por YURI ULBRICHT*
El significado de la peste en la literatura portuguesa
1.
Cruzando el gran mar / Vine queriendo verte.[i]
La peste llegó a las costas de lo que hoy es Brasil por la travesía atlántica de los portugueses, que ya la conocían de antes, como leemos en el elogio de Marystela, o Estrela do Mar, de Luys Anríquez, emulación con añadidos de lo litúrgico y popular. himno ave maris stella, siendo en la era de 1506 el reino portugués muy harto de peste y famas:
Maríastela, Dios te salve, madre de deos, tanta santa, que siempre virgen te canta la iglesia, muy suave! Oh tan bendito, puerta del çeo, mater pya, antes del siglo cryada, en tus alabanzas me guya! |
Ave maris stella, dei mater alma, Atque sempre virgo, Félix coeli porta. |
pájaro estrella de mar, alma madre de Dios, y siempre virgen, feliz puerta del cielo. |
Tú, tomando ese pájaro por boca de Gabriel, tu concebiste a Emmanuel por mesajem ambos serios. Fúndenos en paz, señora; poys le cambiaste el nombre a eva, todo pecador se atreve pide gracia, qu'en ty mora. |
Sumens illud Ave gabriel ora, Nos encontró en ritmo, Mutans Eva nomen. |
Suponiendo que Ave de la boca de Gabriel, nos encontró en paz, cambiando el nombre Eva. |
Tyras arresta a los culpables, el ciego de crarydade. destruir nuestros pecados por tu gracia Nuestros males nos arrojan, nos da ser espiritual, rogue los polos temporales, según tu ordenanza. |
Resuelve Vincla Reis, Profer lumen caecis, maleta nostra piel, Buena cuncta posce. |
Resolver las fianzas de los acusados, da luz a los ciegos, nuestros males repele, las solicitudes de bienes conjuntos. |
Demuestra que eres madre, recibir las solicitudes por tipo que carne tomó de ty & ver la mano derecha del sacerdote. & poys que nacieron para nosotros tu hijo probó que lo es, salvanos del sufrimiento él sea per ty pydydo. |
Monstruo que matrem, Sumat por tus oraciones, Qui pro nobis natus, Tulit esse tuus. |
Demuestra que eres madre: para asumir las oraciones por ti lo que nació para nosotros, admitido como tuyo. |
Uirgo singularys, manssa mays que todos nacieron, el yra del sacerdote amanssa, ¡Que no perezcan tantos vydas! & siendo nosotros desatados de la culpa y el mal, en mansedumbre y castidad madre nos tiene servido |
Virgo singular, inter omnes mitis, Culpamos a los solutos, Ácaros fac et castos. |
virgen singular, tierno entre todos, liberado de la culpa, en la tierna y casta. |
Danos vyda limpio y puro camino, a donde vamos, nos prepara seguro este ser que deseamos, Para que, viendo a Jesús, con él alegrémonos; que no nos merecemos, si el nombre te alcanza. |
Vitam praesta puram, Iter para tutú, Ut videntes Jesús, Semper collaetemur. |
Danos vida pura, preparar un camino seguro, porque ver a jesus siempre estamos felices. |
El sacerdote por eyçelençya, alabanza a Christo vytorya, el espiritu santo, grorea, tres em huum deos por esencia! ¡Gracias a nuestra señora! que tanto me merezco, & el cura la escogió pera nuestro intercesor! |
Siéntate Laus Deo Patri, Summo christo decus, Espíritu Santo, Tribus honra a unus. Amén.[ii] |
Alabado sea Dios Padre, al Cristo Supremo, decoro, y al Espíritu Santo, honor único para los tres. fíat. |
Fym. |
Por tu gran crema, la raynha anjelycal, pyd'ao rrey çelestryal, levantando la plaga & famas de Portugal.[iii] |
La procedencia portuguesa de la plaga que llegó aquí resulta ser cristiana y celestial. El nombre de Maristela para interceder ante Dios por la absolución de las faltas y males del reino de Portugal discierne dos dominios sobre los que la santa tiene su ascendencia, el mar y el estelar. La frecuencia de las flotas en las costas portuguesas, donde la peste viajera viajaba por mar, tan alto, a medida que aumentaban las costas dominadas, extendiendo los negocios y el reino, las hacía cada vez más susceptibles a tales inseguridades; la justicia, sin embargo, se concentra en el dominio celeste, que abarca a la vez la orientación astral de las naves, seguidoras de la luz de la metrópoli, y las desviaciones e imputación de faltas temporales, justificadas por un dios esencial.
La boca de Maristela se convierte en una doble estrella guía, la de los caminos por los que se va, la de la absolución de los males en que se ve envuelto, porque si al hombre, por Eva, se le cerró el cielo, que el Ave invertida del virgen convierte la caída en ascenso. Es por esta gran gracia que se ruega al tierno mediador intercesor que pida al Hijo clemencia para la salvación, perdón del Padre, conservación de la mansedumbre y la castidad, una vida limpia, un camino puro. La vida y la paz que se pervierten en el camino de la plaga, pero la virgen portera del cielo, la mansa entre los mansos, doma la ira paterna, llega al Hijo, por quien bien pueden, deseándolo, gozarse los que lo merecen, porque su piedad destruye sus pecados y hace que dejen de sufrir y perecer. La gracia que mora en la madre anuncia el modo en que se pide clemencia, madre alabada, Dios padre, Hijo y Santo Aliento, el elegido, en lugar del hombre, llega a los cielos, pues sin la intervención angélica de tal reina ella no puede levantarse la peste, que cae con hambres de lo alto, sofocando tantas vidas. Santo combate espiritual de la peste que divina azota. Más la hija bastarda de la enfermedad, la fama ignominiosa nacida del acontecimiento gregario, se completa la trinidad, tres en formas múltiples: enfermedad, fama, viento.
En su sin amor, Gil Vicente pone en boca tragicómica a la ciudad de Lisboa, representada en la figura de una princesa en la era de 1527, ante la muy católica reina D. Caratina, cuando la familia real regresaba a aquella ciudad, de donde, viendo la la plaga crece, se fueron en 1523[iv], el saludo de la ciudad a la corte resplandeciente, hermosa, leal, dorada, honrada en trucos y galas, que devolvió, porque había huido. Entra la ciudad llena de mucha música, ensalza al rey, a la reina, a la corte y a la bendición del Señor y cuenta las causas por las que la peste la azotó:
Oh alto y poderoso en gran grandeza
mi precioso Rey por la gracia divina,
de mi apartado por no ser dina,
Por mi angustia, Vuestra Alteza se ha ido:
llegado a tal punto, en tal día, a tal hora,
como aquel en el que Dios descreó
creó a todos tan bien terminados
cómo será y ha sido hasta ahora.
(...)
Entonces, muy alto y claro,
aunque la peste me dé mucha guerra,
Alabado sea Dios en el cielo y en la tierra,
Conozco las causas por las que están heridos.
que exuberante,
dulce, hermosa, muy amable,
si no fuera la peste, todas mis erecciones[V]
no sabrían que hay Dios;
que sería una plaga mucho más peligrosa.
Por eso me callo y no deliro,
sino que estimo que Dios está conmigo:
la adoro y recibo el castigo,
donde me muestras tu poder.
porque en realidad
nada quita a mi bondad,
sino como una ciudad que se quiere a sí misma,
muéstrame la muerte mil veces aquí,
porque no me salgo de tu voluntad.[VI]
La peste mantiene a su rey alejado de su metrópolis durante unos cuatro años, desde su hija hasta su padre, que luego regresa. Cantando Princesa Lisboa el verdadero regreso, amplificando este punto, se culpa a sí misma por la partida del otro, por lo que se dice que el asombro de la peste es su burla, que la hizo indigna de su corte, cuyo regreso, coincidiendo con la partida. de la peste, es igual al origen divino de la luz, la cual, siendo buena, Dios separó de las tinieblas, llamando a la última noche, al primer día.[Vii]. Los años tenebrosos de la peste, porque, vaciado el espacio, se va el bien, que, en cuanto regrese, será el primer día, en que todo vuelve a ser lo que siempre fue, porque lo que fue será para siempre.
La figura de la ciudad, alta e iluminada porque es célebre, pero abandonada, habla con sus paternales altezas de la peste divina que hiere a toda la ciudad, porque la divide, pero que, a pesar de las muchas guerras donde ruge, sigue siendo el camino de la vida Dios adoraba dar a conocer su ser, dando castigo a la ciudad frondosa, dulce, bondadosa, para evitar lo más peligroso, las pestes nacidas de los vicios nacidas de los que se salen de su voluntad. La peste muestra mil veces la muerte, demuestra el poder de Dios, una manera de, estando con ella, Dios quiere para sí la ciudad, que la acepta en silencio, sin desmayo.
De esa misma gran peste, en que peregrinaba la corte, cuando, después de detenerse en Coimbra, parte de allí, en carta a Pero de Carvalho, Francisco de Sá de Miranda, natural de la ciudad, dice la verdad que parece a él:
Que guerra le hiciste
a la tierra que me creó,
tanto a las lenguas de estos!
¿Por qué, lo que te abordó,
de la plaga con que viniste?
¿Estabas mal envuelto?
Claro que no, ¿qué pasa con las granjas?
te dieron tontos honrados.
¿Para que? porque lo privado
¿Tuviste tus rentas lejos?
Lo que yo por parcialidad,
sin otro respeto digo:
de la antigua y noble ciudad
Soy natural, soy un amigo,
pero yo soy más de la verdad.
como te fuiste
pronto cobijado encontré,
donde me desenrosqué;
seguro dormí,
Seguro navegué.
Ciudad Rica de Saint
el cuerpo de tu Rey primero,
vimos con asombro
también hay poco, todo entero
de los años que pueden tanto.
(...)
Pero, volviendo al refugio,
en que huí a los vientos:
yo, después de convertirme en mí,
que risa, que enamoramiento
de tiempo tan mal empleado!
y el fuego que ahora enciende,
la prontitud de los cambios,
mal que se extiende muy lejos,
corta vida defiende
tomar largas esperanzas.
(...)
Quien a los apetitos da fe
ũuna mano toma, otra pregunta,
nunca esperes ganar;
signo de una mala enfermedad:
cuanta más agua, más sed.
¡Codicia, el de la boca abierta!
esto te parece
y detrás de eso estás tan alerta,
afuera luz y brillos,
adentro no hay una cosa cierta.
El juicio y la razón se unen,
todo se vuelve oscuro y en el error,
las leyes y Dios desafía,
de oro blanco y plata
hace prisiones de hierro duro.
Esta entrada en nuestros pechos,
hizo tantos estragos en ellos,
que mienten y se deshacen,
abierto por mil portales,
sujeto a cualquier rumor.
lo que no cambiará
nos hizo la paz por la guerra,
hacernos matar unos a otros,
fue de la villa al mar
hombres naturales de la tierra?
Esclavos más que esclavos
por la razón y por la justicia,
deja tu ganado,
quien te vendió la codicia
el mar embravecido y los vientos salvajes!
Espíritus del cielo,
dispuesto en la plaza!
Con lo que nada te ha vencido,
¡Por qué nada nos vendió!
Mejor gratis.
metales de baja aleación,
que en la tierra escondimos
naturaleza, madre y amiga,
y entre algunos y pusieron
¡Cuánto trabajo y fatiga!
(...)
Pero, ¿qué puedes aprovechar?
si hacemos tal guerra
c'o seguir transfiriendo,
ahora agitando el mar,
ahora volteando la tierra?
En las minas altas digo,
rebela la tierra hasta el centro,
lo que hace al hombre enemigo
de tu descanso, dentro,
con tanto trabajo y peligro?
Debajo de la tierra fría,
avergonzarse de la razón,
está el alma, que debe más:
que dejan atrás el día,
por la noche que se van.
No hay término hombres atrevidos,
de su sabiduría a la impotencia,
todo andaba a tientas;
por este aire tan suelto y raro,
hubo quienes volaron.
Gente que no teme a nada,
con todo es desafiado,
a través de mares sin fondo nada;
pasado la zona tostada,
anda por el frio.
(...)
Te doy Enius por autor:
los que lo usan no saben de ociosidad
cansarse y caminar,
y viene a tener mas negocio
Que gran negociador.
porque sabe después de andar,
el mismo no entiende,
como vas, tanto vas,
ni obedecer ni mandar,
a veces se apaga, a veces se enciende.
Verlo irse, verlo volver,
verlo cansado y gemir,
y en busca de uno mismo para caminar,
carga el color y pierde
que no puedes conocer.
Pero yo, ¿por qué va así?
que sea demasiado, diré;
hace días me escondí;
con lo que leí, con lo que escribí,
Todavía no me aburrí.[Viii]
Menciona las rentas lejanas, luego los bienes raíces, sin los cuales se tomaron las fincas locales, como motivo de la partida de particulares, incluido el destinatario de la carta, quien, junto con el tribunal, dejó el escudo de Coimbra, que los liberó. de la peste, aunque los lisboetas maldijeron la tierra que los cobijaba con seguridad, mostrando las diferencias en los consejos e intenciones de los hombres que caminan a favor de sus intereses y beneficios, olvidando los sanos y comunes respetos[Ex].
La pestilencia apenas se extiende, pues acompaña la prontitud de los cambios con que los creyentes en los apetitos proveen la vida corta, mal del que se alimenta la codicia, vicio que abre la boca a lo que brilla fuera, cerrándola a la razón y al juicio, dejando oscuridad en el interior. Como una sombra, la peste persigue los cuerpos de la codicia y, aferrándose a este vicio sensual, entra en los pechos mimados en los que hay ceguera de razón y de juicio. El vicio codicioso se extiende, envolviendo a no pocos, sometiendo a las ciudades a sus movimientos. El gobierno del impulso apetitivo externo, en el interior, deja errores, que desafían las leyes de Dios, que de blando se vuelve duro.
La codicia deshace el desierto, pues los rumores de esplendores de fuera los someten a las mil puertas por donde pasa el apetito, por donde se retira la peste. Deseos infinitos llevan al hombre a cruzar mares sin fondo, invirtiendo su hogar natural; trabajar en las profundidades de la tierra, pasando la noche de las minas altas, borrando los días, para que el tráfico continuo que suponen tantos trabajos que revuelven la tierra y el mar pongan en peligro las obras. Bajo el mando de la codicia, el hombre se convierte, con justicia, en enemigo de su descanso, sin la vergüenza de la razón y del alma, se mueve a través de vientos y mares, según la sinrazón del desafío, no teme a nada, queriendo tocarlo todo. Negar el uso de la ociosidad y el desierto, donde la salud y la cordura son[X], anda y anda errante, va y vuelve, sin saber apenas detrás de qué anda, he aquí, tropieza con la peste. Por lo tanto, es más válida la razón dada por el zorro al león enfermo:
Mi rey, mi señor Liao,
mira aquí y mira allá,
Veo huellas en el suelo,
que todo el mundo va allí,
nadie viene aquí.[Xi]
yo no tenia tal razon rey de Castilla, cuando las huellas de la peste en el campamento no le impidieron entrar en Portugal con su numeroso ejército, el cual, no temiendo la amenaza divina, en lugar de huir, dice Fernão Lopes, en la Crónica de D. João I, adjunta va a los negocios y se lanza a la ciudad:
Y después que el Rey entró en el Reino, y se encontró llegando contra Lisboa, desembarcando en aquellos pueblos, dos o tres leguas de allí, algunos de la campiña, gente de baja condición, empezaron a morir de peste.
Y cuando algún caballero, o aquel escudero que lo mereciera, aceptaba morir, sus seguidores le llevaban a Sintra, o Alanquer, o a cualquiera de los otros lugares que tenían voz en Castilla, y allí abrían y salgávom, y ponían en ataúdes al aire libre; o los cocían y guardaban los huesos, para luego llevarlos de vuelta a su lugar de origen.
Y por esto anduvo el rey de un pueblo a otro, con su gente, hasta que vio su flota, y atacó la ciudad, como ya se ha dicho. Y teniendola sitiada, comenzaron a morir en la flota, y lo mismo de los de tierra, de modo que ambos se enfadaban mucho, aconsejando a veces al Rey que saliera de alli enseguida, y luego mucho tiempo para venir cuando quisiera. Pero él, rechazando sus buenas razones, estaba muy inclinado a no demarcar el lugar, por cualquier cosa que pudiera suceder, sabiendo bien que la ciudad estaba muy pobre de abastecimiento, y que no había poder para tener un espacio grande, que no cobraría. el precio tu voluntad.
Ahora bien, como es entre todas las cosas en las que vemos que el poder divino brilla más, así es, en aquellas que están desesperadas en todo sentido, para producirlas con efecto fecundo, cuando le plazca: así obró entonces por su piedad de esta ciudad. Porque estando muy turbados por los locos caminos del hambre, partieron todos llenos del enfriamiento de alguna esperanza que en otra parte tenían, sino la que tenían en el altísimo Dios, y en su preciosa Madre, que los ayudaría, - al aventurarse un día todos mueren o vencen, como dijimos, aquel Señor que es Príncipe de los ejércitos y Vencedor de las batallas, que no haya otra lucha o lucha sino la vuestra; y mandó al ángel de la muerte que extendiera más su mano, y golpeara duramente a la multitud de aquel pobre hombre.
Y no dejándolos morir bastante, la pestilencia comenzó a encenderse tan bravamente en ellos, así por mar, como por tierra, qué día hubo allí que ciento, y ciento cincuenta, y doscientos, y así más y menos murió, cómo le quedó. De modo que la mayor parte del día eran los del campo los que se ocupaban de enterrar a sus muertos; por eso era asombroso ver a los que la padecían, y extraño oír a los que estaban rodeados. Ca del día que terminó la trama[Xii] el Maestre de Santiago, D. Pedro Fernandes Cabeça de Vaca, hasta esta fecha habían muerto más de dos mil hombres de armas, entre los mejores que tenía el Rey de Castilla, aparte de muchos capitanes que no podemos nombrar. (...)
Y fue una maravilla, perjurio para nosotros no conocido, que en el fervor de tal pestilencia, ninguno de los nobles portugueses que allí estaban, ni prisioneros, ni de otra manera, ninguno murió por la trama, ni fue tocado por tal. dolor. Y los castellanos, por venganza y por el homenaje que no les hacían, soltaron a los portugueses prisioneros, que traían con los que estaban enfermos de conjuras, para que murieran de pestilencia; y murieron los castellanos que estaban enfermos, y ninguno de los portugueses pereció, ni dentro de la ciudad, que estaba tan cerca de la frontera, ni fuera de la frontera.
Qué cosa tan fuerte parece creer, ser un rey tan acompañado y servido por tantos y tan nobles nobles como los había traído allí, y ver morir sin provecho alguno a tantos de ellos antes que él, aparte de la gran cantidad de otros Gente pobre; ¡y no cambiando su deseo de lo que había comenzado, con todos los consejos que le dieron, como si en realidad estuviera impedido de ofrecerlos a la muerte![Xiii]
El campamento del ejército extranjero junto a las aldeas aledañas a la metrópoli, donde llega, relaja el acontecimiento de la peste, que cae primero sobre las personas de baja condición. El encuentro con cuerpos extraños generado por el embate de la guerra consiste también en el movimiento de tropas por el territorio de otros, no necesariamente involucrados en el enfrentamiento mismo, sino sólo en la co-presencia de extraños, cuya mediación suele ser realizada por gente mala. , que quizás acaban trasladando la pestilencia a los más merecedores, los únicos cuyo recuerdo de muerte se conserva, porque los huesos vuelven a donde estaban.
La llegada de la peste da prontitud al cambio de campamento tenebroso, por lo mismo que se extiende. La llegada de la flota, el cierre marítimo del sitio, por el movimiento de hombres que se interponen entre los navegantes, la lleva al mar: también los de la flota, pero por un encuentro doméstico, empiezan a morir. el rey, insistente en el sitio, al no descender del lugar, irrazonable y movido por su voluntad, y negocios, pone fin al ciclo de la peste.
Si la peste fue contra pueblos extranjeros, al mismo tiempo, dentro de la ciudad, diversas formas de hambre traen salvajes tribulaciones, contra las cuales, sin embargo, a quien Dios pone auxilio en lo alto y en la Madre preciosa, el efecto de la pestilencia, que es por tanto, de provecho para algunos, que no obran de otro modo, ya que tienen la mano del ángel de la muerte sobre la multitud de los inconversos.
Por oraciones se enciende la peste, avanzando bravamente sobre la tierra, sobre el mar; tomando muchos, convierte las ocupaciones de todos, como altera sus exigencias diarias: siendo incierta su suerte, los cambios son tanto más ciertos, que los que la ven sufren también de su asombro, que les parece extraño. De los dos mil hombres de armas castellanos quedan algunos nombres, D. Rui Gonçalves Mexia, D. Pedro Rodrigues Sandoval, Pero Fernandes Valasco, D. Fernão Sanches de Toar, Lopo Uchoa de Avelaneda, pero la mayoría se han perdido.
La difusión de plaga es fuego, porque, al encenderse, quema, hierve, consume: cosa asombrosa, donde comienza a adquirir nueva eficacia, impulso a la difusión que genera confusión, porque hay quienes, por asombro, no se tocan por tanto dolor. Su manifestación es divina, su dolor no toca a ningún portugués: lo llaman con un nombre nativo: trama, que “vale lo mismo que el hilo de la lanzadera, con el que la tejedora pasa por más hilos, y parece que de ahí llamamos a la trama trama, o engaño”[Xiv]; de hecho, la peste entrelaza sus tramas con sus caminos, tomando al Señor como garante, como tejedor, la fe artificial, tejiendo una trama portuguesa muy católica. Contra tales poderes y maquinaciones, aun los que dirigen en gran número no pueden, porque la plaga es lanzada desde el reino de los cielos sobre los de la tierra, y nunca sobre un solo hombre, para que las tensiones y deseos comunes que no confluyan en Dios genere la hecatombe de los malvados.
En el año 1506, sin embargo, aunque encabezado por Cristo D. Manuel I, deo en celo tibi autem en mundo[Xv], llega la peste contra Lisboa. Tristão da Cunha y Afonso de Albuquerque, como había convenido el Rey, las flotas de ambos formarían un solo cuerpo hasta que la isla de Çocotorá tomara la fortaleza de los moros, y cuantos navíos y gente en armas fueran aptos para este fin, teniendo prepararon las velas, por las muchas obras de la peste, los hombres la hallaron a gran costo, como se puede leer en el capítulo I del libro primero del segundo Década por Joao de Barros:
En ese tiempo, la peste era tan grande en Lisboa que hubo muchos días de ciento veinte personas, y los hombres del ejército estaban tan cebados por ella, que en el propio barco de Tristan da Cunha, los primeros en partir, seis, o siete, murieron, y por esta causa había tan poca gente para el número que había de llevar, que el rey consintió en hacer soltar algunos presos, los cuales fueron juzgados para ir a hacer destierros en otra parte, porque la gente del reino no No quiero involucrarme en este peligro.
Finalmente, lo mejor que se pudo hacer en este tiempo de tanto trabajo, Tristão da Cunha partió del puerto de Lisboa, el Domingo de Ramos, el seis de marzo del año quinientos seis, con catorce velas (...) .
En qué armada irían mil trescientos hombres de armas; y fué todo tan cebado con la peste, que estando aún en Cabo Verde, mientras se sacaba agua en una isla llamada Palma, que está sobre la cara del cabo, por causa de los muchos que allí morían, hizo hacer una ermita de piedra y barro, cubierta de paja en honor de Nuestra Señora de la Vocación de la Esperanza, donde se decía misa y se enterraba a los muertos, y no había donde se hallara un muerto dentro de una cámara, comido por los pies de ratas, sin saber que habia fallecido, tanto trabajo habia en todos. Com o qual, partindo ainda Tristão da Cunha, do Cabo Verde, aprouve a Deus, que, chegando á linha equinocial, onde êstes ares cessam, ficou tôda a gente livre de todo, e desta volta houve vista do Cabo Santo Agostinho na Provincia de Santa Cruz.[Xvi]
En tiempos de plaga, hay pocos hombres dispuestos a tratar, porque los peligros se suman, haciendo que incluso los más garantizados sean peligrosos, y mucho menos los menos. La peste atrae a los hombres, porque los alimenta, atrapándolos cuando se juntan, y los consume, cuando los agarra. Los barcos plagados de pestilencia escupen en las costas donde amarran las flechas pestilentes, paradas por los enfermos se multiplican, exportando la enfermedad, que aparece en otras partes. Su alboroto abruma a todos, mientras se multiplican los trabajos, los cuales, confundidos, caen en el descuido. Para librarse del castigo se recurre a los únicos remedios conocidos, alabanzas y misas, que agradando a Dios hacen cesar el aire hediondo, confundiendo lo aéreo y lo divino.
*Yuri Ulbricht Tiene una maestría en filosofía de la USP.
Para leer la primera parte ir a https://dpp.cce.myftpupload.com/uma-breve-historia-da-peste-i/
Para leer la segunda parte ir a https://dpp.cce.myftpupload.com/uma-breve-historia-da-peste-ii/
Para leer la tercera parte ir a https://dpp.cce.myftpupload.com/uma-breve-historia-da-peste-iii/
Para leer la cuarta parte ir a https://dpp.cce.myftpupload.com/uma-breve-historia-da-peste-iv/
Notas
[i] Anchieta, J. POEMAS. Letras en portugués y tupi. páginas. 114-115. Traducción de Eduardo de A. Navarro.
[ii] El camino al cielo. Una colección completa de todas las devociones públicas y privadas de uso general.. Londres: Burns, Lambert y Oates, sin fecha. Himnos: Ave Maris Stella. PAG. 443.
[iii] Resende, G. cancionero general. Altportugiesische Liedersammlung. Stuttgart, 1848. Por Luys Anrryquez. páginas. 252-253.
[iv] Braamcamp. Gil Vicente. (En inglés). 332.
[V] Bronces
[VI] Vicente, g. trabajos completos. Sin amor. Volumen IV. Librería Sá da Costa, Editora Lisboa, 1953.
[Vii] Vulg. Gn. yo, 4-5.
[Viii] Sa de Miranda, F. Trabajos completos. 137. A Pero de Carvalho. Volumen II. Livraria Sá da Costa, Editora Lisboa, 1943. pp. 56-68.
[Ex] San de Miranda, F. Obras del Doctor Francisco de Sã¡ de Miranda. Tipografía Rollandiana, 1784. A Pero Carvalho. Carta jueves. páginas. 252-253.
[X] De Vasconcellos, Simón. Libro Cuarto de la Crónica de la Compañía de Jesús del Estado de Brasil (año 1569). PAG. 80: “La peste, que había entrado en Portugal, ya llegaba a algunos barrios de Lisboa: la Ciudad ni siquiera era segura; ni el Collegio ni la Casa de S. Roque d'ella podían albergar cómodamente a tantos invitados. Fue la fuerza, ya sea de la ocasión, o de Ceo, que Ignacio con sus compañeros se retiraron, donde parece que su espíritu lo guiaba, a un lugar desierto, apartado como dos leguas del bullicio de la ciudad, en medio de un brezal entre Caparica y Azeitão , vestido de hierbas aromáticas, romeros, romeros y grandes pinos, donde además del balido del ganado, el susurro de las abejas, y el eco del Océano, que por un lado rodea En él, se escuchan pocas voces más: sus alrededores son ásperos y salvajes, rodeados en parte por miedos de área sin forma, en parte por montañas de zarzas y aulagas, guaridas de bestias y horror de la gente humana. Aquí, sin embargo, se da a conocer la armonía discordante de la naturaleza sagaz; porque donde el sitio mismo es tan agreste, allí mismo desde los picos de estos miedos, y ásperas eminencias, se descubre una de las vistas más hermosas que pueden contemplar los ojos humanos”.
[Xi] Sa de Miranda, F. Trabajos completos. 137. A Pero de Carvalho. Volumen II. Livraria Sá da Costa, Editora Lisboa, 1943. pp. 64-65.
[Xii] Bluteau, R. Vocabulario en portugués y latín. “Complot de plaga. En su libro sobre el origen de la lengua portuguesa. página 109. quiere que esta expresión sea portuguesa, nativa y no prestada de otras personas”.
[Xiii] López, f. Primera parte de la crónica del rey João I. Volumen III. Antología portuguesa. Librerías Aillaud & Bertrand, París-Lisboa, 1922. XX – La peste en el campo. págs. 153-157.
[Xiv] Bluteau, R. Vocabulario en portugués y latín. Ver Trama.
[Xv] Frase que se lee en la filacteria que ostentaba el rey Manuel I, en una xilografía de la edición de 1514 del ordenanzas manuelinas, impreso por João Pedo Buonhomini en Lisboa, que significa: “a Dios en el cielo, ya ti en el mundo”.
[Xvi] DeBarros, J. décadas. Volumen II. Livraria Sá da Costa, Editora Lisboa, 1945. II, 1, 1. págs. 188-190.