Un gobierno sin marca

Imagen: Julia Ustinova
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por LISZT VIEIRA*

En nombre de la gobernabilidad, la izquierda termina siguiendo a la derecha. O bien esto cambia y restauramos la esperanza en la gente, o nos encaminaremos hacia la derrota en las próximas elecciones presidenciales.

“Para crear el futuro, nada mejor que un sueño”
(Víctor Hugo)

Supongamos que un candidato a la reelección afirma que su gobierno aumentó el PIB, redujo el desempleo, aumentó los ingresos, construyó más viviendas, mientras que los precios de los alimentos aumentaron. Ahora supongamos que un candidato demagógico de la oposición reafirma los valores conservadores tradicionales y promete que los pobres se harán ricos y que el país crecerá, todo ello con el apoyo incondicional de los medios de comunicación y del gobierno estadounidense.

Lamento informarle que el segundo candidato probablemente obtendrá más votos. Apela a la esperanza y el primer candidato no levanta el pie del suelo. Gobernó en alianza con partidos de derecha para bloquear a la extrema derecha, en nombre de la gobernabilidad. Los avances sociales logrados por el primer candidato serán despreciados, más aún porque la política económica es conservadora, de austeridad fiscal que canaliza los recursos públicos al mercado financiero, reduciendo sustancialmente el financiamiento a la salud, la educación y todo el área social.

Cuando los partidos de izquierda en el poder, en nombre de la gobernabilidad, hacen concesiones al mercado, a los militares y a la derecha parlamentaria, el ganador es la derecha, que se fortalece políticamente con el abandono, por parte de la izquierda, de su agenda de cambio. La conciliación permite pequeños avances en el corto plazo, pero contribuye a una probable victoria electoral de la derecha.

Hablamos, por supuesto, del gobierno de Lula. Hizo importantes concesiones en nombre de la gobernabilidad. El Ministerio, en general, es mediocre. Los ministros de derecha –la mayoría– están al servicio del capital, y los ministros de izquierda en el sector social aún no han dicho a qué vinieron, con excepción del ministro de Salud, recientemente destituido. El Gobierno siempre busca reconciliarse con el Congreso y no levanta una agenda progresista de izquierda para enfrentar, incluso en minoría, a una Legislatura dominada por la derecha. A nivel institucional, la izquierda ha desaparecido. El trabajo de base se abandonó hace mucho tiempo y los sindicatos perdieron la importancia que una vez tuvieron.

Ante esta situación, la popularidad de Lula cayó. El discurso de un frente amplio con la derecha para bloquear a la extrema derecha ya no convence. La mayoría de la población quiere cambio, quiere esperanza, y este gobierno no tiene marca, no alimenta ninguna esperanza. No tiene ninguna audacia. Si esto continúa así, si no hay cambios hacia un nuevo paradigma, el riesgo de perder las próximas elecciones es muy alto.

Tradicionalmente, el factor económico es considerado el gran votante. Pero los datos macroeconómicos tienen poca influencia en las intenciones de voto. La derrota de Joe Biden es un buen ejemplo. La economía iba bien, con excepción de los precios de los alimentos, y Joe Biden fue derrotado por el discurso demagógico de Donald Trump que prometía MAGA. Hacer de Estados Unidos Gran nuevo. Esto no significa nada, pero permite a cada uno soñar con el contenido que quiera.

No importa cuán absurdas sean las promesas, lo que queda en el corazón y la mente de la gente es la esperanza. Recuerdo que Leonel Brizola, en las elecciones para gobernador de Río de Janeiro, en 1982, prometió poner una vaca en cada esquina para dar leche a los niños. E hizo otras promesas absurdas como ésta y ganó las elecciones, despertando esperanza en el pueblo.

Este modelo bieneducado y tradicional del gobierno de Lula no apunta a ninguna utopía, no da esperanza a nadie. Falta audacia para llevar a cabo medidas en interés del pueblo, contrarias a los intereses dominantes. La fortuna favorece a los audaces.

El 6 de marzo, el Gobierno eliminó los impuestos a la importación de varios productos, como la carne, el café, el azúcar, el maíz, el aceite de cocina y el aceite de oliva. Si eso no funciona, Lula declaró que tomará “medidas más drásticas”. Como el mercado probablemente boicoteará estas medidas, Lula puede finalmente decidirse a tomar decisiones más audaces que produzcan resultados y despierten esperanza.

El mercado se quejará, la prensa gritará, acudirán a los tribunales, que tardarán un tiempo en tomar una decisión final. Mientras tanto, el Gobierno se ve reforzado por la mayoría de la población. Hay que ser audaces para romper con este modelo de bien comportamiento, de “buenismo”, de política de conciliación que fortalece a la derecha, que hoy apoya al Gobierno y mañana apoyará al candidato de la oposición.

El ascenso de la derecha en el mundo no es un fenómeno aislado, sino una respuesta a crisis e insatisfacción reales. Por ejemplo, la derecha aprovecha muy bien el descontento con las élites políticas tradicionales. Este descontento ha sido capitalizado por los partidos de derecha, que a menudo adoptan posturas anti-establecimientoy criticar la corrupción y la ineficiencia de los gobiernos anteriores.

La mayoría del electorado quiere el cambio. Los votantes, en su mayoría, están en contra del “sistema”. Y la izquierda se convirtió en el sistema, apoyando a un gobierno que es el sistema. Los partidos de izquierda no proponen un cambio de paradigma, no atacan al gran capital para no dañar al gobierno. Por supuesto, hay pequeños grupos de izquierda que son fieles a sus programas originales. Pero los partidos de izquierda que apoyan al gobierno no presentan propuestas de cambios estructurales. La palabra socialismo, por ejemplo, ha desaparecido del mapa político.

En nombre de la gobernabilidad, la izquierda termina siguiendo a la derecha. O bien esto cambia y restauramos la esperanza en la gente, o nos encaminaremos hacia la derrota en las próximas elecciones presidenciales. Nelson Mandela dijo que la esperanza es un arma poderosa y ningún poder en el mundo puede privarte de ella.

Pero la rutina burocrática del poder lleva a los dirigentes a un canto de discursos repetitivos y monótonos que no apuntan a ninguna utopía ni despiertan ninguna esperanza. Sería bueno no olvidar la lección de Víctor Hugo para quien “para crear el futuro, nada es mejor que un sueño”.

*Vieira de Liszt é profesor sociólogo jubilado de la PUC-Rio. Fue diputado (PT-RJ) y coordinador del Foro Global de la Conferencia de Río 92. Autor, entre otros libros, de La democracia reaccionaGaramond). Elhttps://amzn.to/3sQ7Qn3]


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