por JORGE BARCELOS*
No es suficiente que la izquierda deconstruya en las elecciones sólo el discurso de su oponente: es necesario llevar la batalla también al campo simbólico
Olvídense de Boitatá, Negrinho do Pastoreio, Salamanca do Jarau. Un nuevo mito gaucho surgió en las elecciones de Porto Alegre de 2024: el candidato de derecha que se presentó a las elecciones municipales afirmó ser “el hombre del sombrero de paja”. El nombre, que encajaría en cualquier libro de Stephen King, sirve al candidato Sebastião Melo (MDB) para reforzar símbolos de sencillez y cercanía con los votantes.
Me sorprende que la izquierda no denuncie esta estrategia. Lo hago con la convicción de que en las elecciones es insuficiente que la izquierda deconstruya sólo el discurso de su oponente: es necesario llevar la batalla también al campo simbólico. En los últimos tiempos, parafraseando la famosa expresión de Alain Finkielkraut, la izquierda se ha vuelto moderna, mientras que la derecha se ha vuelto posmoderna.
La izquierda busca convencer con la razón, con sus programas, de cómo es correcto hacer política; la derecha quiere convencer con emoción, con chistes, con memes, de la forma equivocada que lo vienen haciendo. El “hombre del sombrero de paja” ya apareció en la agenda política de la capital con los famosos meme pixel gafas riéndose de sí mismo, pero es el sombrero de paja, para mí, el símbolo más representativo que hay que deconstruir. ¿Por qué?
El mundo está hecho de símbolos. Entran en la conciencia, agitan la imaginación, afectan al mundo. En política, los símbolos refuerzan proyectos, crean la base de narrativas, permanecen en la mente y ganan votos. Entiendo que la fuerza del sombrero de paja en la imagen de Sebastião Melo proviene de dos supuestos. La primera es porque es un símbolo que quiere añadir al candidato valores de ingenuidad cuando no lo es. El gobierno del hombre del sombrero de paja no es ingenuo.
Hay acusaciones de corrupción en su gobierno; hay críticas a su gestión de protección contra inundaciones; Se critica la privatización de Carris que provocó el desempleo de decenas de coleccionistas. Para la izquierda, su candidatura es un problema: ninguna crítica se dirige al “hombre del sombrero de paja”, afirma la periodista Rosane Oliveira. Gracias al éxito de su propaganda, el PT sufre la reducción de votos en Maria do Rosário del 31% al 27% mientras que “el hombre del sombrero de paja” pasa del 36% al 41% de los votos entre el 27/8 y el 17 / 09 según la última encuesta de Quaest.
Hay que decir que “el hombre del sombrero de paja” tiene una notable asociación simbólica con el famoso personaje Jeca Tatu. En tiempos en los que el contenido de los programas importa menos que las imágenes de las campañas, las carreras y los logros políticos importan menos que los memes publicados en los medios, es importante buscar explicaciones al éxito de esta imagen en su publicidad. En En la época de Jeca Tatu: representación de las poblaciones rurales en el imaginario urbano del siglo XX (1914-1980)” (disponible en https://abre.ai/k8qZ ), Fabio Sgroi y Ana Paula Koury brindan un importante análisis del personaje Jeca Tatu, que inspira mis reflexiones aquí.
La segunda suposición de la fuerza del símbolo utilizado por Sebastião Melo es el hecho de que la imagen de Jeca Tatu impregnó el imaginario de la cultura urbana brasileña en el siglo XX. Pero es necesario ir más allá de la imagen del sombrero de paja, que encarna la sencillez, para ver de qué se trata realmente: Jeca Tatu era la personificación de la precariedad y el atraso del país.
En este sentido, el “hombre del sombrero de paja” es nuestro Jeca Tatu, quiere actualizar al personaje, dándole un nuevo significado. Ahora sirve para encarnar la modernidad simple, el administrador cercano a la población. Se va el pobre y holgazán campesino y entra el sencillo y humilde administrador. El sombrero de paja tiene el poder de crear, en este sentido, una identidad. Tanto Jeca Tatu como nuestro “hombre de sombrero de paja” intercambiaron sus orígenes: Jeca Tatu, la finca por la ciudad; Sebastião Melo, nuestro “hombre del sombrero de paja”, la ciudad del interior de la capital.
El personaje original fue creado por Monteiro Lobato (1882-1948) en 1914 “como un personaje de un artículo publicado en un periódico, el campesino pobre y holgazán” (Sgroi & Koury, 2019). El personaje actual es una creación del marketing político. Curiosamente, a diferencia de la época de Jeca Tatu, cuando surgieron en la prensa acalorados debates sobre su figura, hoy la izquierda no ve en el “hombre del sombrero de paja” un contenido simbólico importante que criticar.
Jeca Tatu fue visto en su momento como una de las causas del atraso económico del país y luego se convirtió en un símbolo mediático con su entrada al cine de la mano de Amácio Mazzaropi (1912-1981) “En la gran pantalla, el personaje establecido él mismo una vez más en el imaginario urbano, encarnado por un intérprete que conocía muy bien el repertorio de las clases populares. La caipira sobrevivió en la pantalla grande, con mucho éxito de taquilla, hasta principios de los años 1980. Desde entonces desapareció, encarnada en el repertorio de la cultura urbana contemporánea”, afirman los autores.
Hasta que, redoblen los tambores, el “hombre de sombrero de paja” resucita como personaje político, aprovechando la memoria de los campesinos convertidos en la ciudad en trabajadores proletarizados o relegados al subempleo. ¿No fueron también los más humildes o los que tuvieron la experiencia de ver las películas de Mazzaropi los que votaron por él y prometieron votar ahora una vez más, aunque fueron víctimas de sus políticas o de la falta de ellas, como se vio en la inundación?
En la ficción, Jeca Tatu fue una crítica a la cultura del hombre sencillo, luego encarnó el ideal progresista de la lucha conservadora e incluso se convirtió en un símbolo del problema agrario, tan importante para el Partido Comunista. El “hombre del sombrero de paja” asaltó el imaginario de izquierda pegando su figura política a un personaje de Mazzaropi, pero lo cierto es que, a diferencia de aquellos, no se trata de un nuevo personaje crítico con el orden socioeconómico, sino de uno de sus principales defensores. Si Jeca Tatu encarna la transición de la cultura rural a la urbana, el “hombre del sombrero de paja” podría ser la transición de la cultura neoliberal a la ultraneoliberal
Jeca Tatu vive en el país del trapero como el “hombre del sombrero de paja” vive en el país del éxtasis neoliberal. Sgroi & Koury afirman que la expresión “trapeira” forma parte del vocabulario caipira con el significado de “gran desorden”. Esta, tal vez, sea una buena palabra para caracterizar la gestión actual de Sebastião Melo: desorden en el campo de las políticas de protección contra inundaciones con la falta de mantenimiento de las casas de bombas, desorden en el campo de las políticas de desarrollo urbano con flexibilidad en el Plan Director para facilitar reales predatorios. Ampliación patrimonial y desorden en el ámbito de la recuperación salarial de los funcionarios públicos con la denegación de los ajustes obligatorios por ley.
Con el “hombre de sombrero de paja”, pero no solo con él, hay que ser justos, pues este desorden comenzó durante el gobierno de Nelson Marchezan (2017-2021), esta es una palabra importante para marcar el proceso de desintegración del campo de protección ambiental que es parte de “poner el capital patas arriba”, que viene ocurriendo desde el inicio de los gobiernos neoliberales locales. Hasta entonces, las administraciones de izquierda (1989-2005) estuvieron asociadas a frenar la expansión predatoria de la construcción civil, con la implementación del marco regulatorio del Plan Maestro; preservación de los derechos de los servidores públicos, con recuperación salarial y preservación del medio ambiente natural, con acción amplia del SMAM, con el mantenimiento del sistema de protección, con el mantenimiento del DEP.
Con los gobiernos neoliberales que comenzaron con José Fogaça (PMDB) y llegaron al gobierno del “hombre del sombrero de paja” – con un breve interregno para el peatón – alcanzamos la flexibilización del Plan Maestro para ampliar la expansión inmobiliaria, haciendo del municipio precario con una reducción de las competencias en los servicios públicos, la reducción de los derechos de los funcionarios y la recuperación salarial y el fin del Departamento de Alcantarillado Pluvial (DEP), que agravó las inundaciones en la capital. La ciudad se ha convertido en el principal laboratorio de las políticas neoliberales de depredación, con el “hombre de sombrero de paja” como uno de sus actores.
Fue en medio de este trapo en el que se convirtió Porto Alegre que apareció el nuevo Jeca tatu, el “hombre del sombrero de paja”. Jeca Tatu surgió de la convivencia del escritor Monteiro Lobato con caboclos cuando era administrador de tierras en el Valle de Paraíba. Para Lobato, eran trabajadores que no cuidaban la tierra, provocaban incendios y empobrecían el suelo hasta volverlo estéril. Los capitalistas que se benefician de las políticas del “hombre de sombrero de paja” hacen lo mismo en Porto Alegre: quieren subdividir Fazenda Arado, una notable llanura aluvial y sitio arqueológico; Transforman el entorno urbano mediante la ampliación de grandes edificios que hacen que la vida y la cultura en la ciudad sean un tanto estériles.
Para Monteiro Lobato, el caboclo es uno de los principales impedimentos para el desarrollo de Brasil; Para mí, el proyecto neoliberal defendido por el “hombre de sombrero de paja” es el principal impedimento para el desarrollo de una ciudad con habitabilidad y cultura: aquí, crear condiciones para la expansión inmobiliaria es la forma de extinguir la ciudad mediante la depredación. El “hombre del sombrero de paja” es este ser parásito que, como en la visión de Monteiro Lobato do Caboclo, vive creando condiciones depredadoras para el capital inmobiliario, es un nómada sin aprecio por la cultura local, que vive a la sombra de una frontera. Zona entre la apariencia de buen gestor que esconde su papel destructor del patrimonio de la ciudad.
Jeca Tatu presume de su perro, su mortero, su sombrero y su encendedor; el “hombre del sombrero de paja” hace alarde de sencillez, de enfoque popular. Ambos se retiran para no adaptarse, ni a la modernidad ni a la tradición del lugar.
Monteiro Lobato quería que se pusieran en práctica modelos de administración más modernos; Quería dar un paso atrás, que dejáramos de implementar políticas neoliberales y pasaramos a un estado de protección social. Necesitamos desarrollo económico, sí, pero no a expensas de la cultura local, su patrimonio, las condiciones de la vivienda y la precariedad de los servicios públicos, exactamente la línea adoptada por el “hombre de sombrero de paja”, ya que las consecuencias son exactamente las mismas: agotamiento de uso del suelo y decadencia del lugar, ya sea en Vale do Paraíba o en Porto Alegre.
Jeca Tatu es producto de un error literario como el “hombre del sombrero de paja” es un error político. El personaje nació en un texto que Lobato envió a la sección De Quejas y Denuncias del diario El Estado de S. Pablo, pero que los editores publicaron como artículo debido a la calidad de la redacción. Nuestro “hombre de sombrero de paja” nació como un error político en la ciudad, que cree que está votando por alguien que ama la ciudad cuando en realidad no es así. ¿Qué amor es éste que llega a costa de destruir al ser amado? Ambos buscan continuidad: Monteiro Lobato empezó a escribir en el periódico, mientras nuestro “hombre del sombrero de paja” quiere ser reelegido.
Cada uno intenta mantener la continuidad a su manera. Jeca Tatu es bello en la novela y feo en la realidad, dicen los autores “Cuando asiste a las ferias, todos adivinan enseguida lo que trae: siempre cosas que la naturaleza derrama por la maleza y basta al hombre el gesto de extender su mano. mano y para cosechar. Nada más. Su gran preocupación es exprimir todas las consecuencias de la ley con el menor esfuerzo, y en esto llega lejos”. dicen Sgroi y Koury. ¿No es esa la descripción perfecta de nuestro “hombre de sombrero de paja”? ¿No es la exploración del mundo natural lo que vemos en Fazenda Arado? ¿No es su esfuerzo por exprimir el Master Plan, por eliminar todo lo que impide la construcción de grandes rascacielos en la ciudad?
Es portador de la ley del mínimo esfuerzo, no para sí mismo, sino para los empresarios que representa. Como dicen los autores, “el caboclo es el urupê sombrío con madera podrida, que duerme silenciosamente en los recovecos de las cuevas. Sólo que él no habla, no canta, no ríe, no ama. Sólo él, en medio de tanta vida, no vive… (Sgroi & Kouri, apud Lobato, 2009)”.
El “hombre del sombrero de paja” dice que vive en la ciudad, pero no es así. Si lo vieras, te importaría la sombra del edificio que quieres autorizar a construir junto a la catedral metropolitana de Porto Alegre. Debo estar a favor del “hombre de sombrero de paja” como los críticos de urupé, libro de Lobato donde aparece el personaje, como también soy esta “ciudad alfabetizada”, término para referirse a los intelectuales que criticaron su obra. También soy crítico, pero no porque esté en la comodidad de mi casa, sino por la necesidad de mostrar el verdadero carácter detrás de la ficción electoral.
Es necesario, como dice el filósofo Jacques Derrida (1930-2004), deconstruir el idealismo de la figura que encarna el “hombre de sombrero de paja”, y para ello es necesario leer su imagen como un texto y seguir las camino del filósofo de la deconstrucción, porque deconstruir no es destruir a tu personaje, sino arrancarlo de su lógica, mostrando la disposición de sus elementos textuales.
Los autores dicen que las “réplicas que aparecieron en la prensa después de la publicación de urupé Estaban tan furiosos como las palabras de Monteiro Lobato”. Incluso en esto, nuestro “hombre de sombrero de paja” tiene suerte. La campaña de su oponente Maria do Rosário (PT) todavía está tibia y el único político de izquierda críticamente crítico, el diputado Leonel Radhe (PT), tiene excelentes vídeos que no están en el tiempo político. Él es el único que deconstruyó el personaje, invirtiendo en la asociación de imágenes de la catástrofe de la administración con el “hombre del sombrero de paja”. Aquí no se trata de un símbolo de sencillez, sino de ineficiencia.
Se trata, aquí, de una respuesta de izquierda “posmoderna”, porque acepta y combate la idea de una buena política en el campo de los símbolos. El sociólogo Jean Baudrillard (1929-2007) ya había dicho en su obra A La sombra de las mayorías silenciosas (Brasiliense) que las masas no quieren lo racional, sino lo irracional. Nuestro hombre del sombrero de paja lo sabe y abusa y utiliza los recursos de los memes, incluso consigo mismo.
Con el tiempo, Jeca Tatu de Lobato sufre dos transformaciones según los autores. El primero es lo que viene después de que el autor lee el libro. Saneamiento básico en Brasil, de Belisário Penna y Arthur Neiva, publicado por el Instituto Osvaldo Cruz en 1918, cuando entiende que el interior del país había sido abandonado. Lobato creía que el caboclo era inferior y apático por su condición racial, y sustituyó la idea de superioridad de determinadas razas que defendía el autor por una idea de que el hombre del campo era fruto del subdesarrollo -y no del subdesarrollo-. Al revés: Monteiro Lobato “pide perdón a Jeca, diciendo que no le hizo caso cuando estaba enfermo””, dicen Sgroi y Koury.
Monteiro Lobato comienza a publicar sobre la explotación de la población rural debido a la concentración de la renta y crea en 1924 Jeca Tatuzinho, un cuento infantil en el que el personaje transformado en niño narra su superación, desde la enfermedad y la pobreza hasta la salud, la prosperidad y el trabajo. duro. Sirve como propaganda para una edición de Almanaque del Biotônico Fontoura distribuido gratuitamente en farmacias de todo Brasil (Sgroi y Kouri, apud Duarte: 2009, p. 121). Los autores informan que la edición especial del Almanaque representó uno de los mayores fenómenos de penetración pública de su época y que su circulación batió todos los récords de cualquier publicación impresa de ese período. “Es destacable también la longevidad de la revista: en 1982 se imprimieron 100 millones de ejemplares de la edición” (ídem, p. 129).
El cambio se produce con el personaje holgazán y miserable cuando recibe la visita de un médico, que le diagnostica Amarelão “después de ingerir un “elixir milagroso” – Biotomic Fontoura y otros medicamentos del laboratorio farmacéutico –, se vuelve robusto, rubicundo y saludable. ; Comienza a empuñar la azada con vigor y transforma su deteriorado terreno en una poderosa empresa agrícola, que incluye talar árboles para ampliar su casa y golpear al jaguar que tanto lo asustaba”, dicen Sgroi y Kouri.
Es el descubrimiento por parte del autor de las condiciones reales de vida de los campesinos, despreciados por las autoridades públicas y víctimas de la alta concentración de la renta en manos de los terratenientes. En la ciudad del “hombre del sombrero de paja”, la campaña de su oponente Maria do Rosário (PT) ya denunció el cambio de carácter: si en las elecciones anteriores atribuyó al poder público establecido en la Municipalidad la responsabilidad por el inundaciones, en la actual propaganda lanza sus críticas al supuesto abandono del gobierno federal – lo cual no es cierto, ya que ha invertido 42,3 mil millones de reales en el Estado para reconstruir a las víctimas de las inundaciones.
Si en Monteiro Lobato son los terratenientes los que originan los males del caboclo, en la tierra del “hombre del sombrero de paja” son ahora los empresarios y grandes empresarios de la construcción. En su discurso no hay crítica al capital, a la explotación de los más pobres, sólo hay captura de la imagen del caboclo a través del uso de su sombrero para beneficio electoral. Podría ser: el cambio en el carácter de Lobato se debió al acercamiento del autor a los temas de reforma agraria defendidos por el Partido Comunista; Al “hombre del sombrero de paja” sólo le interesa una reforma agraria que beneficie a los empresarios y haga la vida más fácil a las corporaciones.
Ninguna de las poblaciones abandonada a su suerte en las posadas contratadas por el Ayuntamiento y que incendian y matan a sus ocupantes, según informa la web Brasil de traje (disponible https://encurtador.com.br/OvTI6). Son como Zé Brasil, el nombre de otro personaje de la obra de un trabajador rural de Monteiro Lobato. Allí como aquí, siempre es el abandono y la miseria absoluta del trabajador, sea rural o urbano. Si los grandes terratenientes son la causa del abandono de Zé Brasil, los grandes contratistas son los trabajadores urbanos que el “hombre del sombrero de paja” quiere representar.
Zé Brasil es una actualización de Jeca Tatu, pero “el hombre del sombrero de paja” no es una actualización de nada, excepto de la fuerza de las élites. Según los críticos de la época, el paso de un personaje a otro fue una evolución política; En nuestro caso sólo hay una involución, como ya hemos demostrado en el análisis de los programas de la anterior elección del candidato en nuestro libro “La increíble historia del programa que se encogió” (disponible en https://encurtador.com.br/oXWeX).
La segunda transformación ocurre con el personaje Zeca Tatu y viene dada por su recreación a cargo de Amácio Mazarropi. Fue parte de un contexto de desarrollo capitalista como el “hombre del sombrero de paja” es parte de su profundización. El primero encarnaba el personaje de Jeca Tatu en los inicios de la comunicación de masas en Brasil; el segundo encarna el personaje del período ultraneoliberal. El primero nació en el programa radial humorístico Rancho Alegre en 1946 y que se convirtió en el primer programa humorístico de TV Tupi en 1950 y el segundo nació en la propaganda electoral de Porto Alegre en los años 2024.
Tanto el personaje de Mazzaropi como el del “hombre del sombrero de paja” buscaban ser la síntesis de los orígenes del pueblo. Pero mientras el personaje de Mazzaropi nació del teatro mambembe, el otro nació de estrategias de marketing posmodernas, es decir, el primero nació como una forma de arte y el segundo como una manera de conquistar conciencias.
La Jeca Tatu de Mazzaropi se justifica por la exigencia de las clases populares; la del “hombre del sombrero de paja!” por la exigencia de la clase política de perpetuarse en el poder. Ambas son performances, la primera improvisada y regionalista y la segunda calculada y política. Pero la transformación fundamental está en el discurso de la ciudad que encarna: en el primero, la ciudad es fuente de lo falso, de lo deshonesto, del vicio; en el segundo, es fuente de riqueza, felicidad y progreso para todos –cuando es sólo para unos pocos–.
Tanto el Jeca Tatu de Mazzaropi como el “hombre del sombrero de paja” de Sebastião Melo quieren encarnar la imagen de un hombre rural puro. Los autores dicen que “Jeca Mazzaropiano apareció en 1959 en la película Jeca Tatu, producida por la propia productora del artista, PAM Filmes, y dirigida por Milton Amaral”; la nuestra proviene de la propaganda política de 2024, exactamente 65 años después. Si la Jeca de Mazzaropi fue un enfrentamiento entre el hombre del campo y la ciudad, la jeca del “hombre del sombrero de paja” es su aceptación resignada.
Ambos se inspiran en la observación de personas, pero se apropian de la caipira de diferentes maneras. Al final, el primero quiere convencer a las clases dominantes de su responsabilidad en la situación de atraso del campo mientras que el segundo quiere convencer a las clases dominadas del interés de las clases dominantes en mejorar su condición. Lo que se está haciendo aquí es en ambos casos simplemente otra forma de seducción, el mal uso del propósito del símbolo, pero si en el primero está al servicio de la lucha de clases, en el segundo está al servicio de la dominación de clases.
Las versiones de Jeca Tatu de Monteiro Lobato y Mazzaropi tienen diferencias, pero en la versión de Mazzaropi el personaje ya no es un parásito de la nación, enfermo o consciente como el de Lobato, sino un campesino conservador crítico de la lógica industrial y de esta manera se distancia de su contemporáneo. homólogo político, que la defiende.
La conclusión es que el “hombre del sombrero de paja” no es más que un campesino estilizado, diferente del campesino real o de la herencia mazzaropiana. Utiliza el símbolo del sombrero y un lenguaje rústico para provocar una identificación inmediata con los más pobres. No hay nada en el “hombre del sombrero de paja” que señale la Jeca del pasado, además del sombrero. Este es, sin embargo, un símbolo fuerte porque evoca sensibilidad. ¿Cual? El uso del tiempo.
Allí el tiempo pertenece al agricultor; aquí está el ritmo frenético del empresario; Allí era el tiempo que pasa, aquí está la búsqueda de resultados. La Jeca del pasado es más rica que la actual porque tiene otro significado, el de valorar el tiempo que transcurre entre el día y la noche, las lluvias y las estaciones, diferente al tiempo cronometrado de la ciudad. Es solo que ahora no se trata de perder el tiempo, sino de comprar y vender tiempo. Y comprar y vender, eso es lo que entiende el “hombre de sombrero de paja”.
Jorge Barcelós, Historiador, tiene un doctorado en Educación por la UFRGS. Autor, entre otros libros, de Los neoliberales no merecen lágrimas: cómo la política neoliberal amplificó la inundación de 2024 en Rio Grande do Sul (Club de autores).
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