por PEDRO DE ALCÁNTARA FIGUEIRA*
Lo que tenemos concretamente en el campo específico de la producción económica es que las leyes específicas de las relaciones de producción y reproducción capitalistas han sucumbido a una crisis estructural.
Vivimos en una nueva fase de anticomunismo, que comenzó alrededor de los años 1960 del siglo pasado. No cambió fundamentalmente a pesar de la victoria de la contrarrevolución desatada contra el socialismo en 1990. Antes de este período, el argumento anticomunista se basaba en la ideología de que el capitalismo, con todo su aparato basado en las fantasías de la superioridad de la democracia. , las libertades individuales y una infinidad de mentiras científicamente diseñadas al estilo nazi, era superior al socialismo.
Lo que clasifico como una nueva fase corresponde precisamente a un cambio profundo en la eficacia de este argumento. La crisis que azotó al sistema capitalista a partir de ese período no se benefició, como se esperaba, de la victoria contra la Unión Soviética. La contrarrevolución no borra el ímpetu revolucionario que se apodera de la tecnología y la ciencia de la producción, al mismo tiempo que revela la incapacidad de las relaciones sociales burguesas para albergar las fuerzas productivas que se derivan de esas mismas relaciones.
En este contexto histórico de poderosas transformaciones, la Revolución China, resultado de este florecimiento de nuevas fuerzas, emerge como un nuevo valor. Al mismo tiempo, se revelan cambios estructurales en las leyes de reproducción del capital, que se manifiestan concretamente como impotencia por parte de los intentos de resolverlos persistiendo en la reafirmación de esas mismas leyes.
Es precisamente desde este mundo lleno de nuevas fuerzas, que entran en conflicto con la persistencia en mantener formas de poder ya condenadas por el desarrollo histórico, que podemos comprender las divisiones que poco a poco configuran una nueva realidad.
No podemos olvidar que ni siquiera los llamamientos feudales a la divinidad tuvieron éxito en sus intentos de impedir el nacimiento del mundo burgués.
Podemos decir que la subversión social, a nivel universal, se ha arraigado en el corazón de la sociedad humana. No hay forma de escapar a estos datos empíricos si pretendemos marcar nuestra presencia en el inevitable choque que se desarrolla en todos los sectores de la vida moderna.
Vivimos en medio de un torbellino de fuerzas insolentes que no respetan las experiencias consagradas por su época. Esta situación permite comprender mejor cómo fue la Revolución Industrial en una época en la que se definían antagonismos sociales. El viejo mundo feudal no podía coexistir y, por tanto, sobrevivir frente a la máquina de vapor. Este nuevo instrumento de trabajo comenzó a activar fuerzas que, en cierto modo, están llegando al mundo por primera vez, es decir, un trabajador que se relaciona objetivamente con este instrumento, lo que significa que la automatización es completamente independiente de su constitución física. El molino de viento corresponde al mundo aristocrático.
Llegó a tal punto en cuanto al desarrollo de instrumentos de trabajo, que Benjamín Franklin clasificó la nueva especie humana que estaba surgiendo, de una manera muy característica, propia de un yanqui: El hombre es un animal que hace herramientas..
Pues bien, esta situación, que con la Revolución Industrial supuso un giro total en el rumbo histórico seguido hasta entonces, se presenta, en el momento actual, con una nueva trayectoria dirigida hacia transformaciones de dimensiones sin precedentes. Si, como lo afirma el Cartel: “La burguesía, en su dominio de clase de apenas un siglo, creó fuerzas productivas más numerosas y más colosales que todas las generaciones pasadas juntas”, (p. 44, Boitempo) el socialismo, en China, en apenas 70 años de revolución, irrumpe como un volcán productivo jamás visto en toda la existencia de la humanidad.
El hombre de nuestro tiempo es aquel que se mueve en un mundo tecnológico y científico que avanza libre de las limitaciones que impedían todos los modos de producción anteriores en los que prevalecían las contradicciones inherentes a los antagonismos de clases. Todos desarrollaron potencialidades que, en cierto momento, se convirtieron en obstáculos para la persistencia del modo de vida existente.
Sólo una breve referencia al disparate y desastroso error que consiste en tildar de imperialista a la superpotencia china. Lo tomo prestado de la época en que la propaganda anticomunista incitaba a los caballeros de guardia contra la Unión Soviética.
Nos falta mucho a la hora de comprender que la naturaleza humana tiene la única manera posible de comprender los pasos dados por la sociedad humana en la ciencia de la historia. Se comprende que a esta ciencia, como a todas las demás, no se puede llegar por caminos floridos.
Hay momentos en que los cambios se producen lentamente. Algunos sectores destacan por mostrar una mayor aceleración, otros siguen el ritmo dominante y estos son los que prevalecen. Sin embargo, éste no es el carácter de los tiempos actuales. No es casualidad que hayamos tenido un siglo XX lleno de convulsiones de todo tipo, desde dos guerras que involucraron al mundo entero y otras que fueron localizadas, pero que, sin embargo, comenzaron a expresar un contenido revolucionario global transformador.
Desde la Segunda Guerra Mundial, el Imperio americano y sus vasallos se han especializado en combatir la irresistible tendencia hacia la transformación revolucionaria. Es necesario comprender que esta tendencia no excluye, como no podría ser de otro modo, especialmente a sus vasallos y al propio Imperio. La verdadera represión policial dirigida por Estados Unidos se volvió dominante en todas partes.
La máquina represiva en que se convirtió el capitalismo imperial estaba sostenida por una poderosa máquina ideológica que masacró al mundo entero con un supuesto ideal de armonía, una farsa gigantesca que prevaleció en todas partes. Su organización “científica”, como la del nazismo alemán, tuvo como punto de partida la lucha contra el comunismo.
Que nadie se sorprenda del reaccionarismo de la burguesía. En la Guerra Civil, el apoyo abierto del Imperio Británico a los estados esclavistas del Sur King Cotton, producido bajo un régimen esclavista y que sustentaba gran parte de la industria inglesa, fue la razón decisiva de la posición de la burguesía inglesa.
Menciono esta verdadera traición de la burguesía inglesa a la burguesía norteamericana con el propósito de mostrar que la contrarrevolución imperial, al asumir formas neocolonialistas, afecta también a aquellos países en los que, de vez en cuando, emergen tendencias hacia el desarrollo industrial. Los monopolios muestran, en estas situaciones, su verdadera naturaleza. A esto se suma el temor de que las fuerzas productivas no puedan ser controladas políticamente de acuerdo con las leyes económicas que gobiernan el funcionamiento de la sociedad capitalista.
Los economistas que, sin embargo, se dan cuenta de su incapacidad para detener el gigantesco impulso revolucionario que se ha apoderado de fuerzas que se han ido acumulando durante más de un siglo, tienen un papel relevante en esta tarea antihistórica. En este aspecto, este momento, marcado por la presencia de una auténtica tormenta transformadora, tiene muy poco de original. Este fue el caso de la revolución burguesa, que tiene un poder transformador en la Revolución Industrial, cuya magnitud trastocó las ideas dominantes, al punto que las leyes feudales comenzaron a ser consideradas artificiales, contrarias a la naturaleza humana.
Pretendo reforzar la idea de que las leyes que gobiernan la existencia de un modo de producción no provienen más que de la forma concreta en que los hombres producen sus vidas en sociedad. No existen fuerzas ajenas al movimiento concreto interno de la sociedad humana. Aunque Pico della Mirandola, por las circunstancias históricas del momento en que presentó a la humanidad ideas grandiosas, recurrió a una deus ex machina Especial, su exaltación del trabajo humano es digna de ser siempre recordada.
En cuanto a su estructura política, ¿cómo se ve el mundo actualmente?
En términos de antagonismos de clases, se produjo un cambio profundo. Estos antagonismos han desaparecido, dejando sólo residuos de un pasado reciente, que nos permiten recordar los enfrentamientos entre trabajadores y capitalistas. Es a partir de estas dos clases y sus antagonismos que se estructuró el modo de producción capitalista, basado en la propiedad privada de los medios de producción que se reproducía a partir de una expropiación permanente del trabajador.
Otro tipo de antagonismo, que vino a sustituir al que se había organizado con la industrialización, empezó a prevalecer de forma más clara después de la Segunda Guerra Mundial.
De un lado están aquellas fuerzas que se agrupan en base a proposiciones claramente expresadas en sus compromisos con este gigantesco avance en tecnología y ciencia de la producción. A la cabeza de este campo está China, que posee fuerzas que apuntan a un cambio universal en las relaciones sociales y económicas. La revolución de nuestro tiempo tiene allí su manifestación más concreta.
Del otro lado, donde se encuentran el Imperio y sus vasallos europeos, la oposición a la tendencia hacia avances de todo tipo ocupa todo su escenario político, convirtiéndose en una máquina dirigida exclusivamente a la devastación de aquellas fuerzas que se presentan como nuevas.
Lo que tenemos concretamente en el campo específico de la producción económica es que las leyes específicas de las relaciones de producción y reproducción capitalistas han sucumbido a una crisis estructural, lo cual no es nada extraño, ya que resultaron del desarrollo de esas mismas relaciones. La producción de plusvalía ya no prevalece en la obtención de ganancias, convertidas ahora en ganancias obtenidas, en expresión de Fidel Castro, en un “casino gigantesco”.
* Pedro de Alcántara Figueira es doctor en historia por la Unesp. Autor, entre otros libros, de ensayos de historia (UFMS).
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