Un asesinato planeado

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por CLAUDIO KATZ*

Las consecuencias de la tragedia palestina y la sumisión de la justicia al encubrimiento de los crímenes de Israel

Los bombardeos israelíes sobre Gaza están consumando uno de los mayores crímenes de la historia contemporánea. Incluyen hospitales, escuelas y campos de refugiados. Utilizan armas desconocidas que derriten la piel, provocan quemaduras e impiden el tratamiento de los heridos. Los pacientes también son operados sin anestesia por las atroces consecuencias del fósforo blanco.

Ya no hay pan, queda muy poca agua y el olor a muerte se ha extendido a las innumerables víctimas que yacen bajo los escombros. Entre las 11.000 muertes registradas hasta ahora, hay más de 3.000 niños. Cada quince minutos, un menor es asesinado y muchos niños escriben su nombre en sus manos para poder ser identificados si las bombas destrozan sus cuerpos.

La tragedia se ve agravada por el bloqueo de los camiones que transportan ayuda humanitaria. Sólo gradualmente acceden al epicentro de la masacre. La mayoría de la población sobrevive al aire libre, sin alimentos ni asistencia sanitaria. Rezan para que el próximo misil no caiga sobre sus cabezas.

Israel lleva a cabo asesinatos planificados con impunidad. Anuncie la ubicación de las descargas de armas antes del inicio de cada ataque. Implementar castigos contra la población civil, como lo hicieron otras potencias beligerantes contra multitudes indefensas. Se repite en Gaza el sufrimiento sufrido por los alemanes en Dresde y los japoneses en Hiroshima. Estas salvajes represalias contra las ciudades convertidas en campos de tiro también fueron la norma para todos los colonialistas.

Pero lo que genera más indignación es el doble rasero de la principal cobertura informativa. En estas transmisiones, la vida de un niño israelí tiene un valor incalculable y la supervivencia de un niño palestino es irrelevante.

Gaza se ha transformado en un enorme laboratorio de noticias falsas. Estas mentiras tienen que ver con lo que ocurrió durante la operación de Hamás. Ocultan la condición militar de gran parte de los israelíes asesinados y el hecho de que no hubo violaciones ni decapitaciones de personas inocentes. El fuego amigo del propio ejército sionista habría provocado un elevado número de muertes.

La magnitud de esta desinformación se suma al escandaloso número de periodistas palestinos asesinados. Basta recordar las masacres perpetradas en el pasado en Sabra, Chatila, Jenin o Deir Yassin para reforzar la credibilidad de los informes sobre las atrocidades actuales.

La invasión de Gaza es la cuarta desde 2006 y prolonga la Nakba que sufren los palestinos. Esta población sufre la expulsión sistemática de sus tierras por parte de un ocupante colonial. El objetivo del expolio es vaciar toda la zona de sus habitantes originales, para sustituirlos por inmigrantes de origen judío. Los hogares de 5,5 millones de refugiados fueron ocupados por familias extranjeras, que obtuvieron inmediatamente la ciudadanía israelí.

Basta mirar los sucesivos mapas del país (1948, 1973, 2001, 2021) para comprobar la impresionante expansión de su territorio. Desde mediados del siglo XX, el proyecto colonialista se ha desarrollado metódicamente en tres ámbitos distintos.

El primero es Cisjordania. En las últimas dos décadas, 650.000 colonos se han apropiado del agua y de las mejores tierras agrícolas. Reforzaron esta expropiación con la construcción de una intrincada red de muros, fragmentando a las comunidades palestinas en pequeñas islas incomunicables. El objetivo es anexar toda la región, confinando a quienes no escapen a un estatus similar al de los indios en las reservas fronterizas de Estados Unidos.

La segunda víctima del expolio son los árabes israelíes, sujetos a una segregación racial interno muy similar al antecedente sudafricano. Constituyen una minoría sin derechos, que se enfrenta desarmados a la hostilidad diaria de sus poderosos opresores.

En el tercer segmento de la agresión sionista prevalece la limpieza étnica. En Gaza se está llevando a cabo un minucioso genocidio que ha transformado este territorio en un campo de concentración al aire libre. Las víctimas de la masacre fueron privadas de cualquier refugio alternativo.

Como Israel no puede expulsarlos de su pequeño territorio, optó por acabar con ellos con bombardeos. Precedan estos ataques con anuncios de matanza, sabiendo que los habitantes locales han bloqueado sus salidas a través de ambas fronteras. Las advertencias de evacuación son, en efecto, una simple sentencia de muerte.

Ingenio, heroísmo y valoración política

La exitosa operación de Hamás introdujo un nuevo e impactante giro en la dramática secuencia de asesinatos que han sufrido los palestinos. La sorpresa generada por esta incursión superó con creces la consternación provocada por la guerra de Yom Kipur. Con una operación espectacular, Hamás destruyó la imagen de Israel como potencia invulnerable.

La capacidad de disuasión del aparato militar sionista se vio seriamente afectada por la hazaña de las brigadas palestinas. Cruzaron la frontera y neutralizaron una sofisticada barrera informática que costó mil millones de dólares con simples drones. Hamás humilló a un ejército que se creía invencible y, por primera vez en décadas, logró una cierta paridad inicial de bajas en los enfrentamientos con su enemigo.

Los atacantes lograron el principal objetivo de su operación, que era capturar rehenes para negociar la liberación de los prisioneros palestinos. Esta hazaña provocó celebraciones masivas en el mundo árabe. También generó un gran reconocimiento para la nueva generación de combatientes que surgieron en Cisjordania, de las cenizas de la desacreditada Autoridad Nacional Palestina (ANP). Por un breve momento, David derrotó a Goliat y despertó el recuerdo de otras hazañas admirables del anticolonialismo (como la ofensiva vietnamita del Tet).

La prensa occidental intenta ocultar el éxito de la increíble acción de Hamás. Sus milicianos desactivaron las cámaras de vigilancia con nuevas tácticas de distracción y utilizaron parapentes impulsados ​​por ventiladores para atacar puestos militares. Este dispositivo complementó las mejoras en la formación y la mejora de los túneles.

La resistencia apeló a la violencia que Israel ha establecido como norma en Gaza. Muchos jóvenes palestinos, que ya no pueden vivir encarcelados en su pequeño refugio, optaron por morir en una operación heroica.

Hamás no improvisó su incursión y atacó, valorando que el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Israel y Arabia Saudita conducía a la consolidación definitiva de la ocupación sionista. Lanzó su valiente operación para destruir esta consagración de la dominación colonial.

Aventuras que amenazan la contraofensiva imperial

Israel espera neutralizar a Hamás, con la misma receta que utilizó para contener al ANP en Cisjordania y a la comunidad árabe-israelí en su territorio. Pero queda por ver si podrá romper la resistencia montada por su oponente en un territorio tan hostil. Fracasó en sus intentos anteriores y tuvo que sacar a los colonos que había colocado en la zona.

Los sionistas intentan precipitar una nueva Nakba a Egipto, pero los palestinos se niegan a añadir el estatus de refugiado. El Cairo también resiste este desplazamiento, recordando la fractura nacional generada por estas olas en Jordania y Líbano.

Netanyahu también enfrenta el gran dilema de los rehenes. Hasta ahora se ha mostrado despiadado y sus bombardeos han provocado la muerte de 50 rehenes. Su objetivo es evitar que se repita el devastador fracaso que tuvo en la batalla contra Hezbollah en 2006. Son muchas las voces críticas que advierten a Tel Aviv de un potencial atolladero en Gaza.

Existe un plan alternativo a la masacre desenfrenada de Benjamín Netanyahu. Está liderado por Joe Biden, varios dictadores y monarcas del mundo árabe y los liberales de Israel (Barak) con la complicidad de la ANP (Abbas). Promueven la sustitución obligatoria de Hamás por un gobierno fantasma que perpetúa la statu quo.

Pero el rechazo de esta solución por parte de la derecha israelí tiende a aumentar la crisis a un nivel explosivo. Esta oposición a cualquier compromiso con los vecinos es consecuencia del giro reaccionario que generó el avance colonizador de Israel en Cisjordania. Los ocupantes de esta región forjaron una base social fascista, especializada en pogromos contra los palestinos. Aspiran a construir un Estado judío religioso muy similar a las teocracias islámicas.

Este proyecto ultraregresivo se basa en la deshumanización estructural impuesta por el servicio militar prolongado. Este servicio militar obligatorio adoctrina y disciplina a la población para convertirla en un dispositivo criminal. La primacía del ejército también está impulsada por una economía militar informatizada y rentable.

Con estos pilares, la extrema derecha se ganó el apoyo nacionalista de los judíos orientales, en detrimento de la tradición secular del sionismo liberal. Es el apoyo que Benjamín Netanyahu está utilizando para intentar reformar el poder judicial con el fin de forjar un gobierno autoritario.

Pero las enormes manifestaciones callejeras que este ensayo ya ha provocado anticipan la reanudación de los enfrentamientos internos, que llevaron al asesinato de Rabin hace varias décadas. Si este conflicto resurge con mayor intensidad, podría generar las mismas crisis con los colonos que han enfrentado otros gobiernos occidentales. El virulento choque de De Gaulle con los ultraderechistas de la OEA –durante la independencia de Argelia– es un precursor del conflicto que está madurando en Israel.

La crisis de Gaza ya se ha convertido en un problema geopolítico que obstaculiza la contraofensiva imperial de Joe Biden en Ucrania y el Mar de China. También erosiona los Acuerdos de Abraham, que permitieron a Israel establecer relaciones diplomáticas con varios gobiernos árabes. Lo más problemático para Washington es el distanciamiento de los sauditas, porque esto refuerza el acercamiento de la monarquía petrolera BRICS, su coqueteo con China y su evaluación de proyectos que favorecen la desdolarización de la economía mundial.

Las masacres en Gaza amenazan también el alineamiento de Egipto con Estados Unidos y bloquean los planes de repetir en Siria la operación llevada a cabo en Irak. La agresión israelí también resucita el intento de Donald Trump y Benjamin Netanyahu de impedir por la fuerza la conversión de Irán en una potencia nuclear. Tel Aviv está decidida a impedir cualquier desafío a su monopolio atómico regional. La ultraderecha global –que idolatra a Israel– espera las próximas acciones de un líder que está convulsionando la geopolítica global.

Civiles, rehenes y comparaciones

La operación de Hamás fue un intento legítimo de erosionar la prisión que Israel construyó alrededor de Gaza. Ejerció su derecho a la resistencia armada, superando la renuncia que prevalece en la ANP.

Esta actitud valiente suscitó innumerables controversias en el seno del progresismo y en la izquierda, cuya aclaración exige recordar, en primer lugar, que Israel es un Estado terrorista responsable de innumerables crímenes. Por el contrario, Hamás actúa como una organización político-militar de la resistencia palestina y no reúne las características que podrían situarla en el mundo del terrorismo. Su metodología impide ataques deliberados contra civiles y frena los sacrificios individuales de los terroristas suicidas, que se autodestruyen en las proximidades del enemigo.

Hamás cuenta con un apoyo masivo de la población y ha confirmado su primacía en las urnas. No actúa solo. Su espectacular incursión estuvo acompañada de otras organizaciones (Jihad, FPLP, FDLP) que apoyaron públicamente la operación. Este conjunto de pruebas confirma la presencia de Hamás entre los habitantes de Gaza y hace ridícula su comparación con Bin Laden.

Con su operación en la frontera buscó tomar rehenes para facilitar un intercambio de prisioneros. No hay nada original ni nuevo en esta práctica habitual de la guerra. Hamás propuso inmediatamente el intercambio de prisioneros, recordando que hasta la fecha se han celebrado 38 acuerdos de este tipo.

Equiparar a Hamás con Benjamín Netanyahu es un error frecuente que cometen algunos exponentes del progresismo. Retoma la idea errónea de los “dos demonios”, olvidando el abismo que separa a un opresor de un oprimido, y a un Estado colonialista de un pueblo desposeído. No es cierto que ambas partes tengan el mismo derecho de defensa, ya que una de ellas actúa como atacante. No hay equivalencia en Gaza entre verdugos y víctimas, ni paridad en Cisjordania entre guardias penitenciarios y prisioneros.

En otras evaluaciones, la similitud entre los resistentes palestinos y la derecha israelí se justifica por la indicación de que ambos partidos optan por la violencia en detrimento de una solución política. Pero se omite que Hamás acepta la solución de dos Estados, que los gobiernos israelíes dispersaron para forzar la anexión de Cisjordania.

También se cuestiona que Hamás lleve a cabo operaciones militares contra civiles, obviando la abismal diferencia que le separa de Israel en este sentido. El número de víctimas inocentes causadas por los milicianos palestinos es insignificante si se compara con las masacres llevadas a cabo por el Estado sionista. Además, la división entre civiles y militares es muy delgada en Israel, dada la militarización general de la población y el papel letal de los colonos que asumen simultáneamente ambos perfiles.

Algunos pensadores recuerdan también que Hamás es una rama de los Hermanos Musulmanes y que actúa como una organización religiosa-fundamentalista, promoviendo proyectos perjudiciales para el deseo de igualdad o de democracia. Esto es cierto y ayuda a recordarnos el efecto dañino de las políticas confesionales que dividen a los oprimidos. Este camino podría conducir a la formación de Estados teocráticos reaccionarios como los que prevalecen en Irán, pero no es que deban silenciarse las consecuencias regresivas de una marca que corroe a tantas sociedades en el mundo árabe.

Pero el perfil negativo de Hamás no altera la legitimidad de su resistencia anticolonial. Es una de las principales organizaciones palestinas que enfrenta la opresión sionista. Para volver a una comparación frecuentemente mencionada (pero poco conceptualizada), las actividades del gueto de Varsovia involucraron a sionistas, socialistas, religiosos y no partidistas. Esta diversidad de militantes compartía el mismo heroísmo y la afiliación de cada miembro de la resistencia no fue relevante en la batalla contra los nazis. La misma valoración se extiende hoy a todas las corrientes del universo palestino.

Algunos pensadores elogian la valentía de Hamás, pero cuestionan la eficacia de sus acciones. Consideran inútil continuar con las acciones armadas contra un enemigo tan poderoso como Israel. Entienden que la superioridad militar sionista es abrumadora y que cualquier desafío en el campo de la guerra está condenado al fracaso. Curiosamente, no extienden estos contrastes a otros conflictos en curso (como en Ucrania) y omiten que Israel ha sido derrotado en algunas ocasiones (por ejemplo, en el Líbano).

De hecho, es muy difícil decir a priori qué batallas tienen posibilidades de éxito y cuáles resultarán apuestas perdedoras. Pocas voces predijeron las asombrosas victorias que cambiaron el curso de la historia contemporánea. Los propios líderes de Hamás son conscientes de las adversidades que enfrentan, pero recuerden que ningún pueblo elige las condiciones bajo las cuales debe luchar. También destacan los enormes sacrificios hechos por los soviéticos contra los nazis, por los vietnamitas contra los infantería de marina y de los argelinos contra las tropas francesas como precedentes de su propia acción.

También se destaca la estrategia de sustituir la lucha armada por movilizaciones, huelgas y piquetes, para lograr una confluencia con los trabajadores israelíes, en una acción común contra los opresores en toda la región.

Pero esta convergencia –expresada en los términos habituales del internacionalismo de izquierda– enfrenta, en este caso, serios obstáculos. Israel ya es una nación con sus propias singularidades y derechos, pero se basa en una plataforma sionista que obstruye la convergencia de pueblos oprimidos de diferentes comunidades. Esta confluencia es necesaria y posible, pero es sólo un ingrediente de la lucha anticolonial palestina. El éxito de esta batalla requiere derrotas militares que neutralicen el expansionismo israelí.

Campañas, ejemplos y prioridades

Muy pocos acontecimientos tienen el impacto global de lo ocurrido en Gaza. Existe una gran sensibilidad hacia la causa palestina en todos los rincones del mundo. Es una bandera que recrea la polarización política entre izquierda y derecha e impulsa a hacer declaraciones inequívocas.

Las manifestaciones callejeras a favor de ambos bandos se multiplican, creando una inusual variedad de escenarios. Los sindicatos británicos colapsaron en medio de movilizaciones gigantescas, el gobierno francés validó las marchas sionistas y prohibió su homóloga palestina. Pero la solidaridad con Gaza gana adeptos en todas partes, y los trabajadores portuarios de muchos puertos se han negado a cargar material de guerra para Israel.

También es sorprendente que, en Estados Unidos, una parte cada vez mayor de la comunidad judía esté saliendo a las calles para exigir que los crímenes de Israel no se cometan en “nuestro nombre”. Reconocidos artistas e intelectuales suman sus voces a la exigencia de un alto el fuego, y la campaña para instaurar un boicot a los académicos de las instituciones israelíes va en aumento.

Las exigencias inmediatas son muy precisas. El cese inmediato de los bombardeos, la entrada irrestricta de ayuda humanitaria y la protección de la población civil por parte de la ONU. Estas demandas retroalimentan la campaña BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) contra el régimen sionista, que están promoviendo muchas organizaciones internacionales.

Tales acciones son también una respuesta al pedido unilateral de liberación de rehenes en poder de Hamás, sin considerar el correspondiente intercambio de prisioneros. Es completamente parcial pedir la pacificación por un lado e ignorar la contraparte por el otro. Israel mantiene a innumerables civiles encarcelados en juicios amañados y el maltrato infligido a los menores palestinos supera todo lo conocido.

El conflicto en curso también reaviva el debate sobre soluciones a largo plazo al principal conflicto de Oriente Medio. Reaparece el contrapunto entre la fórmula de dos Estados y la propuesta de un Estado, sin que exista un horizonte para la implementación de ninguna de estas opciones. La expectativa de dos Estados fue destruida por el refuerzo de la colonización después de la pantomima de Oslo. Pero no se excluye la posibilidad de una eventual coexistencia entre ambas naciones, si, en algún momento, Israel regresa a las fronteras de 1967, junto con alguna forma de retorno de los refugiados.

La perspectiva opuesta de un Estado único democrático y laico –que retome la antigua bandera de la OLP e imite el modelo sudafricano– es la mejor perspectiva. Pero su viabilidad es una incógnita persistente. Por el momento, lo único seguro es que la creación de ambas soluciones implica la resistencia activa del pueblo palestino. El derecho a librar esta batalla por todos los medios es el principio rector de cualquier escenario progresista para Oriente Medio.

América Latina y Argentina

En América Latina existe la misma tensión que en otros lugares del mundo, entre manifestantes a favor y en contra de la causa palestina. Pero las definiciones de ciertos gobiernos tienen un impacto fuera de la región. La decisión de Bolivia de romper relaciones diplomáticas con Israel es el mejor ejemplo del comportamiento a adoptar. Es una actitud que está en línea con la de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Esta postura drástica allana el camino para aislar a un régimen criminal, recreando la campaña que ayudó a demoler el segregación racial Sudafricano. La opresión de la minoría blanca sobre la mayoría negra en el sur de África no se rompió con simples declaraciones de la ONU. oh segregación racial fue sepultada con acciones de confrontación explícita que dejaron a los racistas en una total soledad global. Repetir esta fórmula contra el régimen sionista es la forma más eficaz de fortalecer la lucha palestina.

También en Colombia, Gustavo Petro demostró una conducta digna al suspender relaciones con Israel y abrir una embajada en Ramallah. Es muy consciente de la participación activa de los gendarmes sionistas en los asesinatos perpetrados por los paramilitares del uribismo. Por el contrario, Gabriel Boric olvidó cómo los mercenarios israelíes entrenaron a los gendarmes chilenos para disparar a los ojos, durante el levantamiento de 2019. AMLO y Lula ponen sobre la mesa ingredientes de otro tipo, al postularse como mediadores de un alto el fuego.

Por muchas razones, Argentina es el principal actor de la región en el conflicto de Medio Oriente. No es casualidad que sea el país con más rehenes extranjeros en poder de Hamás. La proporción de inmigrantes de origen judío procedentes del Cono Sur es elevada (incluso en las zonas fronterizas).

Desde el menemismo, la Argentina ha estado estrechamente vinculada a las distintas vicisitudes del enfrentamiento de Israel con sus vecinos. Por eso Buenos Aires fue el trágico epicentro de los atentados a la embajada y a la AMIA. En las últimas décadas, la derecha sionista ha alcanzado un grado de influencia sin precedentes en la política del país, a través de numerosas figuras. El macrismo es su principal aliado y ha facilitado la penetración del Mossad en todas las redes de servicios de inteligencia. El tráfico de armas ha sido un campo de gran asociación entre Israel y los gendarmes y capitalistas argentinos.

Esta intensidad de las relaciones con Tel Aviv resurgió con declaraciones del establecimiento a favor de Israel. Este favoritismo se extiende a la cobertura mediática sesgada de los acontecimientos en Gaza. Hay un pelotón de corresponsales de un lado y una desinformación total sobre lo que sucede en el campo opuesto. El PRO de derecha ha subido la apuesta y exige la criminalización de las voces a favor de Palestina. Exigen que los defensores de esta causa sean sancionados con cargos de terrorismo en los tribunales.

Pero lo más escandaloso es la sumisión de la justicia al encubrimiento de los crímenes de Israel. El gobierno de Alberto Fernández vive su habitual indeterminación, pero Sergio Massa apoya sin ambigüedades a los responsables de la masacre en curso. Fue el más enfático en condenar a Hamás durante los debates presidenciales y participa en reuniones de la DAIA (Delegación de Asociaciones Israelíes Argentinas) para repetir el guión del sionismo. En este terreno no se diferencia de Javier Milei.

Afortunadamente, la respuesta del bando contrario es cada día más fuerte. Esta reacción es claramente visible en la participación en marchas organizadas por grupos de origen árabe, junto al progresismo y la izquierda. Una parte cada vez mayor de la sociedad está en sintonía con la causa palestina y expresa su admiración por la heroica resistencia de una población que se defiende como puede. Si esta extraordinaria voluntad de luchar va acompañada de solidaridad global, tarde o temprano Palestina ganará.

*Claudio Katz. es profesor de economía en la Universidad de Buenos Aires. Autor, entre otros libros, de Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo (Expresión popular) [https://amzn.to/3E1QoOD].

Traducción: Fernando Lima das Neves.


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