por YURI ULBRICHT*
El significado de la peste en los siglos XV y XVI
1.
Entre incubación médica de 1467-80, de Sir William Osler, es un libelo titulado de plaga, atribuida al filósofo y médico Johannes Itrensis, impresa en Roma, en 1476, en cuyo primer capítulo dice de qué se trata: "Pestilencia, pues, como escribe Ali Abate quinto, o teológicamente, es mutación en la corrupción y putrefacción del aire por la pérdida de temperamento en su sustancia y calidad. Por lo tanto, se concluye fácilmente de esto que el aire puede alterarse en calidad y sustancia al juntarse y no juntarse. Porque la mutación es según la cualidad, cuando el aire, según el calor y la frigidez, llega a una disposición tan intolerable que se corrompen las cosechas, los animales y la vida. (...) La mutación en la sustancia del aire mismo es tal que se vuelve maligna, aunque alguna cualidad no se haya derrumbado mucho, y ella, aun habiendo ocurrido sola, es lo que verdaderamente puede llamarse pestilencia” [i].
Para cada región existe una forma específica de aire que induce un efecto específico, siendo la peste la intolerable, provocada principalmente por la forma destemplada o deformación del aire en una determinada región, haciéndola insoportable. Lo que los antiguos decían que era viento, se llama aire, cambio léxico propuesto por la peste médica, a finales del siglo XV, a partir del encuentro de los elementos, concebidos según las categorías aristotélicas de cualidad y sustancia, además de aquellas de relación y cantidad, a los que se vincula el temperamento, y dónde y cuándo, que sitúan regionalmente la plaga.
En 1543, el célebre médico parisino Jacques Houllier, comentando sobre Galeno, vuelve a proponer en latín la siguiente consideración griega y antigua de la peste:
“La peste, sin embargo, fue definida por los antiguos como una fiebre verdaderamente perniciosa, cuyo calor excede tanto al de las demás, que es singularmente pútrida, pero la esencia de ella la explicaron en lo más mínimo. Sea lo que sea, por rápida, continua y vehementemente que se mueva, es del tipo de las fiebres continuas y más agudas, que tienen algo más maligno que el destino venenoso, que supera la medida de toda putrefacción común. Este tipo de enfermedad venenosa invade primero el soplo vital (como todos los venenos, por su doble propiedad, atacan el corazón, fuente y hogar de la vida), y luego se esparce por las vísceras universales, y por todo el cuerpo. .[ii]
La peste médica aparece continuamente en relación con la fiebre ardiente, a la que se añade el calor que pudre de manera inusual. El movimiento de la fiebre en el cuerpo coincide con el rápido, continuo y vehemente avance de la peste en la ciudad. Comparada con la fiebre que afecta a las personas intoxicadas, por ser igualmente continua y aguda, pero más maligna, se llama enfermedad venenosa, virus venenoso, en que virus se refiere a por lo menos cuatro acciones comprendidas en la raíz verbal िवष्, vish, de donde deriva y que trazan el itinerario de la peste: inicialmente, a la acción de propagarse, a medida que se extiende por la ciudad; luego el de ir a ver, porque, extendiéndose, visita a todos, haciéndose universalmente presente; luego, el de separar, ya que es una presencia que aleja; finalmente, el de devorar, ya que consume a los hombres de manera voraz. el latino virus es lo mismo que el griego ijo√ß, que significa dardo, ambos de िवष, visa, veneno. El dardo envenenado, a su vez, está vinculado a la denominación de origen local िवषम, vishama, irregular, que designa un lugar inicuo y duro donde hay dificultad, miseria, diferencia, las modalidades de la enfermedad pestilente donde se presenta. La vía aérea por donde entra este veneno vincula el alcance de los dardos a los golpes de los cuerpos, sobre los cuales, al ser golpeados, actúa de manera diferente, según la forma en que se esparza por la pequeña ciudad del cuerpo.
en tu difamación de plaga, publicado póstumamente en 1572, el mismo médico dice que la peste es una modalidad de epidemia:
“Epidemia es enfermedad en alguna época del año y prevalente en ciertos lugares, que, si muchos la portan, se llama loimodes, es decir, pestilente, & loimoes es la peste, una enfermedad que, propagándose popularmente, mata a muchos. Y estas enfermedades del aire deben distinguirse completamente de las que se llaman esporádicas, cuya causa es la razón antecedente de la vida. Y, en primer lugar, es necesario prestar atención a dónde se originan tales calamidades públicas en primer lugar. Porque también pertenece a la razón de la curación. Son esporádicos, propios de cada uno, y sólo afligen al común de la gente, y casi siempre en el tiempo que precede a una larga hambruna y rara cosecha, cuando tragan evidentemente los alimentos que les son accesibles, de donde procede la corrupción de los humores. acumula Porque si una cosecha fructífera y un rendimiento más abundante de grano tienen éxito, también se llenan más de lo habitual. Pero, cuerpos no puros, cuanto más se nutren, más se lesionan. Porque el cuerpo bien jugoso, por la multitud de alimentos acumulados, se corrompe antes por la vida. No hay que temer tanto al contagio. La otra especie, que es más contagiosa por el aire, no perdona a nadie, se contagia de las templadas y seguro que más, porque, aunque no queramos, comúnmente tragaremos el mismo aire. Y, casi siempre, los austros y las brisas marinas, la cálida y húmeda constitución de la estación otoñal, es decir, cuando ya hace calor, ya hace frío, llevan la peste. La causa que algunos buscan en el cielo y en los decretos de las estrellas; otros están menos preocupados por la investigación de la causa anterior. Hay que esforzarse mucho más para que desviemos las causas presentes, es decir, corrijamos de algún modo el soplo de aire y llevemos, en este terrible flagelo, lo que por arte y consejo nos conceden, a nosotros y al más saludable auxilio. Porque el aire está corrompido ya por la matanza y destrucción de los hombres, ya por la de las bestias, por las aguas estancadas y pútridas, o por el mal aliento de la tierra, los vientos nocivos, incluso por el influjo pestilente de la estrella, por la inmundicia de mecánica, como la de los curtidores”.[iii]
La peste epidémica entonces se demoró en ciertos lugares, y hubo cierta estación del año en que persistió, de modo que podía limitarse a la escala de tal o cual ciudad, sin extenderse demasiado, como se verá en el viaje de la peste de Londres, de 1665. Como lo que la distingue es el gran número de los que conduce, es inevitable que esta marcha sea popular, lo que la convierte en una amputación pública. Los desastres públicos derivados de las enfermedades suceden o se dispersan, donde los granos y las carencias de la vida se suman o los excesos de quienes viven en riesgo de carencia corrompen los humores del cuerpo, no siendo un desastre común sino propio del vulgo; o concentrados y más contagiosos, porque traen a todos por el aire que trae la peste, convirtiéndose en desastres comunes. La consideración médica de la causa de este tipo pestilente de epidemia antepone las causas presentes a las anteriores, ya que es arte y consejo médico socorrer a los enfermos; pero, como la enfermedad procedente del aire es común a todos, se pone cuidado presente en las diversas causas que presentan la corrupción del aire, casi siempre ligadas a la devastación de seres animales, vegetales, minerales producida por el trabajo humano.
Casi veinte años antes, en 1553, el médico Jacques Dalechamps, abordó las causas de la peste al comienzo del primero de sus Tres libros sobre la peste:
“No todos los médicos antiguos investigaron las causas de la plaga, ya sea porque en su tiempo este mal no los aquejaba con tanta frecuencia, o porque no sabían la razón de ellos en absoluto. De donde sucede que, una vez remediadas las causas, esta enfermedad hasta ahora ignorada es curada a costa de nosotros. La naturaleza de las plagas antiguas no ha sido del todo desconocida, pero aún no ha sido tan descubierta ni explicada como si este conocimiento fuera suficiente para instituir una cura. Ahora bien, el origen de este mal atroz es triple: el primero, la grave inspiración del cielo y las estrellas; el otro, el vapor nocturno exhalado de las tierras; el tercero, compuesto simultáneamente por ambos. Y, aunque los filósofos supongan que nada sucede en la tierra que no haya sido excitado por la fuerza del cielo y las estrellas, el médico todavía no lo estima tan apresuradamente. Las enfermedades que surgen del influjo de las estrellas y la constitución viciosa del cielo, son para los griegos epidemias; las cuales, por el aliento de las tierras, y por igual por la presencia de ambas causas, letales para muchos, son, tanto para nosotros como para los griegos, plagas. El cielo sopla este mal sobre nosotros, o mientras las estrellas convergen ofensivamente hacia la raza de los hombres, o mientras las estrellas centellean, los cometas nos visitan, antorchas ardientes vuelan por el vacío. Porque por el aire así viciado, y por los frutos de la tierra y animales que comemos, se depravan los humores en nuestro cuerpo, y gravemente, o por la multitud, o por la calidad, o simultáneamente en nombre de ambos, se descomponen. inducir la peste. El vicio del aire es, pues, la causa externa de esta enfermedad, causa que nos suena a decir primitiva; ya la decadencia que se ha trasladado a los humores de nuestro cuerpo, internos o antecedentes. Esto, sin embargo, a mi juicio, se hará más claro, si escribo la historia de la peste que a nuestra edad y durante varios años.[iv]
El desconocimiento de las causas hace ignorar la enfermedad, cuya cura requiere la institución del conocimiento que la explique suficientemente y encuentre su naturaleza, pero investigar las causas de una enfermedad implica la frecuencia con que esa misma enfermedad avanza en el tiempo, siendo la plaga la Un avance frecuente para el que no hay investigación: la enfermedad ignorada. Conocerlo exige distinguir sus orígenes, encontrando sus diferentes géneros, en la búsqueda de la cura de cada uno, de modo que está la peste epidémica proveniente del aire viciado causado por alguna corrupción del cielo, siendo así descendido, y la peste pestilente que asciende del aliento de la tierra, con o sin asistencia celestial. La peste aérea y decadente, como proviene de la depravación del aire, encuentra su causa externa y primitiva en el vicio del aire, que debe ser contenido si se quiere evitar el evento pestilente. Porque, podrida, pasa a nuestros alimentos y entra en nuestros humores, cuya depravación es la causa interna antecedente de la peste epidémica. Así como la desviación de las causas quita el mal, la corrección de las primitivas, por ser anteriores y externas, así como la de los antecedentes, implica el conocimiento de la historia de la peste para el esclarecimiento de su cura.
Un año después de imprimir el Tres libros sobre la peste de Dalechamps, se imprimió en 1554 una obra homónima, escrita por George Agricola, en la que se discernían y definían más ampliamente los procedimientos relativos a las múltiples enfermedades comunes a la peste:
“Al hablar de la enfermedad más grave y más violenta (leer) que en no tan largo espacio de tiempo trae la muerte a la mayoría, o por lo menos a muchos hombres, conviene considerar con qué nombres se le llama, cuál es la enfermedad, de qué causas se origina, cuán variada y múltiple por eso es exactamente lo que es, qué notas de las causas se pueden discernir unas de otras, qué es común a los universos de esta enfermedad, qué es característico de cada uno, qué se diferencia una de otra, quién es el aire pestilencial con su el veneno infecta preferencialmente, a quien, pestífero, con su mal tiempo, a quien acumula jugos perniciosos de alimentos o bebidas tomados corrompidos, de qué manera podemos precavernos de estos males, las cosas que sirven de indicio de que alguien ha sido afectado por ellas, qué son las señales buenas de cada plaga para los que la toman, cuáles son las malas, qué medicinas dar a esas mismas enfermedades mortales. Y así es como esta enfermedad por los escritores latinos llamada plaga y pestilencia, y por el poeta Lucrecio, pestilitas; ya por los griegos, loimoes. Nadie, sin embargo, puede dudar de que la peste, originada por el aire pestilencial o su desgaste diurno, es una enfermedad común que la ve invadir al mismo tiempo a hombres de edad temprana, media y extrema, tanto mujeres como hombres. del masculino; tanto los que beben agua, como los que beben vino, o cerveza, u otra bebida embriagante; tanto los que comen pan de segunda como los que comen pan de primera, de cualquier clase de fruta; tanto los que se alimentan de carnes y pescados y de los más manjares y preparaciones opulentas, como los que se alimentan de leche, queso, legumbres y demás vulgares; tanto los que pasan por la edad ociosa sin ningún trabajo, como los que se dedican asiduamente a algún arte de trabajo. Pero como sucede con las enfermedades comunes, cuya causa y origen es igualmente común, ya sean dos clases, una propia de una cierta región, la otra común a ella y a otras regiones, ya sea que aflija a muchas regiones a la vez, o una tras otra, la peste se cuenta en este segundo género. En cuanto a eso, los griegos lo llaman endemonio[V] & epikhōrion[VI], a los latinos será lícito decir indígena & patria. Género que es el de la elefantiasis[Vii], de algún modo propio de los egipcios; podagra[Viii], a los Áticos; semitertiana, a los romanos; dos enfermedades de Arabia, de las cuales una, en la que el vicio comienza en la boca, encuentra un nombre entre los griegos, otra, en la que la infestación comienza en las piernas; tumor en la garganta, para algunas personas alpinas, se dice que los que lo padecen son guturales. No es que estas y otras enfermedades propias de alguna región no nazcan en las regiones más tópicas, sino que allí son frecuentes porque es común a todos o la naturaleza del lugar, o el agua, o el aire, o la costumbre de viviendo. Porque los gutturs también se encuentran en otros lugares además de los Alpes o similares; muy pocos, sin embargo. El otro tipo de enfermedad común, los griegos lo llaman epidemia & epidemia[Ex], los latinos, con el nombre común molestia (leer). Pero quien quiera expresarlo literalmente, podrá llamarlo popular o vulgar. De este género hay dos especies: una conserva el nombre común, que, suave, tiende a perder pocas de muchas, y más a menudo mucho más lentamente; porque invade en tiempos más largos que las enfermedades perniciosas, que Hipócrates describe como originadas en Thasos por el clima frío y húmedo del aire. La otra se llama la peste, que, furiosa, más rápidamente siempre mata a la mayoría, o al menos a muchos. Ciertamente, ni el nombre enfermedad ni la peste se aplican a una determinada enfermedad; pero cualquiera que en una o más regiones invade muchísimos hombres, se llama enfermedad; a lo cual, además, le es propio hacer perecer a la mayoría, oa muchos, la pestilencia. Sin embargo, como hemos descubierto que todas las enfermedades pestilenciales son febriles, así definimos la fuerza de esta palabra: peste es una enfermedad febril, de malos augurios, que simultáneamente afecta una enfermedad infestante, contagiosa para la mayoría de los hombres, o , por lo menos, a muchos, y al mismo tiempo pernicioso”.[X]
La consideración del nombre con que denominarla aparece como el primer procedimiento propuesto por Agrícola en el tratamiento de la peste, y es lo que sigue a continuación. Además, el conocimiento de la enfermedad, cualquiera que sea, precede a las medicinas, ya que la peste involucra múltiples enfermedades; el de las causas de las que brotan; el de las notas que las indican; quién es infectado por cada uno de ellos, quién es perjudicado. Como partícipe del género de las enfermedades comunes, porque comunica, la peste involucra especialmente a las que se generan a la vez espantosamente en muchas regiones, de modo que acompañan el temor del mal por venir, y la aflicción de lo que ya está. . Como miembro del subgénero epidémico, dice que es la enfermedad más violenta y grave, leer, pues rápidamente mata por lo menos a muchos, tanto a los que trabajan como a los llamados ociosos; extendiéndose en muchas regiones, es popular, no es suave, porque, rápido, es dañino y furioso, dira. Enfermedad común epidémica que invade rápidamente, no pertenece a la peste propiamente dicha, sino al acontecimiento acelerado de la invasión venenosa, aunque común a las enfermedades pestilenciales el estado febril y los siniestros presagios de la grave enfermedad que invade el aire.
Al mismo tiempo, Paracelso, o una persona anónima, utiliza la denominación lucreciana en su tratado de pestilar, para instituir un discurso filosófico sobre el origen y generación de la peste, insistiendo en una razón celestial:
“La peste es una enfermedad asignada a seis lugares del cuerpo humano, a saber: detrás de las orejas, dos; dos, también, debajo de cada axila; más abajo, en el hipogastrio, cerca del pubis, también dos. Así, externamente, se encuentran seis sed ciertas en el hombre, que la peste ocupa, infectada por el cielo, y golpeada o contaminada por el veneno pestilente. por la filosofía techelli[Xi] es claro que además de estos seis lugares mencionados anteriormente, todavía se atribuye un séptimo a esta grave enfermedad, que debe conocerse en sí misma.
Ahora bien, no fue tan imprudente y frustrado por Dios constituido [el hombre], que estos tres dichos lugares en el hombre, siempre, o, al menos, la mayor parte del tiempo, tan ciertamente afligen y corrompen. Ciertamente, el médico experto y sabio debe, a partir de este juicio, conjeturar la ubicación de los planetas. Pues lo semejante siempre opera en su semejante. Así Saturno, con las propiedades de la luna, opera en las partes superiores del hombre, es decir, detrás de las orejas. Marte, como también, en un lugar peculiar, el Sol, opera en los lugares externos del hombre, como debajo de las alas. Del mismo modo, tanto Júpiter como Venus, en ambos fémures, cerca del pubis, al menos en lo que a esta enfermedad se refiere.
Sin embargo, como poco antes se recordó otro lugar en el hombre que se encuentra todavía en la séptima posición, un lugar, entonces, de Mercurio, por lo tanto, se explicará más adelante por qué cálculo se debe entender”.[Xii]
Los seis asientos ocupados por la peste fuera del cuerpo humano encuentran los conceptáculos, por encima y fuera del cuerpo, de su profanación de ellos múltiples, cada uno de los cuales el médico, que debe ser tan experto como sabio, concibe por la posición o disposición de cada estrella, para construir la astrología de la plaga, o plaga astrológica.
Según ese tratado, el hombre se genera a partir de la primera matriz, que es el gran mundo, mundo magnus[Xiii]. Por creación de la mano de Dios, el gran mundo produjo al hombre hecho de carne caduca y frágil, hecha de tierra y agua, para que por estos dos elementos la vida terrestre y animal que el hombre recibe naturalmente del cuerpo, ya que la vida en sí misma Animal , no lo que es anímico, sino lo que subsiste animado, no es más que fuego y aire.[Xiv]. El agua y la tierra de que está constituido el cuerpo se entienden como morada de la vida, no de la vida misma, morada no del alma divina del teólogo, sino de la vida médica o vida animal del hombre, forjada de fuego y aire. , caduca y Animal[Xv]. El cuerpo así constituido y la vida así considerada significan que, por la naturaleza terrestre y acuosa del primero, por la naturaleza aérea e ígnea del segundo, el hombre consta de los cuatro elementos, dotándolo de una doble vida: animal y sideral.[Xvi]. Porque el cuerpo, que es sangre y carne, está siempre muerto, hasta que el soplo de las estrellas, es decir, el espíritu sideral, vivifica al hombre, de modo que el cuerpo animal se mueve vivificado.[Xvii]. De las estrellas procede la vida sideral que penetra en la vida animal, que naturalmente pasa a ser propiedad y virtud del cielo.[Xviii]. Corresponde al verdadero médico y experto saber la razón por la cual el hombre es gobernado y compelido por las estrellas.[Xix]. Si el cielo rige la vida del hombre, los elementos ya moderan su cuerpo.[Xx]. Así como la vida es fuego y aire, y el cuerpo, tierra y agua, siendo el cuerpo movido por la vida, el agua y la tierra están gobernadas por el fuego y el aire, y las modalidades de esta disposición son los principios de la salud y la enfermedad en los hombres.[xxi].
O de pestilar enseña el nacimiento de los elementos, cabalísticamente, a partir de tres cosas que, sin embargo, no fueron creadas antes ni más rápidamente que la tierra, el agua, el aire y el fuego[xxii]. Tres cosas que son y fueron los cuatro elementos, cuya madre, sin embargo, fue el agua, pues, al hacer el mundo, el soplo de Dios vino sobre las aguas, teniéndolas por el verbo hágase creado antes que todo y de él produjo la mayor cantidad de criaturas; tres cosas que con verdadero nombre se llaman azufre (azufre), mercurio (mercurio), sal (sal) y son el principio y la verdadera materia a partir de la cual se forjaron todos los animales y el hombre mismo.[xxiii]. Los tres reconocen dos rectores y gobernadores de ellos, a saber, la luna, que modera la sal, ya que es la sustancia y materia del agua y está sujeta al agua, ya que se disuelve y licua en ella, siendo la sal el cuerpo del otoño y del invierno. .operado por la luna; y el sol, rey y señor del azufre, ya que es de naturaleza ferviente y fogosa, por lo que se disipa en el fuego y en el sol, siendo el azufre el cuerpo de la primavera y del verano moderado y regido por el sol[xxiv]. La sal da forma y color a las criaturas, el azufre les da cuerpo, crecimiento, digestión, de modo que estas dos cosas, por mediación de los astros, existen como progenitoras de todas las criaturas, ya que la tercera se engendra del sulfuroso el sol y la luna salina, mercurio, que para mantenerse y crecer exige el apoyo diario de las dos anteriores[xxv].
Los principios de la generación del hombre componen el microcosmos humano bajo la influencia continua del macrocosmos astral, de modo que las enfermedades que padece se originan ya sea por la disposición de los elementos del cuerpo, un tipo de enfermedades naturales y elementales, o por la operación de las estrellas regentes. de la vida, enfermedades celestes y astrales. En el primer libro de filosofía astuta, Paracelso propone la peste como una enfermedad contraída del cielo por operación solar:
“La pestilencia es una enfermedad nacida de las estrellas, que nos aflige con su infección el sol, así como con sus rayos. Se comete un error con respecto a esta enfermedad, si se instituye la lucha contra la peste por medio de medicinas elementales. Porque el remedio de esta manera no hace nada contra la infección sideral. Ahora bien, algo así ayuda, si el propio cuerpo también ha contraído alguna infección, una enfermedad que entonces es física. En cuanto a lo sideral, que es lo principal, si no lo estorbáis con tales remedios. Admitimos que los remedios elementales son de alguna utilidad en este caso; sino sólo la ventaja que tiene el sombrero frente al sol: los rayos del sol son repelidos de la cabeza por la sombra inducida; la fuente misma, sin embargo, y el origen no obstruyen ni descartan. como fuego que arde desde fuera; así también debe saberse que las enfermedades siderales queman. Así como el frío y el calor pueden ser dañinos para el cuerpo; así también, las estrellas, cuya fuerza está más denervada y fracturada, más hay en el hombre fuerzas singulares resistentes a esa infección. De ahí se sigue que no puedes infectar lo que quieres”.[xxvi]
Como las enfermedades son generadas o por los astros o por los elementos, dos medicinas, dos médicos, dos operaciones se distinguen del doble origen de las enfermedades, cumpliendo el médico con celo y diligencia en discriminar según sea el caso, para que no trate con remedios elementales enfermedades siderales, o lo contrario[xxvii]. Lucha contra el orden de la medicina que, ignorante de las infecciones y de las pulsiones siderales, trata de expurgarlas por medio de la medicina elemental.[xxviii], que se ocupan de las infecciones cuyo origen es el propio cuerpo y de las llamadas enfermedades físicas, ya que las morbilidades que aquejan de origen externo, como la peste, exigen medicina de otro origen y otro tipo de medicina para curarlas.
“Enfermedades como esta todavía son muchas en el mundo de hoy, para las cuales solo la medicina celestial es capaz de curar, y no la medicina natural. Porque las enfermedades se dividen en dos clases: las de naturaleza y las de poderes celestiales. En cuanto a la medicina celestial, ya se sabe que se hace sin ningún cuerpo natural, sólo de esta manera: toma tu cama y vete, etc. (…) Pero también está el asunto de la peste, una enfermedad no sujeta a la naturaleza, sino al cielo y su medicina. Luego está la pregunta: si solo el verbo cura, ¿por qué no de la misma manera también al menos lo que causa la transpiración? Por esto: porque el verbo no es semejante a todos, que con la mano arrebatan lo que está cerca, y le presten ayuda. Esta es la causa. Donde hay enfermedad, su origen es doble: uno es la naturaleza; otro es el cielo. El verbo cura lo celestial; naturaleza, lo natural. La peste es, por tanto, una doble enfermedad. Al cielo, pues, medicina celestial. Y el que en la naturaleza arrebata o hiere, esa enfermedad se curará naturalmente. Ahora, esta es la razón por la cual uno debe usar lo que sabe sobre la naturaleza”.[xxix]
Celestial, la peste cuya curación se efectúa a través del verbo dirigido a dios vincula la medicina celeste a la evocación, que implica saneamiento en el culto divino y religioso. Que las señales anuncian la venida de la plaga, anticipadas por las enseñanzas, por las anunciaciones angélicas, por las profecías, postula la providencia divina que gobierna el gran mundo.[xxx]. En todo compite la operación celestial, por cuya enervación de las fuerzas acaba la aflicción viciosa; pero, aunque el cielo es la fuente de donde se divierte la pestilencia, su manifestación infesta la naturaleza humana, cuyo conocimiento se ocupa de los signos y accidentes pestilentes en el cuerpo terrenal, conocimiento que se usurpa para tratar naturalmente la invasión corporal divina de la peste piromántica, causando espasmos, convulsiones, rigidez de las extremidades, fiebre, agrandamiento del hígado[xxxi], y la del veneno de los planetas, o fuego venenoso que contamina la sangre y consume la carne.
Lo dicho como acontecimiento por el cual se opera la medicina celestial y se cura la peste, se distingue su duplicidad, ya que, si los remedios a los que recurre la medicina natural proponen el tratamiento corporal de la peste física y, por tanto, la curación del cuerpo que está enfermo, ya dicho implica lo incorpóreo en el saneamiento de la vida, para que subsista el incesante dicho del acontecimiento pestilente; existiendo así, según la medicina natural, res, la plaga corporal; insistiendo, sin embargo, según lo celestial, apropiación, incorpora la peste. Cosa y verbo, o actuar y decir, distinguen las medicinas según las clases de enfermedades: las de la naturaleza o las del cuerpo, la intervención práctica artificial de la medicina natural en favor de la curación corporal de la enfermedad; por las fuerzas o vigor del cielo, o vital, la evocación religiosa provocada por la medicina celestial, que intercede ante el trono de Dios por la salvación de los hombres.
*Yuri Ulbricht Tiene una maestría en filosofía de la USP.
Para leer la primera parte ir a https://dpp.cce.myftpupload.com/uma-breve-historia-da-peste-i/
Para leer la segunda parte ir a https://dpp.cce.myftpupload.com/uma-breve-historia-da-peste-ii/
Notas:
[i] Iohannis Itrensis. Libellus de peste huius anni Millesimi • CCCC•LXXVI•
[ii] Iacobi Hollerii Stempani Comentario. Galón. anuncio enviado. 20. secta. 3. lib. 3. Epidemia.
[iii] Iacobi Hollerii Stempani de peste calumnias.
[iv] Iacobi Dalechampii De plagas libri tres. De causas pestis. i.
[V] Endémico.
[VI] Local.
[Vii] Plin. HN. XXVI, v, 7: “diximus elephantiasim ante Pompei Magni aetatem non accidisse in Italia, et ipsam a facie saepius incipientem, in nare prima veluti lenticula, mox inarescent per totum corpus maculosa variis coloribus et inaequali cute, alibi crassa, alibi tenui, dura coartada ceu scabie aspera, ad postremum vero nigrescente et ad ossa carnes adprimente, intumescentibus digitis in pedibus manibusque. Aegypti peculiare hoc malum et, cum in reges incidisset, populis funebre, quippe in balineis solia temperabantur humano sanguine ad medicinaleam. et hic quidem morbus celeriter in Italia restinctus est, sicut et ille quem gemursam appellavere prisci inter digitos pedum nascentem, etiam nomine oblitterato”.
[Viii] Gota en los pies.
[Ex] Epidemia.
[X] Georgii agricolae De plagas libri tres. YO.
[Xi] Techellica Filosofía, Paracelsus dicitur ab authore Techello Judaeo, quem scripta singularia Magica scripsisse laudavit de Pestilit. tracto. 1. en principio. & 1. principio. suyo de mysteriis verm. w. 5. y 6. Verùm omninò salutare nobis est, quod talia scripta interierint. En Lexicon medicum, quondam à Barth. Castillo Messatensi.
[Xii] avr. Felipe. Teof. paracelso Opera omnia-volumen primum. De pestilar. Tractatus I, Origo y generatio pestis.
[Xiii] avr. Fil. Teof. paracelso Opera omnia-volumen primum. De pestilar. Tractatus I, Quid sit homo.
[Xiv] avr. Fil. Teof. paracelso Opera omnia-volumen primum. De pestilar. Tractatus I, Quid sit homo.
[Xv] avr. Fil. Teof. paracelso Opera omnia-volumen primum. De pestilar. Tractatus I, Quid sit homo.
[Xvi] avr. Fil. Teof. paracelso Opera omnia-volumen primum. De pestilar. Tractatus I, Quid sit homo.
[Xvii] avr. Fil. Teof. paracelso Opera omnia-volumen primum. De pestilar. Tractatus I, Quid sit homo.
[Xviii] avr. Fil. Teof. paracelso Opera omnia-volumen primum. De pestilar. Tractatus I, Quid sit homo.
[Xix] avr. Fil. Teof. paracelso Opera omnia-volumen primum. De pestilar. Tractatus I, Quid sit homo.
[Xx] avr. Fil. Teof. paracelso Opera omnia-volumen primum. De pestilar. Tractatus I, Quid sit homo.
[xxi] avr. Fil. Teof. paracelso Opera omnia-volumen primum. De pestilar. Tractatus I, Quid sit homo.
[xxii] avr. Fil. Teof. paracelso Opera omnia-volumen primum. De pestilar. Tractatus I, Cábala.
[xxiii] avr. Fil. Teof. paracelso Opera omnia-volumen primum. De pestilar. Tractatus I, Cábala.
[xxiv] avr. Fil. Teof. paracelso Opera omnia-volumen primum. De pestilar. Tractatus I, Cábala.
[xxv] avr. Fil. Teof. paracelso Opera omnia-volumen primum. De pestilar. Tractatus I, Cábala.
[xxvi] Aureoli Philippi Theophrasti Paracelsi Opérum volumen segundo – Ópera química y filosófica. Liber primus philosophiae sagacis - Probatio in scientiam medicinee adeptae.
[xxvii] Aureoli Philippi Theophrasti Paracelsi Opérum volumen segundo – Ópera química y filosófica. Liber primus philosophiae sagacis - Probatio in scientiam medicinee adeptae.
[xxviii] Aureoli Philippi Theophrasti Paracelsi Opérum volumen segundo – Ópera química y filosófica. Liber primus philosophiae sagacis - Probatio in scientiam medicinee adeptae.
[xxix] Aureoli Philippi Theophrasti Paracelsi Opérum volumen segundo – Ópera química y filosófica. Liber secundus philosophiae sagacis – Probatio in cœlestem Medicinam adeptam.
[xxx] Aureoli Philippi Theophrasti Paracelsi Opérum volumen segundo – Ópera química y filosófica. Liber secundus philosophiae sagacis – Probatio in cœlestem Medicinam adeptam.
[xxxi] avr. Fil. Teof. paracelso Opera omnia-volumen primum. De pestilar. Tractatus II, De cura et sanatione.