Por José Geraldo Couto*
No es nuevo que los villanos de los cómics y el cine ejerzan una mayor fascinación que los propios héroes. Sin querer hacer psicoanálisis de bar, quizás se podría decir de ellos lo que ya se ha dicho de los monstruos de los cuentos infantiles y las películas de terror: que encarnan pulsiones, deseos y miedos de los que queremos deshacernos. Si la muerte del monstruo es un triunfo de la civilización contra las fuerzas del inconsciente, la victoria del héroe sobre su archienemigo es un triunfo del orden social imperante, una restitución del statu quo.
A la luz de esta idea, la sorprendente Joker, de Todd Phillips, representa un giro curioso del esquema, no tanto porque toma el punto de vista del villano, sino porque resalta que el mal no está en él, sino en la división misma del mundo social en ganadores (ganadores) y perdedores (perdedores), en un permanente demostración de la realidad (o comedia stand-up) de opresión y humillación.
No por casualidad, la película comienza con el protagonista siendo atacado por un grupo de niños “chicanos”. Más que confirmar el dicho de los desgarrados y desgarrados, la escena en la que los oprimidos se vuelven opresores reproduce el funcionamiento de una sociedad demente.
La noción de locura, por cierto, es una de las muchas sutilezas de este Joker. La narración se construye desde el protagonista, acompañándolo todo el tiempo, pero es un punto de vista inestable, en el que lo real y lo imaginario se confunden, obligando al espectador a constantes revisiones y correcciones y manteniéndolo en la incertidumbre hasta el final. , e incluso después.
locura contagiosa
La locura del Guasón impregna la locura del mundo y es impregnada por ella. En la construcción visual de las escenas, lo “real” y lo que es el delirio tienen la misma nitidez, la misma densidad. A diferencia de la mayoría de películas de la franquicia de Batman, aquí el espacio físico no está estilizado: tu Gotham City es una Nueva York con un poco más de basura y suciedad. Es de nuestro mundo que Joker habla, o más precisamente, de la América neoliberal que exalta el espíritu empresarial, rinde culto a la celebridad, recorta los servicios sociales (incluida la atención psiquiátrica y la medicación para el protagonista) y arroja a los excluidos a la cuneta o al crimen.
Se habló del paralelismo entre la película de Todd Phillips y conductor de taxi de Martin Scorsese, principalmente por la presencia de Robert De Niro en el reparto, en el papel de un veterano comediante de éxito, Murray Franklin.
Pero es con otra película de Scorsese, el rey de la comedia (1982), quien Joker hablar más íntimamente. Si allí De Niro encarnaba a un idiota absoluto que soñaba con ser un comediante como su ídolo (interpretado por Jerry Lewis), llegando a secuestrar a este último para aparecer en su programa de televisión, aquí opera una inversión: él es el ídolo, y Arthur Fleck, el Joker en ciernes, admira su ejemplo y quiere aparecer en su programa.
Los puntos de contacto entre las dos películas son innumerables: como Rupert Pupkin (el el rey de la comedia), Fleck vive con su madre, delira con escenas de gloria y aplausos, quiere impresionar a la mujer deseada y termina siendo llevado al crimen. La soledad, el resentimiento, la alienación, el delirio -y el crimen- también los acercan a Travis Bickle, el conductor de conductor de taxi.
realismo social
Más que atraer la complicidad de los cinéfilos, estas conexiones afilian Joker a una vertiente cinematográfica de crítica social que tuvo uno de sus momentos más fuertes en Estados Unidos en la década de 1970 y que en las últimas décadas se ha visto un tanto asfixiada por una acentuada infantilización de producciones y públicos. Que Todd Phillips acaba de entrar en la arena de blockbusters de superhéroes para rescatar este sesgo del realismo social es algo que hace aún más singular su película.
tal vez por esto Joker está alcanzando la rara condición de obra respetada por la crítica y prestigiosa por el público. León de Oro en Venecia y megaéxito de taquilla son cosas que no suelen conciliar.
Hasta el momento no he mencionado el nombre del actor que encarna al Joker. Es que la actuación de Joaquin Phoenix merece un texto aparte, por su extrema densidad y complejidad. Toda la aflicción del personaje, en sus infinitos matices, parece expresarse no sólo en su risa amarga, sino en cada fibra de su delgado cuerpo, en cada movimiento de su danza, a la vez elegante y torpe. Es un actor físico e intenso como De Niro en sus mejores momentos. Solo su actuación hizo que la película valiera la pena.
*José Geraldo Couto es crítico de cine, periodista y traductor.
Publicado originalmente en BLOG DE CINE
Joker (Joker, EE. UU., 2019). Dirigida por: Todd Phillips. Guión: Todd Phillips, Scott Silver. Elenco: joaquin Phoenix, Robert De Niro, Zazie Beetz