por WALNICE NOGUEIRA GALVÃO*
El estratega militar que coordinó el estallido de la Revolución de los Claveles fue un gran hombre, un destino extraordinario
Hemos recibido noticias de la muerte de Otelo Saraiva de Carvalho, el estratega militar que coordinó el estallido de la Revolución de los Claveles, o el derrocamiento del salazarismo. Salazar ya había muerto, pero persistía la dictadura que instauró y mantuvo con mano de hierro durante décadas.
Fue un movimiento de jóvenes capitanes del ejército, que vivieron la mala experiencia de la guerra colonial y desarrollaron tendencias democráticas. Obligados a servir en las colonias africanas del imperialismo portugués, pronto se dieron cuenta de que su misión era matar negros. En ese momento, se había vuelto costumbre que los jóvenes que llegaban a la edad del servicio militar obligatorio salieran de Portugal y vinieran a Brasil, u otros lugares, para que no aprendieran una tarea tan dura.
Otelo participó en los preparativos del 25 de abril y, gracias a su superior competencia y capacidad de liderazgo, trazó el plan para tomar el poder en un solo día y sin derramamiento de sangre. La contraseña fue dada por una elección histórica, la transmisión radial de la canción “Grândola, vila morena”, de Zeca Afonso, donde fue posible hacer propaganda democrática, resultando en varias detenciones. En la grabación realizada por el compositor se pueden escuchar claramente los pies moviéndose al unísono en la marcha colectiva. Además, la letra exalta la igualdad y la fraternidad que prevalecen entre los campesinos alentejanos. No fue elegido por casualidad, por lo tanto.
Para asombro del mundo, los jóvenes capitanes tomaron el poder para derrocar la dictadura, pero no tenían ambición de mantenerla ni ejercerla. Los teóricos incluso hoy discuten una decisión tan extraña. Pero hay quien piensa que no es exclusivo de la Revolución de los Claveles: ni el objetivo de Mayo del 68 era tomar el poder, ni el de Occupy en Nueva York. Es un poco como si los teóricos quisieran obligar a cada levantamiento a ser deslumbrado por el poder.
Después de eso, y de los avances que se dieron por doquier, dejando atrás medio siglo de una dictadura puritana y moralista, que paralizó e inmovilizó al país, hubo explosiones libertarias en varios niveles. Por ejemplo, toda la ciudad de Lisboa fue grafiteada, generando polémica, tal era la legítima necesidad de expresión, a pesar del tamaño y de un período tan largo de represión. Después de un tiempo, se decidió “limpiar” la ciudad, y dejar solo una cuadra con el grafiti original, como si fuera un monumento histórico.
Casi todos quedaron satisfechos y acomodados con la vuelta al orden y el restablecimiento paulatino del proceso democrático, con la creación de partidos y sindicatos, negociación de salarios, fin de la censura, etc. Quizá no tanto los perjudicados. Pero la creciente aceptación de la reducción de las conquistas sociales realizadas inmediatamente después del derrocamiento es menos defendible. Otelo fue uno de los que caminó, con un pequeño grupo, hacia una radicalización socialista que, al parecer, terminó desembocando en acciones violentas. Arrestado y procesado, recibió un veredicto de culpabilidad junto con una larga pena de prisión. ¡Él, el último héroe del 25 de abril!
Unos años más tarde, y en parte en respuesta al llamamiento público del muy respetado intelectual portugués Agostinho da Silva, el gobierno decidió concederle el indulto.
Al salir de prisión, Otelo se fue a descansar a París, justo a tiempo para asistir a la celebración de la fecha del 25 de abril, en una sesión cívica en el Centro Georges Pompidou, o Beaubourg. Estaba silencioso en medio del público cuando lo detectó el presidente de la mesa que dirigía la obra, Eduardo Lourenço, quien lo saludó y, dirigiéndose en parte a él y en parte a los presentes, contó su trayectoria y la saga de la revolución portuguesa. Fue emocionante.
Eduardo Lourenço le pidió que se pusiera de pie, para que todos pudieran verlo y aplaudirlo. No puedo decir hasta qué punto los presentes, franceses y otros, conocían su historia, pero es de creer que sí, en vista de la ovación que siguió. Él solo sonrió, y continuó sonriendo después de que terminó la sesión y todos se apresuraron a estrecharle la mano.
Un gran hombre, un destino extraordinario.
*Walnice Nogueira Galvão es profesor emérito de la FFLCH de la USP. Autor, entre otros libros, de leyendo y releyendo (Senac/Oro sobre azul).