por OLGARIA MATOS*
Prefacio a la edición brasileña del libro recientemente publicado de Alfred Sohn-Rethel
Trabajo intelectual y manual. Es un trabajo de publicación tardía. Esta exquisita traducción, que llega por primera vez a lectores de habla portuguesa, acompañada de notas estructurantes preparadas por Elvis Cesar Bonassa, es constitutiva de la inteligibilidad de la obra. Fruto de casi siete décadas de investigación y sujeto a sucesivas revisiones, su inicio se remonta a los años 1920, época en la que Alfred Sohn-Rethel estuvo cerca del círculo de frankfurtianos, como Theodor Adorno, Walter Benjamin, Siegfried Kracauer y Ernst Bloch, entre quienes examinaron cuestiones de dominación política y explotación económica, con Marx y el “marxismo occidental” de György Lukács y Karl Korsch como eje.
Como no se presentó en un libro hasta 1970, Alfred Sohn-Rethel añadió reflexiones que van desde Louis Althusser hasta Jürgen Habermas. Las reediciones de 1973 y 1989, a su vez, traen cambios que dan a conocer los nuevos estudios que se venían realizando sobre la epistemología y el pensamiento de Marx. Así, la obra de Sohn-Rethel se historiza a sí misma en medio de las transformaciones económicas, tecnológicas y sociales contemporáneas. Es la versión más reciente, consolidada en 1989, que ha sido traducida y ahora publicada.
Aunque no siempre se citan por su nombre, las contribuciones de Alfred Sohn-Rethel tuvieron una influencia importante en las obras de Theodor Adorno y Walter Benjamin. Por ejemplo, en el concepto de “historia natural” dialéctica negativa y en la noción benjaminiana de “atracción sexual de lo inorgánico”. En efecto, la noción de “historia natural” tiene el significado de la inversión entre naturaleza e historia, entre lo que, siendo naturaleza, no es hecho por nosotros, mientras que, en historia, se trata de seres que intervienen en el curso de los acontecimientos.
En Alfred Sohn-Rethel, Theodor Adorno encuentra la historia en su curso abstracto, en el que el hombre ha sido sustituido por el concepto de hombre. Sohn-Rethel observa el origen de la abstracción conceptual, hecha para encubrir de qué es un concepto. En cuanto a Walter Benjamin, pensemos, en particular, en el concepto metafórico de fetichismo de la mercancía, esta “sensibilidad suprasensible”, magia y animismo en el valor de uso y valor de cambio confundidos en la circulación mercantil, mezcla de cosificación y facticidad, en el falta de diferenciación entre lo orgánico y lo inorgánico, lo vivo y lo técnico.
El materialismo de Alfred Sohn-Rethel lleva a cabo una fenomenología de la forma mercancía en la que el eidolón Platónico, el Yo trascendental kantiano y el fetichismo identificado por Marx.
Por eso la observación de Sohn-Rethel sobre Theodor Adorno abarca a Walter Benjamin: “Adorno formuló la gran proposición: el materialismo histórico es la anamnesis de la génesis; y es un testimonio del espíritu de Adorno llevar esta formulación –que destruye el platonismo– a la elegancia de una definición platónica”.
Buscar la génesis significa recuperar el momento káírico en el que se separaron el trabajo manual y el trabajo intelectual, la vida activa y la vida contemplativa, ya que el trabajo manual no enajenado respecto del trabajador consistía, como en los monasterios medievales, en el tejido de cestería, en trabajo manual y elevación del espíritu: una no disociación que era también una forma de oración.
Durante su estancia en Nápoles en los años 1920, Alfred Sohn-Rethel inicia reflexiones sobre la llegada de la tecnología moderna como un trauma que separa el trabajo manual del intelectual, disociando el saber hacer del saber hacer. Si la racionalidad técnica exige el funcionamiento automático, transformando al trabajador en un apéndice de las máquinas, en Nápoles, por el contrario, el ideal es el de la “solución alternativa”. Como metafísicos espontáneos, los napolitanos exaltan lo que está roto o funciona mal para aprender cómo funcionan las cosas y por qué.
En Nápoles, los dispositivos tecnológicos están, por principio, estropeados: sólo excepcionalmente y gracias a una extraña coincidencia se encuentran intactos. Con el tiempo uno adquiere la impresión de que todo ya se había producido roto desde el principio […]. Pero no es que algo no funcione porque esté roto, sino porque, para el napolitano, el funcionamiento comienza precisamente donde algo se rompe [...]; para él, la esencia de la técnica está mucho más en su funcionamiento que en su rotura. […] La técnica comienza, en realidad, mucho más allí donde el hombre pone su veto al automatismo sellado y hostil de las máquinas y se sitúa en su mundo.[i]
El proyecto intelectual de Trabajo intelectual y manual. Por tanto, pretende investigar las consecuencias sociales, políticas y epistemológicas de la universalización de la racionalidad técnica moderna, bajo los auspicios de la crítica de la economía política marxista. Alfred Sohn-Rethel da fe de los orígenes comunes de la inteligencia conceptual y el pensamiento matemático en la primera moneda acuñada en la Antigüedad –en particular, la griega– y trata de extraer las consecuencias de este hallazgo: “Las matemáticas nos resultan familiares como una moneda no contradictoria. y disciplina rigurosamente deductiva […]. Se trata de la diferenciación de cantidades definidas por números. Creada por los griegos, esta forma de matemáticas se remonta a los siglos VII y VI a. C. Tales y Pitágoras son los primeros nombres asociados con ella. Tales nació en Mileto, unas dos generaciones después de la primera acuñación de monedas, que tuvo lugar alrededor del 630 a. C. en Lidia y Jonia (que mantuvo a Mileto bajo su influencia).[ii]
En efecto, aunque todavía cualitativa, dotada de propiedades singulares, la agalma El griego era ya una forma de intercambio, el soporte a través del cual se establecían las relaciones entre hombres y dioses. Para Aletheia, ella es, al mismo tiempo, la divinidad Verdad y una idea abstracta; la verdad como desvelamiento de las cosas. Las formas constituyen, desde Parménides a Platón, los principios del pensamiento que gobiernan las ciencias naturales modernas, el momento terminal de la metafísica de la separación: “No nos detendremos aquí en la filosofía griega en su conjunto, sino sólo en algunos conceptos clave que sirvieron de base. su base. Llegados a este punto tenemos presente la explicación genética del origen del concepto eleático del ser. Entre todos los conceptos de los primeros filósofos, este concepto de Parménides es el más conciso, si no el más riguroso y persistente, y que determinó en gran medida los caminos y desvíos del desarrollo de la filosofía griega. […] “Históricamente, los conceptos filosóficos puros tomaron forma a través del dinero, [nuestra concepción es una] alternativa histórico-materialista a la tradición de la historia espiritual idealista, que pretende explicar el origen de los conceptos a través del pensamiento. El camino idealista sólo conduce al callejón sin salida del “milagro griego” y, además, una historia espiritual no afronta la contradicción de que debe buscar el origen histórico de conceptos universales históricamente intemporales”.[iii]
En este sentido, Trabajo intelectual y manual. Es la historia de la abstracción de la acción humana la que produce valores de uso, valores de cambio y moneda. A diferencia de Marx, Alfred Sohn-Rethel no remonta la génesis de la abstracción al proceso de producción. Después de todo, es la abstracción de la moneda como equivalente general lo que afecta el proceso de producción. En la moneda hay abstracción, base para la homogeneización de lo heterogéneo, que hace que lo que no es comparable e idéntico.
Al comprender este fenómeno de una manera innovadora, Alfred Sohn-Rethel reúne a Kant y Marx, de quien fue uno de sus primeros lectores: “Los supuestos de la teoría del conocimiento de Kant son correctos en la medida en que las ciencias exactas son, de hecho, tarea del trabajo intelectual, que se lleva a cabo con total separación e independencia del trabajo manual realizado en los centros de producción […]. La separación entre trabajo mental y trabajo manual, particularmente en relación con las ciencias naturales y la tecnología, es tan esencial para la dominación de la clase burguesa como la propiedad privada de los medios de producción […]. Existe una profunda conexión entre el antagonismo de clases entre capital y trabajo, por un lado, y la separación entre trabajo intelectual y trabajo manual, por el otro. Pero esta conexión es puramente causal e histórica. Conceptualmente son enteramente heterogéneos, es decir, no existe entre ellos ninguna conexión, ni en su conjunto ni en particular, que permita deducir uno del otro. Por lo tanto, la crítica de la teoría del conocimiento también debe llevarse a cabo con total independencia sistemática de la crítica de la economía política”.[iv]
El descubrimiento del “sujeto trascendental kantiano en la mercancía”, con la crítica de la ideología entendida como el “inconsciente del sujeto trascendental”, pone de manifiesto el rasgo diferencial del capitalismo: la “abstracción real”. Se refiere a la abstracción del valor de uso de la mercancía, su aspecto cualitativo, a través del proceso social de intercambio de equivalentes mediado por la moneda.
Esta abstracción de la mercancía no es engendrada por la razón, no tiene su origen en el espíritu; deriva de las acciones humanas mismas, de la práctica social: “Si el proceso de formación de la conciencia, es decir, la abstracción, es una cuestión exclusiva de la conciencia misma, entonces sigue existiendo un abismo entre la forma de la conciencia, por un lado, y la supuesta forma de la conciencia”. determinación de su ser, por el otro […]. Mientras que los conceptos del conocimiento natural son abstracciones mentales, el concepto económico de valor es una abstracción real. Y aunque sólo existe en el pensamiento humano, no surge del pensamiento. Es de naturaleza inmediatamente social, tiene su origen en la esfera espacio-temporal del intercambio entre los hombres. No son las personas las que crean esta abstracción, sino sus acciones, sus acciones mutuas. "No lo saben, pero lo hacen".[V]
Por tanto, la “síntesis trascendental kantiana” no es un “acto espontáneo de conciencia”, sino, más bien, el resultado de procesos de socialización y abstracción que tienen lugar en la “sociedad de intercambio”. El oxímoron “abstracción real” articula así las reflexiones de Alfred Sohn-Rethel sobre el fetichismo de las mercancías, sobre la identidad entre los elementos formales del pensamiento y sobre la “síntesis social”, que “hace que las diversas relaciones de dependencia entre los hombres en la división del trabajo se conviertan en un problema”. unidad cohesiva”.[VI]
Como perversión de la realidad, los sistemas abstractos transforman a todos los seres en objetos, y la cantidad eclipsa la calidad y presencia del trabajo humano creativo. Ante esta constatación, Alfred Sohn-Rethel también observa que “según la concepción aquí adoptada, lejos de ser el apogeo de la autonomía espiritual humana, como cree el idealismo, las facultades de comprensión del hombre civilizado se basan en un grado de profundidad y opacidad de la cosificación que ni siquiera Marx reconoció plenamente”.[Vii]
Y he aquí la diferencia entre el trabajador que produce con conocimiento de causa y en posesión de sus medios de producción y el proletario despojado de su saber hacer y de sus instrumentos de trabajo: “Liberado de la servidumbre del feudalismo, el trabajador se convertirá en dueño de su casa y de su lugar de trabajo y, por tanto, en dueño de sus condiciones inmediatas de trabajo. Y, junto con otros trabajadores de la misma categoría en las corporaciones, garantizó su estado de productor. […] La unidad del trabajo manual y el trabajo intelectual recorre toda la Edad Media y finaliza en el paso del Renacimiento a la Modernidad. En este pasaje, la unidad se convierte en un nuevo abismo entre la ciencia y el trabajo industrial asalariado. En el desarrollo renacentista de la unidad de mano y cabeza, en Florencia se pueden seguir, de un maestro a otro, pasos sucesivos en el progreso del pensamiento matemático, que se extienden a lo largo de todo el mundo. Quattrocento e quinientos.[Viii]
Al reconstruir la historia material y conceptual de la disociación entre trabajo manual e intelectual, Alfred Sohn-Rethel sigue la conversión del tiempo en espacio, la espacialización de la duración –que aliena el tiempo del trabajador del de la sociedad–, la pérdida de experiencia y la empobrecimiento de la dialéctica de la experiencia vivida. La mercancía como “hecho social total” es usura del tiempo del trabajador, así como el intercambio comercial es una conmutación del tiempo invertido en su producción.
Como radiografía de la génesis del trabajo alienado, este libro es también una búsqueda de las condiciones para la posibilidad de reconciliación entre el trabajo intelectual y mental, entre el conocimiento y la experiencia, entre el saber y el hacer. Esta perspectiva sigue siendo una cuestión abierta. Por ello, en la edición de esta obra Alfred Sohn-Rethel señala: “La versión aquí presentada también deja abiertas muchas preguntas. Pero mi investigación, realizada a lo largo de 68 años, ha hecho posible una tesis general: dilucidar el mecanismo (oculto) de síntesis funcional de nuestra sociedad occidental permite al mismo tiempo reconceptualizar la filosofía occidental”.[Ex]
*Olgaria Matos Es profesora de filosofía en la Unifesp y en el Departamento de Filosofía de la USP. Autor, entre otros libros, de Palíndromos filosóficos: entre el mito y la historia (Unifesp) [https://amzn.to/3RhfKz9].
referencia

Alfred Sohn-Rethel. Trabajo intelectual y manual.. Traducción: Elvis César Bonassa. São Paulo, Boitempo, 2025, 280 páginas. [https://amzn.to/40IilHp]
Notas
[i] Alfred Sohn-Rethel, “El ideal de la gambiarra: sobre la técnica napolitana” [1926], trad. Thiago Ferreira León, Signo menos, n. 14, vol. 2, 2020, pág. 374-6.
[ii] Véase, en este volumen, p. 162
[iii] Véase, en este volumen, p. 137
[iv] Véase, en este volumen, p. 72-3.
[V] Véase, en este volumen, p. 50 y 53.
[VI] Véase, en este volumen, p. 26
[Vii] Véase, en este volumen, p. 109
[Viii] Véase, en este volumen, p. 155 y 152.
[Ex] Véase, en este volumen, p. 36
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