por TADEU VALADARES*
Consideraciones sobre los desarrollos recientes de la guerra en Europa
“El futuro siempre está respaldado” (Augusto Roa Bastos, metaforismos)
El 4 de marzo, el sitio web la tierra es redonda texto dentro de un círculo titulado “Apuntes sobre una guerra en curso”, mi intento, por cierto precario -ocho días después del inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania- de llegar a un entendimiento de lo que estaba pasando, la génesis de lo que estaba en juego, lo que había llevado a Vladimir Putin a decidir la invasión y lo que eso el choque frontal entre Moscú y Kiev provocó como acelerador del proceso de cambio profundo en el sistema internacional.
En cierto modo, este nuevo texto es una especie de diálogo con el anterior, mi esfuerzo de análisis e interpretación, también bajo la clave de lo precario, que tiene en cuenta algunos de los desarrollos que se han producido desde entonces en varios niveles, directamente o indirectamente vinculado a lo que el gobierno ruso llama una “operación militar especial”.
Sé que estoy simplificando demasiado, pero empiezo señalando que desde el estallido de la guerra, el debate centrado en ella se ha diversificado y profundizado, con la participación de al menos tres grupos, dos de los cuales ven a Kiev y Moscú, Occidente y Rusia, de lentes completamente opuestas. Ambos, en su límite máximo, tienden al maniqueísmo. El tercero busca, a través de análisis realistas y más distanciados, descifrar críticamente lo que sucede en términos generales, esto es: la compleja relación entre la violencia militar desatada por Rusia el 24 de febrero, cuando atacó en varios frentes; el apoyo, en materia de armamento, entrenamiento y cobertura político-diplomática y mediática, recibido por el gobierno de Kiev de los países miembros de la OTAN y otros del llamado Occidente; la violencia económico-financiera desatada por el trío EEUU-OTAN-Unión Europea en su intento de estrangular económicamente a Rusia; y, además, el estallido de la llamada Nueva Guerra Fría que todo ello engloba, y que apunta al surgimiento de un nuevo orden bipolar, al mismo tiempo que sucede y supera al que fue diseñado en bosque Bretton.
El debate sobre la guerra de Ucrania, en el ámbito específico de la izquierda, ha estado marcado por fuertes desencuentros y claros conflictos de interpretación. Creo que esta Babel sobrevivirá a la guerra misma, ya sea que el conflicto termine en meses o años. Lo que la “operación militar especial” provocó en la izquierda, tanto en Brasil como a escala mundial, se está convirtiendo en otro importante parteaguas, como lo fue la Primera Guerra Mundial y la decisión de gran parte de la socialdemocracia de poner entre paréntesis el internacionalismo; la Revolución Rusa; la degeneración estalinista confrontada por el trotskismo de Trotsky; y la propia Guerra Fría terminó poco antes de la disolución de la URSS.
En este debate, los más apasionados o cegados, conscientemente o no, parten de la defensa de la socialdemocracia, en especial la europea, como el único espacio que permitiría los cambios estructurales de la jaula de hierro, como defiende la izquierda -lo sé-. que el adjetivo no cubre todo el universo en cuestión: socialdemócrata. Estos defensores ven en Rusia el expansionismo de la barbarie autoritaria, Moscú como heredera, al mismo tiempo y a pesar de la poca lógica argumentativa, del imperio zarista y del totalitarismo estalinista.
Por otro lado, hay quienes critican a Occidente de manera complementaria e inversa, siendo Occidente mismo la verdadera barbarie que nos ha acompañado desde la expansión colonial imperial, desde el siglo XV hasta casi finales del XIX, cuando la el imperialismo como etapa superior del capitalismo se impone, hoy bajo el nombre de globalización. En el fondo, una parte de los que adoptan esta posición en la que más me reconozco, tiene su punto débil en la tendencia -en mi entendimiento absolutamente equivocado- a entusiasmarse con Rusia como si la Federación fuera socialista, o porque, “La realpolitik obliga”, La Rusia de Vlaimir Putin es una gran fuerza antiimperialista, al igual que China. Entonces, compañero de viaje del Tercer Mundo/Sur Global.
Podría estar totalmente equivocado, pero así es como veo, en términos estructurales, el debate interno en curso en la izquierda. Veréis que, bajo esta disonancia manifiesta, prosigue el duelo inconcluso entre civilización y barbarie que, bajo diversas formas, marca la Ilustración y sus contradicciones, ya manifiestas en el siglo XVIII, denunciadas enfáticamente en el XIX, esa Ilustración que en del siglo XX, tras la deconstrucción llevada a cabo por Adorno, Horkheimer y otros de la primera oleada de Frankfurt, parece haber agotado sus cimientos, es decir, estar algo desprovisto en la primera mitad del siglo XXI.
Saliendo de este debateen fieriAparte, centrémonos en el conflicto militar en Ucrania. Por lo que escribí hace casi dos meses, me parece que todavía vale la pena considerar la guerra como la señal más fuerte de que el sistema internacional ha cruzado su Rubicón, que el llamado orden internacional no puede volver a ser lo que era. El mundo inmediato de la posguerra, estructurado económica y financieramente en bosque Bretton en 1944, y el multilateralismo practicado por la ONU desde 1945, sucesora del intento fallido plasmado en la Sociedad de las Naciones, vive un agudo momento de crisis. El poder hegemónico que protagonizó esta construcción dual y convergente está siendo cuestionado. Este es el meollo perdurable del asunto.
Con el estallido de la guerra en Ucrania, este orden y esta hegemonía, encarnados por los EE. UU., se debilitan a diario, a pesar de las apariencias inmediatas de lo contrario. Se confirma la fractura geopolítica y geoeconómica, con lo que comienza a flotar en el río heraclitiano o borgeano, otro tipo de bipolaridad, muy diferente a la instaurada por la vieja Guerra Fría. Por un lado, el Occidente capitalista, que archiva los sueños del fin de la historia. Por otro lado, la Eurasia capitalista que comienza en Rusia, incluye a China y no se sabe, hoy, dónde termina.
En la práctica, el mundo unipolar generado por la disolución de la URSS ya no se sostiene. Venció. Pero el esquema en el que EEUU, la OTAN y la UE forman uno de los polos, mientras que China y Rusia encuentran el otro, es algo aún más potencia que realidad, su certificado de origen firmado el pasado febrero en Pekín por Xi y Putin, según todas las 'normas técnicas'. Puede, el polo euroasiático, llegar a solidificarse, quizás en un tiempo mediano. Pero ambos polos y el otro siempre estarán corroídos por el tercer elemento, el viejo topo de la multipolaridad que, debidamente encarnado, permitirá idealmente que el antiguo Tercer Mundo, el Sur Global de hoy, juegue un papel relevante en el sistema futuro. En otras palabras, no quedar reducido a algo meramente residual.
En cuanto al multilateralismo, nada indica que esté condenado al naufragio. Pero eso sí, deberá adaptarse a su sustrato real, la bipolaridad emergente. Y tendrá que pasar la prueba que serán los efectos desestabilizadores de la gran crisis que durará indefinidamente. Sabemos, el último gran interregno de este tipo, los veinte años de 1919 a 1939, terminados por la Segunda Guerra Mundial. La crisis generalizada y prolongada, desencadenada en 2007-2008, persiste. Pero desde entonces impulsado por la pandemia que parece que va a dejar de serlo, y por la guerra de Ucrania y todos sus efectos corrosivos, que no se sofocarán en dos o tres años más.
En este amplio marco, lo que ya llegó, no lo que está por venir, se dibuja como una tensa y peligrosa confrontación bipolar de largo plazo, movida simultáneamente por el empuje expansivo y controlador de EE.UU., la OTAN y la Unión Europea, por una por un lado, y, por otro lado, por este proyecto chino-ruso aún poco definido y operacionalizado, cuyo resultado configurará mucho, quizás lo más importante, la nueva realidad geopolítica y geoeconómica resultante de la 'alianza ilimitada' establecida entre Pekín y Moscú.
Este es el panorama general que, en mi opinión, será muy negativo para países como Brasil y Argentina, por citar dos países latinoamericanos; Sudáfrica y Nigeria, por mencionar dos africanos; Irán e India están al borde, dado su pragmatismo y sus circunstancias únicas, por nombrar dos asiáticos. Toda bipolaridad nos perjudica, y lo que se muestra en ciernes no será una excepción a la regla. Toda multipolaridad nos favorece, pero esta construcción nunca se llevó adelante históricamente.
Es en este contexto expandido hasta el último límite en el que, a mi modo de ver, debemos insertar la guerra de Ucrania, esa caja de sorpresas pandorianas. Entre ellos, la gran sorpresa general es la duración inesperada del conflicto. Cuando la tierra es redonda Circulaban mis notas, lo confieso: pensaba que el conflicto llegaría a su fin, con una victoria rusa, en cuestión de semanas, un mes y poco más, a lo sumo. Como escribí entonces, Rusia sería la ganadora, pero podría 'perder la paz' si Ucrania se convirtiera, para Moscú, en una especie de 'Afganistán europeo'. Pero esta hipótesis de que el conflicto desembocaría en un 'Afganistán europeo' era, para mí, extrema. En otras palabras, muy poco probable. Hoy ya no lo creo.
Otra gran sorpresa: la decisión tomada por EE.UU., la OTAN y la Unión Europea de, a un ritmo vertiginoso, operacionalizar la estrategia extrema de ahogamiento económico y financiero de Rusia, por más medidas que se tomen, y que aún no han sido agotadas, es revelándose, por efecto boomerang, disparado en el pie de Occidente, con un arma de gran calibre, pero aún no definido. Los riesgos que conlleva esta estrategia son enormes. A medida que ganen impulso, prolongarán y acentuarán la crisis económica de 2018.
En el plano militar, de tener éxito, el ahogamiento económico de Rusia, el “éxito” de la estrategia occidental podría llevar a Moscú a intensificar exponencialmente todas las operaciones militares en Ucrania, con miras a lograr sus objetivos en un tiempo acortado, hoy aparentemente 'reducido'. ' control de la mayor parte del sur y este de Ucrania. El ahogamiento económico de Rusia y la transformación de Ucrania en un inmenso arsenal occidental multiplica, junto con las ganancias del complejo militar-industrial, los riesgos y peligros para todos los directamente implicados. Este amplio abanico de medidas, aparentemente casi inagotables, seguramente será contrarrestado por Moscú, y por eso mismo puede conducir incluso a la guerra europea y al consiguiente uso de armas nucleares tácticas. Después de eso…
El momento crucial de la guerra en Ucrania, el que hasta ahora parece ser el decisivo, la gran batalla por el Donbass, debe empezar con toda su fuerza pronto, quizás tras la rendición de las fuerzas ucranianas que aún resisten en Mariupol. Como en todas las etapas anteriores, la próxima será objeto de una disputa narrativa en la que los principales medios de comunicación occidentales seguirán predominando a nivel mundial sobre el esfuerzo ruso. En ese campo, David se enfrenta a Goliat, pero sin la ayuda del Señor Dios de los ejércitos…. En ese sentido, solo cambios radicales en el escenario militar podrán socavar, por la fuerza de las armas, la que es una de las grandes bazas de la alianza occidental, la narrativa en la que el comediante presidente, actor dotado de las cualidades de Ronald Reagan, se transformó en un héroe mítico 'de nuestro pueblo'.
Habiendo esbozado la situación actual y sus posibles dinámicas, utilizo, como ilustración de mis tesis, dos textos recientes, ambos escritos por dos ex diplomáticos. uno de ellos, indio; el otro, americano. Visiones totalmente divergentes, dos lógicas opuestas en acción, dos matrices de interpretación enfrentadas. En el caso del americano, una lógica ciertamente imperial. En el caso del indio, una lógica del Sur Global en algo irredimible.
En “La narrativa estadounidense no sobrevivirá a la derrota en Donbasss”, MK Bhadrakumar, al analizar los discursos recientes de Boris Johnson y Joe Biden, destaca el desajuste entre ambos, que en última instancia es una contradicción. Mientras que Biden en un solo discurso promete todo: “responsabilizar a Putin por su brutal y sangrienta guerra”; “aumentar aún más la capacidad de lucha de Ucrania en el este, en la región de Donbass”; “repeler la agresión de Rusia en Ucrania para superar el salvajismo de Putin”; “aumentar la presión sobre Putin y aislar aún más a Rusia en el escenario mundial”; “negar aún más a Rusia los beneficios del sistema económico internacional que tanto disfrutó en el pasado”; y “continuar junto al valiente y valeroso pueblo de Ucrania”-, el discurso de Johnson, un día después de la catilina de Biden, fue leído como completamente contrario al del presidente estadounidense.
Bhadrakumar señala que Johnson, "en marcado contraste, tendía a seguir la predicción de la inteligencia militar británica, según la cual, en ese momento, los rusos podrían vencer a Ucrania". El exdiplomático indio transcribe un largo extracto del discurso de Boris Johnson: “Creo, lamentablemente, que (una victoria rusa) es una posibilidad realista. Naturalmente, Vladimir Putin tiene un ejército enorme; tiene una posición política muy difícil; la única solución que tiene ahora es seguir tratando de usar su enfoque aterrador, triturador y de artillería, tratando de triturar a los ucranianos. Ahora está en proceso de asegurar un puente terrestre en Mariupol. La situación es, me temo, impredecible. Tenemos que ser realistas al respecto”. "Durante su reciente viaje a Ucrania, Johnson supuestamente aconsejó al presidente Vladimir Zelensky que efectuara una retirada y formara una nueva línea de defensa, pero Zelensky no tiene más remedio que seguir el consejo estadounidense".
Para el indio, la gran y más problemática cuestión a la que se enfrentará Occidente, en particular Estados Unidos, sería cómo calcular cuánto tiempo se mantendrá la unidad del arco occidental, en caso de que la guerra en Ucrania se prolongue indefinidamente. Eso es porque "aunque las sanciones occidentales han dañado la economía rusa, según las indicaciones actuales, Moscú se está ajustando a una 'nueva normalidad'". Mientras tanto, “las economías europeas se encuentran en distintas etapas de colapso”.
Bhadrakumar pinta un cuadro en el que prima, en el terreno militar, la inevitabilidad de que Rusia gane la guerra en Ucrania y la ineludible imposición a Occidente, por parte del Moscú victorioso, de otro tipo de derrota. Esto se debe a que los más afectados por las sanciones que penalizan a Moscú serán EEUU, la OTAN y la Unión Europea. Irónicamente, en la narrativa de Bhadrakumar, las mayores víctimas de la guerra económico-financiera y comercial serán quienes, armando masivamente a Kiev, aseguren que la guerra tenderá a convertirse en un conflicto de larga duración.
Pasemos al breve ensayo de Richard Haass titulado “¿Qué quiere Occidente en Ucrania?”, difundido por Relaciones Exteriores 22 de abril Tenga en cuenta que Haass ocupa la presidencia de la Consejo de Relaciones Exteriores, considerado por establecimiento americano como think tank independiente, apartidista.
Para Haass, los objetivos iniciales de Vladimir Putin eran claros y maximalistas. Si se hubieran logrado, Moscú esencialmente habría destruido a Ucrania como estado soberano. Sin embargo, dadas las frustraciones militares rusas, Putin redujo los objetivos de Rusia. De plural a singular: el objetivo ruso se convirtió en lo más importante, la dominación del este y el sur de Ucrania.
Mientras Moscú o Vladimir Putin, términos intercambiables para Haass, tienen un objetivo definido, ambiciones iniciales reducidas, Occidente no habría enumerado sus objetivos hasta ahora. En lugar de elaborar una salida victoriosa del conflicto, explorando al menos teóricamente lo que Kiev y Moscú tendrían que ceder recíprocamente para lograr la paz, EE. UU., la OTAN y la Unión Europea se han concentrado desde el comienzo de la guerra únicamente en los medios, no en los fines de semana. ¿El medio principal? Cantidad y calidad de la ayuda militar; aumento de la extensión de las sanciones económicas (se está finalizando el sexto paquete); y se niega a establecer un 'zona de exclusión aérea', por obvias razones. Al hacerlo en Occidente, se olvidó la cuestión vital, el objetivo más importante, cómo establecer la paz, por vital que fuera. Vital desde el inicio de la guerra y mucho más ahora, cuando entró en conflicto militar, dado el cambio de objetivos efectuado por Moscú, en una fase crítica, centrada geográficamente en el Donbass y en el sur de Ucrania. El escenario anuncia una gran batalla.
Según la receta estadounidense, Occidente podría adoptar una perspectiva que favoreciera el fin de la guerra; y que cuanto antes sucediera, mejor. Con ese fin, Occidente, es decir, EE. UU., la OTAN y la Unión Europea, deberían elaborar términos que “el gobierno democrático de Ucrania esté dispuesto a aceptar”. Equiparar los elementos de una paz aceptable para Kiev implicaría responder al menos a las siguientes preguntas: (1) ¿Recuperará Ucrania todo el territorio perdido en los últimos dos años? (2) ¿Debe Rusia retirarse por completo de la región de Donbass y Crimea? (3) ¿Ucrania habría asegurado su derecho a unirse a la Unión Europea y la OTAN? (4) ¿Todo lo que llegara a ser pactado sería objeto, una vez concluida la guerra, de un tratado formal, firmado por Rusia?
Haass defiende este esquema de paz, que explica detalladamente a lo largo del ensayo.El análisis de la propuesta se hace de forma sofisticada, pero siempre concediendo a Moscú, detalle significativo, un papel totalmente secundario. Los cuatro grandes jugadores son Estados Unidos, la OTAN, la Unión Europea y el gobierno de Kiev. De ahí la sensación de que, una vez elaborado el plan de paz por Occidente y Ucrania, la aquiescencia de Rusia sólo sería un hecho, algo derivado, la consecuencia de una causa bien determinada, el esfuerzo cuadrilátero de Occidente. El quinto lado del pentágono es pasivo.
La conclusión del ensayo de Haass es esclarecedora a este respecto. Occidente –es decir, el trío EE.UU./OTAN/Unión Europea– debería realizar consultas internas, y con Ucrania, para definir lo que falta hasta ahora, los objetivos de la guerra. EE. UU. y la OTAN deben perfeccionar sus planes de disuasión y respuesta ante posibles ataques rusos a otros países, así como definir cómo actuar en caso de que Moscú utilice armas de destrucción masiva. Es difícil que la paz se formalice en un acuerdo que marque el final real del conflicto. Y finalmente, no es de esperar que haya un cambio de régimen en Rusia. En consecuencia, el posible éxito de Occidente en el conflicto sería la apreciable (?) disminución de las hostilidades; el regreso de las tropas rusas a la región que ya controlaban antes del inicio de la operación militar especial; y el no uso de armas de destrucción masiva por parte de Moscú.
Siempre según la perspectiva de Haass, a largo plazo, Occidente, utilizando la mezcla imperial tradicional de sanciones y diplomacia, se esforzaría por obtener la retirada completa de las fuerzas rusas de todo el territorio ucraniano. Es imposible para un realista elaborar objetivos más idealistas, idealistas porque dependen de un derrocamiento completo de Rusia.
Igualmente imposible, especialmente para un lector brasileño, no recordar la pregunta de Garrincha: ¿estuvieron de acuerdo con los rusos?
*Tadeu Valadares es un embajador jubilado.