por JOSÉ MACHADO MOITA NETO*
La comunicación y la simulación basadas en lenguaje natural prometen no sólo facilitar la interacción humana sino también crear nuevas formas de experimentar y comprender el mundo.
La comprensión del lenguaje, como forma primordial de comunicación entre los seres vivos, ha experimentado un crecimiento exponencial y asombroso a lo largo del tiempo. Sin embargo, incluso con todos los avances científicos y tecnológicos, el lenguaje sigue siendo un misterio fascinante y complejo, con muchos aspectos aún por dilucidar por completo. Un ejemplo interesante de esta complejidad se puede observar en el comportamiento de algunas aves, como el verdadero loro (aestiva amazonas) y el zorzal anaranjado (Turdus rufiventris), que tienen la capacidad de imitar las vocalizaciones de otras aves. Esta imitación, sin embargo, no es un mero ejercicio de repetición, sino más bien una conducta que tiene razones y funciones específicas, aún poco comprendidas.
La imitación, en cualquier tipo de contexto, siempre ha sido objeto de controversia y debate entre los estudiosos. En algunos casos, la imitación puede verse como una forma de aprendizaje y socialización, mientras que en otros casos puede interpretarse como una manifestación de agresión o dominancia. Un ejemplo de esto es la intimidación sistemática (intimidación), caracterizado por la reproducción del discurso del otro, ipsis literas o modos de expresión caricaturescos, también conocidos como imitación. Este tipo de imitación puede provocar graves daños psicológicos a la víctima, afectando a su autoestima, confianza en sí misma y bienestar emocional.
Desde la antigüedad, los filósofos griegos se han preocupado por comprender la naturaleza de la imitación y sus implicaciones éticas y estéticas. Platón, por ejemplo, tenía una visión negativa de la “mímesis”, que consideraba una copia imperfecta de la realidad, mientras que Aristóteles veía la imitación como una forma de aprendizaje y conocimiento, capaz de despertar emociones y sensaciones en el espectador. Estos puntos de vista, aunque diferentes, tienen en común la preocupación por la relación entre imitación y realidad, y la importancia de la imitación como forma de expresión artística y cultural.
Comprender el lenguaje humano es un fenómeno complejo que se desarrolla a partir de las relaciones interpersonales y la forma en que los individuos experimentan y perciben el mundo que los rodea. Tal comprensión no se limita a la mera decodificación de símbolos lingüísticos, sino que también implica captar matices sutiles que reflejan la manera de sentir y experimentar el mundo con uno mismo y con los demás. De esta manera, el lenguaje se convierte en un instrumento fundamental para expresar pensamientos comunes sobre el mundo, en un proceso educativo que se extiende a lo largo de la vida.
Es importante resaltar que el lenguaje no se limita a la mera comunicación de ideas, sino que también sirve como medio para construir y negociar el significado de las cosas. El lenguaje se optimiza para la comunicación en la que el contexto es común a quienes se comunican, es decir, se adapta a las circunstancias sociales, culturales e históricas en las que se desenvuelve. Desde esta perspectiva, el lenguaje es un sistema dinámico y flexible que permite a los individuos comunicarse de manera efectiva y creativa, incluso cuando las palabras no son suficientes para expresar lo que quieren transmitir.
En este sentido, la expresión popular “al buen entendido le basta media palabra” cobra un nuevo significado cuando se trata del lenguaje humano. El contexto que involucra la comunicación completa el significado del sonido que se emite, es decir, las palabras no quedan aisladas, sino que se insertan en un contexto mayor que les da significado. Así, comprender el lenguaje depende no sólo de decodificar las palabras, sino también de interpretar el contexto en el que se insertan.
El lenguaje, como fenómeno complejo y multidimensional, constituye un todo integrado, una expresión integral del mundo que habitamos y una construcción colectiva elaborada a lo largo del tiempo. Esta perspectiva se ve corroborada por el dicho popular “Una golondrina no hace verano”, que enfatiza la importancia de los comportamientos colectivos en la creación y mantenimiento de los sistemas lingüísticos. En este sentido, es posible afirmar que los cambios de contexto, ya sea social, cultural o tecnológico, tienen el potencial de modificar no sólo los comportamientos humanos, sino también las estructuras y dinámicas del lenguaje mismo.
Un ejemplo paradigmático de esta transformación es la invención de la escritura, que supuso un cambio revolucionario en el lenguaje humano. Al intentar simular la presencia del interlocutor a través de las palabras escritas, la escritura creaba una distancia física y temporal entre los interlocutores, permitiendo la transmisión de mensajes más allá de los límites espacio-temporales impuestos por la oralidad. Este distanciamiento, a su vez, tuvo profundas implicaciones para la organización social, tanto en términos de relaciones interpersonales como de estructuras de poder y conocimiento.
En primer lugar, la escritura provocó un alejamiento de la tradición oral como principal medio de transmisión de conocimientos y valores culturales. Con la fijación de las palabras sobre soportes materiales, la importancia de la memoria individual y colectiva fue gradualmente suplantada por la autoridad del texto escrito. En este nuevo escenario, las garantías de los acuerdos y compromisos comenzaron a establecerse a través de documentos y contratos, volviéndose más sofisticados y burocráticos.
En segundo lugar, la escritura cambió sustancialmente los procesos de enseñanza y aprendizaje. Si anteriormente el aprendizaje del oficio se daba principalmente a través del contacto directo con el maestro, con la difusión de la escritura los aprendices comenzaron a tener acceso al conocimiento a través de la lectura de libros y manuales. Esta transformación dio origen a una nueva categoría social: la de los alfabetizados, especialistas en codificar y decodificar textos escritos, que se dedicaban al estudio y producción de conocimientos en diferentes áreas del saber.
La llegada de los primeros teléfonos trajo consigo una experiencia peculiar y sin precedentes para la comunicación humana, al permitir a las personas entablar conversaciones con individuos ausentes de su campo visual inmediato. Esta nueva forma de interacción desafió las normas establecidas de comunicación interpersonal, ya que los participantes de la conversación ya no estaban físicamente presentes entre sí. Inicialmente, los usuarios mantenían los gestos y expresiones faciales propios de una conversación cara a cara, revelando la persistencia de hábitos arraigados en nuestra naturaleza social. Sin embargo, el teléfono, como dispositivo de comunicación mediado, introdujo una fragmentación y simulación de la conversación directa entre interlocutores, inaugurando una nueva era en la dinámica de la interacción humana.
A medida que la tecnología evolucionó, el video chat surgió como una extensión natural del teléfono, buscando acercar aún más la experiencia de la comunicación mediada a la de la comunicación cara a cara. A través de la transmisión de audio y vídeo en tiempo real, las personas ahora tienen la oportunidad de verse y oírse, incluso cuando están geográficamente distantes. Esta innovación representó un avance significativo en la búsqueda de una comunicación más rica y atractiva, contribuyendo a la reducción de las barreras impuestas por la distancia física. Sin embargo, es importante considerar que cada forma de interacción trae consigo ganancias y pérdidas, y el videochat no es una excepción.
Por un lado, el vídeo chat permite una comunicación más completa, en la que los interlocutores pueden acceder a información visual y auditiva que ayuda a comprender el contenido y evaluar el contexto emocional de la conversación. Además, la posibilidad de ver y ser visto puede contribuir a crear un sentimiento de cercanía y conexión entre las personas, incluso si están separadas por largas distancias.
Por otro lado, el video chat también impone limitaciones a la comunicación, ya que ciertos aspectos de la interacción cara a cara no se pueden replicar completamente en este formato. Por ejemplo, compartir experiencias sensoriales, como el olor y el sabor de una comida, quedan fuera del alcance del video chat, lo que puede afectar la calidad y el significado de la interacción.
La era actual trae consigo una nueva forma de comunicación y simulación, un avance que promete ser tan revolucionario como los anteriores, si no más, por su carácter integral que integra escritura, audio y vídeo en una relación personal y bidireccional. Esta nueva modalidad de comunicación busca imitar lo más fielmente posible el lenguaje humano, conocido como “lenguaje natural”. La historia de las tecnologías, incluidas las consideradas más disruptivas, proporciona un contexto valioso para comprender que se desarrollarán nuevos lenguajes y que estos cambios inevitablemente alterarán los contextos, los comportamientos y el mundo en general.
La evolución de las tecnologías de la comunicación ha sido un proceso continuo y transformador, desde la invención de la escritura hasta la actual era digital. Cada nuevo avance ha traído consigo no sólo nuevas formas de expresión, sino también profundos cambios en las estructuras sociales, económicas y culturales. La escritura permitió la preservación y difusión del conocimiento más allá de las barreras del tiempo y el espacio. La prensa facilitó la difusión de información a gran escala, contribuyendo a la formación de sociedades más informadas y democráticas. La televisión y la radio llevaron la comunicación de masas y la cultura popular a los hogares de la gente.
Ahora nos encontramos ante otro gran salto tecnológico. La comunicación y la simulación basadas en lenguaje natural prometen no sólo facilitar la interacción humana, sino también crear nuevas formas de experimentar y comprender el mundo. Esta tecnología permite a las personas interactuar con los sistemas digitales de una forma más intuitiva y natural, acercando la interacción hombre-máquina a la interacción humana. Esta nueva forma de comunicación tiene el potencial de transformar varios sectores, desde la educación y la salud hasta el entretenimiento y el comercio.
Sin embargo, es importante resaltar que la introducción de nuevas tecnologías de la comunicación también genera desafíos e implicaciones éticas. Pueden alterar la dinámica de poder, amplificar las desigualdades y crear nuevos riesgos para la privacidad y la seguridad. Por tanto, es fundamental que la adopción de estas tecnologías vaya acompañada de una reflexión crítica y estrategias regulatorias efectivas.
La perspectiva pragmática sobre los cambios, dilucidada por la famosa frase “Si queremos que todo siga como está, todo debe cambiar”, atribuida a Giuseppe Tomasi di Lampedusa en su obra el leopardo, apunta, lamentablemente, a la permanencia del status quo en relación con la distribución del poder global. Esta opinión se ve respaldada por la observación de la importante cantidad de inversiones realizadas por grandes corporaciones en el sector de la inteligencia artificial (IA). Esta tendencia sugiere que estas entidades seguirán ocupando una posición hegemónica en el escenario económico global, gracias a la gestión y manipulación de nuestros comportamientos a través de estas tecnologías.
Además, es importante resaltar que ya nos encontramos en un punto sin retorno en lo que respecta al uso de la inteligencia artificial. Esta afirmación se basa en la profunda integración de estas tecnologías en diferentes sectores de la sociedad, como la salud, la educación, el transporte y el entretenimiento, entre otros. Esta omnipresencia de la inteligencia artificial hace impensable un retorno a un estado anterior a su implementación, lo que nos plantea un desafío complejo: ¿cómo afrontar las implicaciones éticas, sociales y económicas de esta realidad?
En este contexto, la figura de la Esfinge, presente en varias mitologías, surge como símbolo de la situación actual. La criatura puede verse como una representación de las demandas y desafíos impuestos por la era de la inteligencia artificial. La frase “¡Descifráme o te devoraré!” puede interpretarse como un llamado a la acción, una demanda de respuestas y soluciones a los problemas que genera la adopción de estas tecnologías.
Por ello, es fundamental que la sociedad, junto con las corporaciones y los gobiernos, se esfuerce por descifrar los enigmas de la inteligencia artificial, buscando comprender sus implicaciones y desarrollar estrategias para mitigar riesgos y maximizar beneficios. De lo contrario, corremos el riesgo de ser “devorados” por las consecuencias negativas de esta revolución tecnológica, como la ampliación de las desigualdades sociales y económicas, la pérdida de privacidad y la manipulación de nuestros comportamientos.
La visión pragmática sobre los cambios, la realidad del dominio corporativo en la escena económica global a través de la inteligencia artificial y el desafío que representa la Esfinge requieren una reflexión profunda y una acción concertada. Es necesario establecer estándares y regulaciones que garanticen el uso ético y responsable de estas tecnologías, además de invertir en educación e investigación para que la sociedad esté preparada para enfrentar los desafíos de la era de la inteligencia artificial. Al hacerlo, realmente podremos mirar hacia un futuro en el que los cambios provocados por la inteligencia artificial puedan beneficiar a todos, no sólo a un puñado de individuos y corporaciones.
*José Machado Moita Neto es profesor jubilado de la UFPI e investigador de la UFDPar.
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