por ELEUTÉRIO FS PRADO*
La financiarización indica que el capitalismo ha entrado en su ocaso
El uso del término “financiarización” está muy extendido en el campo de la izquierda y, por tanto, en el esfuerzo por comprender el capitalismo contemporáneo. Recientemente, salió de la imprenta un buen libro sobre el tema, escrito por Ilan Lapyda. Introducción a la financiarización (editorial CEFA). Para este autor, este fenómeno se manifestó luego de las crisis de la década de 1970 como un movimiento de acumulación de capital. He aquí, esto tendió a dejar parte de la esfera productora de valor ya concentrarse cada vez más en la esfera financiera, acumulándose en forma de deudas. Ahora bien, según él, este proceso despegó ya que en las dos décadas anteriores hubo una sobreacumulación de capital (que aparece, por ejemplo, como exceso de capacidad) y una caída de la tasa de ganancia.
La financiarización, sin embargo, no vino sola, sino acompañada: “La financiarización, desde esta perspectiva” –dice Ilan Lapyda– “estuvo estrechamente asociada con el advenimiento del neoliberalismo y el tipo de globalización que promovió. Su protagonismo (...) se logró a través de un movimiento de liberalización y desregulación de los sistemas financieros” que tuvo lugar a partir de la década de 1970.
Pero hay, sin embargo, autores como Michael Roberts, que desconfían del significado real de este término. Pues parece que atribuye la crisis estructural del capitalismo a cierta anomalía producida por una política económica reaccionaria, promovida por las clases dominantes, y no a las contradicciones inherentes al capitalismo mismo. Esto es lo que dice en un artículo de 2018, Financiarización o rentabilidad, encontrado en tu blog La próxima recesión: “Pero, ¿qué significa el término “financiarización”? Agrega algo a la comprensión de las contradicciones del capitalismo moderno (…). Yo no creo. Esto se debe a que el término se usa tan ampliamente que proporciona muy poca aclaración adicional; o se especifica de tal manera que es teórica y empíricamente erróneo”.
En esta línea de pensamiento, cita un artículo de Stavros Mavroudeas, también de 2018, en el que el autor critica esta idea: “la hipótesis de la financiarización considera que el capital-dinero se vuelve totalmente independiente del capital productivo, ya que puede pasar a explotar el trabajo directamente a través de usura. Ahora bien, si las ganancias financieras no son una subdivisión de la plusvalía, entonces (…) la teoría de la plusvalía está, cuanto menos, marginada”. Y la rentabilidad, en consecuencia, deja de ser erróneamente considerada como el principal determinante de la acumulación de capital.
Bueno, para exponer la crítica de manera más completa, es necesario volver al artículo original de Stavros Mavroudeas, Hipótesis de la financiarización: ¿una contribución creativa o un callejón sin salida teórico? 2018, así como un suplemento, coescrito con Turan Subasat, recientemente publicado, Hipótesis de la financiarización: una crítica teórica y empírica, 2023, que se puede encontrar en Blog de Stavros Mavroudeas. Esto es lo que dice al principio: “La tesis principal es que las finanzas se han convertido en el centro de gravedad de la economía capitalista (…). Esta es una proposición nueva y contradice el supuesto previo de casi todas las tradiciones económicas; a saber, que la economía “real” (el sector productor) es el centro del circuito económico y el sistema financiero es una actividad necesaria pero subordinada. (…) Si se sostiene esta hipótesis de financiarización, todo el modus operandi de la economía capitalista (la estructura de clases y su composición, la relación entre producción y circulación, la fuente de las ganancias, etc.) se altera radicalmente”.
En este último artículo, los dos marxistas mencionados tratan de definir mejor qué debe entenderse por financiarización según la literatura relevante. Y, en ese sentido, distinguen dos grandes corrientes: la primera afirma que se trata de una “ruptura estructural”, una inversión de esferas, que se dio en la evolución del capitalismo; un segundo dice que es un fenómeno recurrente en su historia y que marca el cambio en el centro dinámico del sistema capitalista como un sistema inherentemente global.
El primero, según ellos, enfatiza que cuatro características demarcarían la transformación del capitalismo industrial en un capitalismo dominado por las finanzas: (i) el sector financiero aumentó y pasó a ser preponderante en el PIB; (ii) se produjo una financiarización de las sociedades no financieras, que comenzó a servir a los intereses de los inversores ausentes, y ya no a expandir la producción y el crecimiento económico; (iii) como nunca antes, ha habido una gran difusión de nuevos instrumentos financieros, tales como derivados, bancos paralelos, fondos múltiples, etc. lo que fomentó la especulación y la volatilidad, y (iv) el crecimiento económico pasó a depender del endeudamiento de las familias de todas las clases sociales.
La segunda se basa generalmente en la tesis de Giovanni Arrighi según la cual el capitalismo evoluciona formando épocas específicas que se caracterizan por la existencia de centros hegemónicos de acumulación de capital. Este proceso, caracterizado por ciclos sistémicos, se inició en la época del capitalismo comercial y luego se desarrolló a través del capitalismo industrial; Así, estaba el ciclo genovés, el ciclo holandés, el ciclo británico y el ciclo norteamericano. Cada uno de estos ciclos estuvo formado por una fase de expansión material y comercial que terminó y dio lugar a una fase de expansión financiera, que también marca su final. La financiarización del capitalismo occidental ahora dominado por EE. UU. marcaría así el comienzo de un nuevo ciclo probablemente centrado en China, en Asia.
He aquí cómo se critica esta segunda alternativa: “En resumen, en nuestra opinión, definir la financiarización como un evento recurrente es bastante indeterminado. Termina con una definición muy amplia y vaga de financiarización que intenta encapsular fenómenos bastante diferentes que existen en circunstancias históricas muy diferentes”.
Pero Mavroudeas y Subasat también critican la primera alternativa: al fin y al cabo, esta opción acaba suponiendo que el capitalismo ha degenerado en una forma precapitalista de extracción de plusvalía, como la curiosa hipótesis que se ha denominado tecnofeudalismo. Esto es lo que concluyen: “En términos analíticos, todas las variantes de la hipótesis de la financiarización (…) se equivocan al considerar al sistema financiero como un productor autónomo de riqueza económica; no sólo independiente de la “acumulación real”, sino también superando al capital productivo en la capacidad de crear riqueza. Especialmente las variantes que proponen un nuevo mecanismo de explotación financiera directa equiparan injustificadamente el capitalismo con formas precapitalistas de finanzas que dejaron de existir hace mucho tiempo”.
“El mecanismo” –continúan– “identifica injustificadamente el capitalismo con formas de financiación precapitalistas que dejaron de existir hace mucho tiempo. Además, tiende a interpretar los fenómenos coyunturales y de corto plazo (como el aumento de las finanzas durante el inicio de una crisis) como cambios estructurales de largo plazo. Así, en términos metodológicos, esta hipótesis es verdaderamente una teoría de rango medio que se arrastra detrás de eventos coyunturales e incapaz de producir una teoría general”.
Es importante volver ahora al primer autor consultado. Ilan Lapyda defiende el uso del término financiarización –ojo-, basándose principalmente en los trabajos de François Chesnais, un marxista normalmente referido como fiel a la mejor tradición de esta heterogénea corriente de pensamiento crítico. En esta perspectiva, la “financiarización” aparece, no como “una desviación o una excrecencia del capitalismo, sino, en cierto modo, como su forma más acabada. Significa el predominio de la forma de capital más fetichista: el capital que devenga intereses y su forma ficticia, en la que el dinero parece generar espontáneamente más dinero, tal como un peral da peras, en la metáfora de Marx”.
No se trata, por tanto, de un proceso involutivo, sino evolutivo: ante la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, es decir, la contracción de la rentabilidad por el aumento de la composición orgánica del capital y el aumento de los no actividades productoras de valor (hechos bien comprobados empíricamente en los últimos setenta años), el capitalismo tuvo que recurrir más fuertemente al tradicional control y supervisión del capital industrial por parte del capital financiero. El primero produce valor y plusvalía, pero el segundo asegura tanto la maximización como la igualación de la tasa de ganancia, financiando y regulando las aplicaciones más rentables del capital en la producción, en detrimento de las menos rentables.
Por lo tanto, este revisor está de acuerdo con Ilan Lapyda. Ve, sin embargo, una incoherencia: si François Chesnais señala correctamente el papel del capital financiero como gestor último del capital industrial, ¿por qué hablar de “rentabilidad”? Pues, según Ilan Lapyda, con un cierto agotamiento de la dinámica del capital industrial (productor de valor y plusvalía), “el capital de inversión financiera y la renta fueron elevados al centro de las relaciones sociales y económicas”. Como la ganancia industrial, en este proceso, se transforma en interés y no en renta fija factorial, ¿no se trataría de “legalismo” – y no de “rentismo”? Ahora bien, es este desliz – nótese bien – el que abre la puerta a la crítica de Mavroudeas y Subasat: porque, hace parecer que tal evolución es una involución – y no una evolución y hasta un “progreso”.
Al notar que el formidable crecimiento de los activos financieros globales ahora son propiedad colectiva de capitalistas transnacionales (la llamada burguesía doméstica es solo una nostalgia del pasado), uno puede llegar a una nueva comprensión de la financiarización: en lugar de ser visto como una expresión del “rentismo” o “vampirismo económico”, se ve ahora como una manifestación del avanzado proceso de socialización del capital en la contemporaneidad.
Por lo tanto, la financiarización debe entenderse como resultado de una tendencia histórica del propio capitalismo. Se basa en “mecanismos” internos al propio capitalismo. La llamada hegemonía del capital financiero marca un momento en que el capital industrial productor de valor y plusvalía necesita ser fuertemente coaccionado para producir ganancias que ahora son reclamadas por los “dueños del papeleo”.
A medida que la propiedad privada individual es reemplazada por la propiedad colectiva del capital, es comprensible que exista una fuerte resistencia a permitir que se devalúe el capital industrial y financiero acumulado en el pasado. Si el sistema económico se basa principalmente en la propiedad privada individual, las pérdidas serán siempre también individuales; sin embargo, cuando este sistema comienza a basarse de manera importante en la propiedad social, es decir, en la libre asociación de capitalistas monetarios, las pérdidas se vuelven colectivas, convirtiéndose así en políticamente inaceptable.
La financiarización, así como la crisis climática, la globalización contradictoria y la sobrecarga del Estado en un sistema basado en la propiedad capitalista, indican que el capitalismo ha entrado en su ocaso. ¿Sobrevivirá la humanidad o morirá junto con ella? La respuesta a esta pregunta se encuentra en las luchas políticas, en la lucha entre una nueva ilustración y el negacionismo, en la capacidad de los trabajadores en general para enfrentar a la clase capitalista, no solo porque son los mayores beneficiarios como se entiende normalmente, sino porque son sustentadores o sujetos sujetos del capital, es decir, de la relación entre capital y trabajo asalariado. El punto fundamental es que el capital mismo es un “sujeto automático”.
* Eleutério FS Prado es profesor titular y titular del Departamento de Economía de la USP. Autor, entre otros libros, de De la lógica de la crítica de la economía política (luchas contra el capital).
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