cada vida importa

Imagen: Luiz Armando Bagolin
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por JORGE LUIZ SOUTO MAYOR*

Solo tendremos una posibilidad efectiva de salir de la situación en la que nos encontramos con la formalización de un pacto en torno a la vacunación igualitaria, que alcance, sin distinción, y de forma gratuita, a todas las personas

"Quien perdió el tren de la historia por querer / Salió de su juicio sin saberlo / Solo fue un cobarde más para esconderse / Enfrentándose a un mundo nuevo” (Canción del Nuevo Mundo – Beto Guedes y Ronaldo Bastos).

En medio de tantas desgracias traídas (y sumadas a los graves problemas sociales, económicos y humanos que ya vivíamos) por la pandemia, se nos brinda la rara oportunidad de vislumbrar la urgente necesidad de concebir un mundo nuevo guiado por valores humanos que abandonen la lógica de las relaciones sociales identificadas con la producción, circulación y consumo de bienes, o dicho de otro modo, con la superación de una sociedad de seres humanos que viven para adquirir cosas que no necesitan, para impresionar a personas que no les importan acerca de.

Dadas las características de la propagación del nuevo coronavirus y los efectos devastadores de la pandemia, se destacan como incuestionables: la centralidad del trabajo; la condición humana de quienes, con la venta de la fuerza de trabajo, producen riqueza social; la relevancia de la ciencia; la comprensión de que cada vida importa; la esencialidad de la solidaridad; la importancia del Estado de Bienestar como gestor responsable de la política pública y promotor de las instancias de regulación y fiscalización.

Esta percepción nos impone, como consecuencia ética inevitable, el desafío de buscar la implementación de un modelo de sociedad que sea compatible con la preservación y reproducción de todas estas lecciones aprendidas.

La construcción de este nuevo mundo sólo puede comenzar con el reconocimiento básico de que cualquier solución a los problemas identificados, especialmente en lo que se refiere a la defensa de la vida, tiene su legitimidad ligada a la asunción de la igualdad, que es ciertamente parte de la diferenciación de lo desigual, en la medida en que, por sus vulnerabilidades, son desiguales, lo que incluso justifica el establecimiento de prioridades objetivamente definidas.

En cuanto a la vacunación, fundamental para superar este momento, esta diferenciación, objetivamente definida, debe integrarse en un plan social organizado y gestionado por el Estado y no de acuerdo con los criterios subjetivos de entidades privadas, individuos y grupos sociales.

Dicho más claramente, la vacunación debe organizarse públicamente y distribuirse de manera libre y republicana, siempre bajo el supuesto de igualdad antes señalado.

El postulado teórico básico para enfrentar adecuadamente la tragedia que vivimos es la comprensión de que de esta situación sólo saldremos juntos, a través de la visualización colectiva del problema y de los instrumentos para su solución.

La gran interrogante es que desde un inicio, el gobierno federal, que sería el principal responsable del desarrollo de la política de salud pública, viene negando la ocurrencia de la gravedad de la pandemia, incentivando prácticas individuales contrarias al interés colectivo.

Entonces, cuando debía florecer la solidaridad, el altruismo y el compromiso con los proyectos públicos y las acciones colectivas para enfrentar la situación, lo que sucedió, con el aliento de quienes debían estimular e incluso imponer prácticas diferentes, fue la proliferación de comportamientos egoístas que no solo agravaron la pandemia, en términos de la propagación de la enfermedad, pero ahora dificultan el proceso de vacunación, mediante el uso de varios subterfugios para tratar de "saltarse la cola" para la vacunación.

El gran problema de estos comportamientos es que impiden la implementación de las diversas y necesarias transformaciones que se requieren en nuestra organización social, ya que para ello se requiere, como se dijo, nuevos seres humanos, que expresen y practiquen valores ajenos a la lógica de la convivencia cosificada.

Sin embargo, cuando en una pandemia se verifica, de manera amplia y no aislada, la realización de acciones que desconocen las medidas colectivas que serían necesarias para la preservación de vidas, lo que debe concluirse es que la postura negacionista del gobierno no solo promovió la propagación de la enfermedad, causando la muerte de miles de personas, sino que también constituyó un virus corrosivo para la propagación de la solidaridad y la admisión de la pertinencia de la acción colectiva.

Y, en la actualidad, cuando la actitud negacionista repercute en la ausencia de un plan de vacunación eficaz y en la total falta de perspectivas reales de obtener suficientes vacunas para inmunizar a toda la población, lo que se produce es una especie de complementación de la “ proyecto” que destruye el futuro.

¡Es eso mismo! La irresponsabilidad, el desprecio consciente por el saber y la vanidad, integrados en un “plan” de gobierno, nos están negando un futuro.

Para cambiar el curso de esta historia, primero es necesario reconocer que este proceso está en curso y que es extremadamente grave, incluso en una etapa muy avanzada, ya que fue acelerado por la pandemia. Y, segundo, es importante no alinearse con tal proceso, ya que, para eso, es indispensable que cada uno se perciba en el contexto social, esto porque las estructuras engendradas son capaces de moldear a las personas, transformándolas en seres humanos. iguales a los que desencadenaron el proceso destructivo.

Si todos y todas, o la gran mayoría de las personas, reproducen los mismos razonamientos fugitivos de la realidad, para justificar prácticas egoístas, no solidarias e intransigentes con el conjunto, no quedarán ni siquiera argumentos válidos para combatir el negacionismo y la deshumanización.

Cabe señalar que la ausencia de vacunas puede ser un gran escollo (aunque no planificado deliberadamente), para que, ante la desesperación y el riesgo de la vida, mediante justificaciones que igualmente desprecian el conocimiento, niegan la solidaridad y fomentan el individualismo y el egoísmo, Los comportamientos egoístas están muy extendidos incluso entre los opositores al negacionismo gubernamental, equiparándose entre sí y eliminando así la legitimidad de la crítica y, lo que es más grave, las posibilidades concretas de una reacción, también porque el efecto que puede tener la propagación de este tipo de “egoísmo ilustrado”. nosotros, muy rápidamente, al colapso de la humanidad.

Cada vez es más claro que la rendición de cuentas -y la debida destitución- de los agentes políticos que contribuyeron al genocidio en el país es el paso fundamental y urgente para iniciar este proceso de construcción de una sociedad solidaria basada en el respeto a la vida de todos los hombres. y mujeres y en la realización de sus derechos como ciudadanos.

Sin embargo, hay que tener muy claro que esto no es suficiente.

Es crucial que todo aquel que se entiende comprometido con la agenda de la necesaria construcción de otra sociedad, basada en lazos sociales diversos y renovados, se mueva en sentido contrario a aquellas iniciativas que, aun bajo el pretexto de contribuir a la inmunización general, desprecien la presupuesto de la construcción urgente de un plan público de vacunación eficaz y eficiente.

Solo tendremos posibilidades efectivas de salir de la situación en la que nos encontramos con la formalización de un pacto en torno a la vacunación igualitaria, que alcance, indistinta y gratuitamente, a todas las personas.

¡Y que quede claro! No me refiero sólo a actos individuales e incluso institucionales que buscan medios (que llegan a buen puerto) para “saltar la cola” de la vacunación pública, que además de ofensivos y grotescos son, sobre todo, criminales.

Hablo también, y con mayor énfasis, de iniciativas encaminadas a la vacunación privada, ofreciendo vacunas gratuitas en el mercado o tendientes a vacunar a colectivos específicos (como magistrados, abogados, militares, trabajadores de determinadas empresas, etc.) no integrados en la definición racional y razonable de las actividades esenciales, y que se pretende justificar ante la ausencia de una política de Estado al respecto.
Estas iniciativas no resuelven el problema de la inmunización y, peor aún, traen consigo todo un conjunto de valores que obstaculizan las transformaciones sociales que necesitamos implementar, como se explicó anteriormente.

Nuestra responsabilidad, además de exigir la sanción de los responsables y antes de proponer cualquier otra iniciativa, por relevante que parezca, es cobrar e incentivar, incluso económicamente –para quienes estén en condiciones de hacerlo– la elaboración y ejecución de un plan de vacunación público (privado de interés electoral y vanidades personales), que incluso presupone la producción local de vacunas (con violación de patentes, siendo necesario[i]) y que prevé la vacunación igualitaria y gratuita.

Todo lo demás, sobre todo en el contexto de la ausencia de un plan público de vacunación, con el debido respeto (asumiendo aquí la buena fe de tantos que defienden las iniciativas privadas de vacunación), puede entenderse, como dicen, como “harina de lo mismo”. , reproduciendo la preocupación egoísta traducida en el saber popular en la expresión “harinacita, mi primera papilla”.

El hecho es que no será con la aceptación y fomento de la lucha de todos contra todos, el reforzamiento de las desigualdades de oportunidades y la naturalización de los privilegios que se logrará la necesaria renegociación social. Y cada uno de nosotros tiene una gran parte de responsabilidad en esta historia.
Como resultado de una dinámica, consciente o inconscientemente establecida, estamos siendo puestos a prueba. Se está poniendo a prueba nuestra capacidad para ser seres humanos verdaderamente solidarios y dispuestos a experimentar una realidad en la que la vida de todos importa exactamente con la misma intensidad.

Hemos perdido demasiadas oportunidades para esa redención, y si la perdimos nuevamente, es posible que no tengamos otra. ¡Esto, por supuesto, puede ser cierto, al menos, para muchos de nosotros!

Estamos, más que nunca, ante la definición de lo que vamos a dejar a las generaciones futuras: tierra sembrada o las ruinas del caos. Por cierto, todo esto lo dijeron mucho mejor Beto Guedes y Márcio Borges:

“Esperanza viva
que la sangre ablanda
Ven del espacio abierto
Y hacer nuestro brazo
Un refugio
que puede mantener
La victoria del sentimiento claro
superando todo miedo
manos en la calle
En un destino de luz y amor
Ahora viene
ya casi no hay tiempo
Ven con tu paso firme
y la cara de un niño
El mal que hemos visto demasiado
Mira
Siempre podemos vivir en paz.
En tiempo
Tanto que hacer por nuestro bien
pasaremos
Pero nunca podemos olvidar
de cualquier otra persona
Siguiente
simples inocentes juzgándonos
Perdió
los niños iluminados
herederas del piso

tierra plantada
No las ruinas del caos
diamantes y cristales
No vale la pena tal poder
cuentos a la luz de la luna
O la historia de los hombres
luna vacante viene a jugar
Y envía tus señales
Qué será de nosotros
si estamos cansados
de la verdad
De amor
Esperanza viva
que la mano alcanza
Ven con tu paso firme
y la cara de un niño
Hemos visto demasiada maldad".
("Cuentos de la luna vaga")

*Jorge Luis Souto Maior. es profesor de derecho laboral en la Facultad de Derecho de la USP. Autor, entre otros libros, de Daño moral en las relaciones laborales (Editores de estudio).

Nota


[i]. Como defendió la decana de la Unifesp, Soraya Smaili (https://noticias.uol.com.br/saude/ultimas-noticias/redacao/2021/01/21/coronavirus-vacina-oxford-covishield-astrazeneca-reitora-unifesp-patente.htm)

 

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