estar representadas por bonos, papeles y las transacciones también pueden realizarse a través de dichos bonos.
Los países latinoamericanos son exportadores de materias primas, por lo que esta moneda base material nos garantizaría medios de pago. Una política de formación de reservas mediante el almacenamiento de bienes, para sustentar la moneda, tendería a acelerar la economía, mientras que una política de formación de reservas en moneda fiduciaria internacional tiende a ser recesiva. Para los países importadores, en cambio, la aceptación de la moneda les asegura materias primas fundamentales.
Esta propuesta tiene antecedentes. Una propuesta de Keynes, en la reunión de Breton Woods, implicó la creación de una moneda internacional fundada sobre el lastre de treinta productos básicos; la propuesta fue derrotada a favor de la propuesta norteamericana que establecía el dólar como moneda de relaciones internacionales, anclado en el oro. La moneda anclada en una canasta de bienes también fue presentada más tarde por el matemático estadounidense John Forbes Nash Jr.
Las civilizaciones crecieron sobre la base de la moneda material; La moneda fiduciaria es históricamente reciente. En las relaciones precapitalistas, los pagos se realizaban principalmente en bienes no monetarios, e incluso las monedas se basaban en el valor intrínseco del metal, ya fuera oro, plata o cobre. Bajo el capitalismo, el papel moneda fue durante mucho tiempo una representación de valor en metal, presumiblemente hubo respaldo de metal en los bancos centrales para cubrir las emisiones.
La emisión completamente ajena al balasto ya se discutió en el siglo XIX. Karl Marx, por ejemplo, describió la posibilidad de una moneda fiduciaria que, sin embargo, prosperaría en un país tras otro, a pesar de los eventuales fenómenos de hiperinflación que hacen posibles las monedas fiduciarias. Pero el oro siguió siendo un referente para las relaciones internacionales hasta principios de los años setenta, cuando el presidente norteamericano Richard Nixon rompió unilateralmente el acuerdo de Breton Woods, que establecía una paridad fija entre el dólar y el oro.
Los metales nobles estaban siendo abandonados como respaldo de las monedas a nivel nacional y, más tarde, internacional, porque no manejaban la cantidad de moneda necesaria para mover las economías. Lo que aquí se propone es una moneda respaldada por un conjunto de materias primas lo suficientemente amplio como para poder romper los límites cuantitativos de cualquier moneda metálica.
Para la planificación y control de esta moneda, es necesario crear un instituto en el que participen economistas de los distintos países del Mercosur, para realizar estudios sobre la composición adecuada de los bienes en la moneda, así como para estudiar la necesidad de reservas físicas y pensar en mecanismos, además de la canasta amplia, para minimizar las fluctuaciones de precios.
*José Ricardo Figueiredo Es profesor jubilado de la Facultad de Ingeniería Mecánica de la Unicamp. Autor de Formas de ver la producción en Brasil (Autores asociados\EDUC). Elhttps://amzn.to/4aUSmP3]