por RAFAEL PADIAL*
Consideraciones sobre el libro de Ricardo Musse
1.
El año pasado, la Editora da Unicamp lanzó la colección “Marxismo 21” (dirigida por Armando Boito Jr.) Trayectorias del marxismo europeo. El autor, Ricardo Musse, es profesor del Departamento de Sociología de la USP y un reconocido estudioso de la tradición marxista. El libro es el resultado de décadas de elaboración teórica, desde la tesis doctoral (1998), pasando por la cátedra (2012) y dando lugar a artículos más recientes del autor.
Trayectorias del marxismo europeo Debería ser aclamado como un libro que cambia el eje del debate. Al descartar simplificaciones o verdades dogmáticas (“partidistas”), nos dirigimos a problemas profundamente arraigados en la autodenominada tradición marxista. Se hace hincapié, sobre todo, en los debates internos e interrelacionados de las corrientes alemana y rusa del marxismo europeo, desde el último cuarto del siglo XIX hasta la primera mitad del XX.
El alcance no es sorprendente: después de la derrota de la Comuna de París (1871), fue en una interrelación germano-rusa rica y contradictoria donde surgió, se desarrolló y se enriqueció este “linaje intelectual” específico. Los debates teóricos fundamentales estuvieron estrechamente vinculados a importantes acontecimientos históricos, como la espectacular unión y crecimiento electoral de la socialdemocracia alemana a finales del siglo XIX (que puso en primer plano la cuestión de la conquista del poder a través del parlamento), la revolución rusa de 1905 , la revolución de octubre de 1917, los dilemas de la revolución alemana de 1919-23 y el ascenso del nazismo y el estalinismo.
El arco trazado por el libro es así amplio, pero Ricardo Musse, lejos de ofrecer una mera visión panorámica, nos ofrece una reflexión conceptual/filosófica sobre los momentos claves de la “autocomprensión” del movimiento heredero de Marx.
2.
El libro está estructurado en cuatro capítulos que mantienen una consistente relación orgánica (pero no dejan de denotar las marcas de sus diferentes constituciones). Los dos primeros – “La dialéctica como discurso sobre el método” y “¿Ciencia o filosofía?” – traer una presentación más abstracta o conceptual de una hipótesis general: la creación del llamado marxismo gira en torno al intento de encontrar una base metodológica para el trabajo de Marx y, en este esfuerzo, a veces se inclina hacia la “ciencia” (tratada como empírica y positiva). conocimiento) y a veces a la “filosofía” (concebida como conocimiento general y totalizador que proporcionaría una base teórica para la acción revolucionaria).
Los dos capítulos siguientes –“De Friedrich Engels a Rosa Luxemburgo” y “De György Lukács a Max Horkeimer”–, los más voluminosos del libro, no sólo refuerzan la hipótesis anterior sino que también la colorean en detalle, presentando sus principales debates y recomponiéndola. la trama histórica general. A todo ello se suma, al final, una “Excursión” sobre el marxismo occidental, aparentemente extraléxica (a modo de apéndice), pero que sirve como conclusión.
Más que eso, la “excursión” da un nuevo significado al libro. Al final, está claro que el autor pretende con la obra dos cosas al mismo tiempo: exponer los momentos de “autocomprensión del marxismo” y –en el mismo acto de hacerlo– desacreditar la tesis, cuya El apoyo lo encontramos en Perry Anderson, la existencia de una corriente llamada “marxismo occidental”.
3.
El primer capítulo tiene como gancho la famosa declaración de Lukács, en Historia y conciencia de clase, considerando el método como criterio del “marxismo ortodoxo”. Sin embargo, advierte inmediatamente Ricardo Musse, la primacía del método en la búsqueda de la ortodoxia no sería característica del pensamiento del revolucionario húngaro sino algo establecido antes, por Friedrich Engels, “el primer marxista”. De ahí se habría extendido a varios autores de la llamada Segunda Internacional. Es cierto: fue Engels quien primero sistematizó metodológicamente –aunque fuera verbalmente en contra de su voluntad– lo que más tarde se llamó “marxismo”.
En su choque con Eugen Dühring, Friedrich Engels buscó literalmente una exposición “positiva” de la teoría de “Marx” y mantuvo la existencia de una dialéctica en la naturaleza. Las ciencias naturales, junto con los conocimientos que buscaban fundamentar, desplazarían a la metafísica y a la lógica formal. Engels, volviendo a un lugar común del joven hegeliano, argumentó que era apropiado alejarse del sistema metafísico de Hegel y mantener su “núcleo dialéctico”.[i] Por esta expresión el revolucionario entendía una serie de hipotéticas leyes del movimiento de toda la materia, que se reflejarían en la conciencia y serían así aprehendidas por el pensamiento dialéctico. La “dialéctica” operaría, para Engels, en el campo de la gnosiología (“la prueba [materialista] del pudín está en comerlo”, afirma el alemán en una famosa introducción a Del socialismo utópico al socialismo científico).
Así, este diamante bien tallado (el supuesto “núcleo” de la dialéctica), fortalecido por los nuevos conocimientos de las ciencias de su tiempo, presumiblemente pondría fin a la filosofía. Ya no habría necesidad de un “conocimiento metafísico” superior a los demás y el socialismo se expresaría científicamente, como las leyes recién descubiertas en la naturaleza.[ii]
El movimiento mismo del primer capítulo, sin embargo, genera contrastes con Engels. Se hace énfasis en las críticas encontradas en Historia y conciencia de clase, de 1923, de György Lukács. Al tener el cientificismo como base, Engels, según Lukács, habría descuidado la esencia práctica de la teoría revolucionaria. Para György Lukács, Friedrich Engels, basándose en el objetivismo de las “leyes” de las ciencias naturales, habría extirpado las determinaciones “subjetivas” (partidistas-revolucionarias) de la dialéctica y habría dado base a una concepción objetivista de la política; Habría así preparado el terreno para la idea de que la victoria del proletariado sería el resultado de un movimiento más o menos natural y necesario, de una acumulación inevitable de fuerzas.
Por el contrario, para György Lukács, sería necesario elevar al proletariado a la posición de sujeto y objeto de conocimiento al mismo tiempo. Esta crítica se insertó a su manera en una vena que se había registrado más o menos silenciosamente en suelo alemán en años anteriores, pero que, gracias al impulso revolucionario de 1917, brilló a la luz del día.[iii]
Profundizando en el mismo tema, György Lukács sostiene que la interpretación de Engels sobre la dialéctica terminó reafirmando la cosificación de las categorías de la economía política. En este sentido, el húngaro se colocó junto a otros intérpretes que resaltaron la noción de forma social y fetichismo en la obra de Marx, en un esfuerzo por leer lecturas que diferían (y buscaban superar) las de la tradición socialdemócrata.[iv]
El segundo capítulo trata de los oscilaciones pendulares del “marxismo” antes mencionados: la crisis de identidad que a veces lo sitúa junto a las ciencias y otras veces junto a la filosofía. De hecho –y Ricardo Musse lo demuestra bien–, en este sentido, las posiciones de Engels también se discuten más que las de Marx. Biblia Anti-Duhring y el folleto Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana fueron los encargados de marcar el tono del tema.
Ricardo Musse es perspicaz al señalar que la interpretación del último Engels dio base a la idea –todavía vigente hoy– de que el “materialismo de Marx” sería la “superación” del idealismo de Hegel y un “refinamiento” del materialismo de Feuerbach. El autor tiene razón al afirmar que Engels tiene una postura condescendiente hacia Feuerbach, no consistente con lo que Marx (y el propio Engels) hicieron en 1846.[V]
Feuerbach, que alguna vez fue un adversario contra el cual luchar, fue reconfigurado –y así entró en la tradición de la interpretación– como un “momento necesario” del “materialismo de Marx”. De hecho, esto explica por qué Engels, en el prefacio de 1892 a Del socialismo utópico al socialismo científico, reprodujo páginas y páginas de elogios de Marx, a finales de 1844, al materialismo francés del siglo XXI. XVIII y el empirismo inglés. Friedich Engels recuperó posiciones filosóficas a las que Karl Marx nunca volvió.
En mi opinión, el “materialismo” de Engels, que proporcionó la base para una importante tradición interpretativa, está a medio camino entre el materialismo francés registrado por Marx en 1844 y su crítica de Feuerbach en las famosas 11 tesis de 1845, pero difiere de lo que resultó. desde ideología alemana, especialmente en 1846. O mejor dicho, Engels busca operar una síntesis entre todos estos elementos (incluido el ideología alemana) que no se encuentra en Marx después de 1846. De ahí la fusión entre teoría refleja, gnosiología, tesis del fin de la filosofía, empirismo científico-positivista y “concepción de la historia”. A todo esto se le llamó más tarde “materialismo histórico” y “materialismo dialéctico” o – ¿por qué no? – “Marxismo”.
Dadas las debilidades conceptuales de esta amalgama, los estudiosos posteriores tendieron a interpretar el “marxismo” de diferentes maneras, dependiendo de las circunstancias históricas y locales. De ahí que G. Plejánov pretendiera conocer el universo como una totalidad orgánica, argumentando que las leyes de la naturaleza debían buscarse en la materia. De ahí que Karl Kautsky mezclara “materialismo histórico” y darwinismo. De ahí que Vladimir Lenin defendiera el materialismo como teoría de la reflexión y como gnosiología (en su Materialismo y empirismo), inclinándose hacia la filosofía.
De ahí que Rudolf Hilferding, en sus estudios críticos de economía política, dirigiera el “marxismo” hacia la ciencia y lo alejara de las ideas políticas. De ahí que Eduard Bernstein se distanciara de la dialéctica y tratara de reconstruir el marxismo como una “ciencia”, pero basándose (paradójicamente) en Kant. Todos estos momentos denotarían, según Ricardo Musse, “el péndulo característico de la autocomprensión del marxismo de la Segunda Internacional”.[VI]
4.
Del tercer capítulo destacamos lo que se conoció como “la primera crisis del marxismo” o “la querella del revisionismo”, impulsada a finales de siglo. XIX en torno a la obra de Eduard Bernstein. Ricardo Musse habla largo y tendido, dada la importancia patente (Bernstein fue nada menos que el secretario de Engels, su albacea, uno de los principales teóricos de la socialdemocracia; responsable, junto con Karl Kautsky, de la aprobación del “marxismo” como doctrina oficial de la II Internacional).
En lugar de explicar el “revisionismo” de Eduard Bernstein como algo inesperado en medio del camino recto de la “ortodoxia”, el libro aclara que es un desarrollo lógico de las ambivalencias teóricas y prácticas contenidas mucho antes dentro de la socialdemocracia. Para una mejor comprensión de esto, Ricardo Musse también ofrece un análisis detallado de las posiciones del “ortodoxo” Kautsky. En una línea explicativa quizás cercana a la que presentó posteriormente Karl Korsch[Vii], Bernstein y Kautsky son descritos como encarnaciones de la duda característica de la Segunda Internacional, casi hermanos siameses.
Así, en gran medida, el revisionismo bernsteiniano estaría contenido en la lógica dicotómica expresada, por ejemplo, en el Programa de Erfurt (escrito por Kautsky y Bernstein), famoso por establecer la oposición entre “programa mínimo” y “programa máximo” en el seno del partido. estrategia. Esta no dialéctica programática habría conducido tanto al pragmatismo como al discurso revolucionario –y ambos se complementarían entre sí.
Aunque Rosa Luxemburgo se destacó inicialmente por su crítica a Bernstein, el primer momento de su producción no se describe como responsable de un nuevo capítulo en la “autocomprensión del marxismo”. Es seguro que ¿Reforma o revolución? desmantela brillantemente las tesis de Bernstein (principalmente gracias a la formación económica de la mujer polaca), pero el método general subyacente a sus argumentos todavía parece rehén de las dicotomías de la Segunda Internacional (de hecho, lo mismo puede decirse de las producciones de Lenin en ese período, no menos influenciado por Kautsky).
Es como si el contenido deseado por Rosa Luxemburgo no encontrara una mejor forma de expresión. Sólo con el impulso de la Revolución Rusa de 1905 el revolucionario habría podido dar forma inicial a un nuevo pensamiento. Ricardo Musse reconstituye las controversias dentro de la socialdemocracia alemana en torno al instrumento de la “huelga general” (como elemento programático) y el movimiento espontáneo de las masas. Con la incorporación de estos dos elementos –huelga general y espontaneidad– en su reflexión política, Rosa Luxemburgo habría revertido las posiciones que, desde el famoso “testamento” de Engels, habían guiado la socialdemocracia.
Lo mínimo, dijo, suele ser el máximo y viceversa; las reformas democráticas se obtuvieron como subproducto de la acción revolucionaria; una acción revolucionaria espontánea de un mes de duración enseñó más sobre el marxismo que décadas de propaganda partidaria, etc. Con Rosa Luxemburgo y su “Am Anfang guerra muere Tat“El marxismo buscaría ser considerado un movimiento revolucionario y, por lo tanto, estaba cercano a las formulaciones de Marx durante la revolución de 1848. Las antinomias de la socialdemocracia –tan bien expresadas en Programa de Érfurt –, aunque aún no habían sufrido una superación teórica del todo consistente, empezaban a explotar.
Este camino adquirió cada vez más expresión con el impacto de la segunda revolución rusa (1917), el establecimiento del poder de los soviets y la consecuente constitución de los partidos comunistas. El debate para superar el programa socialdemócrata alcanzó así un nuevo nivel. De esto se trata el cuarto capítulo. Historia y conciencia de clase, de Lukács, y marxismo y filosofia, de Korsch (ambos de 1923), serían buenos ejemplos de este proceso, ya que pensaban en el marxismo como una totalidad no dicotómica y como un movimiento práctico-revolucionario del proletariado. Es el alejamiento de la interpretación del marxismo como concepción del mundo (Weltanschauung).
Sin embargo, al recuperar a Hegel, incorporar la categoría de “totalidad” y constituir la ortodoxia revolucionaria en términos metodológicos, György Lukács volvió a interpretar el marxismo como un discurso de método; Cayó en el “infinito malo” o circularidad establecido por los supuestos engelsianos. Karl Korsch, a su vez, al inclinar el marxismo hacia la filosofía, reforzó la “oscilación del péndulo” que surge de las elaboraciones del autor sobre Anti-Duhring. Para colmo, Korsch se mostró condescendiente con Engels, al no considerarlo responsable de las concepciones filosóficas de la Segunda Internacional (alejándose incluso de Lukács en este sentido).[Viii]
Ricardo Musse destaca interesantes extractos de la producción de Karl Korsch. Para él, se abriría una nueva etapa del movimiento marxista –la “tercera etapa”–.[Ex] Nos llamaron la atención los hallazgos arrojados por el alemán en el texto denominado “Anticrítica”, de 1930, publicado como introducción a una nueva edición de Marxismo y filosofía. El hecho de estar escribiendo siete años después de la primera publicación de esta obra y en plena consolidación del fenómeno estalinista le permitió sacar conclusiones interesantes. La primera es que la convicción de marxismo y filosofia y Historia y conciencia de clase, en bloque, en 1924, tanto en un congreso socialdemócrata como en el V Congreso de la Internacional Comunista, reveló “la comunión de ideas y doctrina entre las dos principales corrientes del marxismo de la época”.
Respecto a esta situación general, Korsch afirmaba en 1930: “En este debate fundamental sobre la dirección del marxismo contemporáneo, previamente anunciado por innumerables signos y hoy abierto, encontraremos, con respecto a las cuestiones decisivas […], por un lado, la vieja ortodoxia del marxismo de Kautsky y la nueva ortodoxia del marxismo ruso o 'leninista', y, por el otro, todas las tendencias críticas y avanzadas de la teoría del movimiento obrero contemporáneo”.[X]
Karl Korsch vio un dualismo en Vladimir Lenin: la ortodoxia en la filosofía, a la Kautsky y Plejánov; heterodoxia (revolucionaria) en la práctica, como El Estado y la Revolución – las bases para la posterior distorsión de su pensamiento por parte de los epígonos. Korsch recuerda que Lenin siguió a Kautsky en la idea de que el socialismo no nace espontáneamente en la clase obrera, sino externamente, siendo “introducido en ella por intelectuales” provenientes de la burguesía; y que en materia de filosofía era un fiel discípulo de Plejánov.
Aunque hace una reserva, Korsch afirma que el trabajo Materialismo y empirismo de Lenin tendría un alcance pragmático y se centraría en cuestiones concretas de orientación partidista; y sólo más tarde los epígonos la habrían transformado en fuente filosófica de todo conocimiento y verdad. Tras esta relativa defensa de Lenin, Korsch lanza serios ataques a su citada obra; Sostiene que es erróneo concebir –como lo hizo el líder bolchevique– que “lo que prevalece en la ciencia burguesa es el idealismo”. Por el contrario, según Korsch, la tendencia dominante “en la filosofía, las ciencias naturales y las ciencias humanas de la burguesía no es una concepción idealista, sino algo que se inspira en una concepción materialista naturalista”.[Xi]
Se acusa a Lenin de cometer una “inversión” errónea de Hegel (elevar la “materia” a la posición de Espíritu en la posición de “absoluto”) y construir así una oposición errónea entre materialismo e idealismo. “El materialismo de Lenin […] devuelve la confrontación entre materialismo e idealismo a un nivel de desarrollo histórico anterior al alcanzado por la filosofía alemana desde Kant hasta Hegel”.[Xii]
Lenin y su “materialismo del ser” habrían transportado la dialéctica unilateralmente al objeto (naturaleza e historia) y, por tanto, habrían descrito el conocimiento como una simple reflexión pasiva y reproducción del ser objetivo en la conciencia subjetiva. De esta manera, la filosofía volvería al problema gnosiológico de las relaciones entre sujeto y objeto de conocimiento. Y concluye afirmando que al retroceder a un punto anterior a Hegel, el “aspecto ruso” habría “imitado el materialismo francés del siglo XVIII”.[Xiii]
El argumento de Karl Korsch contra Materialismo y empirismo Parece, por decir lo menos, estimulante. Sorprende, sin embargo, que no dirija sus flechas contra Friedrich Engels, después de todo, su última producción filosófica es la base (junto con la de Plejánov y J. Dietzgen) de la obra escrita en 1909 por Lenin.
5.
Es difícil no considerar que los esfuerzos intelectuales de Lukács y Korsch –junto con otros de la época, ya mencionados– engendraron algo nuevo, pero fueron abortados por la compleja situación de los años 1920 y 1930, especialmente el ascenso del estalinismo y el fascismo. Quedaban por desarrollar conceptos ricos y eliminar lagunas. A partir de esta situación, Ricardo Musse nos lleva a la parte final del cuarto capítulo, que aborda la producción teórica de Max Horkheimer al frente del Instituto de Investigaciones Sociales de Frankfurt (la “Escuela de Frankfurt”).
En un largo análisis del artículo “Teoría tradicional y teoría crítica”, de 1937, Ricardo Musse nos presenta la concepción de Max Horkheimer derivada de la situación en la que la clase obrera ya no estaría en escena. En la URSS, sería aplastada por el estalinismo; en Italia y Alemania, derrotadas por el nazifascismo; en Estados Unidos, integrados a través del consumo y fetichizados bajo la New Deal.
¿Cómo continuar el marxismo en un período de contrarrevolución en todos los frentes? Max Horkheimer se habría visto obligado a expresarse de forma codificada (el mismo nombre “teoría crítica” sería un nombre clave para “marxismo”) y habría centrado sus esfuerzos en salvar la “tradición intelectual”. Es la “hibernación del marxismo en teoría, apropiada para el momento y justificable ante las circunstancias”.[Xiv]
Con la “teoría crítica”, el proletariado, que ya no es un sujeto de la historia, se convertiría en un objeto de análisis intelectual. No se trataría de renunciar a la “perspectiva del proletariado”, sino de desarrollar una teoría que prescinda del apoyo del proletariado y, si es necesario, pueda pensar en contra del proletariado, pueda “oponer sus verdaderos intereses a los del propio proletariado”. ”.[Xv] Todo un programa de investigación fue diseñado (y llevado a cabo) por la escuela de Frankfurt, buscando sintetizar aportes de diferentes tipos de conocimiento. Esfuerzos desde el marxismo, el psicoanálisis, análisis de la estructura familiar/patriarcal, reflexiones sobre las formas autoritarias del Estado, etc. fueron invocados para pintar un panorama general.
Sin embargo, al llevar a cabo tal programa de investigación, Horkheimer invirtió los conceptos previamente presentados por Lukács y Korsch. Así concluye Ricardo Musse el capítulo cuarto: “Con esto [Horkheimer] provoca una nueva inflexión en la autocomprensión de esta doctrina. Incapaz de concebirla como una 'teoría de la revolución', Horkheimer acaba transformándola en una 'tradición intelectual'”.[Xvi]
La “Excursión” final trata de la “construcción del marxismo occidental”. Se trata de una polémica del autor, sobre todo, con la tesis establecida por Perry Anderson, según la cual Lukács, Korsch y Antonio Gramsci fueron los pioneros de una corriente que podría denominarse “marxismo occidental”, responsable de una ruptura entre teoría y práctica en el marxismo. El “marxismo occidental”, como lo entendió Perry Anderson (en palabras de Musse), “habría promovido un retorno a la cultura burguesa, desplazando gradualmente su centro de interés de los temas económicos y políticos a cuestiones filosóficas”.[Xvii].
De los padres fundadores de esta corriente, se habría extendido a individuos como Horkheimer, H. Marcuse, Walter Benjamin, Galvano Della Volpe, Henri Lefebvre, Theodor Adorno, Jean-Paul Sartre, Lucien Goldmann, Louis Althusser, Lucio Coletti, etc. .
Para Ricardo Musse, sin embargo, el concepto de “marxismo occidental” carecería de credibilidad, se moldearía según los intereses de cada intérprete y, por tanto, limitaría el estudio de obras de diferentes temas. Esto es también lo que afirma: “El término 'marxismo occidental' nunca ha sido capaz de una determinación unívoca. Cada autor compone a su manera las características principales del objeto, cambiando a veces el conjunto de componentes, a veces el ámbito temporal o geográfico del concepto. Excesivamente preocupados por delimitar constantes y definir rasgos, pocos prestaron atención al enigma de su fundación, a pesar de la inesperada unanimidad a la hora de confeccionar la lista de pioneros”.[Xviii]
Ricardo Musse tiene razón. El término “marxismo occidental” proviene de la obra de Korsch, en particular de su ya mencionado “Anticrítico” de 1930. Sin embargo, en este texto Korsch se refiere más veces al “comunismo occidental” y algunas veces (pero como sinónimos) a “Marxismo occidental”. Como es evidente, el “comunismo occidental” de Korsch, de origen luxemburgués, que pensaba en el marxismo en clave de la teoría de la revolución y tuvo gran influencia en el Partido Comunista Alemán, poco o nada podía asociarse a algo que “vuelve a la filosofía filosofal”. linaje de la burguesía”, como quería Anderson.
Ricardo Musse toca un punto clave: ¿cómo agrupar a las personas adversas a la lucha partidista –Horkheimer, Goldmann y Adorno– y a líderes políticos importantes, como Lukács, Gramsci y Korsch? Anderson, a pesar de no ignorar el problema, lo elude y no ofrece una respuesta satisfactoria. De hecho, como explica Ricardo Musse, el “marxismo occidental” es un concepto que engloba a autores distintos de los que Perry Anderson consideraba canónicos.
Luego de criticar las tesis de Anderson, Ricardo Musse dedica su análisis a la concepción de otros dos pensadores que, siguiéndolo, pero con argumentos y propósitos diferentes, buscaron sustentar la existencia del “marxismo occidental”. Se trata de Martin Jay y Göran Therborn, quienes, para Ricardo Musse, resultaron en contradicciones similares a las de Perry Anderson. Así, según el autor del libro comentado, el concepto de “marxismo occidental” no habría pasado la prueba de la historia, ya que en la pluma de sus más grandes defensores no dejó de brillar con contradicciones.
Con sólo demostrar las contradicciones del concepto de “marxismo occidental”, el libro de Ricardo Musse ya se expresaría como necesario. Pero, más que eso, debido a que tal demostración se basa en un estudio amplio de la tradición "marxista", Trayectorias del marxismo europeo Se expresa como obligatorio para los estudiosos de la materia.
*Rafael de Almeida Padial es dLicenciada en Filosofía por la Unicamp. Autor de Sobre la transición de Marx al comunismo (Alameda) [https://amzn.to/3UJqyHi]
referencia
Ricardo Musse. Trayectorias del marxismo europeo. Campinas, Editora Unicamp, 2023, 220 páginas. [https://amzn.to/3R7K8wt]

Notas
[i] Musse tiene razón al afirmar que se trata de un tema del joven hegeliano. En el mismo sentido, en Sobre el paso de Marx al comunismo, intento mostrar cómo apareció este tema ya en 1841, en La trompeta del juicio final, de Bruno Bauer.
[ii] Como explica correctamente Musse, el tema del “fin de la filosofía” se basa en Hegel (en la relación entre lo actual y lo real) y ocupó a los jóvenes hegelianos durante mucho tiempo. El paradigma utilizado por Engels me parece el de la famosa “tesis 11”. Anuncio de Feuerbach, escrito por Marx en la primera mitad de 1845. Como intenté mostrar en el capítulo 11 de mi libro (citado anteriormente), el contenido de la tesis de Marx fue expresado al mismo tiempo por Moses Heß, en su folleto significativamente titulado Los últimos filósofos, que también intentó (sin éxito) ajustar cuentas con Ludwig Feuerbach.
[iii] Esta es la posición adoptada principalmente por Rosa Luxemburgo, que se encuentra en el “testamento político” de Engels (prefacio de 1895 a Luchas de clases en Francia, de Marx) la base de la acción reformista de la socialdemocracia alemana. En este sentido, vale la pena ver su discurso fundacional del Partido Comunista Alemán, el 31 de diciembre de 1918. Lukács, en su obra de 1923, busca, entre otras cosas, brindar apoyo filosófico a lo que Rosa Luxemburgo había expuesto políticamente.
[iv] Éste es el caso, por ejemplo, de la importante Ensayos sobre la teoría del valor de Marx, de Isaak Rubin, publicado el mismo año que Historia y conciencia de clase (1923), así como Teoría general del derecho y marxismo., de E. Pashukanis, publicado en 1924. A continuación tocaremos otra obra fundamental de 1923, marxismo y filosofia, de Karl Korsch. Para cerrar el arco de obras clave de ese mismo año, recordemos que salió a la luz el primer análisis más detallado de la burocracia soviética: El nuevo curso, por León Trotsky. Lo que sucede es que, gracias al impulso que dio la revolución rusa de octubre de 1917, y gracias a las profundas discusiones sobre estrategia y táctica que desató (ante las dificultades para expandir la revolución rusa y llevarla a cabo en Alemania) suelo), la teoría comunista fue refinada y colocada en un nuevo nivel. Correspondía principalmente a los comunistas alemanes y rusos llevar a cabo esta tarea. Parte de esta efervescencia intelectual también se puede encontrar en los debates sobre estrategia y táctica de las delegaciones rusa y alemana, en el ámbito del tercer y cuarto congreso de la Tercera Internacional.
[V] Por ejemplo, vale la pena ver las importantes “tesis” sobre Feuerbach escritas por Marx y Engels en algún momento entre enero y marzo de 1846 (es decir, no son las famosas 11 tesis Anuncio de Feuerbach escrito por Marx en la primera mitad de 1845). En las tesis de 1846, la letra E afirma que la filosofía de Feuerbach es reaccionaria y afirma el orden capitalista existente. He aquí un extracto: “[La filosofía esencialista de Feuerbach es] un hermoso complemento a lo existente. […] Sé feliz como portero de una mina de carbón desde los siete años, trabajando catorce horas al día, solo, a oscuras, porque tal ser es tu esencia [ser]. Asimismo [trabajando como] pieza de una salvador [máquina de hilar]. Está en su 'esencia' [ser] someterse a una línea de trabajo”. Véase MARX, K. y ENGELS, F., La ideología alemana, En MEW, vol. 3, Berlín: Dietz, 1978, p. 542.
[VI] MUSSE, Ricardo. Trayectorias del marxismo europeo. Campinas: Ed. Unicamp, 2023, pág. 54.
[Vii] KORSCH, Karl, “The Passing of Marxian Ortodoxia” (1937), disponible digitalmente en https://www.marxists.org/archive/korsch/1937/marxian-orthodoxy.htm.
[Viii] En la nota a pie de página de su “Anticrítica” (prefacio de 1930 a marxismo y filosofia), Korsch responde a los críticos del Partido Comunista que sostenían que “yo habría destacado […] una diferencia esencial entre las ideas de Engels y las de Marx”. Y continúa: “marxismo y filosofia no simpatiza con la parcialidad con la que Lukács y Révai trataron las ideas de Marx y Engels como opiniones totalmente divergentes”. Cfr. KORSCH, K., “Anticrítica”, en ídem, Marxismo y Filosofía. Río de Janeiro: EDUERJ, 2008, nota 29, p. 115.
[Ex] En cierto esquema a veces interpretado de manera desafortunada (por no decir sesgada), Korsch defendió la existencia de tres etapas de desarrollo del marxismo: una primera, centrada en la revolución de 1848, que concebía al marxismo como un movimiento revolucionario de masas; otro, que se desarrolló en la segunda mitad del siglo XIX, determinado por las concepciones de Kautsky, Bernstein y Plejánov; y el tercero, que nació a principios del siglo XX y surgió con la revolución rusa de 1917.
[X] KORSCH, Karl. marxismo y filosofia, “anticrítica”, citado MUSSE, Ricardo, Trayectorias del marxismo europeo, op. cit., pags. 161)
[Xi] Ídem, P. 163.
[Xii] Ídem, P. 164.
[Xiii] Ídem, P. 165.
[Xiv] MUSSE, R., Trayectorias…, en. cit., pág. 166.
[Xv] Ídem, P. 179.
[Xvi] Ídem, P. 182.
[Xvii] Ídem, P. 190.
[Xviii] Ídem, P. 192.
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