por ALEXANDRE ARAGÃO DE ALBUQUERQUE*
La reanudación de las obras de la Refinería Abreu e Lima va en contra del neoliberalismo y expone una lucha mucho más profunda y estructural por la soberanía del país
“Investigar la injerencia golpista, como si se originara en un universo paralelo al democrático, es un error. Los asaltos al poder pueden ocurrir en cualquier régimen, pero los golpes parlamentarios, como el ocurrido en Brasil en 2016, sólo existen en sistemas de democracias representativas”.
(Wanderley Guilherme dos Santos)
El fallecido politólogo Wanderley Guilherme, ex investigador del IESP-UERJ, publicó una obra clásica titulada “¿Quién dará el golpe?” (Civilización brasileña, 1962), tratado inaugural por el que ganó notoriedad por haber presagiado en 1961 el golpe de Estado militar contra el entonces presidente João Goulart, que no se lanzó definitivamente hasta tres años después, el 1 de abril de 1964.
Un golpe contra la democracia es una elección perversa. Las malas intenciones que impulsan al grupo golpista se recogen y reconocen sólo con el tiempo. La ciencia política consagra el golpe de estado como un acto político de traición. Es un recurso extremo a través del cual sectores de la clase dominante lo utilizan para recuperar privilegios amenazados, preservados dentro de un orden injusto y desigual construido a lo largo de la historia de una sociedad determinada.
El lunes 22, el Prensa en Brasil publicó un excelente artículo del periodista Leonardo Attuch en el que el autor denuncia el mensaje dado al presidente Lula, por el imperio americano, a través de los medios capitalistas conservadores brasileños, para que Lula “no se atreva a desarrollar Brasil de manera altiva”.
Los estudiosos de las ciencias políticas saben muy bien que el primer punto de un Ciclo de Políticas Públicas a definir para su implementación es la conformación de la Agenda. En otras palabras, el conjunto de problemas o temas considerados relevantes, por las autoridades y otros partes interesadas, en un espacio competitivo de disputas, integrar los programas gubernamentales, con sus respectivos presupuestos, apuntando a una aplicación real basada en la toma de decisiones concretas para su implementación. En este sentido, es conocido que el complejo mediático conservador ejerce fuerte presión sobre la opinión pública para formar Agendas Públicas, en función de los intereses que defiende y representa.
En el artículo citado, Attuch señala el tema central en disputa: el desarrollo de Brasil apuntando a un papel protagónico y soberano en la escena internacional, con la reanudación de la reconstrucción estratégica de nuestra empresa energética – PETROBRÁS – arruinada por los nefastos e inescrupulosos acción del Cartel Lavajatista, así como, a nivel interno, por una distribución territorial de las inversiones públicas como forma de facilitar el crecimiento de las regiones menos desarrolladas del país.
Con la reanudación de las obras de la Refinería Abreu e Lima, ubicada en el municipio de Ipojuca – PE, la más moderna de Brasil, se proyecta generar 30 mil empleos directos e indirectos, sumando, entre otros productos, alrededor de 13 millones de litros de Diesel S10 por día a producción nacional. Cuando esté en pleno funcionamiento, la Refinería Abreu e Lima ganará R$ 100 mil millones por año.
Pero ¿por qué la clase dominante brasileña repercute de manera airada y orquestada tal imposición del Imperio, impidiendo la liberación de Brasil, la implementación de una Agenda de Liberación? ¿Qué tiene de específico un Estado neoliberal que lo pone en combate mortal contra todas y cada una de las formas de Estado de bienestar que apuntan a la justicia, la inclusión social y el orgullo internacional?
Como afirma el profesor Alaôr Caffé Alves (Estado e ideología. Dialéctica, 2023), A partir de los años 80 del siglo XX, el capital implementó una carrera demencial, reformulando metodologías y procesos productivos con miras a encontrar nuevos caminos a la tendencia de disminución de la tasa media de ganancia y combatir recesiones cada vez más profundas, en un esfuerzo por expoliar nuevas áreas. de la actividad humana, invadiendo descaradamente los espacios públicos, para lograr una mayor apropiación privada del producto social.
Este proceso provocó que el Capital aumentara drásticamente la productividad económica, la expansión de los mercados a nivel mundial, la acumulación acelerada, la expansión exacerbada del crédito y la consecuente reducción del empleo (desempleo estructural). Es durante este período que asistimos a la desviación de grandes y significativas cantidades de capital del campo de la producción material a las composiciones internacionales del capital financiero de una manera nunca antes vista.
Así, el potencial productivo social más amplio e intenso está en contradicción con las formas de apropiación monopolizada, centralizada y concentrada del capital privado. Esto tiende a generar grandes crisis en el sistema capitalista, debido a la creciente contradicción entre la enorme apropiación privada, cada vez más centralizada y concentrada, y la reducción cada vez mayor de la distribución colectiva del producto social, acentuando cada vez más la desigualdad social.
Así, la contradicción entre la concentración de la renta y de la riqueza, con el aumento cada vez mayor del carácter privado de la apropiación del producto social, que provoca grandes diferencias en las condiciones sociales, con poblaciones cada vez más necesitadas, aumenta exponencialmente la necesidad de bienes y servicios públicos y protección social comunitaria. Esta contradicción generará progresivamente una gran tensión entre las necesidades colectivas y la fuerte concentración de capital en el sentido de usurpar cada vez más bienes, servicios y valores públicos al sector privado, a través de la privatización.
El neoliberalismo, para lograr estos objetivos, adoptó ciertas medidas fundamentales. A través de la propagación de una ideología hiperindividualista, descompone la sociedad en individuos emprendedores en detrimento del valor ontológico, la competencia y la protección social de las comunidades; los mercados nacionales e internacionales están ampliamente abiertos; se fomenta la desregulación del capital financiero a nivel nacional y global; se promueve la transferencia de industrias intensivas en mano de obra a las periferias nacionales e internacionales para explotar los bajos salarios; se implementan políticas para reducir los salarios reales de los trabajadores; Se incorporan nuevas tecnologías para la producción y circulación de bienes (toyotismo); se modifican y flexibilizan los derechos laborales; se privatiza la seguridad social; los recursos naturales se exploran intensamente; se privatizan los servicios públicos; se debilitan las responsabilidades del Estado en materia de derechos sociales; se promueve la privatización de la energía, los recursos naturales y minerales. En definitiva, el Mercado y el sector privado se convierten en el núcleo incondicional y organizador de la vida social, política, cultural y económica de toda la sociedad.
La desigualdad social, cada vez más acentuada, genera el agravamiento de los conflictos entre grupos y clases sociales, haciendo que los movimientos sociales sean cada vez más eficaces a la hora de denunciar el expolio al que están sometidas poblaciones enteras. Debido a la ferocidad neoliberal, la realidad política se ve obstaculizada por el lado de la construcción de consenso, avanzando hacia el surgimiento de una confrontación cada vez más explícita.
Como forma de garantizar la hegemonía neoliberal, surgen grupos, organizaciones y partidos políticos de corte nazi y fascista, cuyo objetivo es establecer, a través de la violencia, el dominio de formas de Estado neoliberales autoritarias. En consecuencia, el Estado neoliberal entraña enormes dificultades intrínsecas para impulsar procesos democráticos, erigiéndose como expresión del agotamiento histórico de las bases y condiciones del modo de producción capitalista.
Por lo tanto, lo que se observa en este período, materializado en la flagrante intimidación llevada a cabo por los medios corporativos conservadores contra Lula, debido a la reanudación de las obras en la Refinería Abreu e Lima, no es una mera polarización política, como insiste el sentido común. reverberando parróticamente sobre la tensión básica que mueve el tiempo presente. Esta es una lucha mucho más profunda y estructural. Lula lo sabe muy bien y sigue señalando la necesidad de un cambio sustancial en las injustas condiciones que rigen la vida en sociedad.
*Alexandre Aragão de Albuquerque Máster en Políticas Públicas y Sociedad por la Universidad Estatal de Ceará (UECE).
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