por GUILHERME LEITE GONÇALVES*
Presentación del libro recién editado por Klaus Dorré
¿Es posible articular la crítica a la tradición alemana y la reflexión marxista no occidental? En el Sur global, ciertamente tenemos algunos ejemplos. Entre ellos, el más expresivo es Roberto Schwarz. Preocupado por comprender la amalgama entre producción de cultura y valor, el autor brasileño, nacido en Austria, giró la tuerca de Machado para pensar la coexistencia entre mercado y esclavitud, eficiencia y violencia, capitalismo y no capitalismo en Brasil. El proyecto intelectual schwarziano implica, por tanto, asumir un programa crítico para la intelección de la sociedad periférica. Influenciado por la dialéctica (típicamente occidental, en su mayoría alemana) entre el arte y la economía, Schwarz presenta la dialéctica (típicamente no occidental) entre el interior y el exterior capitalista. Así, hay “una crítica en la periferia del capitalismo”.
Pero ¿qué pasa con lo contrario: la “periferia del capitalismo” en la crítica (alemana)? ¿Podría el marxismo occidental ser provocado por los no occidentales? La respuesta es positiva. Pero no sucedió en Frankfurt, sino en una tradición paralela que se remonta al marxismo revolucionario y antiimperialista que se originó en las protestas de 1968 y que reúne nombres como Rudi Dutschke y Elmar Altvater. Se mantiene y amplía en la obra de Klaus Dörre.
Sin duda, esta afirmación asombraría al lector de origen alemán. En primer lugar, Klaus Dörre es profesor en la prestigiosa Universidad Friedrich-Schiller de Jena, que tuvo en su claustro a Hegel, Fichte y Schelling, considerada la cuna del idealismo y el romanticismo. Además, adquirió notoriedad por el radicalismo con el que ha llevado a cabo la llamada Escuela de Jena. Un programa que, tras la crisis de 2008, busca reactivar la categoría de capitalismo como medio para superar los déficits analíticos de la sociología alemana desde que detonó su giro normativo con Jürgen Habermas y la segunda generación de Frankfurt. Junto a Stephan Lessenich y Hartmut Rosa, Klaus Dörre lanzó un manifiesto que, al señalar la centralidad de la acumulación capitalista en la sociedad moderna, argumenta que los diagnósticos sociológicos deben centrarse en las condiciones y los efectos sociales de dicha acumulación. Los autores reclaman el retorno de la crítica al capitalismo en las ciencias sociales.
Como se ve, la obra de Klaus Dörre presupone los límites del proyecto normativo habermasiano de una modernidad inacabada – y aquí están los primeros encuentros con la sociología marxista no occidental, que nunca lo aceptó. La teoría de Habermas se construyó a través de un ejercicio especulativo tendiente a vaciar el poder inmanentemente crítico de la noción marxista de trabajo, cancelando el carácter de mediación social de su composición. Para el autor frankfurtiano, el trabajo estaría separado del ámbito de la interacción y, como tal, reducido al ámbito de la productividad, la técnica y la razón instrumental. Este tipo de distinciones ha sido el motor de ideas que buscaron a lo largo de las décadas de 1970 y 1990 decir “adiós al proletariado”. Klaus Dörre ha sido un cuestionador radical de estas ideas. Forma parte, por tanto, de un capítulo de la historia de la sociología en el que han participado profundamente autores como Ricardo Antunes. Por un lado, dicha historia se ha dedicado a trazar un cuadro heterogéneo y complejo del “mundo del trabajo”; por otro, opone la riqueza del concepto marxista de totalidad social a la dicotomía interacción/trabajo.
En Klaus Dörre podemos ver cómo esta dicotomía distingue artificialmente lo construido históricamente de manera unitaria, a saber, la sociabilidad capitalista es un proceso indivisible que entrelaza la expropiación de los medios de subsistencia, la producción de mercancías y la sociedad. Sin esta referencia entrelazada, se pierde el sensor para las percepciones de las relaciones capitalistas, para la contestación de sus instituciones y para la creación de alternativas. Si admitimos –como lo hace Habermas– un sentido comunicativo-interaccional libre de coacciones, lo más que podría alcanzar la crítica sería la tesis de la “distorsión” de las interacciones dialógicas o “colonizaciones sistémicas del mundo de la vida”.
El significado social no realizado sería así un criterio para juzgar patologías. Con eso, la crítica pasaría a depender de la indagación del sentido, y lo que podría considerarse un diagnóstico del capitalismo -las colonizaciones- se convierte en un requisito previo para un modelo ético. Cabe señalar que el “sentido social incumplido” es indiferente a la instancia material, un deber oponerse al ser. Cuando se abandona la comprensión marxista de que el trabajo es la red estructurante de contradicciones del todo social, la sociología se vuelve normativa. Como tal, reemplaza la crítica por la defensa de normas que, en la actualidad, toman la forma de derechos. Por lo tanto, se vuelve liberal.
Klaus Dörre culpa a este proyecto normativo no sólo de la creación de un pensamiento conforme a la estabilidad institucional, sino también de la exclusión de la economía política del análisis sociológico, lo que, a su vez, la incapacitó para ofrecer diagnósticos verosímiles sobre las contradicciones y crisis del capitalismo. . Irónicamente, esta exclusión se considera una “suposición silenciosa de las premisas más importantes de las teorías neoarmónicas de la acumulación”. No se trata, por tanto, sólo de anular las raíces de la crítica social desde Marx. De Habermas se adoptó la creencia en el papel tranquilizador del crecimiento económico, el cual, supuestamente logrado por el capitalismo social-burocrático, sería susceptible de meros desequilibrios –crisis de regulación– que no socavarían la integración social. Para Dörre, esto sería una gran ilusión, que se renueva con cada recesión económica. Y en este punto podemos identificar un segundo encuentro con el marxismo no occidental.
En los países periféricos, la interconexión histórica y abierta entre las desigualdades redistributivas, los imperativos del capital y la violencia estatal siempre enfatizó que las conclusiones sobre el advenimiento de una supuesta sociedad posmaterial fueron apresuradas. ¿Pacificación del conflicto social por parte del Estado? ¿Fin del trabajo? Para el Sur global, la teoría normativa del bienestar y el crecimiento no era más que una mistificación. La experiencia social reveló, por el contrario, constante inestabilidad económica, represión permanente contra los no blancos, criminalización de la protesta, profundización de las desigualdades, ampliación del abaratamiento de la fuerza de trabajo y legalización de sus condiciones precarias. Sólo una crítica social, construida desde un punto de vista eurocéntrico, podría ensombrecer esta realidad.
En el presente libro, Klaus Dörre demuestra que tal mirada se sustentaba en una excesiva fe en los lazos de unión de la gran empresa fordista. Esta fe, según él, no sólo sirvió para ocultar el funcionamiento del sistema capitalista en el llamado Tercer Mundo. También permitió ocultar que, dentro del capitalismo socialdemócrata europeo, la economía orientada al mercado y la ganancia ya estaba anclada en la expropiación de ciertos grupos. En sus palabras, los sectores de prosperidad se desarrollaron “a través de la funcionalización de las actividades reproductivas de las mujeres, la explotación de los migrantes o la exclusión social de una minoría por la mayoría”. Al igual que Klaus Dörre, el marxismo no occidental siempre ha sido más sensible al debate sobre género, raza y (neo)colonialismo a la luz de la categoría de trabajo.
El autor de Jena no se limita a criticar los matices históricos o espaciales producidos por la teoría normativa del bienestar y el crecimiento. Va más allá y muestra la imposibilidad de sostenerlo en la Alemania contemporánea. Para ello, hace referencia al avance de la extrema derecha y del poder autoritario. Su definición de un “estado depredador” muestra que Europa occidental estabilizó las clasificaciones prejuiciosas para permitir medidas represivas y antipopulares.
De hecho, Dörre presenta la crisis alemana a partir de una innovadora tesis sobre la precariedad. Para él, el desarrollo capitalista establece un mercado laboral dual. Por un lado, empleos calificados y protección legal que aseguren un marco temporal que permita la planificación a largo plazo; por el otro, trabajadores y trabajadores no calificados que viven en el desempleo, la informalidad y están sujetos al azar y la imprevisibilidad. El capitalismo produce así un interior y un exterior. El primero se refiere a las relaciones de intercambio de mercancías (incluida la fuerza de trabajo), que, prevista por el contrato entre las partes, autoriza la apropiación privada de la plusvalía creada colectivamente.
El segundo, a su vez, corresponde a la expropiación de los medios de subsistencia y expoliación de las condiciones de vida a través de la privatización y la baja remuneración. Según Dörre, ambas están relacionadas y posibilitan la expansión capitalista a través de lo que denomina “precariedad discriminatoria”: la interna, como objetivo de ocupación regular y estabilidad social, intensifica la competitividad y obliga a los grupos externos no sólo a someterse a alguna remuneración (que ya está delimitada por el riesgo de desempleo), sino también a aceptar créditos y ayudas financieras que reafirman connotaciones prejuiciosas, alimentando más desigualdades en relación con los grupos internos.
A lo largo de este libro, esta reflexión se realiza a partir de las formulaciones de Marx sobre el ejército industrial de reserva, las tesis de Bourdieu sobre el subproletariado argelino, el debate contemporáneo de la historia global del trabajo y el levantamiento de datos e investigaciones empíricas del propio Dörre y la sociología alemana. Obviamente, la noción de precariedad discriminatoria tiene paralelos con lo que Frantz Fanon describió como “los sueños de posesión del colonizado”. Estos paralelismos son, de hecho, aproximaciones con el marxismo no occidental gracias a la alineación de Klaus Dörre con la dialéctica capitalista dentro-fuera.
Ni en el marxismo no occidental ni en el pensamiento de Klaus Dörre tal dialéctica implica la aceptación de una comprensión de la sociedad de forma dicotómica, como lo hace Habermas, por ejemplo. Por el contrario, para usar una expresión de Francisco de Oliveira, presupone “una simbiosis y una organicidad, una unidad de opuestos”. El marxismo no occidental ha elaborado esta simbiosis para explicar que el atraso no es un remanente premoderno, sino constitutivo de la modernidad capitalista. Klaus Dörre lo usa para describir el capitalismo alemán actual. Para ello, sugiere que Alemania es hoy una “sociedad precaria de pleno empleo”. Es decir: la dinámica contradictoria entre el empleo estable y el subempleo generó un contexto en el que la participación laboral alcanzó niveles récord, pero también el volumen de horas trabajadas y la expansión del sector de bajos salarios. Es, por tanto, una sociedad en la que el “atrasado” exterior es un elemento integral del moderno “interior”.
Con esto, Klaus Dörre nos ofrece curiosamente una reactualización de las primeras consideraciones de Marx sobre una vieja situación alemana. Contra los Jóvenes Hegelianos, que insistían en la dicotomía entre naciones modernas (Inglaterra y Francia) y antiguo régimen (Alemania), Marx afirma que “la statu quo El alemán es la realización sincera del antiguo régimen" es el "viejon régimen es la deficiencia oculta del estado moderno”. No hay naturalización de posición política o social. Aunque “no más que el comediante del orden mundial, cuyos verdaderos héroes están muertos”, del punto de vista alemán antiguo régimen es su actualidad; desde la perspectiva de los países democráticos, su negación es velada, pero, como tal, constituyente.
La experiencia actual de un exterior abiertamente violento para el mundo liberal, la explicación de la condición de Alemania en la primera mitad del siglo XIX revela lo que ese mundo no ve: que, a pesar de su forma de igualdad y libertad, la desigualdad, la represión y se mantiene la baja intensidad de la participación política. Para explicar este cuadro, Marx formula el concepto antiguo régimen moderno. Un concepto que revela que el “adentro” moderno se expande y se alimenta del “afuera” tardío, englobándolo.
Esta elaboración del Estado político no puede ser reconocida por el proyecto normativo de la modernidad inconclusa, para la cual las promesas de ésta son medidas de juicio de las prácticas sociales. Por tanto, Habermas reivindicó la contemporaneidad de los Jóvenes Hegelianos. Klaus Dörre no lo acepta. Y lo hace de manera radical: la reflexión sobre la sociedad y el Estado no puede desarrollarse sin una crítica a la economía política. Su descripción de las contradicciones alemanas es, por tanto, aprehendida por una teoría del capitalismo. Es, en otras palabras, un análisis de la acumulación, basado en relecturas del Marx tardío y Rosa Luxemburg. En torno al autor polaco puede residir el secreto de la relación entre Klaus Dörre y el marxismo no occidental.
El concepto de acumulación primitiva es central en este libro. En su reconstrucción del Capítulo 24 del Libro I de La capital, se presenta como un conjunto de actos expropiatorios que separan a los productores de los medios de producción. Para garantizar su subsistencia, la masa expropiada se ve obligada a vender su fuerza de trabajo a quienes se han convertido en los únicos propietarios de los respectivos medios. Con esto, la acumulación primitiva adquiere un significado específico para Klaus Dörre: es la institución violenta de las relaciones sociales capitalistas en espacios donde aún no es plenamente válida, es decir, donde existen grupos y actividades aún no constituidos por la lógica de los intercambios mercantiles. . Es importante, sin embargo, señalar que Klaus Dörre se adhiere a la tesis de que en Marx la acumulación primitiva es un evento en la prehistoria del capitalismo. De ahí se apropia de la teoría luxemburguesa.
Rosa Luxemburg nunca fue tratada como indispensable para el marxismo occidental, a pesar de su contribución al debate socialista alemán de principios del siglo XX. Una mujer de Polonia (una región periférica y estigmatizada de Europa), la autora elaboró un modelo de desarrollo capitalista basado en críticas (herejías, para algunos) a los esquemas de reproducción de Marx. Y más: atribuyó, de manera innovadora, una relevancia fundamental a las sociedades no europeas para la dinámica del capitalismo.
Klaus Dörre analiza en detalle la tesis de Luxemburgo. Es consciente de sus malas interpretaciones de los esquemas marxistas y de los problemas con la noción de subconsumo. Para Rosa Luxemburgo, la plusvalía producida en los espacios capitalistas no puede realizarse en su totalidad debido al debilitamiento de la demanda; por tanto, se colonizan entornos no capitalistas, abriendo nuevos mercados que permiten la absorción de excedentes. Klaus Dörre examina las limitaciones de esta tesis, que, si se considera la capacidad de inversión, de financiación a través del crédito y de la rentabilidad del capital, habría que admitir que, dentro de los propios espacios capitalistas, ya habría medios para realizar la plusvalía, sin necesidad de recurrir a una salida. Por otro lado, además de la economía política marxista, Klaus Dörre reconoce la importancia de la formulación luxemburguesa para los (neo)keynesianos – Joan Robinson, por ejemplo, considerada la mejor economista que nunca ganó el Premio Nobel, era una entusiasta de la propuesta de Rosa Luxemburg ideas
Las cuestiones de teoría económica son esenciales. Pero la propuesta de Klaus Dörre es diferente: sociologizar a Rosa Luxemburgo, o mejor dicho, reinterpretarla como punto de partida de la crítica social. Desde esta perspectiva, sostiene que la sociedad capitalista no existe en forma pura. Por el contrario, coexiste con otros modos y relaciones de producción de manera circular ya expensas de procesos destructivos. Desde esta perspectiva, el capitalismo se define como una dinámica ininterrumpida de remoción de obstáculos a la acumulación. Para Dörre, el motor de la expansión capitalista es el Landnahme. Optamos por traducirlo como un régimen de expropiación o simplemente expropiación, un concepto clave para el marxismo no occidental.
Klaus Dörre entiende la expropiación (o Landnahme) como la toma violenta de espacios no mercantilizados que ya existían o fueron creados por innovaciones tecnológicas y sociales. Con eso, sostiene que el capitalismo funciona según una dialéctica adentro-afuera que requiere la existencia de un otro para posibilitar su desarrollo permanente. Esta tesis se defiende en un diálogo crítico con las concepciones de “destrucción creativa” (Schumpeter), incorporación social del mercado (Polanyi) y acumulación por desposesión (Harvey).
Sin embargo, se equivoca quien espere encontrar en el libro de Klaus Dörre meramente la formulación teórica de una reflexión que se atreva a desafiar los caminos de la crítica social alemana. Esta osadía se extiende al análisis empírico. Ya hemos visto que investiga profundamente la precariedad del trabajo. El concepto de expropiación también se utiliza para explicar políticas económicas específicas basadas en el despojo de bienes públicos y colectivos. En este caso, Dörre examina temas que están en el centro de la discusión actual, como el papel de la deuda del Estado, los paquetes de rescate del sistema financiero en crisis (como la de 2008), las medidas de austeridad, las privatizaciones, la dinámica de los bajos crecimiento, la presión de los inversores sobre los sistemas políticos y las burbujas especulativas.
Al mismo tiempo, la teoría de la expropiación también se despliega en los análisis de larga duracion. Dörre propone ciclos del capitalismo y ofrece una descripción de los regímenes de expropiación: el social-burocrático y el financiero o, en términos más difusos, el fordismo y el neoliberalismo. Cada uno de estos ciclos se entiende por las características generales de su funcionamiento, por ejemplo, regulaciones, modelos de producción, tipos de relación capital/trabajo, formas de inversión, patrones culturales y experiencias de protesta. El énfasis, sin embargo, recae en el análisis del régimen financiero de la expropiación. Klaus Dörre demuestra las implicaciones del traspaso de la capacidad de decisión del Estado al mercado de capitales.
Para él, esto significa la imposición de la centralidad del capital rentable y ficticio, que tiende a la sobreproducción de activos, titularizaciones y derivados, provenientes de la negociación de préstamos en bolsa. Esta sobreacumulación parece desvinculada de la economía productiva, pero, en el fondo, depende de la expropiación y explotación del trabajo para asegurar el interés de los inversores y reclamar la revalorización de los “papeles”. Por ello, según Dörre, el régimen financiero de expropiación se verifica por la mercantilización de los medios de subsistencia, salarios más bajos, mayor dependencia de la clase obrera del mercado y endeudamiento familiar.
Es, como puede verse, un régimen sujeto a múltiples crisis. Klaus Dörre analiza cada uno de ellos, pero hace especial hincapié en la relación entre finanzas, crecimiento y ecología. Según el autor, cuando estalla una burbuja financiera y genera una devaluación repentina de los activos, existe una intensa presión para superar la recesión. Y esto solo es posible a través de la expropiación violenta de espacios no mercantilizados, entre ellos, reservas ambientales (bosques primarios, fondos oceánicos) aún no accesibles al circuito capitalino. Impulsan el crecimiento económico. Klaus Dörre llamó a este estado de cosas la “doble crisis ecológica-económica”: el cambio de todas las energías existentes para superar el estancamiento económico implica una destrucción ambiental cada vez más profunda. Ninguna de las dos crisis puede entonces ser enfrentada sin agravar a la otra. Desde ese callejón sin salida, Klaus Dörre aboga por el ecosocialismo, un movimiento fundamental para Brasil, pero que curiosamente ha cobrado más fuerza en Europa.
Klaus Dörre es un observador europeo, más precisamente alemán. Sin embargo, ¿qué es lo que lo acerca tanto al pensamiento y las preocupaciones marxistas no occidentales? Por un lado, la propia Alemania. Es un país que se ha periferizado cada vez más en varias dimensiones. Pero no es el único; esto obviamente se aplica a todo Occidente. En cierto sentido, Klaus Dörre se adhiere a la tesis de que la contradicción primaria entre el adentro y el afuera capitalista/moderno tiene su lugar privilegiado de observación en la periferización y la precariedad. En Alemania, ahora es visible.
Por otro lado, esta reubicación geográfica de su lugar de reflexión también tiene un efecto global: las periferias alemanas confirman cada vez más que la sociedad capitalista ilustrada siempre lleva y contiene violencia y barbarie. He aquí nuestra invitación al lector brasileño: conocer cómo la teoría marxista europea se está volviendo no occidental. Esto es si ella quiere explicar la dinámica del capitalismo mundial. Klaus Dörre quiere y hace!
*Guilherme Leite Goncalves es profesor de sociología del derecho en la UERJ. Autor, entre otros libros, de Un puerto en el capitalismo global: desentrañando la acumulación entrelazada en Río de Janeiro.boitempo).
referencia
Klaus Dorre. Teorema de expropiación capitalista. Traducción: César Mortari Barreira & Iasmin Goes. São Paulo, Boitempo, 2022, 248 páginas.
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