Un casi memorial

Jorge Luis Borges & Jorge Schwartz / Imagen de Madalena Schwartz
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por JORGE SCHWARTZ*

Discurso pronunciado agradeciendo la concesión del título de Profesor Emérito de la FFLCH-USP, en 01 de marzo 2024

En primer lugar quisiera agradecer a todos los aquí presentes, mis amigos de toda la vida; Se incluyen ex aprendices. Recibo este título hoy gracias a la iniciativa de un profesor y del jefe del departamento de mi disciplina, ambos de literatura hispanoamericana, y a la feliz coincidencia de que ambos sean exalumnos: Laura Hosiasson y Pablo Gasparini aquí en esta mesa de honores.

No es poca emoción recibir, por iniciativa del Departamento de Literatura Moderna, DLM, el título de “profesor emérito” de la FFLCH, institución a la que tengo el honor y el placer de pertenecer desde hace más de cinco décadas. Más aún en la llamada “edad avanzada”, cercana a los 80 años, lo que no es poca sorpresa. Debo citar a Groucho Marx, en una frase que se le atribuye, que “en cada anciano hay un joven que quiere saber qué pasó”.

Mi vida personal y académica es la suma de algunos lugares y momentos significativos: Argentina, donde nací y viví hasta 1960; Brasil, donde completé mis estudios secundarios que comencé en Buenos Aires; Israel, donde cursé mis estudios universitarios entre 1967 y 1971; Estados Unidos, donde estuve un año y medio, y otras temporadas más cortas, y por supuesto, Brasil donde, además de la docencia, realicé estudios de posgrado hasta obtener la licenciatura.

Y una advertencia inicial: al ver los retratos sonrientes de Antonio Candido, Alfredo Bosi, Walnice Nogueira Galvão, Davi Arrigucci Jr., Leyla Perrone-Moisés, Marilena Chaui, Kabengele Munanga y Fernando Novaes en el pasillo de la FFLCH Emeritus, llego a la humilde Conclusión de que hay Eméritos… y Eméritos.

Entre las diversas posibilidades para preparar este texto, encontré más apropiado hacer una retrospectiva y un balance de mi carrera académica, casi un memorial, sin panel ni defensa de tesis.

Confieso que, de los dos elementos ineludibles, que no pueden evaluarse objetivamente y que forman parte del destino de cualquier ser humano –el azar y la suerte–, ambos siempre me han acompañado. Como dice el proverbio latino Fortis fortuna adiuvat [la fortuna favorece a los atrevidos].

Llegué con mi familia al puerto de Santos en marzo de 1960, y sólo después de dos años pude retomar mis estudios, en el curso nocturno del 4º año de secundaria, en la Escola Estadual Rodrigues Alves, todavía hoy en la Avenida Paulista. . De una escuela pública de Buenos Aires, exclusivamente masculina y represiva, caí en una clase de 4º grado en ese momento, mixta y con alumnos afrobrasileños. Me empiezan a llamar Jorge, en lugar del señor Schwartz de saco y corbata del colegio Bonaero.

Quisiera aprovechar para comentar que la mía fue 100% escolaridad pública; Soy resultado de eso: empezó en Argentina y seguí aquí hasta el final de mi carrera. Es importante resaltar este aspecto, cuando en Brasil se han hecho y se siguen haciendo tantos esfuerzos por la educación privada en detrimento de la educación pública. Un estallido en dictadura, con muchas consecuencias, como el del grupo Objetivo donde di clases durante unos años al inicio de mi carrera.

Tratando de continuar mis estudios secundarios, logré matricularme en la Escuela de Aplicación de la USP, en la Rua Gabriel dos Santos, sin tener mucha idea en ese momento de lo que significaba esa escuela. Digamos que fue un primer giro hacia lo que sería mi futuro en las humanidades. Y mucho más que eso. Entre mis maestras, verdaderas formadoras y figuras inolvidables, cabe mencionar a Dilu (Maria de Lourdes Gianotti, ahora profesora emérita de la misma FFLCH), Sabina Kundman y Munira Mutran. Para que te hagas una idea, el curso clásico contaba con clases de filosofía, literatura comparada, inglés, francés y latín. Varios de los estudiantes, adolescentes, fueron detenidos y torturados. Fue una experiencia muy intensa.

El paso de Buenos Aires a São Paulo, en el imaginario del joven adolescente, era como entrar y salir de un agujero de gusano.

Santos, 27.04.1960/XNUMX/XNUMX.

Después de terminar el curso clásico, y con mucha dificultad para definir una profesión, fui a Israel en 1967, como voluntario en un programa de intercambio, y allí estaba, escondido en un búnker un kibutz cerca de Gaza, durante la Guerra de los Seis Días. Miles participaron en estos programas en ese momento, y les ofrecieron becas en la Universidad Hebrea de Jerusalén, donde, sin pensarlo dos veces, entré al curso de pregrado: un segundo y gran turno.

Al terminar la carrera, me inscribí en la maestría, pero vine a pasar las vacaciones a São Paulo, en agosto de 1971, cuando conocí a Davi Arrigucci Jr., en el mismo apartamento donde vive hoy, en la Rua Dona. Veridiana (una amistad que dura más de medio siglo). Davi Arrigucci me recomendó que investigara la zona española, que “faltaba”. Este fue el adjetivo utilizado en su momento y considero que esta recomendación es el tercer turno.

Mi formación en el Departamento de Estudios Latinoamericanos y Literatura Inglesa de la Universidad Hebrea de Jerusalén se basó en el ejercicio de lectura detallada, heredero del nueva crítica, sin análisis de contexto ni estudios teóricos: una intensa formación en análisis de textos que resultó muy útil en la enseñanza y la escritura futuras. Hubo clases magistrales, en grandes auditorios, y tutorías, con pequeños grupos de estudiantes y profesores jóvenes, casi todos israelíes. El gran nombre en ese momento era el profesor Adam Abraham Mendilow, autor de Tiempo y romance, Traducido al portugués por Flávio Aguiar.

De mis mentores, fue decisiva la influencia de Shlomit Rimon Kenan, ahora profesor emérita de esa universidad fundada en 1918, más de tres décadas antes de la creación del Estado de Israel. Shlomit nos hizo “desconfiar” del texto, para profundizar en él y analizarlo en sus diferentes capas interpretativas. Gran experta en ambigüedad literaria, y a modo de ilustración, dirigió un simposio para averiguar si Desdémona había traicionado o no a Otelo (!).

En el mismo año 1971, tuve el privilegio de asistir a una conferencia de Jorge Luis Borges, quien viajó a Israel para recibir el prestigioso Premio Jerusalén, entregado en el gran auditorio por el escritor israelí Shmuel Yosef Agnon, quien unos años antes, En 1966 había recibido el Premio Nobel de Literatura. Jorge Luis Borges habló sobre el clásico argentino martín fierro, asustándonos con su presencia casi mesiánica y su impresionante memoria.

De vuelta en Brasil, el profesor Julio García Morejón, jefe del Departamento de Literatura Moderna de la USP, me contrató inmediatamente, en la primera reunión que tuvimos, para impartir clases de español, en los cursos de Lengua y Literatura. Esto era en 1971, cuando no había procesos de selección, ni concursos públicos y no había muchos candidatos capacitados para estos cargos. Ni siquiera había recibido todavía mi título universitario en Israel.

No sabía que me esperaban muchos años tensos, con direcciones y jefes de departamento (español/inglés/alemán) que no sólo eran conservadores, sino represivos y de extrema derecha. Fue poco después de las jubilaciones obligatorias de profesores de la USP. Las reuniones de departamentos representativos eran verdaderos campos de batalla. Era la época del famoso Consejo interdisciplinario, que junto con la Adusp fueron centros de resistencia durante el período. Fundada en 1976, este período fue para mí una verdadera escuela de activismo político. Nombres como Antonio Candido, Ernst Hamburguer, Eunice Durham, Modesto Carvalhosa, eran líderes indiscutibles.

Mi ingreso a los estudios de posgrado, de la mano del profesor Antonio Cándido, casualmente se produjo en el mismo año 1971. Ese año recibió al último grupo de estudiantes. No fue necesario presentar un proyecto de tesis – se desarrolló a lo largo de los cinco años de la maestría. Hubo seminarios decisivos, dirigidos por nuestro maestro, y estudios grupales, con la conciencia de que estábamos siendo guiados por alguien que, durante décadas, no había dejado de crecer como uno de los más grandes intelectuales, si no el más grande intelectual del Brasil del siglo XX. siglo. Cuento estos detalles para dejar constancia de las gigantescas e insalvables diferencias con la Universidad hoy.

Regresar a Brasil significó sumergirse en el estructuralismo de Roman Jakobson, Tzvetan Todorov, René Wellek y el Círculo Lingüístico de Praga, pero también en Bakhtin y las revistas. Comunicaciones e poético, verdaderas biblias esperadas mensualmente. En otras palabras, el meridiano anglosajón de la teoría literaria emigró a Rusia, Europa del Este y París. Entre tantas posibilidades teóricas actuales, me llevó algunos años encontrar mi propio lenguaje.

Una vez defendido mi maestría en 1976 sobre Murilo Rubião –estudio influido por la tradición de la literatura fantástica latinoamericana (especialmente argentina)–, comencé una larga trayectoria en la literatura comparada, con Brasil e Hispanoamérica como ejes. En palabras de Alfredo Bosi, desarrollé una “vocación comparatista” –sin olvidar que el departamento de mi tutor era precisamente Teoría Literaria y Literatura Comparada–.

La práctica comparada fue una consecuencia que yo consideraría natural, debido a que nací en Argentina y emigré a Brasil cuando tenía 16 años. Hubo un proceso de “estar entre lenguas”, como lo define Sylvia Molloy. Elegir la literatura latinoamericana me permitió un privilegio único: mantener viva mi lengua materna, el español. Incluso en los años 1970, había muchos estudios y publicaciones llamados “latinoamericanistas”, que excluían sistemáticamente a Brasil, lo que ahora es cosa del pasado: cualquier mapa cultural supuestamente latinoamericanista que no incluya a Brasil se considera hoy defectuoso.

Mi estancia en Yale durante año y medio para desarrollar mi investigación doctoral, bajo la dirección de Emir Rodríguez Monegal, supuso un enorme salto cualitativo. Su llegada a la USP en 1975 marcó un punto de inflexión en nuestros limitados repertorios literarios hispanoamericanos. Entre muchas otras cosas, y la más importante, Emir Monegal, el gran crítico y biógrafo de Jorge Luis Borges, me enseñó a leerlo. El resultado de esta investigación fue la tesis Vanguardia y cosmopolitismo: Oswald de Andrade y Oliverio Girondo, defendido en 1979, en un intento de establecer de manera comparada las vanguardias históricas de Argentina y Brasil, construyendo una tradición poética en ambos países, desde los años veinte hasta los cincuenta.

  Premio APCA 1983, mejor ensayo.

                             

El resultado de este proyecto fue la enseñanza gratuita en 1987 – Vanguardias latinoamericanas: textos programáticos y críticos  - publicado inicialmente en España, luego en México y finalmente por Edusp, que lo sigue publicando. Para llevar a cabo este trabajo fue fundamental la investigación realizada en la división hispana de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. Si el doctorado se defendía en tres años, la cátedra titular significaba diez años de investigación.

Siguiendo fiel a mis vanguardias, Oswald de Andrade y Oliverio Girondo tuvieron sus respectivas evoluciones. En Brasil, el más importante de ellos culminó con la edición en dos volúmenes, por la colección “Archivos” y por Edusp, de trabajo incompleto, de Oswald de Andrade.

     VIII Premio ABREU

Es un trabajo de crítica genética. La publicación esperó más de dos décadas y la Edusp, como siempre, hizo un trabajo formidable. Esta es una obra de referencia del escritor paulista. Ninguna editorial comercial podría financiar este proyecto de 1.500 páginas dibujadas una a una, con notas y marginales, un cuaderno de imágenes además de las imágenes internas. En Argentina continuaron las investigaciones sobre el poeta argentino, que culminaron con la Nuevo homenaje a Girondo.

El estudio de las vanguardias históricas me llevó inevitablemente a acercarme a las artes visuales, que podría definir como mi “banquete de años”, en la terminología de Roger Shattuck. El desarrollo más importante de esta trayectoria fue la exposición De la antropofagia a Brasilia, en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), en España, en 2000, y su escala en São Paulo, dos años después, en la Fundação Armando Alvares Penteado (Faap). Invitado por Juan Manuel Bonet, autor entre otras muchas cosas de Diccionario de vanguardias en España 1907-1936, la exposición significó un abordaje interdisciplinario y multicuratorial, involucrando los ámbitos de las artes plásticas, la literatura, el cine, la arquitectura, la música y la presencia extranjera en Brasil. Me atrevería a decir que hasta la fecha no ha habido una exposición de esta envergadura de 700 obras pertenecientes a 100 colecciones. Esta multiplicidad de áreas de conocimiento fue el resultado de varios posgrados en el extranjero, lo que me permitió continuar investigaciones en bibliotecas y visitas a museos.

Impartí cursos, por ejemplo, además de los de la USP, en Yale (1977); en la Universidad de la República, en Montevideo (2001); en la Universidad de Texas en Austin (dos veces, en 1988 y 1999, como profesor visitante Tinker); en la Universidad de Nueva York (2002); en Johns Hopkins (tres veces: en 2001, 2003 y 2004); en la Universidad de Maryland (1989); y en la Universidad de California, Irvine (2005), como profesor visitante distinguido. También en la Universidad de Besançon.

Quisiera aprovechar la oportunidad para mencionar que fui miembro del jurado del Premio Casa de las Américas, en La Habana, Cuba (1992), país donde estuve un mes, en uno de sus momentos de mayor dificultad económica. . Entre los miembros del jurado de ese año se encontraban Davi Arrigucci Jr. y Silviano Santiago. Fue una oportunidad para conversar con Roberto Fernández Retamar, ya fallecido, figura histórica de la cultura cubana y de la propia Casa de las Américas. Debo reconocer que estos viajes de enseñanza e investigación incrementaron mi red de amigos, la mayoría de los cuales continúan hasta el día de hoy. Es la permeabilidad que nuestra vida, muy particular en relación con otras profesiones, permite para vincular lo público con la vida privada y académica contaminando el mundo de los afectos.

Un resultado de las investigaciones y exposiciones fue la publicación del caja modernista, recientemente reeditado por Edusp –una manera de hacer facsímiles de las primeras ediciones de Pau Brasil, de Oswald de Andrade, y Pauliceia enloquecida, de Mário de Andrade, así como varios otros documentos de muy difícil acceso.

En cuanto a las ediciones facsimilares, también fue una alegría poner en circulación en Brasil dos libros de artista muy raros, de Vicente do Rego Monteiro, publicados originalmente en Francia: Leyendas y creencias amazónicas (1923) y Quelques rostros de París (1925), bajo el título De Amazonas a París, ahora también reeditado por Edusp.

El artista de Pernambuco nunca logró publicar estas obras en Brasil: las hermosas acuarelas que inspiraron las ilustraciones de las leyendas amazónicas se encuentran repartidas en varios museos brasileños. Otra alegría bibliográfica fue la edición facsimilar por parte de la Companhia das Letras de uno de los libros más bellos del modernismo, El primer cuaderno de estudiante de poesía de Oswald de Andrade, con aparatos críticos.

Creo que esta trayectoria latinoamericanista culmina con la publicación, en Brasil y Argentina, de la colección de artículos fervor de las vanguardias. Aquí debo agradecer públicamente a Walnice Nogueira Galvão, por haber sugerido e insistido para que esta publicación se realice. Incluye a quienes me han acompañado durante décadas y hasta hoy: Oswald de Andrade, Oliverio Girondo, Lasar Segall, Xul Solar, Joaquín Torres García, Vicente do Rego Monteiro, además de Borges y el fotógrafo argentino Horacio Coppola.

La aventura de Borges, iniciada en Jerusalén en 1971, tuvo una inesperada continuación en Brasil, cuando fue invitado por Eliana Sá a coordinar la traducción del trabajos completos publicado en cuatro volúmenes por la editorial Globo, el primero de los cuales se publicó en 1999, coincidiendo con el centenario de su nacimiento, obra para la que trabajé con siete traductores. La segunda vez que vi a Borges, de cerca, fue en su apoteótica visita a São Paulo, durante dos días, en 1984, es decir, dos años antes de fallecer. Inquietantemente lúcido. El resultado de esta visita fue la publicación de Borges en Brasil, por Editora da Unesp, en 2001. No dejo de notar que la primera persona que mencionó a Borges aquí en el país, y de manera destacada, fue nada menos que Mário de Andrade, en 1928, en una serie de artículos periodísticos sobre la literatura argentina moderna.

La mayor aventura, sin embargo, casi una epopeya, fue el trabajo colectivo, iniciado con estudiantes de la carrera de Historia de España y de América de la USP, que culminó, después de diez años, con la edición del diccionario. Borges babilónico, en 2017, por Companhia das Letras. Confieso que el mejor reconocimiento a este trabajo fue la publicación de este libro, que es más que un diccionario y menos que una enciclopedia, en español en Argentina, en 2023, en Fondo de Cultura Económica, con más de mil entradas y 1 colaboradores, con una primera reimpresión el mismo año.

En materia de docencia, es un placer ver a exalumnos ocupando cargos en las más diversas universidades de Brasil, Argentina, Uruguay y Perú. Considero que es un privilegio y un motivo de orgullo poder dejar un legado con maestros talentosos y dedicados. El tiempo pasa y la mayoría de exalumnos ya están calculando su jubilación. Nunca fue una condición de orientación para investigar las vanguardias, al contrario. Era una manera de evitar el efecto espejo en la relación asesor-asesorado. Sólo dos estudiantes siguieron mis pasos. Se defendieron así tesis sobre los más diversos escritores, Ricardo Piglia, Juan José Saer, Néstor Pérlongher, Virgilio Piñera, Witold Gombrovicz y otros. Tuve la oportunidad de fundar en 1996, la serie Cuadernos de recibos, en su momento en papel y hoy en formato digital, registrando el paso de ilustres profesores visitantes por nuestra zona.

De las actividades de extensión, destaco mi etapa como director del SIBi (sistema integrado de bibliotecas de la USP), de 1991 a 1994. Fue una experiencia llena de desafíos; entre otras cosas, la implementación de Dedalus y Dial-Braille, que permiten la búsqueda de libros para personas no videntes en la Biblioteca Pública Municipal Louis Braille, en el CCSP de la Rua Vergueiro.

Hoy soy profesor titular, de alguna manera vinculado a la institución de la que tanto me beneficié y continúo y asesoro a proyectos postdoctorales. En retrospectiva, puedo decir que me resultaría muy difícil tener una carrera académica en Buenos Aires; Brasil me permitió un lugar privilegiado para hablar y pasar “una vida entre libros”, como dice el título de la conocida autobiografía de José Mindlin.

Mi trabajo, en gran parte colectivo, no se habría realizado sin la competencia de asesores, o mejor dicho, de equipos fieles. “Un gallo por sí solo no puede tejer una mañana”, nos dice João Cabral. En primer lugar, quiero dejar constancia de la colaboración continua de Gênese Andrade, quien mejor conoce mi trabajo; mi estudiante de pregrado y posgrado, con quien sigo desarrollando proyectos. Sus obras son ahora un referente para nuestra Semana del 22 y los temas que la rodean. Destaco también el aporte de María Carolina de Araújo, mi asistente en el Borges babilónico. Finalmente me corresponde destacar a Patricia M. Artundo por sus diversas colaboraciones, pero especialmente en lo que respecta a la edición del Borges babilónico, este en español, y también por la colaboración como responsable de la biblioteca Xul Solar en Buenos Aires – fue un placer haber pasado un mes investigando en la biblioteca de este pequeño gran museo.

Probablemente por mi trayectoria como curador de exposiciones, me invitaron a dirigir el Museo Lasar Segall (MLS), el único museo federal de São Paulo, lo cual hice por un período de casi diez años (2008-2017). Fue un desafío y quizás fue mi contribución más tangible al trabajo en el ámbito de la necesaria extensión de la producción de conocimiento de la universidad. Sin embargo, para trascender los muros de la USP, era necesario poner en funcionamiento el museo. Pasar del ámbito municipal de la Universidad al ámbito federal fue una experiencia además del desafío que significó asumir la dirección de un museo de arte como Lasar Segall. Tenía total libertad en la gestión. Hoy debo favores a la media ciudad de São Paulo.

Allí se realizaron varias mejoras durante mi gestión, como la iluminación de las salas y la reactivación del Cine Segall, con equipamiento digital, hoy una de las pocas salas pequeñas (80 butacas) que sobrevivieron en São Paulo, atendiendo principalmente a la población. de Vila Mariana. Se logró adquirir un generador eléctrico, que garantiza la climatización de la obra, que no puede sufrir fluctuaciones, permitiendo además superar los continuos cortes de energía eléctrica en el barrio. Otro logro importante fue la obtención de la licencia de bombero (AVCB), algo que pocos museos pueden conseguir, dadas las exigencias en materia de seguridad, en un país que parece haberse especializado en incendios en las grandes instituciones museísticas. Los mayores terrores de un director de museo siempre han sido el fuego y el robo. Visitar la MLS hoy sigue siendo un placer, sabiendo que su colección está protegida.

Hacer un informe sobre los diez años al frente de la MLS implicaría una sesión separada de la emergencia. En cualquier caso, me gustaría mencionar la celebración de varias exposiciones de larga duración y muchas temporales, a veces creadas por el propio museo, a veces con comisarios invitados, y la publicación de 25 catálogos. Y son necesarios dos nombres: Roberta Saraiva, que me ayudó en la transición, y Marcelo Monzani, mi mano derecha y ahora director interino.

Pero, con la suerte de haber aterrizado en el lugar adecuado (o aterrizar de pie, como dicen en España), el museo me dio una verdadera inmersión en el expresionismo, que había dejado un poco de lado en mis investigaciones sobre las vanguardias. garde, en la que el cubofuturismo siempre ha sido el gran privilegiado. En este sentido, creo que me redimí de esta carencia con una de las iniciativas más preciosas, al publicar a través de Edusp el famoso Almanaque El Caballero Azul (Der Blaue Reiter), de Kandinsky y Franz Marc.

Y, en este sentido, también vale la pena destacar una exposición sobre el Holocausto judío, en colaboración con Helouise Costa, profesora del Museo de Arte Contemporáneo (MAC USP). De hecho, no hace falta decir que el tema del “holocausto” renace hoy con debates locos y necesito citar mis palabras de introducción al catálogo de 2017, donde advierto “sobre la existencia latente de fuerzas conservadoras listas para emerger”. y ocupar espacios”.

        El “Arte Degenerado” de Lasar Segall.

                            

Por último, pero no por ello menos, donde todo comienza y donde, aparentemente, todo culmina: Madalena Schwartz. A ella le debo mi educación a través de mis ojos. Mi madre tuvo una posteridad en la historia de la fotografía en Brasil que nunca se imaginó. Tampoco habría sido la misma persona si no hubiera sido por su segunda inmigración a Brasil. Menciono este hecho porque lamento profundamente no poder compartir estos momentos con ella, que estaba en el Salão Nobre fotografiando mis diversas defensas de tesis y grados.

A ella, a sus amigos y discípulos, y a mis queridos maestros –pienso en ellos con emoción, con cierto orgullo y con infinita gratitud– mi más sincero homenaje.

Plagiotropía: para concluir, quisiera usurpar las palabras de Marilena Chauí, de su discurso de Profesora Emérita de diciembre de 2017, que también podrían servir de epígrafe: “el honor [de este título] es una pasión gozosa, que fortalece nuestro poder existir, pensar y actuar, alegría que aumenta cuando sabemos que quienes nos honran son amigos”.

Gracias a todos por venir y estar aquí hoy.

* Jorge Schwartz Es profesor emérito del Departamento de Literatura Moderna de la USP. Autor, entre otros libros, de fervor de las vanguardias (Compañía de Letras). [https://amzn.to/4b5sEsd]


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