un defecto de color

Imagen: Adir Sodré
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por NELSON WEDEKIN*

Comentario a la novela de Ana Maria Gonçalves

El libro un defecto de color, de Ana Maria Gonçalves, es una obra monumental, indispensable para cualquiera que se dedique a estudiar la formación histórica de Brasil. Es el largo, doloroso y sugerente viaje del personaje Kehinde –Luísa Andrade da Silva en el siglo XIX–, una novela que tiene como trasfondo el trasfondo histórico, el contexto social, económico y político de una época única.

Kehinde es una mujer extraordinaria y diferenciada. Una heroína, en el sentido mitológico, como las experiencias que vivió, las situaciones asombrosas en las que se vio envuelta, los sentimientos que experimentó, las veces que estuvo cerca de la muerte, que se cayó y se levantó. Sobrevivió a todo, con una fuerza inquebrantable, coraje y dignidad.

En Brasil hay poco que comparar: una narrativa que abarca casi un siglo. Y en Brasil, ningún fenómeno histórico fue más intenso y duradero, ni dejó huellas más profundas en la vida brasileña, que la esclavitud.

Kehinde tiene suerte: en el momento más desesperado, la estatua rota de Oxum brota oro en pepitas y polvo. Posee una intuición envidiable; es honesta, agradecida y leal y, como pocas, es solidaria con la impotencia o el sufrimiento de quienes la rodean. Es conmovedor cómo se relaciona con las personas, cómo las reúne a su alrededor y cómo (generalmente) son agradecidas y corresponden con la misma estima y lealtad.

El personaje es hábil, transita con igual facilidad en los lugares devocionales africanos, en los ambientes más modestos, en los círculos de los poderosos. Curiosa e inteligente, pronto aprende a leer y escribir, incluso antes que la bien nacida María Clara, de la misma edad. Observadora perspicaz, se da cuenta y guarda bien los detalles de cada descubrimiento, todo le servirá en el camino.

Fuerte, ve a su madre siendo violada y asesinada, y a su hermano asesinado por guerreros del Reino de Dahomey. Ella, su abuela y su hermana gemela Taiwo, son capturadas por traficantes de esclavos, y se embarcan en el macabro viaje a Brasil – sed, el hambre y la enfermedad, las bodegas cerradas del navío, en medio del hedor fétido de vómitos y excrementos, si no los cadáveres de los sucumbidos. En el fatídico viaje, la abuela y la hermana mueren.

En la primera hacienda donde trabaja como esclavo, vio a Sinhá Ana Felipe, por celos y pura malicia, sacarle los ojos a la negra Verenciana, con quien, como era costumbre, Sinhô se acostaba. Ella misma, Kehinde, es violada por su jefe. Y ante los ojos aterrorizados de la esclava recién desvirgada, Sinhô, por celos y venganza, sodomiza al negro Lourenço, un supuesto “rival”.

En la granja, ella “vive” en las pequeñas habitaciones de los esclavos, destinadas a los sirvientes de la casa, pero es castigada y trasladada a las grandes habitaciones de los esclavos, donde duermen los esclavos de trabajo pesado. Allí, todavía una niña, trabaja en el horno y la fundición, una empresa metalúrgica del siglo XIX.

Allí nace Banjokô, el espurio hijo de José Carlos, medio hermano de la pequeña María Clara, un personaje inolvidable, con quien Kehinde entabla una insólita amistad, aunque genuina y profunda, que dura toda la vida.

Esclava, es "alquilada" a la familia inglesa Clegg. Sin embargo, Banjokô se queda con Sinhá Ana Felipa, quien prácticamente toma al niño como propio, luego de la horrible muerte de Sinhô. Ella nota que los jefes ingleses son formales y distantes, pero la tratan a ella (ya los demás esclavos de la casa) con cierto respeto y consideración. En el adosado inglés aprende a hacer galletas, que luego se convertirían en el primero de sus negocios. Con ingenio y arte, hace la vida con cierta soltura y comodidad, despertando, sin embargo, el odio y la envidia de la señorita Ana Felipa, quien, siendo su dueña, todavía puede hacerle mucho daño.

La suerte, sin embargo, favoreció a Kehinde (el oro de la estatua de Oxum), y finalmente pudo pagar su manumisión. Kehinde luego prosperó en el mundo de los negocios, vendiendo galletas, horneando y, después de muchas aventuras, vendiendo cigarros, elegantemente envueltos en Salvador, con hojas de tabaco producido en el Recôncavo.

Kehinde comienza a convivir con el portugués Alberto, un hombre contradictorio, pues aunque es cariñoso con su mujer, siendo blanca, se avergüenza de ella, negra. Además, es un jugador compulsivo, pierde pequeñas fortunas en las cartas y bebe sin moderación. Se casa, en cierto momento, con una mujer ambiciosa, blanca, “delgada y fea”, a quien la heroína apoda “Seca”. Alberto se arrepiente de haberse casado con ella. Hay, incluso después de la unión con Resequida, encuentros amorosos con Kehinde. Banjokô muere de manera estúpida, un accidente común. Kehinde se arrepiente, pero se conforma, porque su temprana muerte fue predicha por las deidades africanas.

De su matrimonio con Alberto nace Omotunde, quien jugaría un papel protagónico en la vida de la protagonista – cuando Kehinde regresa de un viaje, Otomunde había desaparecido con su padre. A partir de ahí, Kehinde viaja a Río de Janeiro, Santos, São Paulo, Campinas, mueve los cielos y hace todo lo posible para encontrar a su hijo nuevamente; a partir de ahí, se puede decir que vivió para encontrarlo nuevamente.

Mientras tanto, Kehinde conoce, se pone en contacto y se sumerge en el mundo encantado de las deidades africanas: las ceremonias, las fiestas, la ropa, los rituales, los accesorios, los funerales. Un defecto de color es un vasto panel de creencias y devociones de la Madre África, con sus voduns, orixás protectores, fusiles y fusiles, deidades de la guerra y de la naturaleza, guías y profetas.

El común de los mortales, seguidores de creencias, celebra con las entidades -aquellas que dirigen y hasta sellan el destino de cada uno, para bien o para mal-, tratos de compromiso y convivencia, a través de agasajos, ofrendas, bailes, cantos y oraciones.

La religión, en la narración del libro, es una forma de descubrir y comprender el mundo, el signo externo y visible de la dimensión trascendente y psíquica, un vínculo vigoroso de pertenencia a la patria, a la lengua, al grupo humano de origen, a costumbres ancestrales.

El vínculo religioso se extiende a las cofradías, asociaciones de ayuda mutua, de solidaridad social, que, entre otros fines, se prestan a recaudar fondos para la compra de manumisión.

El protagonista sigue de cerca y comenta la política del Imperio y a veces participa, a veces toca los acontecimientos de la época: movimientos sociales, rebeliones populares, como la Revuelta de Malês, un levantamiento de musulmanes negros, los muçurumins, en Salvador, 1835 ; o como la Cemeterada, una revuelta de cultos religiosos, incluidos los católicos, contra la instalación de un cementerio. Para los rebeldes, los cementerios no eran, como se propagaba (y era cierto) un asunto de salud pública, sino una profanación de costumbres ancestrales.

El personaje comenta la situación política de Brasil en el siglo XIX, escaramuzas regionales, revueltas locales, corrientes federalistas y republicanas. Nos da la noticia del arresto en Salvador – y luego de la fuga con la ayuda de simpatizantes locales del federalismo – del General Bento Gonçalves, el héroe de la Revolución Farroupilha en Rio Grande do Sul.

De paso, cita la Revolución Americana y el hecho histórico de la Comuna de París como respuestas del pueblo frente al poder de la contingencia fuerte y opresora.

Todo el libro está intercalado con relatos secundarios, que valoran y contextualizan la trama principal. Ana Maria Gonçalves es una maestra de la narración. A través de la voz de Kehinde, relata el drama de Perpétua Mineira, famosa pastelera de Río, cuyo destino estuvo marcado por el amor de Joaquim José da Silva Xavier. Perpétua Mineira observa de lejos el ahorcamiento de Tiradentes, en el Campo do Rosário, en Río de Janeiro. Posteriormente es hallada muerta en Ouro Preto, en el lugar donde había sido expuesto un trozo del cuerpo desmembrado del infiel.

También es maestra en el difícil arte de describir lugares y ciudades, ambientes internos, cultos africanos, deidades, vestimentas ocasionales, tipos humanos e incluso deportes y prácticas marciales, como la capoeira.

A través de la voz de Kehinde, diserta con total autoridad sobre toda la cadena de operaciones de un ingenio azucarero, la gran riqueza de la época. Lo mismo ocurre con la fabricación de puros.

Los tipos humanos retratados por el autor son inolvidables: además del protagonista principal, está el espantoso sinhô José Carlos, la desnaturalizada sinhá Ana Felipe, padres, sin embargo, de la dulce sisinha Maria Clara, Tico e Hilário, Fatumbi, Esméria , Piripiri, Padre Heinz y docenas de extras únicos y fascinantes.

El personaje habla yoruba (idioma africano), portugués e inglés. Lee al Padre Antônio Vieira ya Cervantes y conoce, en Río, al escritor Joaquim Manuel de Macedo.

A los 37 años decide volver a África. En el barco conoce a John, un mulato inglés hijo de una esclava, que obtuvo la manumisión y se ganaba la vida con el comercio. De los encuentros en el barco nacieron los mellizos João y Maria Clara. John y Kehinde se casan, viven juntos durante mucho tiempo, tiempo durante el cual Kehinde inicia un nuevo y (una vez más) exitoso negocio, construyendo casas, en Uirá, Lagos y toda la Costa de los Esclavos.

Toma contacto –y se convierte en uno de los líderes– con las comunidades brasileñas, comunes en toda la zona: libertos, esclavos libres e incluso fugitivos, que lograron regresar de Brasil y establecerse, principalmente en Uirá y Lagos.

Con John, su esposo y socio comercial, obtienen grandes ganancias de la venta de armas y pólvora de los ingleses a reyes y jefes locales en Benín y Nigeria. Kehinde nunca entró en el negocio más próspero de la época, el tráfico. Reconoció la contradicción: sin armas no habría tráfico.

No sé si el libro de Ana Maria Gonçalves es muy apreciado por los activistas negros de hoy. Después de todo, se enamoró de un hombre blanco (Alberto), se hizo amiga y confidente de María Clara, la hija del violador José Carlos y su madre Ana Felipa. Tenía un gusto refinado y apreciaba los objetos y accesorios de lujo. Y sobre todo era (en términos de hoy) una mujer de negocios emprendedora, que sabía cómo hacer dinero y se hizo rica. Por si fuera poco, llamó salvajes a los nativos africanos que nunca habían salido de allí.

En el conmovedor relato, ella no exonera a los jefes africanos que capturaron a los nativos como esclavos y promovieron el comercio de esclavos humanos. Tampoco perdona a los negros comunes que actuaron a instancias de los jefes, blancos o negros, los que capturaron esclavos en África, los crueles guardias de los barcos tumbeiro, los que aplicaron el látigo y oprimieron y asesinaron a sus hermanos de color.

La novela de Ana Maria Gonçalves es grandiosa, para ser leída de una vez, como una novela de suspenso: el lector común avanzará rápidamente a través de las casi mil páginas, ansioso por saber qué sucederá a continuación. Es grandiosa como obra literaria: la autora ha evitado la tentación del panfleto político, aunque ciertamente es una escritora progresista.

Son más de 900 páginas, escritas en primera persona, en lenguaje coloquial, como dando eco a pensamientos y recuerdos y dando curso libre a los sentimientos más íntimos y profundos. Una obra maestra digna de un Premio Nobel, tal vez. Imperdible.

*Nelson Wedekin es abogado, periodista, fue diputado y senador por Santa Catarina.

referencia


Ana María Gonçalves. un defecto de color. Río de Janeiro, Editora Record.

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