por ANDRÉ QUEIROZ*
Conversación con Pablo Verna, abogado penalista y activista de la organización Asamblea Desobediente
1.
Más allá de la historia personal, más allá del drama privado, de la familia implosionada en la que se desarrolla la trama punto a punto, lenta y fragmentariamente; No se trata de hacerse cargo de secretos de alcoba que, tantas veces, al salir a la luz, movilizan curiosidad y un alboroto de propaganda y efectos mediáticos, este es un principio de conducta que queda bastante claro en el relato de Pablo Verna, abogado penalista, activista de la organización Asamblea Desobediente.
No es tampoco un guión teatral rodriguesiano; el desmantelamiento ante nuestros ojos de las piezas que sostienen la clásica tríada edípica, sus personajes puestos a prueba y revelados hasta su núcleo; o como tomados por sorpresa e inadvertidos por una bandera inoportuna que les arrebató de las manos el texto, el sentido, la verosimilitud, rompiendo los acuerdos de la cuarta pared; No se trata de la exposición pública de fantasmas íntimos que abruman una vida y que regresan, y regresan, hasta evolucionar quién sabe cuándo y por qué; No se trata de evocar el desmantelamiento de la institución pequeñoburguesa impulsado por el trauma o cualquier condición victimizada, Paulo Verna rechaza de inmediato este sesgo en lo que está dispuesto a testificar en la denuncia y el juicio contra su padre.
Sin embargo, avanzamos, Pablo Verna no duda en explicitar, con el énfasis, el aliento y el coraje necesarios, su condición primordial, la de ser hijo de un genocida, médico y capitán del ejército argentino, Julio Alejandro Verna, vivo e impune, partícipe y cómplice de la política sistemática y planificada de exterminio aplicada por el terrorismo de Estado argentino durante la última dictadura militar corporativa, entre los años de 1976 y 1983.
En palabras de Pablo: “Mi intención es que el hecho de visibilizar y hacer pública la condición de mi padre como maniaco genocida, así como su acción política y militante por los derechos humanos como hijo de un maniaco genocida, no se convierta en una especie de telenovela familiar”.[i]

2.
Fue Nora Patrich quien me habló por primera vez de la desobediente, en febrero de 2020. Nora Patrich es artista plástica, compañera de Roberto Baschetti y ex militante del peronismo revolucionario en la Organización Político-Militar Montoneros. En aquella ocasión hablábamos de su experiencia durante los años de preparación y ejecución de la contraofensiva Montonera de 1978-80.
Nora Patrich había permanecido en Cuba y trabajaba como una de las madres sociales responsable de Guardería de los hijos e hijas de activistas que, desde el exterior, habían regresado a la Argentina para reorganizar la lucha armada contra la dictadura decadente en un momento de reanudación de la resistencia sindical masiva desde fines de 1977[ii]. Recuerdo que Nora me contó que recientemente se había formado un grupo de hijos e hijas de genocidas que estaban sacando a la luz pública relatos muy importantes y pertinentes de ese momento histórico que vivía la Argentina.

Luego de esto, viviendo nuevamente en Buenos Aires, el 15 de noviembre de 2023 asistiré a la presentación y lanzamiento del libro de Nora, Jirones de mi vida – de Espartaco a Montoneros,[iii] Y luego, durante los discursos de uno de los prefacistas del libro, me llamó la atención la declaración de Pablo Verna. Nora Patrich había mencionado que era gratificante tener en esa mesa, y en las páginas de su libro, la presencia de alguien que, sin ser consciente de ello, en algún momento de su vida, estuvo del otro lado. Me invade la duda, ¿qué podrá estar diciendo Nora que yo no sepa? ¿Cuál sería ese otro lado en el que habían depositado a Pablo Verna sin su conocimiento?
Veamos un extracto del prefacio de Pablo: “Fue durante el juicio 'Contraofensiva Montonera' que Nora y yo nos conocimos. No habíamos intercambiado palabra hasta el día de la lectura del veredicto, y luego hubo una reunión por Zoom en la que intercambiamos palabras y sentimientos todos los que participamos, y recibí con emoción las muy cariñosas y valiosas muestras de reconocimiento de Nora, que realmente no esperaba.
Esta historia nos une, pero no por casualidad ni simplemente por casualidad. Ella era militante montonera y yo soy hijo de un genocida –y más aún, hoy me siento militante de derechos humanos (lo que hace mi vida mucho más plena)–, la verdad es que estamos del mismo lado aportando a más Memoria, Verdad y Justicia.
(…) Nunca estará de más señalar quiénes son los autores del genocidio. (…) Muchos genocidas que llevaron a cabo un exterminio en la negación total de sus crímenes o, en el mejor de los casos, en la contradicción de no reconocerlos ni proporcionar información, sino repetir justificaciones absurdas. Militantes de exterminio. Sólo en nuestro país hay más de mil personas condenadas, muchas de las cuales han sido procesadas y muchas de las cuales han quedado impunes. Vivo o muerto. Ninguno en paz.”[iv]
Unos días después, le pedí a Nora Patrich que me diera los datos de contacto de Pablo Verna: quería entrevistarlo para conocer más sobre la naturaleza de las luchas que libra esta gente. desobediente. Le comenté a Nora y Roberto que me parecía importante contribuir de alguna manera para que esas voces, y lo que ellas abogan y enfatizan, se conocieran en un país como Brasil, un país en el que la extrema derecha se mantenía organizada y movilizada, aun habiendo ganado circunstancialmente el espacio de lucha tradicional de la izquierda, las calles y las plazas públicas. Pero más que eso, a este Brasil en el que los militares siguen blindados y que todavía ocupan numerosos sectores estratégicos de la política institucional brasileña.
Pero este no sería sólo nuestro caso específico, era imprescindible unirnos para evocar la fuerza del testimonio de desobediente a un tiempo histórico en el que, incluso en Argentina, se presenció el ascenso de personajes serios y oscuros como Victoria Villarruel. Menos de un mes después, para conmoción y terror de los incrédulos, en la segunda vuelta del proceso electoral, se confirmó la victoria de la fórmula Javier Milei/Victoria Villarruel a la presidencia de la República.
Cuando contacté con Pablo Verna, su respuesta fue inmediata. Agendamos la entrevista para el 8 de marzo, a las 16 pm, en su oficina, cerca de la estación de metro Tribunales.
3.
Le sugerí a Pablo que dividiéramos la entrevista en tres partes: la historia personal –porque era en ese retiro donde el niño Pablo armaría las piezas de un rompecabezas-; la dimensión política de su activismo; y el escenario de progreso que representa el ascenso de Javier Milei, pero sobre todo, el de Victoria Villarruel, quien ciertamente está más alineada con el proyecto de reinsertar a las Fuerzas Armadas como actor político protagónico en la Argentina de hoy, algo impensable hace menos de diez años.
En este sentido, y como dispositivo estratégico para avances graduales y continuos, Victoria Villarruel retomó cierto debate sobre la violencia (en su concepción generalista y abstracta) a partir de los años 1970, siguiendo la estela dejada por la teoría de los dos demonios; en términos generales, que es cualquier otra cosa que evoca la condición de un tercero excluido, la llamada sociedad civil que habría sufrido, víctima e indefensa, los excesos cometidos durante una guerra sucia y por sus actores armados escindidos en dos mitades en un enfrentamiento. En la perspectiva contrainsurgente de Victoria Villarruel, la violencia sería originada por grupos terroristas y, en cambio, en la segunda hora y bajo la salvaguardia de actuar en reacción y respuesta, la violencia se descontrolaría, la pérdida de control en excesos del sector militar; Pero lea esta parte del proceso como una violencia restaurativa, un tipo de violencia buena que se procesaría en un intento de reordenar el tejido social., es decir, la violencia ejercida por las Fuerzas Armadas.
También es importante destacar que Victoria Villarruel también opera en los huecos o carcajadas semántica de las directrices llevadas a cabo por organizaciones de derechos humanos. Si, en su opinión, por una parte, y en venganza, se trataba, desde el período de redemocratización, de la activación izquierdista del aparato judicial penal en su función de supuestamente restablecer la verdad y la justicia; se trataría ahora, y como contramedida, de hacerlo actuar indiscriminadamente y sin ideología, retomando y volcando la tesis sobre los crímenes y delitos de lesa humanidad en la dirección de las acciones impulsadas por las organizaciones revolucionarias, tratadas por Victoria Villarruel como terroristas -aunque luchaban contra un gobierno ilegítimo y por un proyecto político, social y económico distinto de la condición dependiente, periférica y subordinada impuesta a la Argentina y ejecutada por el imperialismo y sus socios internos. Y entre estos socios que realizan el trabajo sucio de domesticar a la clase obrera organizada y romper la columna vertebral de los sindicatos peronistas, estarían las Fuerzas Armadas, una especie de manipanso adorador de Victoria Villarruel.
Es evidente que Victoria Villarruel olvida esta desproporción de significado y las diferentes valencias de las fuerzas implicadas en la violencia de los años setenta; así como olvidar y desvirtuar el contenido y carácter del proyecto de subordinación y entrega de la riqueza nacional que justificó tal exceso por parte de esas mismas Fuerzas Armadas Argentinas. Sin embargo, continuemos con Pablo Verna en su testimonio. Veamos qué dice Pablo de Victoria Villarruel.
Refiriéndose al investigador y sociólogo Daniel Feierstein, Pablo evoca lo que sería la tercera etapa del genocidio, su última etapa, el silenciamiento, el ocultamiento y la negación.[V]
En palabras de Pablo Verna: “Si hay gente construyendo poder, y trabajando políticamente, si esa gente trabaja para ocultar, silenciar, confundir, negar, entonces es parte del genocidio. No tiene implicaciones criminales, sino sociológicas e históricas, es parte del genocidio en términos sociológicos e históricos. Partiendo de ese supuesto, Villarruel es un ejemplo muy importante en el sentido de perpetuar el genocidio, de cumplir ese objetivo. Victoria Villarruel es el proyecto que mejor encarna este objetivo, y convertirse en vicepresidenta lo potencia. Sin embargo, cabe destacar que están presentes desde hace años en su página web y en otros espacios –que son numerosos, incluido el trabajo en un grupo que considero el más peligroso, llamado Puentes para la Legalidad.[VI] porque actúan como los grandes inocentes de la historia y dicen cosas como ‘no, lo que pasa es que el caso de mi papá está mal probado’, y esos son los caballos de batalla para cuestionar las sentencias. Ellos vinieron de este lado, diciendo: ‘los crímenes fueron aberrantes, pero este juicio sobre esta persona es erróneo’ y tratan de mostrarlo, tratan de montar varios caballos de batalla como este. Lo que querían era modificar lo que se llama el Estándar Probatorio, que en Derecho Penal se refiere al rigor probatorio necesario para demostrar algo. Y en distintos tipos de delitos el rigor de la evidencia es diferente.
Villarruel sigue una vertiente muy discursiva. Sin embargo, el objetivo, más allá de lo aparente, es siempre el mismo: la libertad de los genocidas lo antes posible. Y si no se consigue la libertad total, vamos adelante con una ola de arrestos domiciliarios, de libertades temporales, de beneficios que poco a poco se van ganando, de poder estar en casa porque estar en casa es mucho mejor que estar en la cárcel.
Lo que ellos quieren no es sólo libertad o impunidad, quieren que después de lograr esa impunidad, ellos sean considerados héroes de la patria, porque esa es su manera de pensar”.[Vii]

Si evocamos aquí los términos de un duelo de narrativas – anclado, por supuesto, en el registro riguroso de los hechos[Viii], cabe destacar que testimonios como los de Pablo Verna y sus compañeros Asamblea Desobediente, así como los de otro grupo como Historias de desobediencia: Familiares de genocidas por la memoria, la verdad y la justicia son aportes sumamente importantes para contrarrestar, resistir, oponerse, neutralizar y/o anular los avances del proyecto protofascista liderado por Victoria Villarruel y compañía. Cabe señalar que en el afán de promover el confucianismo y la tergiversación, existen entidades como el Centro de Estudios Jurídicos sobre el Terrorismo y sus Víctimas (CELTYV), fundado y presidido por Victoria Villarruel.[Ex].
Y la condición urgente, extremadamente urgente, de estas medidas de contrainformación y propaganda se nos hace absolutamente imperativa, a medida que las acciones ultraliberales del gobierno de Javier Milei avanzan bajo la bota de hierro asegurada por el protocolo represivo instituido por la ministra de Seguridad Patrícia Bullrich.[X]. Nos atrevemos a decir que es una carrera contra la gravedad de un tiempo que nunca se detiene.
4.
¿A qué se dedicaba tu padre Pablo? – La pregunta me surge inmediatamente durante la larga entrevista de hora y media. Nada que estuviera fuera de un guión previamente acordado, pero la forma como abordé el tema me hizo pensar en objetos afilados, en dispositivos de incisión.
"Lo que me contó mi madre fue que él participó en los secuestros de sus compañeros, junto a estas bandas, en estos operativos. Incluso cuando se trataba de una misión de secuestro, siempre tenía que haber un médico presente en el vehículo, además del personal de Inteligencia. Por ejemplo, esto ocurrió en el secuestro y asesinato de Armando Croatto y Horacio Mendizábal. Mi madre le contó todo a una de mis hermanas. Había una especie de camión con forma de furgoneta y allí estaba el médico, que bien pudo haber sido mi padre.[Xi].

Pablo Verna cuenta que escuchó mencionar este caso varias veces en su casa, y que su padre tuvo que salvarle la vida a Mendizábal en el Hospital Militar de Campo de Mayo, donde trabajaba. Si buscamos información sobre el caso de esa época, lo que encontramos es que se trató de un enfrentamiento entre agentes del Estado y los “subversivos”, y que la muerte de ambos fue producto de ese intercambio de disparos. Es importante destacar que al momento del asesinato ocurrido el 19 de septiembre de 1979, se encontraba en curso la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, cuya primera delegación había llegado a suelo argentino el 06 de septiembre, desarrollando los trabajos hasta el 20 de septiembre, al día siguiente del secuestro y asesinato de los dos activistas de Montoneros.[Xii].
De manera sintética y contundente, podemos decir que se trataba, en ese momento, de hacer desaparecer a los desaparecidos, o incluso, en otra mano de esta táctica genocida, de construir un escenario, una trama, y disponer a los personajes en tal cuadrado narrativo, además, por supuesto, de todo un dispositivo de propaganda y difusión que era atendido de manera integrada por los medios de comunicación afiliados al proyecto político económico llevado adelante a través de los diversos actores y cómplices del terrorismo de Estado. Estaba Julio Alejandro Verna, médico, capitán del ejército, genocida.
En varios momentos de nuestra conversación, Pablo Verna evoca la condición de inocencia que lo permeaba hasta que, poco a poco, y con el paso de los años, los trozos de información que iba recogiendo, aquí y allá, empezaron a unirse como una trama en la que es la consciencia la que se despierta. Y es desde ese lugar de inocencia que interrogará a su padre, tantas veces, como cuando, todavía a propósito del episodio del asesinato de Armando Croatto y Horacio Mendizábal, le hace esta pregunta: ¿Pero para qué salvarle la vida [refiriéndose a la situación de Mendizábal] si después lo iban a matar?
Y Pablo recuerda la respuesta de su padre: “- Para sacarte información, claro, ¿y para qué crees que harías eso?
Sigamos el torrente de recuerdos de Pablo: “Y otra cosa que me contó mi madre es que mi padre había participado en dos o tres vuelos de la muerte. Al menos eso fue lo que empezó a decirle a mi hermana. Incluso llegó a decir que una vez tuvo que inyectarle anestesia a toda una familia antes de arrojarlos vivos en pleno vuelo al Río de La Plata.[Xiii]. Lo más probable es que se tratara de una madre, sus dos hijas y el novio de una de ellas. El apellido es Gofin, el caso forma parte de los juicios de la Contraofensiva. Mi madre contó esto y le impuso a mi hermana un silencio total”.
Le pregunto a Pablo cómo reaccionó su madre ante esto, cuál fue su posición frente a ese inventario de terror, y él destaca el carácter perverso que trascendió a cada momento en el escenario de su hogar, llegando incluso a nombrarla como militante del exterminio –algo que se puede atestiguar a través de su testimonio, por ejemplo, respecto de la naturalización de lo que era simplemente aberrante.
“Mi madre decía cosas como: '¿Y qué querías que hiciera? Si hacías lo que había que hacer, tenías que borrarlos de la faz de la tierra [refiriéndose a los 'subversivos'], tenías que detenerlos de alguna manera. Estos términos son tremendos y eso fue lo que se transmitió a los niños. Recuerdo una pregunta inocente que le hice a mi madre: – ¿Por qué, en lugar de matarlos, no los expulsamos del país y acabamos con esto de una vez? A lo que ella respondió: ‘Pero, querida, ya los habían expulsado del país, regresaron con documentos falsos, con armas’. Pero yo no lo creía, porque habíamos viajado en coche en el verano de 1982 a Brasil, y sabía cómo nos registraban a todos en las fronteras. Tal vez se podría entrar con documentos falsos si estuvieran muy bien hechos, pero ¿con armas? Eso no me convenció. Nos referíamos a la época de la contraofensiva de Montoneros, y mi madre sabía todo lo que ocurrió en la contraofensiva, algo que una persona con información ordinaria difícilmente sabría. Mi madre decía que cuando mi padre sentía remordimientos se lo confesaba al padre Néstor Sato.[Xiv], en la Iglesia de San Rafael, en el barrio de Villarreal. Mi madre dijo que el sacerdote le respondió a mi padre de la siguiente manera: – Por tales preguntas no debes sentirte culpable, no hay problema con eso, es mejor matar a unos pocos para salvar a cien. (…) Mi padre, una vez, en una conversación con mi hermana, entre varias cosas dijo –cosas como: ‘¡No me arrepiento de nada!’ -, contó un hecho que ocurrió en el año 1979, cuando estaba la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en Argentina, y simplemente ya no podían desaparecer gente, y había cuatro 'subversivos' que tenían que eliminar, y entonces decidieron subir a los cuatro a un auto, simular un accidente, y tirar el auto a las aguas de un arroyo en Escobar, en la provincia de Buenos Aires; El detalle es que mi padre les había aplicado a estos cuatro la misma anestesia que usaron en los vuelos de la muerte, y le explicó a mi hermana que ellos aún respiraban pero que sus músculos estaban paralizados y que al caer al agua no podían moverse, y el agua entraría en sus pulmones, lo que significaba que las autopsias los mostrarían como ahogados, muertos por ahogamiento, y de hecho así fue, si ellos pensaron eso, así lo hicieron. Sabemos quiénes son estas cuatro víctimas, es el único caso de 1979 con tales características, él fue juzgado y condenado en los juicios relacionados con la Contraofensiva, sin embargo, mi padre no fue juzgado en este proceso. Pero tendría que serlo. Es un atropello de la justicia de San Martín al no avanzar en la investigación, al no imputarlo y citarlo a indagatoria por esta causa. “Me gustaría mucho que los nombres de estos cuatro compañeros muertos estuvieran escritos en letras grandes”.[Xv]

Unos días después de nuestra conversación, Pablo Verna me envió vía mensaje de WhatsApp los siguientes nombres: Alfredo José Berliner; Susana Haydée Solimano; Diana Schatz; Julio Everto Suárez.
Aquí están ordenados con el énfasis solicitado por Pablo[Xvi].
5.
Retrocedamos un poco en el tiempo explicado en nuestra entrevista. Pablo cuenta que cuando nació, sus padres vivían en un barrio militar del sur del país, en Colonia de Sacramento, a 140 kilómetros de Comodoro Rivadavia. A la edad de tres años, toda la familia se trasladó a vivir a Buenos Aires, inicialmente a un edificio en Liniers. Un año y medio después, a mediados de 1978, compraron un departamento en una zona muy modesta, en San Fernando, un barrio del norte, en una zona de edificios Monoblock y con barrios marginales en los alrededores.
Cuenta también que su padre, Julio Alejandro Verna, era hijo de maestros rurales que al llegar a Buenos Aires se convirtieron desde muy jóvenes en directores de escuelas primarias y lograron una buena situación económica, hecho que le permitió a su padre seguir la carrera de medicina, especializándose en traumatología. Sin embargo, su padre quiso inmediatamente entrar en la vida militar. En 1972 se unió al ejército. En ese momento ya vivíamos bajo una dictadura corporativo-militar regida por la estrategia de seguridad nacional, implementada desde 1966.
“Durante mi infancia [nací en 1973] y adolescencia, algo que me impresionó fue el tema casi omnipresente de los comunistas, los terroristas y los subversivos. No es que fuera algo omnipresente, pero estaba ahí, era algo que se iba naturalizando a través de lo que entiendo que era la acción psicológica que se dirigía, en nuestro entorno, a los niños, a los hijos de la ‘familia militar’. Es curioso que me haya llevado mucho tiempo darme cuenta de esto. Escuchamos cosas como: “Si los subversivos llegan a tomar el poder, no habrá más Navidad”. Fue algo así como: '¡No te metas en eso!', y continuaron con el razonamiento: 'porque todos los subversivos son comunistas y como los comunistas son ateos, entonces no habrá más Navidad'. Mira, era un razonamiento simple y esquemático, pero, el esquema típico que atrapa a un niño, era una operación psicológica para niños de cinco, seis, siete años. Y a partir de ahí ya tienes tus enemigos. Entre los recuerdos que tengo de esta época, uno que me parece bastante curioso se refiere a los estuches que suelen utilizar los médicos, con estetoscopio, tensiómetro, etc. Mi padre tenía dos, uno negro y otro moreno. Me gustó más el negro. Recuerdo que le pregunté: – Papá, ¿por qué tienes dos maletas? Y él respondió que sus compañeros de trabajo le habían dado el maletín marrón. Fue mucho después que me di cuenta de que esos compañeros eran la banda que hacía los secuestros, los de Inteligencia del Estado, y que le habían robado el maletín café –que no me gustaba– a un compañero que había sido secuestrado y desaparecido”.[Xvii]
Esta será la primera de muchas veces a lo largo de nuestra entrevista que Pablo Verna se referirá a los activistas políticos involucrados en la lucha revolucionaria como camaradas. Una vez le pregunté si en ese momento su padre era médico o militar, si vestía uniforme o ropa de civil y cómo eso se reflejaba en su mente de adolescente en pleno proceso de redemocratización.
Sigamos el hilo de la memoria de Pablo: “Se nos ordenó decir que era médico. Algunos hijos de policías, por ejemplo, tenían que decir que sus padres eran vendedores de seguros, o alguna otra profesión, es decir, para los niños era como si fuera una distorsión absoluta de la realidad. En nuestro caso al menos teníamos la mitad de la verdad: en realidad era médico. Decir que esto no era exactamente mentira, simplemente teníamos que decir una parte de la verdad y la otra mitad teníamos que guardar silencio. Y esto empezó antes de la redemocratización, alrededor de 1977-78. Hasta ese momento, mi padre entraba y salía del edificio uniformado, pero parece que hubo algunas acciones de los compañeros revolucionarios que trascendieron a mi familia, y entonces les dijeron que, por razones de seguridad, era mejor que se cambiara la ropa de civil por el uniforme una vez dentro del cuartel militar. En 1984-85 estudié en una escuela pública. En aquella época se hablaba de los militares con mucho odio y desprecio. En general, entre la gente común, había mucho enojo hacia los militares que habían destruido el país. Por nuestra parte seguíamos diciendo que el padre era médico.[Xviii].
A propósito de cierta experiencia de 'clandestinidad' en ese universo juvenil, Pablo evoca un caso que nos parece bastante sintomático del rasgo perverso que identifica en su madre.
“Recuerdo a mi mejor amigo de estos años, me refiero al 5, 6. y 7mo. Serie de secundaria, su padre había desaparecido. Algo que descubrí muchos años después. Vivía con su abuela y su tía, que eran dos viejas gruñonas, pero eran buenas personas que lo cuidaban mucho, a pesar de tener esa forma de ser, eran de las personas que siempre se quejaban. Le pregunté unas cuantas veces por su padre, y el caso es que mi madre fue la que me mandó a preguntarle eso, como si yo estuviera metiendo el dedo en una herida abierta, ella siempre fue muy perversa, le dije que eso ya se lo había preguntado, y que, en realidad, ya le había contado lo que él me había contado, que su padre tenía una fábrica de frigoríficos, que trabajaba en Mar del Plata. Eso fue lo que me dijo. Y eso era típico de los hijos de padres desaparecidos, si contaban cosas así. Recuerdo que mi madre no lo pudo aceptar y me dijo que volviera a preguntar. Años después, creo que fue en 2016 o 2018, no recuerdo la fecha exacta, contacté con este amigo y le pregunté: – Si tu padre realmente estaba desaparecido, y me dijo que sí. Mi madre siempre lo supo”.
“Pero volviendo al pasado, me preguntaste sobre el proceso de redemocratización, yo tenía unos 11 años y el tema de los desaparecidos estaba muy presente en los medios. Recuerdo una ocasión en que mi hermana regresó de la escuela y su maestra sacó a relucir este tema. Mi padre reacciona con insultos, odio y una violencia terrible. Contra el maestro que, según él, debería ser un izquierdista subversivo, pero también contra Alfonsín. En mi casa empezó a resonar la llamada 'teoría de los excesos', mi madre decía que el asunto se les había escapado a los militares, era como si dijera que se habían pasado de la raya, sin embargo, una vez más le llegó la justificación: 'algo había que hacer con estos tipos, eran de los que denunciaban con los dedos de sus manos a sus compañeros, les señalaban las casas. Los peores, los más terribles, eran capaces de morir bajo tortura, pero no decían nada. Éste es el razonamiento típico de los defensores del exterminio en su contradicción básica. Era solo cuestión de justificarse, y no importaba lo que hicieran, los compañeros serían culpables si actuaban de la manera A, de la manera B, de la manera C, todos estaban ya condenados de antemano”.[Xix]
6.

Resulta que tomar conciencia de la verdad de los hechos, de lo que había sucedido en la historia reciente de su país, es algo que se le fue revelando poco a poco, en pequeñas tiras, en conversaciones llenas de no dichos, de subterfugios y prevaricaciones, entre Pablo y su padre; algo que fue escogido de los discursos de la madre, algo que fue compuesto como de un mosaico de datos recogidos aquí y allá, y nunca como si estuviera gobernado por la inmediatez de un gesto-palabra definitivo; Nada le llegó de repente, de repente, de un solo golpe. Era necesario romper los lazos de lo que desde temprana edad había estado atado a los lugares comunes de aquellas narrativas “navideñas”, el de la construcción del enemigo interno que ronda las fantasías infantiles, los juegos de niños en el barrio militar. Era necesario entrar, acercarse, reunir a ese ‘otro irreductible’, al extranjero extraño, al meteco peligroso, a los subversivos, a los comunistas, a los que vienen de fuera, a los que denuncian a sus colegas, para convertirlos en uno de sus compañeros en una coreografía que supera las sospechas; Por otra parte, como en una inversión dialéctica, era necesario desprenderse de lo íntimo, demasiado próximo, enraizado en los contornos del cuerpo-casa, esa primera tríada de funciones generadoras de identidad y sinonimias; Era esencial desmontar la historia privada incorporando las tramas que componen el arco histórico mundial. Había un mundo que gritaba en el apogeo de la hora de los chacales, y los que rodeaban a Pablo Verna actuaban como verdugos.
Pablo dice: “Una vez que pude saber lo que hizo mi padre, pude saber quién es mi padre, y una vez que supe quién era mi padre, pude elegir lo que iba a hacer con ello, y una vez que supe lo que haré con ello, pude llegar a saber quién soy. Por eso me siento tan bien al reportarlo. Podría barrer el horror bajo la alfombra, pero no. En el año 2013, tuve absoluta certeza y conocimiento de los crímenes que había cometido mi padre, así que me hice la siguiente pregunta: ¿Qué voy a hacer con esto? Sin embargo, no sabía cómo proceder y necesitaba encontrar una manera (emocionalmente sabía que quería denunciarlo). ¿Cómo puede alguien no hacer nada si su padre participó en crímenes de lesa humanidad? Sería como si nada hubiera pasado. Fue cuando leí un artículo de periódico sobre el caso de Vanina Falco.[Xx], y eso me desencadenó, fue como la respuesta a todo, me golpeó fuerte, y decidí que entre la lealtad a mi padre y la lealtad a la humanidad, yo sería leal a la humanidad, y que a partir de esta resolución sería leal a mí mismo. Hay al menos 30 mil razones y lo que hay que hacer es comunicar todo lo que se sabe a los organismos competentes. Puede que sea inútil, pero puede ser la clave que falta para juntar las piezas que completan un rompecabezas”.[xxi]
Le pregunto a Pablo por qué su queja podría no ser de utilidad. Pablo habla de las limitaciones internas de un código penal de origen liberal-burgués que está ahí, ante todo y en primer término, para defender la integridad de la familia y la propiedad privada. Explica que en 2013 presentó una denuncia ante la Secretaría de Derechos Humanos y esa Secretaría remitió su denuncia al Jurado de Instrucción de San Martín y hasta el día de hoy no ha obtenido resultado.
Explica: “Existe una prohibición en el código procesal penal, artículos 178 y 242, de denunciar y declarar contra un familiar, a menos que el delito se haya cometido contra la misma persona o contra otro familiar del mismo grado o más próximo que quien denuncia o declara. Me explico mejor: nadie puede denunciar a su padre por un delito a menos que éste se haya cometido contra su propio hijo o contra otro pariente de grado más cercano, por ejemplo, un hermano. Si eres hijo y el delito se comete contra un primo, no puedes denunciarlo. Por ejemplo, si eres primo y el delito se comete contra un hijo, sí puedes denunciarlo, ya que se trata de un parentesco más cercano que el de un primo. Esto se basa en que la Constitución Nacional también establece con carácter constitucional la protección de la familia. Y tales prohibiciones terminan funcionando como un impedimento, un obstáculo para el cumplimiento de la obligación de prevenir, investigar y sancionar los graves crímenes contra la humanidad. “Y luego se retira la denuncia”.[xxii]
– Entonces, Pablo, ¿tu padre quedó libre, seguro, tranquilo?
“Suelto, sí, pero no seguro ni tranquilo. “Cuando en 2017 se formó el grupo de hijos, hijas y familiares de genocidas, se publicó una noticia en el canal Telefe que generó mucha publicidad, y luego, a los tres días aproximadamente, mi padre (con quien no tenía contacto desde hacía varios años) me hizo una amenaza, en realidad una serie de amenazas, y entonces lo denuncié en 2018, denuncié todas esas amenazas”.
–¿Qué tipo de amenazas te hizo tu padre?
“Amenazas a mi familia. Hubo llamadas telefónicas en las que le decía ‘mira, tú eres abogado, todo lo que estás haciendo está molestando a mucha gente, hay mucha gente que está enojada contigo, gente que no sabe cómo puede acabar esto’, es decir, una amenaza casi como si alguien no quisiera demostrar que estaba haciendo una amenaza, una amenaza muy sutil y disimulada. Pero lo que realmente fue una amenaza muy clara vino a través de una serie de mensajes de WhatsApp, una serie de chats que él le envió a mi mamá, y en cierta parte de esos mensajes, en medio de mucha ignorancia y barbaridad que él dice, afirma: ‘Tú, él, su esposa y su hija son mis enemigos, en cambio yo soy su único enemigo, de eso tú puedes sacar tus propias conclusiones si quieres’. Esa fue una amenaza clara, esa fue su amenaza. Mi hija tenía 7 años en ese momento. Si esa enemistad a la que se refería era ideológica, mi hija no podía ser su enemiga, por lo tanto, lo que estaba haciendo sí era una amenaza. Así lo dije en mi denuncia y la jueza en su sentencia lo reafirmó. En ese momento, fue condenado a un año de prisión por estas amenazas”.[xxiii]
Y como Julio Alejandro Verna era primerizo y la pena era menor de tres años, se le conmutó la pena por servicio comunitario. Julio Alejandro Verna continúa prófugo. Caminando entre la gente en las calles.
7.
De los compañeros…[xxiv]

Pablo Verna se atrevió a cruzar el desierto de lo no dicho, se atrevió a enfrentar la desconfianza de quienes, tal vez, en un primer momento, lo asociaron con el peso de un pasado ingrato e incómodo de filiaciones. Una historia pasada contra la que Pablo nunca se cansó de luchar, desafiando a su pueblo, haciendo aflorar los monstruos depositados en el doble fondo de los armarios y las zonas de confort. Mencionábamos que fue desde la inocencia que se iba armando tal interrogatorio, hasta que el peso de la conciencia de los hechos y de la culpa, el inventario de los verdugos presentes en el lugar, fue catapultado sobre él. Simbólicamente se trataba de muertes, al menos para Pablo, de la dimensión simbólica de la muerte de su padre, de la incisión profunda, sin arreglos ni retorno, en el cuerpo de la primera familia; Pablo estaba en ese momento y con esos gestos, siempre adelante, siempre explorando nuevos horizontes. Pero no fue suficiente.
Faltaba la otra cara de la moneda, la de traer a sí lo que se había moldeado para sí, sin saberlo, bajo la apariencia del meteco, del otro extraño, del enemigo irreductible que se construye y se calumnia con palabras del argot más bajo, los subversivos. Pablo revirtió el dispositivo de acción psicológica que lo moldeó cuando era pequeño. Era necesario vaciar el sentido de aquella maquinaria de fabricación que hacía del horror y de la arbitrariedad una corriente naturalizada; era necesario mirar profundamente en esos otros. Pablo los acercó a él; Pablo hizo este planteamiento en un gesto que acentúa la dimensión política de su empresa. Convertirse en acompañante, estar presente en este trabajo de reconstrucción del tejido social que se basa en evocar la memoria, exigir justicia y abrir camino a la verdad de lo vivido, sin importar a quién le duela.
Estas son las palabras de Pablo: “Empecé a interesarme por saber qué hacían mis compañeros, por qué hacían lo que hacían, cómo luchaban, cuáles eran sus objetivos, qué buscaban construir y entonces me di cuenta de que realmente era lo más maravilloso que teníamos en nuestro país. Y si estos objetivos se hubieran logrado –con toda la ambición de sus compañeros–, tendríamos sin duda un mundo mejor, mucho mejor. “De alguna manera, la historia de esta lucha, sin importar el trágico resultado que la tomó por sorpresa, el legado de esta lucha está presente en nosotros en lo mejor que tenemos y experimentamos”.[xxv]
También me gustaría destacar dos puntos.
El primero, que demarca claramente el sentido profesional, pero también político, de su activismo, y que concierne a su trabajo como abogado penalista: Pablo Verna trabaja en el equipo de Pablo Llonto, periodista, escritor, abogado especialista en derechos humanos que desde 1985 participa en la investigación y procesamiento de los responsables de crímenes de lesa humanidad en Argentina. Llonto formó parte del equipo que colaboró con el Centro de Estudios Legales y Sociales en el juicio a las Juntas Militares. En el caso de Pablo Verna, éste actuó en la tercera etapa del juicio por los crímenes cometidos en el centro clandestino de detención, tortura y exterminio Puente 12, siendo la primera vez en un juicio a genocidas que un abogado, hijo de represores, participa en el interrogatorio judicial, en debate oral y público, por crímenes de lesa humanidad.[xxvi].
El segundo punto, más mundano, trivial quizás, pero que es un pequeño indicio de esta obstinada inmersión en el descubrimiento y conocimiento de ese “otro”, de esos compañeros de los que habla Pablo. Estos últimos días he estado enfrascado en la tarea de escribir este ensayo, después de una semana de ir recortando la entrevista que le realizamos – en varias oportunidades le escribí al WhatsApp de Pablo, haciéndole algunas preguntas aquí y allá. Además de la amabilidad y rapidez de las respuestas, durante una de esas consultas, Pablo me contó que estaba leyendo el libro de Fernández Long, un libro de memorias sobre los Montoneros. Nada que pueda sorprender, después de todo, recordemos el prefacio de Pablo al libro de Nora Patrich, Jirones de mi vida – desde Espartaco hasta Montoneros. Por último, me gustaría destacar este extracto del prefacio mencionado.
Estas son las palabras de Pablo Verna: “Nora me habla como a una igual, ella es así, no impone ninguna superioridad. Quien lea el libro, o quien la conozca de otro modo, lo sabe bien, o lo sabrá. Pero no somos iguales. Nora –y con ella todo el movimiento de Derechos Humanos–, con su mensaje de verdad –en todos sus aspectos–, nos ha dado la oportunidad de acercarnos a ella y liberarnos de la acción psicológica adormecedora y de las influencias recibidas por los desobedientes en nuestras familias de origen. Que esta inmensa verdad haya sido recibida por los desobedientes es algo que –supongo– nunca hubiéramos podido imaginar y ha provocado en nosotros una emoción muy fuerte. Este encuentro nos une hoy no bajo ninguna idea absurda de reconciliación, ni de perdón, sino bajo una voluntad común y el compromiso de luchar por los Derechos Humanos”.[xxvii]
*André Queiroz, Escritor y cineasta, es profesor del Instituto de Artes y Comunicación Social de la Universidad Federal Fluminense (UFF). Autor, entre otros libros de Cine y lucha de clases en América Latina (Insular).
Notas
[i] Cf. Entrevista concedida por Pablo Verna a André Queiroz, el 8 de marzo de 2024, en Buenos Aires. Este ensayo fue publicado originalmente en el periódico A Nova Democracia, el 29 de julio de 2024.
[ii] Sobre la situación política y social argentina al momento de preparar la contraofensiva de Montoneros, ver BASCHETTI, R. Documentos – 1978-1980: del mundo a la contraofensiva vol. 1. Buenos Aires: Editorial De la campana, 2005. Sobre la experiencia de la Guardería, ver el documental homónimo de Virginia Croatto: https://www.youtube.com/watch?v=64dxdZZdfj0&t=647s
[iii] PATRICH, N. Jirones de mi vida – desde Espartaco hasta Montoneros – recuerdos. Buenos Aires: Editorial Jirones de mi vida, 2023.
[iv] Lo mismo, pág. 14 y 16.
[V] Destaquemos aquí un extracto del libro Los dos demonios (recargado), por Daniel Feierstein: “Hubo también ciertos errores políticos que se sumaron a los problemas conceptuales y que abrieron la puerta a un cierto 'clima revisionista de la época'. Errores de apreciación, focalización en disputas mezquinas o en el ‘narcisismo de las pequeñas diferencias’ que han llevado cada vez más al kirchnerismo y a la izquierda antikirchnerista a hablar solo consigo misma, a desconectarse cada vez más del sentido común, a transformar un discurso que interpelaba a las masas en un club cerrado que exigía varias presunciones a quien quisiera ser miembro, a abandonar espacios políticamente significativos (en este caso, las audiencias de los juicios a los genocidas) priorizando otras luchas consideradas más importantes, a vaciar ciertas consignas partidizándolas sectariamente y perdiendo así la potencia que les daba su carácter múltiple y plural.” Cf. FEIERSTEIN, D. Los dos demonios (recargados). Buenos Aires: Marea Editorial, 2018 (p.47).
[VI] En la página de Facebook de la Organización se presentan de la siguiente manera: “¿Quiénes somos? Somos un grupo de familiares de condenados por casos de traición a la patria que formamos la asociación civil Puentes para la Legalidad”. Sobre el desempeño del grupo en lo que dijimos fueron los grietas, o los vacíos, o las fisuras en los Derechos Humanos, veamos este post muy esclarecedor del 3 de octubre de 2018: “La Comisión Interamericana de Derechos Humanos recibirá a los hijos y nietos de los condenados por crímenes de lesa humanidad que denuncien violaciones a los Derechos Humanos en los procesos. La asociación civil Puentes para la Legalidad, que agrupa a los hijos y nietos de acusados de crímenes de lesa humanidad en Argentina, fue invitada, junto a la asociación civil Abogados por la Justicia y la Concordia, a participar de una reunión de trabajo con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que también invitó al Estado nacional, en el marco del 169º período de sesiones a realizarse en la ciudad de Boulder, Colorado, Estados Unidos, entre el 1 y el 5 de octubre del presente año. (…) Se denunciará principalmente la negación de la prisión domiciliaria a los condenados mayores de 65 años, de conformidad con la Convención Interamericana para la Protección de las Personas Adultas Mayores. Sin embargo, hay 365 presos que superan esa edad y permanecen en cárceles de todo el país, de los cuales 219 tienen más de 70 años. (…) Estamos convencidos de que en la búsqueda de la Verdad y la Justicia no se puede dejar de lado la legalidad y el debido proceso. “Esperamos que esta situación de abandono que compromete al Estado argentino ante esta Comisión termine”. Y un poco más adelante en este mismo post: “Los familiares de condenados en causas por crímenes de lesa humanidad en Argentina, agrupados en la Asociación Civil Puentes para la Legalidad –fundada en 2008– han denunciado ante organismos nacionales e internacionales diversas violaciones a los derechos humanos sufridas por sus padres y abuelos durante los procesos judiciales impulsados por el Estado argentino. (…) Puentes para la Legalidad ha documentado y denunciado el trato discriminatorio al que se ven sometidos un gran número de argentinos sin pruebas que demuestren su presunta culpabilidad, detenciones preventivas que pueden durar hasta 6 años y han llegado al extremo de extenderse a 14 años y medio o presos mayores de 70 años, así como personas enfermas que no pueden ejercer su derecho a la prisión domiciliaria, entre otras violaciones a la Ley y a los tratados internacionales de Derechos Humanos a los que Argentina se ha adherido y que tienen jerarquía constitucional según la reforma de 1994. Según sus propios registros, 2140 personas han sido privadas de su libertad hasta la fecha en procesos en su contra por crímenes de lesa humanidad, de las cuales 825 han estado en prisión preventiva durante más de tres años y 431 han fallecido mientras estaban privadas de libertad, la gran mayoría sin condena. Respecto a la mencionada asociación civil Abogados por la Justicia y la Concordia, a continuación el enlace a la página de la asociación donde una rápida búsqueda de sus publicaciones y editoriales demarca claramente el carácter de la organización: https://justiciayconcordia.org/category/editorial/
[Vii] Cf. Entrevista a Pablo Verna, por André Queiroz.
[Viii] Pablo Verna nos dijo que el Sector de Inteligencia era como el sistema nervioso central que controlaba todo durante el gobierno militar genocida. En palabras de Pablo: “Todas las fuerzas estaban involucradas con su sector de Inteligencia conectado. Con la DIPBA, que era la Dirección de Inteligencia de la Policía Bonaerense, se acumuló toda esa información que no se destruyó, o gran parte de ella no se destruyó, y la Comisión Provincial de Memoria desclasificó, preparó y organizó todos esos archivos y de ahí surgió una cantidad inmensa de información, no solamente de la policía bonaerense –porque había información que salía de toda la estructura de Inteligencia. Todo esto ha servido de base para innumerables demandas y juicios”.
[Ex] Sobre esta asociación, seguir el enlace a este estudio de Roberto Manuel Noguera, realizado en la Universidad Nacional de General Sarmiento: https://www.aletheia.fahce.unlp.edu.ar/article/view/ALEe031/12008.
[X] Es importante destacar que cuando también era ministra de Seguridad del gobierno de Mauricio Macri, Patricia Bullrich había presentado dicho protocolo represivo buscando no sólo criminalizar las protestas sociales y sus agentes organizados, sino también viabilizar el acto de represión por parte del Estado bajo el peso de la ley. Cf. aquí. Y Cf. aquí.
[Xi] Ofrecemos aquí el importante testimonio de la documentalista Virginia Croatto, hija de Armando Croatto, quien describe diversos aspectos de la participación militante de su padre; primero como militante de base en el espacio sindical, y luego ya en Montoneros, en Córdoba, el inicio de la clandestinidad durante el gobierno de Isabel Perón bajo amenazas del escuadrón de la muerte fascista Triple A, la participación de su padre en las acciones de la Contraofensiva Montonera, el secuestro y asesinato de su padre por agentes de la dictadura –entre los que bien pudo estar Julio Alejandro Verna, padre de Pablo-, y finalmente, la experiencia del exilio compartida con su madre, también militante montonera en Cuba: https://www.bn.gov.ar/micrositios/multimedia/ddhh/testimonio-de-virginia-croatto
[Xii] Cf. “La Comisión Interamericana de Derechos Humanos en Argentina – un testimonio de verdad”. EN: Revista Caras y Caretas, dossier Los argentinos tenemos razón y somos humanos. A 40 años de la visita de la CIDH: recuerdos de la noche. Buenos Aires, n.2.357, septiembre de 2019 (p.9-21).
[Xiii] Extracto de la entrevista a Pablo Verna, por André Queiroz. El énfasis es mío.
[Xiv] Sobre sacerdotes implicados en terrorismo de Estado en Argentina, ver esta nota: https://www.letrap.com.ar/judiciales/un-bautismo-tardio-la-cupula-la-iglesia-visito-la-esma-primera-vez-n5399097
[Xv] Extracto de la entrevista a Pablo Verna, por André Queiroz. El énfasis es mío.
[Xvi] A continuación encontrará enlaces a información sobre cada uno de estos activistas políticos asesinados. Acerca de Alfredo José Berliner: https://robertobaschetti.com/berliner-alfredo-jose/; Acerca de Susana Haydée Solimano: https://robertobaschetti.com/solimano-susana-haydee/; Acerca de Diana Schatz: https://robertobaschetti.com/schatz-diana/; Acerca de Julio Everto Suárez: https://robertobaschetti.com/suarez-julio-everto/
[Xvii] Ditto.
[Xviii] Ditto.
[Xix] Ditto.
[Xx] Cf. https://www.elpatagonico.com/vanina-falco-declaro-contra-su-propio-padre-el-apropiador-juan-cabandie-n1371687#google_vignette
[xxi] Extracto de la entrevista a Pablo Verna, por André Queiroz.
[xxii] Ídem. Respecto a los artículos citados del Código Penal, los desobedientes presentarán un proyecto de reforma que incorporaría a los artículos 178 y 242 el aspecto de excepción respecto de los delitos de genocidio, lesa humanidad o crímenes de guerra.
[xxiii] Ditto.
[xxiv] En la fotografía de abajo, Pablo Verna está junto a Virginia Croatto y Martín Mendizábal, estos últimos hijos de los militantes de Montoneros que fueron secuestrados y desaparecidos en uno de los operativos en los que participó Julio Alejandro Verna.
[xxv] Ditto.
[xxvii] EN: PATRICH, N. Jirones de mi vida – desde Espartaco hasta Montoneros. Op.cit. pág.22.
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