una cierta alegría

Imagen: Daniel Defaix
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por ANNE DUFOURMANTELLE*

Aplazar es nuestra neurosis esencial: pensar que la vida real comienza mañana y, en la espera, soportar la tristeza, evitar pensar, ignorar el presente.

“Desaprended la melancolía y toda tristeza, alabado sea el espíritu de la tormenta, salvaje, bueno y libre, que danza sobre las marismas y la tristeza como sobre los prados”
(Friedrich Nietzsche, la ciencia homosexual).

¿No es eso el amor en sus comienzos? Una cierta alegría. “Nunca se debe posponer la alegría”, se puede leer en uno de los escritos conservados de Herculano.[i] Posponer es nuestra neurosis esencial: pensar que la vida real comienza mañana y, en la espera, soportar la tristeza, evitar pensar, ignorar el presente.

En latín, alegría es alegrías: como esto, "consolador“[vibrador] viene de gaude hini, me hace feliz, nos recuerda a Pascal Quignard.[ii] Del objeto del placer a la fuente de toda voluptuosidad, la alegría se nos escapa. Irreductible al placer y la voluptuosidad, la alegría se sitúa en el mismo registro que el miedo a la muerte, mucho más que una emoción: una experiencia existencial. Sin duda, porque sentirse vivo –completamente vivo– es raro.

La alegría es la única sensación humana que nos completa. A la pregunta de cuál es el propósito de la vida, Séneca responde: “Cibus sommus libido per hunc circulum curritur – hambre, sueño, deseo, este es el círculo que nos arrastra”. Vivimos casi permanentemente alejados de nosotros mismos, agotados, atormentados, ausentes de nosotros mismos. “Todos los hombres se transmiten unos a otros sus angustias como una epidemia”, señala Epicuro. La ansiedad surge cuando el sujeto no quiere saber qué padece. Una culpa sorda se arrastra hasta que detiene todo deseo. ¿Puede la alegría liberarnos de la angustia? No siempre... a veces es doloroso deshacerse de los obstáculos. Renunciar al síntoma es lo mismo que exponerse a la nuda vida.

Los filósofos desconfían de las emociones, sobre las cuales no se puede fundar ningún universal. ¿Cómo podría la alegría iluminar nuestra condición humana, y mucho menos prepararnos para morir? Sin embargo, podemos preguntarnos si la estructura misma de la conciencia es la alegría. Dado que la conciencia es siempre conciencia de algo, dirigida a algo más allá de uno mismo, y que la alegría es una expansión del alma, una expansión del ser fuera de las fronteras de uno mismo [moi]… Decimos entonces que “inunda” el alma, lo que la eleva; ella es puro dato. De hecho, pocos filósofos, excepto Spinoza, pensaron realmente en la proximidad entre la alegría (la alegría trovadores) y júbilo amoroso, incluso místico.

¿Y si la alegría encontrara su origen en el cuerpo y la voz de la madre (como mundo, espacio, resonancia) cuando transmite al recién nacido el éxtasis secreto de un amor donde cuerpo y pensamiento no están separados? La capacidad de trascendencia de la alegría sería ese vertiginoso punto de encuentro, dentro de nosotros mismos, con los demás. Y en esta aquiescencia, una voluntad de inteligencia y de compartir, en contraposición al odio que polariza al otro como un enemigo externo.

Es, sin duda, la infancia la que mejor acoge la alegría, cuando cada acontecimiento es fuente de una intensidad casi hipnótica. Porque experimentar alegría es habitar un presente puro. Acepta ser transportado hasta perderte, pero sin violencia. Orfeo lleva su canto a Eurídice hasta las puertas del infierno con la orden de “¡no volver atrás!”: girarse significa encerrar al otro en una especie de fijación, en el pasado, en la nostalgia.

La alegría nos hace sentir ese momento en el que toda nuestra vida, como decía Friedrich Nietzsche, es aprobada. En el confesiones, San Agustín[iii] dice de otra manera: “El amor y la alegría son abrumadores”. Entre la alegría y el amor existe el espacio de un encuentro, de un arrobamiento amoroso que nos hace exultar por haber encontrado finalmente a ese otro, que nos atrae y transforma, cuya sola presencia magnetiza y colorea la realidad en torno a una intensidad incomparable. “Oh, mi viejo corazón: el dolor dice: '¡Pasa!' / Toda alegría quiere la eternidad de todas las cosas, ya sea miel, levadura, una medianoche de borrachera, o sepulcros, o el consuelo de las lágrimas derramadas sobre los sepulcros, quiere un rojo y dorado atardecer. / ¿Qué no quiere alegría? Es más sediento, más cordial, más hambriento, más aterrador, más secreto que todo dolor”.[iv]

*Anne Dufourmantelle (1964-2017) fue psicoanalista y profesor de filosofía en European Graduate School. Autor, entre otros libros de Poderes de suavidad (ediciones n-1). Elhttps://amzn.to/41Bh7Pj]

Traducción: Joao Paulo Ayub Fonseca

Capítulo “L'amour la joie” del libro En cas d'amour – Psicopatología de la vida amoureuse. [https://amzn.to/3BtTOft]

Notas


[i] [NT] La ciudad de Herculano fue destruida y sepultada por el volcán Vesubio en el año 79 d.C., junto con la ciudad vecina de Pompeya. La ciudad quedó sepultada por una capa de ceniza y lava de unos 15 metros y sus habitantes no tuvieron tiempo de escapar. Herculano fue redescubierta por casualidad en 1709, durante la excavación de un pozo.

[ii] Pascal Quignard, El sexo y el efroi, Gallimard, 1996.

[iii] San Agustín, Les Aveux, Pol, 2007.

[iv] Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, Gallimard, Folio.


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