por PAULO NOGUEIRA BATISTA JR.*
El frente superamplio es importante para ganar las elecciones y, en caso de victoria, para gobernar
El Arca de Noé de Lula es una belleza, lector. Ha sido merecidamente elogiado. Es una construcción brillante y muy brasileña. El brasileño es, entre muchas otras cosas, ecléctico y pragmático. Y nuestro Noé, el expresidente Lula, es brasileño hasta la médula. Y esa es, dicho sea de paso, una de las razones de su preeminencia en la política brasileña desde la década de 1970. Sea cual sea el resultado de esta elección, Lula ya se ha convertido, por lo mucho que ha hecho, por lo mucho que ha sufrido, por la manera ha resistido la persecución implacable, una figura legendaria, una verdadera leyenda brasileña.
Pero no era de Lula mismo de quien quería hablar un poco hoy, sino de su construcción: el frente súper ancho, que él mismo apodó el Arca de Noé. Ese arca, con tripulantes y pasajeros muy heterogéneos, sólo pudo ser ensamblada, insisto, en un país de pragmáticos y eclécticos como Brasil. Y para un político pragmático y ecléctico como Lula. Por razones obvias, que no necesito recapitular ahora, el frente superamplio es importante para ganar las elecciones y, en caso de victoria, para gobernar.
Nada es perfecto, por desgracia. El Arca de Lula se está llenando un poco y, seamos francos, con pasajeros, a veces, muy dudosos. Muy bien, queremos deshacernos de este desastre llamado Jair Bolsonaro. Y, desde 2021, estaba claro y clarísimo que Lula era quien tenía más posibilidades de derrotarlo. A pocas semanas de la segunda ronda, todos sabemos que la victoria no está garantizada.
El propio Lula venía advirtiendo desde hacía meses que sería una elección muy difícil. En un almuerzo al que asistí hace unos meses, uno de los miembros más destacados del Arca comentó con realismo que presentarse a la reelección como presidente, gobernador o alcalde es una “cobardía”. Una afirmación que no necesita explicación, pero que a pesar de ello estaba siendo olvidada por quienes daban por sentada la derrota de Jair Bolsonaro. Otros, por el contrario –como el profesor Marcos Nobre, de la Unicamp– vienen advirtiendo desde 2021 que, a pesar de todo, Jair Bolsonaro llegaría competitivo a las elecciones presidenciales.
Por lo tanto, el Arca de Lula es cualquier cosa menos excluyente. Como el corazón de una madre, todos caben. Cualquiera puede unirse, siempre que esté comprometido con el antibolsonarismo. Por lo tanto, el frente amplio se define fundamentalmente por lo negativo.
De ahí surge un problema: dentro del Arca tenemos la presencia expresiva de la poderosa derecha tradicional o de centro-derecha, huérfanas de la tercera vía. Sin querer pecar de didáctica, recuerdo que la política brasileña se divide a grandes rasgos en cuatro grandes bloques: (1) el centro-izquierda y la mayor parte de la izquierda, encabezados por Lula y el PT; (2) la derecha tradicional o centro-derecha, que incluye a Faria Lima y los medios corporativos y estuvo representada principalmente por el PSDB, ahora en ruinas; (3) la derecha fisiológica o centro-derecha, que incluye a Centrão y otros partidos ideológicamente indefinidos, generalmente de base regional; y (4) la extrema derecha bolsonarista, fascista o protofascista, representada en el Congreso por la bancada BBB (biblia, buey, bala). Hay otras fuerzas, pero son periféricas. Block 4, antes completamente inexpresivo en Brasil, salió del armario con fuerza y alboroto en 2018.
El Arca de Lula incluye la mayor parte del bloque 2. El bloque 3 ahora es en su mayor parte parte del bloque 4, pero puede desembarcar en cualquier momento y solicitar la entrada al Arca, dependiendo, por supuesto, del resultado de la segunda ronda.
Con la presión implacable de los miembros del Bloque 2, el Arca se inclina peligrosamente hacia la derecha. Nuevamente, en la coyuntura dramática que vivimos, solo a un loco radical se le ocurriría rechazar o acosar a los compañeros del bloque 2. Son pasajeros legítimos del Arca. Después de todo, ¿es ella o no es el corazón de una madre? Y digo más: si todavía queda algún financiero, algún neoliberal, algún fisiológico, hasta algún exbolsonarista, dispuesto a embarcarse tarde, que sea recibido con besos y abrazos.
Sin embargo, lector, ¡no se haga ilusiones! Y con una buena dosis de hipocresía, la misma hipocresía que La Rochefoucauld decía que era el homenaje del vicio a la virtud. Los neocompañeros, por amistosos que sean, por dedicados que sean al discurso de la justicia social y la democracia, no siempre son auténticos. En términos generales, digamos diplomáticamente, la autenticidad no es su fuerte. También son discípulos de La Rochefoucauld.
Obviamente, el peso del bloque 2 aumentó con el resultado de la primera vuelta. El bloque 1 necesita más que nunca tu apoyo, y forma parte del bloque 3, para derrotar al bloque 4. La política es también el arte de tragarse ranas. Por otro lado, lector, seamos realistas: ¿de qué sirve ganar las elecciones y perder el gobierno? Sí, tenemos que ser flexibles, sutiles y hasta delicados. Pero cuidado: no perderemos el alma.
Recordé el verso de Rimbaud: "par delicatesse, j'ai perdu ma vie(Por delicadeza perdí la vida). ¡No digo que podemos perder nuestras vidas, sino nuestras almas! En el futuro inmediato, la lucha es contra la destrucción de Brasil, que será inevitable si Bolsonaro es reelegido. Pero poco después, la disputa será por la hegemonía en el frente superamplio que compondrá el gobierno, en caso de victoria de Lula. ¡Realismo por encima de todo!
No es popular: ¡un ojo en el pez, el otro en el gato!
*Paulo Nogueira Batista Jr. ocupa la Cátedra Celso Furtado de la Facultad de Altos Estudios de la UFRJ. Fue vicepresidente del New Development Bank, establecido por los BRICS en Shanghai. Autor, entre otros libros, de Brasil no cabe en el patio trasero de nadie (Le Ya).
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