La catástrofe (ecológica) inminente y los medios (revolucionarios) para evitarla
Por Michael Lowy*
Con menos de dos metros de aumento del nivel del mar, vastas regiones de Bangladesh, India y Tailandia, así como las principales ciudades de la civilización humana (Hong Kong, Calcuta, Venecia, Ámsterdam, Shanghái, Londres, Nueva York, Río de Janeiro) desaparecer bajo el mar.
I.
La crisis ecológica ya es, y lo será aún más en los próximos meses y años, el tema social y político más importante del siglo XXI. El futuro del planeta, y por tanto de la humanidad, se decidirá en las próximas décadas. Los cálculos de algunos científicos sobre escenarios para el año 2100 no son muy útiles, por dos razones: (a) científicas: considerando todos los efectos retroactivos que son imposibles de calcular, es demasiado arriesgado hacer proyecciones de un siglo; (b) política: al final del siglo, todos nosotros, nuestros hijos y nietos, nos habremos ido, entonces, ¿cuál es el punto entonces?
II.
La crisis ecológica tiene muchas vertientes, con peligrosas consecuencias, pero el tema climático es sin duda la amenaza más dramática. Como explica el IPCC, si la temperatura media aumenta más de 1,5° por encima del período preindustrial, es probable que se ponga en marcha un proceso irreversible de cambio climático. ¿Cuáles serían las consecuencias? Solo algunos ejemplos: la multiplicación de megaincendios como el de Australia; la desaparición de los ríos y la desertificación de la tierra; el derretimiento y desintegración del casquete polar y el aumento del nivel del mar hasta decenas de metros.
Pero con menos de dos metros de aumento del nivel del mar, vastas regiones de Bangladesh, India y Tailandia, así como las principales ciudades de la civilización humana -Hong Kong, Calcuta, Venecia, Ámsterdam, Shanghái, Londres, Nueva York, Río de Janeiro- desaparecerá bajo el mar. ¿Cuánto subirá la temperatura? ¿A partir de qué temperatura se verá amenazada la vida humana en este planeta? Nadie tiene una respuesta a estas preguntas...
III.
Estos son riesgos de catástrofe sin precedentes en la historia humana. Tendríamos que remontarnos al Plioceno, hace unos millones de años, para encontrar una condición climática similar a la que podría darse en el futuro como consecuencia del cambio climático. La mayoría de los geólogos creen que hemos entrado en una nueva era geológica, el Antropoceno, en la que las condiciones del planeta se han visto alteradas por la acción humana.
¿Que Acción? El cambio climático comenzó con la Revolución Industrial del siglo XVIII, pero dio un salto cualitativo a partir de 1945. En otras palabras, la civilización industrial capitalista moderna es responsable de la acumulación de CO2 en la atmósfera y, por lo tanto, del calentamiento global.
IV.
La responsabilidad del sistema capitalista por el desastre inminente es ampliamente reconocida. Papa Francisco, en Encíclica Laudato Si, sin pronunciar la palabra “capitalismo”, denunció un sistema estructuralmente perverso de relaciones comerciales y de propiedad, basado exclusivamente en el “principio de maximización de ganancias”, como responsable tanto de la injusticia social como de la destrucción de nuestra casa común, la naturaleza.
Una consigna levantada universalmente en manifestaciones ecologistas alrededor del mundo es: “¡Cambiemos el sistema, no el clima!” La actitud de los principales representantes de este sistema, defensores del business as usual –multimillonarios, banqueros, “expertos”, oligarcas, políticos– se puede resumir en la frase atribuida a Luis XIV: “Después de mí, el diluvio”.
V.
La naturaleza sistémica del problema está cruelmente ilustrada por el comportamiento de los gobiernos, todos ellos (con muy pocas excepciones) al servicio de la acumulación de capital, las multinacionales, la oligarquía fósil, la mercantilización en general y el libre comercio. Algunos, Donald Trump, Jair Bolsonaro, Scott Morrison (Australia), son abiertamente ecocidas y negadores del clima. Los otros, los "razonables", marcan la pauta en las reuniones anuales de las COP (¿Conferencias de las Partes o Circos Organizados Periódicamente?), que se han caracterizado por una vaga retórica "verde" y una inercia total. La más exitosa fue la COP 21 en París, que resultó en compromisos solemnes para reducir las emisiones por parte de todos los gobiernos participantes, que no se cumplieron, a excepción de unas pocas islas del Pacífico; si se hubieran cumplido, calculan los científicos, ¿podría la temperatura subir hasta 3,3° más?
VI.
El “capitalismo verde”, los “mercados de crédito de emisiones”, los “mecanismos de compensación” y otras manipulaciones de la llamada “economía de mercado sostenible” han demostrado ser completamente ineficaces. Si bien se está haciendo "ecologización" a cada paso, las emisiones se disparan y la catástrofe se acerca rápidamente. No hay solución a la crisis ecológica en el marco del capitalismo, un sistema totalmente dedicado al productivismo, al consumismo, a la feroz lucha por las “participaciones de mercado”, la acumulación de capital y la maximización de ganancias. Su lógica intrínsecamente perversa conduce inevitablemente a la ruptura de los equilibrios ecológicos y la destrucción de los ecosistemas.
VII.
Las únicas alternativas eficaces capaces de evitar el desastre son las alternativas radicales. “Radical” significa atacar las raíces del mal. Si la raíz es el sistema capitalista, necesitamos alternativas antisistémicas, es decir, anticapitalistas, como el ecosocialismo, un socialismo ecológico que esté a la altura de los desafíos del siglo XXI. Otras alternativas radicales, como el ecofeminismo, la ecología social (Murray Bookchin), la ecología política de André Gorz o el decrecimiento anticapitalista tienen mucho en común con el ecosocialismo: en los últimos años se han desarrollado relaciones de influencia recíproca.
VIII.
¿Qué es el socialismo? Para muchos marxistas es la transformación de las relaciones de producción -a través de la apropiación colectiva de los medios de producción- para permitir el libre desarrollo de las fuerzas productivas. El ecosocialismo reivindica a Marx, pero rompe explícitamente con este modelo productivista. Por supuesto, la apropiación colectiva es indispensable, pero las propias fuerzas productivas también deben transformarse radicalmente: (a) cambiando sus fuentes de energía (energías renovables en lugar de combustibles fósiles); (b) reducir el consumo mundial de energía; (c) reducir (“decrecimiento”) la producción de bienes y eliminar actividades innecesarias (publicidad) y plagas (plaguicidas, armas de guerra); (d) poner fin a la obsolescencia programada.
El ecosocialismo también implica la transformación de los patrones de consumo, las formas de transporte, la planificación urbana, la forma de vida. En definitiva, es mucho más que un cambio en las formas de propiedad: es un cambio civilizatorio, basado en valores de solidaridad, igualdad-libertad (igualdad de libertad) y el respeto por la naturaleza. La civilización ecosocialista rompe con el productivismo y el consumismo para favorecer la reducción del tiempo de trabajo y, por tanto, la ampliación del tiempo libre dedicado a actividades sociales, políticas, recreativas, artísticas, eróticas, etc., etc. Marx llamó a este objetivo el "reino de la libertad".
IX.
La transición al ecosocialismo requiere una planificación democrática, guiada por dos criterios: la satisfacción de las necesidades reales y el respeto por el equilibrio ecológico del planeta. Es el propio pueblo -una vez liberado de la propaganda y la obsesión consumista fabricada por el mercado capitalista- quien decidirá democráticamente cuáles son las necesidades reales. El ecosocialismo es una apuesta a la racionalidad democrática de las clases populares.
X.
Las reformas parciales no son suficientes para llevar a cabo el proyecto ecosocialista. Se necesitaría una verdadera revolución social. ¿Cómo debe definirse esta revolución? Se puede hacer referencia a una nota de Walter Benjamin, al margen de sus tesis Sobre el concepto de historia (1940): “Marx dijo que las revoluciones son la locomotora de la historia mundial. Tal vez las cosas sean diferentes. Puede ser que las revoluciones sean el acto por el cual la humanidad que viaja en un tren tira de los frenos de emergencia”.
Traducido a términos del siglo XXI: todos somos pasajeros en un tren suicida, lo que se llama civilización industrial capitalista moderna. Este tren se acerca, a velocidad creciente, a un abismo catastrófico: el cambio climático. La acción revolucionaria tiene como objetivo detenerlo, antes de que sea demasiado tarde.
XI.
El ecosocialismo es tanto un proyecto para el futuro como una estrategia para la lucha aquí y ahora. No se trata de esperar a que “las condiciones estén maduras”: es necesario estimular la convergencia entre las luchas sociales y ecológicas y combatir las iniciativas más destructivas de los poderes que están al servicio del capital. Así llamó Naomi Klein Blockadía. Es dentro de movilizaciones de este tipo que la conciencia anticapitalista y el interés por el ecosocialismo pueden surgir en las luchas. Propuestas como nuevo trato verde son parte de esta lucha, en sus formas radicales, que exigen el abandono efectivo de los combustibles fósiles –pero no en aquellas que se limitan al reciclaje del “capitalismo verde”.
XII.
¿Cuál es el tema de esta pelea? El dogmatismo obrero/industrial del siglo pasado ya no es actual. Las fuerzas que hoy están al frente del enfrentamiento son los jóvenes, las mujeres, los pueblos indígenas, los campesinos. Las mujeres están muy presentes en el tremendo levantamiento de la juventud lanzado por el llamado de Greta Thunberg, una de las grandes fuentes de esperanza para el futuro. Como explican las ecofeministas, esta participación masiva de mujeres en las movilizaciones es resultado de que ellas sean las primeras víctimas del daño ecológico del sistema.
Los sindicatos también están comenzando a involucrarse, aquí y allá. Esto es importante porque, en última instancia, el sistema no puede ser derrotado sin la participación activa de los trabajadores urbanos y rurales, que constituyen la mayoría de la población. La primera condición es, en cada movimiento, combinar los objetivos ecológicos (cierre de minas de carbón o de pozos de petróleo, o de centrales termoeléctricas, etc.) con la garantía de empleo de los trabajadores implicados.
XIII.
¿Tenemos la oportunidad de ganar esta batalla antes de que sea demasiado tarde? A diferencia de los aspirantes a “colapsólogos” que proclaman alto y claro que la catástrofe es inevitable y que cualquier resistencia es inútil, creemos que el futuro permanece abierto. No hay garantía de que ese futuro sea ecosocialista: es objeto de una apuesta en el sentido de Pascal, en el que todas las fuerzas están comprometidas en “trabajar hacia la incertidumbre”. Pero, como dijo Bertolt Brecht, con gran y sencilla sabiduría: “Quien lucha puede perder. El que no lucha ya ha perdido”.
*Michael Lowy é ddirector de investigacion Centro Nacional de la Investigación Científica y autor, entre otros libros, de que es el ecosocialismo (Cortés).
Traducción: José Correa Leite.