Tecnociencia solidaria y plataformatización de la sociedad.

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por RENATO DAGNINO*

Los desafíos que aquejan a una sociedad, cuya intensidad cognitiva, como se sabe, va en aumento, sólo pueden ser afrontados por el actual gobierno movilizando nuestro potencial tecnocientífico.

Presentación

Este texto fue discutido en esta Conferencia Libre, celebrada el pasado 17 de abril para colocar estos dos temas hasta ahora ausentes en la agenda del V Congreso Nacional de CT&I, por su incipiente en nuestro entorno y su carácter contrahegemónico, en las decenas de eventos similares. que han estado sacudiendo y galvanizando a los involucrados con el tema.

La Conferencia Libre constó de dos momentos. Por la tarde se reunieron personas interesadas en discutir libremente este texto sobre Tecnociencia Solidaria y otro sobre Plataformatización de la Sociedad. Para recibir los textos se registraron en el sitio web htt//tinyurl.com/conferencia-livre-df. Por la noche, hicieron lo mismo las personas interesadas en conversar con quienes trabajan estos dos temas en las universidades y los movimientos sociales.

En ambos momentos, dos profesores de universidades públicas, Renato Dagnino de la Unicamp y Ricardo Neder de la UnB, abordaron detalladamente los aspectos más relevantes de sus textos, sobre la Tecnociencia Solidaria y sobre la Plataforma de la Sociedad, previamente trabajados por los participantes de la Conferencia.

Los comentarios de los participantes que se registraron, de las personas que formaron parte del panel de apertura del evento y de los debatientes invitados a comentar los textos, reforzaron la percepción del equipo que organizó el evento de que estos dos temas deberían ser discutidos en la V Conferencia Nacional de CT&I.

Más que eso, junto con todos los que se hicieron “militares” para que estos temas, a partir de junio, formen parte de la agenda de toma de decisiones de nuestra política de CTI, quedaron esperanzados. Salimos de nuestro evento con la certeza de que, para cumplir con su objetivo de ayudar a construir “un Brasil justo, sustentable y desarrollado”, la V Conferencia Nacional de CT&I no podía dejar de tener en cuenta los resultados de nuestro trabajo.

Introducción

La primera parte de este texto se refiere específicamente al primero de los temas de la Conferencia Libre. Allí volvemos al tema de la Tecnociencia Solidaria, explicando brevemente el concepto y justificando la conveniencia de su uso por parte de la izquierda.

La segunda, mucho más breve, pero que parece merecer una justificación en esta Introducción, se presenta en la página 7. Se trata de una propuesta (Por un espacio institucional de consulta con los trabajadores del conocimiento), discutida y aprobada por el Sector Nacional de C&T y el PT IT en 2022, y remitido al equipo de transición. Y luego, según información del MCTI, “está en el escritorio del Ministro”.

Como justificación para su inclusión, cabe destacar que su elaboración se basa en aspectos que han sido ampliamente discutidos entre personas de izquierda involucradas con la política de CTI: (a) esta política, mucho más que en los países capitalistas avanzados, ha estado aquí guiados hegemónicamente por nuestra “élite científica”; (b) sus “antenas” siempre estuvieron orientadas, y es natural que así sea, visto lo que sucede en la zona, en esos países.

(c) Como resultado, las demandas cognitivas (o tecnocientíficas) inherentes a las necesidades colectivas en muchas de las necesidades materiales colectivas que tenemos no han sido exploradas con la intensidad necesaria; (d) la forma más conveniente de satisfacer estas demandas cognitivas es incorporar en el proceso de toma de decisiones de preparación del PCTI a un actor poco escuchado hasta ahora, pero que sostiene y es responsable de la operacionalización de nuestro proceso tecnocientífico. potencial; (e) este actor, los trabajadores del conocimiento (que trabajan en la docencia, la investigación, la planificación y la gestión de las CTI, etc.) es, por varias razones, quien mejor puede identificar esas necesidades, decodificarlas, traducirlas en términos tecnocientíficos. demandas y “llevarlas” al entorno de las políticas públicas.

La inclusión de esta propuesta en este documento buscó evaluar la oportunidad de remitirla como sugerencia para la V Conferencia.

Sobre la Tecnociencia Solidaria – laorígenes del concepto

Aunque me refiero a la Tecnociencia Solidaria como la “plataforma cognitiva para lanzar la Economía Solidaria” y un requisito indispensable para permitir la transición social y ecológica a la que se refieren sus defensores, me abstengo de discutirla aquí. Tampoco comento conceptos como “innovación” y “tecnología” seguidos de la expresión “social”, de modo que estos términos denotan, al igual que más de dos docenas de otros, alternativas a lo que llamo tecnociencia capitalista.

 Aclaro que, si bien lo considero igualmente pertinente, dada la necesidad de evitar la perversa confluencia que provoca la “confusión” de significante x significado, no me ceñiré a la discusión del término social. Tampoco me referiré a los apositivos distorsionantes que aparecen después de Economía y “en lugar de” Solidaridad como los términos sustentable, impacto, circular, creativo, popular, verde.

En mis discursos sobre Tecnociencia Solidaria y también en algunos de los textos que escribí sobre el tema, comienzo presentando el concepto de tecnociencia que formulé, ya que difiere del utilizado por otros investigadores en el campo de los Estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad. . Luego, particularizando este concepto genérico para el caso del capitalismo, explico por qué la tecnociencia que tenemos hoy, que caracterizo como capitalista, no es adecuada para la gestión pública que propone este trabajo. En particular, uno que debe promover lo que llamamos una transición del Estado Heredado al Estado Necesario.

Procediendo aquí de la misma manera, creo poder justificar, sin necesidad de confrontar los mitos de la neutralidad de la ciencia y el determinismo tecnológico (que abordé en un libro hace casi dos décadas), por qué cuestiono el uso de términos como tecnología o innovación para hacer referencia a alternativas a la tecnociencia capitalista.

¿Por qué tecnociencia?

Para responder a la pregunta, señalo cuatro razones que, implícitamente, justifican por qué el uso de otros términos me parece inadecuado.

El primero se ubica en el campo descriptivo-explicativo. Surge de evidencia empírica que muestra una relación creciente, que comenzó con el advenimiento de la Gran Ciencia, entre lo que todavía comúnmente se llama investigación científica e investigación tecnológica.

De hecho, muchos autores de renombre utilizan el término tecnociencia para referirse al resultado de lo que entienden como una fusión contemporánea entre ciencia y tecnología. Por un lado, ya no existiría la investigación científica que buscaría conocer la realidad y producir conocimiento puro: la ciencia. Y, por el otro, la investigación tecnológica, que la aplicaría generando conocimiento aplicado –tecnología– para producir bienes y servicios; cosas útiles. Hoy en día, la actividad que mejor describiría la producción de conocimiento es la investigación tecnocientífica.

Ya sea que se lleve a cabo, en un extremo, en empresas transnacionales (donde se utiliza más de la mitad de todos los recursos gastados en investigación en el mundo), o en el otro, en universidades y organismos públicos (donde se destina el 30% de este total). utilizadas, básicamente, para formar personas para realizar investigaciones en las empresas), el resultado de esta investigación es denominado por estos autores tecnociencia.

Pero hay suficiente evidencia empírica para demostrar que la dinámica tecnocientífica global no está controlada por estas empresas sólo cuantitativamente. Su poder ante aquellas instituciones de enseñanza e investigación se ejerce de dos maneras que se asemejan a dos partes de un iceberg.

Hay uno muy visible: financiación de proyectos, empresas conjuntas, etc. Bastaría demostrar que esta dinámica también está controlada cualitativamente por ellos. Otro, mucho más significativo, derivado del poder sutil que ejercen a través del mercado laboral, se revela cuando se descubre que la mayoría de los posgraduados en los países avanzados son contratados por ellos para realizar las investigaciones que garantizan su beneficio. El perfil de estos profesionales, para que puedan atender las demandas cognitivas de la empresa, es resultado de la inducción “natural” y por tanto poco considerada que tienen las empresas en la definición de las agendas de investigación y docencia de esas instituciones.

Hay una segunda razón: hay autores que afirman que lo que los primeros observan no es una simple fusión contemporánea. Para ellos, el término trae consigo y se adopta por la explicación de que ese supuesto apartamento es sólo discursivo. En realidad, nunca habría habido universidades que produjeran ciencia fuera del “mundo empresarial”, ni empresas que tuvieran éxito en él simplemente aplicándola para generar tecnología.

Según ellos, el conocimiento para la producción de bienes y servicios, que se generaba cada vez que el ser humano “desde el principio de los tiempos” intervenía en procesos de trabajo con el objetivo de apropiarse del resultado material de esa acción, era un proceso cognitivo complejo y sistémico. mezcla. Y fue sólo después de trescientos años que duró la desintegración del feudalismo europeo, cuando comenzaron a aparecer significantes que denotaban intencionalmente nuevos significados, que los constituyentes de esta mezcla comenzaron a llamarse ciencia, religión, oficios, conocimientos empíricos (populares, ancestrales, no científica, tácita, etc.), brujería, arte, tecnología y, en la época contemporánea, innovación.

A partir de esta mezcla de conocimientos para la producción de bienes y servicios, tan distinta a los ojos aprensivos capitalistas, pero tan “cohesiva” por construcción que las sociedades precapitalistas nunca se molestaron en crear términos para designar lo que en realidad ni siquiera existía, el capital, por ejemplo. Por conveniencia, absolutizó dos de ellas: lo que llamó ciencia y tecnología. Incluso hay investigadores que consideran este apartamento como una tranquilizadora manipulación ideológica del capital. Al afirmar que existe una ciencia intrínsecamente verdadera, buena y neutral y que sólo corresponde a la sociedad garantizar que la tecnología resultante de su aplicación se realice de forma ética.

De hecho, era importante para su proyecto de dominación identificar un subconjunto de este espectro cognitivo que el capital pudiera controlar y monopolizar. Incluyendo la forma en que se materializó en artefactos sociotécnicos cuya forma, escala y costo de adquisición fueron impedimentos para la clase trabajadora. A este subconjunto, reivindicando su interpretación de una “ciencia” que habría surgido en la Antigüedad en el noroeste del mundo (como si no existieran los pueblos de África, Asia y América) con el objetivo de “saciar el apetito humano por saber la verdad”, el capital empezó a llamar a la ciencia y la tecnología.

Fue así como la parte tácita del conocimiento para la producción de bienes y servicios, que seguía siendo propiedad del productor directo (que comenzó a ser explotado como vendedor de fuerza de trabajo), quedó relegada como conocimiento empírico y no científico. Su “borrado” contribuyó a someter al trabajador a la “calificación” impuesta por el capital.

Si su sistematización y apartamentotización del repertorio cognitivo del trabajador directo, como tecnología codificada, facilitó su expropiación y monopolización, su categorización como una supuesta aplicación a posteriori de una ciencia que expresa un lenguaje elitista y casi sagrado, legitimó la forma meritocrática de explotación capitalista.

Esto no quiere decir que a lo largo de la historia, debido al alto costo de las operaciones de experimentación y escalamiento de los procesos productivos, la capacitación de trabajadores que operaban unidades cada vez más grandes, complejas y costosas, y su deseo de transformar a sus hijos en buenos empresarios, el capitalismo La clase social no ha creado, fuera de las empresas, sino en contacto con ellas, organismos de enseñanza y de investigación financiados por el Estado. Con sus idiosincrasias culturales, particularidades territoriales y especializaciones productivas, este proceso abarcó prácticamente todos los países europeos y engendró su repositorio funcional y fértil, la universidad capitalista.

Apoyado en consideraciones de este tipo y descartando las ideas de planitud y neutralidad, formulé el concepto genérico de Tecnociencia como el resultado cognitivo de la acción de un actor social sobre un proceso de trabajo que controla y que, dependiendo de las características del El contexto socioeconómico, el acuerdo social y el entorno productivo en el que se desenvuelve, provoca una modificación en el proceso o producto generado cuya ganancia material puede ser apropiada por él según su interés.

Una tercera razón para utilizar el término tecnociencia se refiere a que aquellos dos tipos de conocimiento supuestamente separados, cuando se conectan causalmente, sustentan y hacen aceptable otra cadena falaz, bien conocida y frecuentemente criticada, que legitima el capitalismo.

El aumento de la productividad de los trabajadores proporcionado por los conocimientos originados en la acción del capitalista que controlaba el proceso de trabajo, y cuya apropiación como plusvalía relativa fue legitimada por el Estado, comenzó a “venderse” como el “desarrollo económico” de los países. .

Este aumento de la productividad, dentro de países cuyas clases propietarias competían ferozmente en busca de la plusvalía generada por el trabajador, también llegó a disfrazarse de un aumento de la competitividad que beneficiaba al país innovador. Al ser asimilado, de manera consecuente –a través del “desbordamiento”– al bienestar de los trabajadores (a través del empleo y el salario y el acceso a bienes y servicios “mejores y más baratos”) y al “desarrollo social”, completó la falacia sobre la cual Se basa gran parte de la superestructura ideológica capitalista.

El desprecio artificial de otros conocimientos necesarios para la producción de bienes y servicios difíciles de codificar o expropiar y la separación secuencial de los conocimientos más fácilmente elitistas y controlables en ciencia y tecnología se consolidó como un elemento, a la vez central y preventivo. , de manipulación ideológica del capital.

Para explicar mejor este argumento que legitima el capitalismo, cabe destacar que para que funcione, los trabajadores y la sociedad tienen que creer en la separación entre ciencia y tecnología. Esto ya es “la mitad de la batalla”. La otra mitad proviene de otra antigua creencia engendrada por la Ilustración en su lucha contra la “religiosidad oscurantista”. Que existe una ciencia no dogmática, intrínsecamente verdadera y universal porque revela, a través del método científico, no contaminado por valores ni intereses, los secretos del planeta para todos sus habitantes. Y, por tanto, tenía dos características políticamente importantes para desideologizar y justificar su apoyo por parte del Estado. Era neutral –capaz de hacer viable cualquier proyecto político– y cuando su aplicación condujo a tecnologías “malas”, este resultado debería considerarse atípico; un “accidente en el camino” ético.

Sostenida por esta cadena argumentativa legitimadora, la estructura capitalista salió ilesa de las críticas que los partidarios del socialismo, por cierto, debido a una lectura errónea de Marx, no llegaron a criticar la neutralidad y el determinismo de la tecnología. La percepción de que la responsabilidad por el “mal uso” de la ciencia recae en una falta de ética –enfermiza y limitada a quienes la aplican para desarrollar tecnología– y nunca en la forma característica en que opera esa estructura, incluida la forma en que genera su La tecnociencia, la tecnociencia capitalista, continúa cruzando fronteras ideológicas entre la derecha y la izquierda.

Es importante resaltar, en este sentido, que la evidencia empírica de que la realidad es muy distinta al modelo idealizado. Su intento de implementar y emular esa dinámica tecnocientífica global que materializa los valores e intereses del capital a través de políticas-medios (políticas cognitivas) y políticas-fines (económico-productivas, geoestratégicas, etc.) no está conduciendo a lo prometido. resultado.

Tiendo a caricaturizar la tecnociencia producida por y para las empresas como si acarreara siete pecados capitales: deterioro planificado, obsolescencia planificada, desempeño ilusorio, consumismo exacerbado, degradación ambiental, enfermedades sistémicas y sufrimiento psicológico. Y dando lugar a tendencias en economía de crecimiento sin empleo (cuando la economía crece, no se crean puestos de trabajo) y economía de crecimiento de pérdida de empleo (Cuando la economía crece, los empleos desaparecen) que son cada vez más insostenibles social y económicamente.

A partir de argumentos de esta naturaleza es posible particularizar ese concepto genérico de tecnociencia para el caso del capitalismo. La tecnociencia capitalista es el resultado cognitivo de la acción del capitalista sobre un proceso de trabajo que él controla y que, en función de un contexto socioeconómico (que engendra la propiedad privada de los medios de producción) y de un acuerdo social (que legitima una coerción intermediada por el mercado de trabajo y la superestructura político-ideológica mantenida por el Estado) que dan lugar, en el entorno productivo, al control (impuesto y asimétrico) y a la cooperación (de tipo taylorista o toyotista), permitiendo un cambio en el valor de cambio del mercancía producida sujeta a ser apropiada por él (en forma de plusvalía relativa).

Una cuarta razón para utilizar el término tecnociencia, que cruza la frontera entre los terrenos descriptivo-explicativo y normativo, se refiere a su calificación de solidaridad, en la que, como escribí al principio, me abstengo de profundizar. Se deriva de la constatación de que la tecnociencia del capital no sirve para construir la sociedad que sectores conscientes y responsables de la comunidad internacional vienen demandando.

Para evitar lo que interpretan como una crisis sistémica del capitalismo asociada al agotamiento del capitaloceno, señalan el hecho de que en el estricto nivel individual, de su negocio, la empresa, incluso si estuviera dispuesta a hacerlo, no es capaz de hacerlo. de internalizar los efectos negativos de las externalidades que lo han venido provocando. En cuanto a la crisis climática, por ejemplo, la empresa que lo haga, contrariamente a la lógica atomizada e intrínsecamente egoísta que la rige, quedará excluida del mercado porque es incapaz de trasladar sus mayores costes de producción al precio.

Rescatando experiencias históricas contrahegemónicas de organización de la producción y el consumo de bienes y servicios basados ​​en la propiedad colectiva de los medios de producción y la autogestión, estos segmentos han ido ganando protagonismo en el entorno internacional de política y política lo que aquí llamamos Economía Solidaria.

¿Por qué Tecnociencia Solidaria?

Es en este contexto que la particularización de ese concepto genérico adquiere cada vez mayor relevancia. Tecnociencia Solidaria: resultado cognitivo de la acción de un colectivo de productores sobre un proceso de trabajo que, debido a un contexto socioeconómico (que engendra la propiedad colectiva de los medios de producción) y un acuerdo social (que legitima el asociacionismo), que en el entorno productivo , dan lugar al control (autogestionado) y a la cooperación (de carácter voluntario y participativo), provocando una modificación en el producto o proceso generado, cuya ganancia material puede ser apropiada según decisión del colectivo.

Como queda claro, contrasta radicalmente con conceptos como Tecnología Social (“cualquier técnica, método o producto surgido de la interacción entre el conocimiento popular y el científico que cumpla con los requisitos de simplicidad, bajo costo, fácil aplicabilidad (y reaplicación) e impacto social demostrado”). ”) que, basados ​​en los mitos del apartamento y la neutralidad, sugieren que para impulsar la Economía Solidaria bastaría con utilizar el conocimiento científico de otra manera. Lo cual, combinado con lo popular, solucionará problemas “sociales” que, por algún motivo discriminatorio, deben tener un bajo coste de resolución.

Y también con el de innovación social, un oxímoron que contrasta, por sustitución, lo social con lo tecnológico, apegado al significado original de innovación (de un invento que genera ganancias para la empresa) como si satisfacer las necesidades materiales de los pobres no fuera suficiente. No requieren conocimientos tecnocientíficos complejos y originales.

Además, al utilizar una calificación difusa (social), resultante de la consideración de aspectos que trascenderían lo económico –forma eufemística que a menudo se utiliza para evitar el término beneficio– implican que las empresas solidarias no necesitan ser competitivas en relación con compañías.

Al intentar construir hegemonía incluyendo arreglos económico-productivos basados ​​en la propiedad privada y la heterogestión que vienen a “encajar” en estos términos, se crea una situación que vuelve inviables, incluso en términos estrictamente cognitivos, las acciones que tendríamos, con los intelectuales, debemos impulsar.

Esta ambiciosa empresa, que abarca desde una convergencia sin precedentes entre ciencias “inhumanas” e “inexactas” en torno a la explicación y el procesamiento de demandas cognitivas inherentes a las necesidades materiales colectivas, hasta una nueva política de alianzas con actores sociales, no tendría sentido sin la objetivo de concebir una nueva forma de producir conocimiento más adecuada a la vida de los seres humanos y al planeta que habitan.

Implica, por un lado, la seducción de nuestros pares en las instituciones de enseñanza e investigación, todavía abducidos por una política cognitiva que, cubierta por el manto de la ciencia neutral, emula las dinámicas tecnocientíficas capitalistas. Y, por el otro, la exposición de nuestros colegas y estudiantes a una crítica de las agendas periféricas de Enseñanza, Investigación y Extensión que va más allá de la mera denuncia de su carácter imitativo en relación con los países capitalistas avanzados. Una crítica que, a partir de la reconfiguración de la enseñanza de las tecnociencias, sea capaz de orientarlas de manera más certera y eficaz “más allá del capital”.

Concluyo presentando la forma en que se entiende la Tecnociencia Solidaria en ciertos ámbitos del movimiento de Economía Solidaria: la forma en que se debe compartir el conocimiento con vistas a la producción y consumo de bienes y servicios destinados a satisfacer necesidades colectivas en redes de economía solidaria. .

Aclarando: modo (original, abierto, mutante y adaptativo)… como conocimiento (de cualquier naturaleza –científico “inhumano” o “inexacto”, religioso, empírico, tecnológico ancestral y origen – academia, empresas, pueblos originarios, movimientos populares, excluidos) … deben ser gestionados (utilizados, prospectados, resucitados, combinados, rediseñados vía adaptación socio-técnica basada en la tecnociencia capitalista, diseñados)… apuntando a la producción y consumo de bienes y servicios orientados (principalmente) a la satisfacción de necesidades colectivas (la cumplimiento de compras y reconversión industrial)... en redes de economía solidaria (respetando sus valores e intereses -propiedad colectiva de los medios de producción y autogestión y promoviendo su densificación, extensión, sostenibilidad, autonomía y competitividad).

Por un espacio institucional de consulta con trabajadores del conocimiento

Los desafíos que afligen a nuestra sociedad, cuya intensidad cognitiva, como se sabe, va en aumento, sólo pueden ser enfrentados por el gobierno actual movilizando nuestro potencial tecnocientífico.

Los objetivos políticos del gobierno, en diferentes áreas (económicas, sociales, etc.) y con distintos plazos, deben “reflejarse” en las actividades de investigación, docencia y extensión de las instituciones dedicadas a ellos para asegurar su cumplimiento.

La adecuada especificación de estas actividades (su contenido y forma de ejecución, la forma en que deben relacionarse con las áreas políticas objetivo a las que son tributarias, etc.) y su desglose en planes, programas, proyectos, etc. Es una condición para la funcionalidad de nuestro sistema CTI.

La metodología adoptada para esta especificación, que está en el centro de la elaboración de políticas de CTI, debe actualizarse en línea con las características de esos desafíos y metas y con el estilo –democrático y participativo– de nuestro gobierno.

La metodología aquí propuesta tiene como premisa la incorporación de este estilo para “reflejar” los desafíos que aquejan a nuestra sociedad (y los objetivos de gobierno) en términos de las actividades de las instituciones de enseñanza, investigación y extensión.

Difiere (evidentemente sin pretender excluir) de lo que hace décadas, a partir de la consulta a los miembros más destacados de la comunidad científica, y la consiguiente cadena de acciones de formulación, implementación y evaluación, orienta nuestro sistema de CTI.

Su premisa es que necesitamos mejorar el proceso de decodificar los desafíos que afligen a nuestra sociedad en agendas de enseñanza, investigación y extensión que sean posibles y exploradas por los componentes de nuestro sistema de CTI. Y por eso es imperativo y urgente movilizarlo para satisfacer principalmente la demanda tecnocientífica inherente a las necesidades de bienes y servicios colectivos.

La capacidad histórica de movilizar el potencial tecnocientífico público crónicamente subutilizado para, a través del Estado, lograr los raros éxitos que conocemos, atestigua la competencia cognitiva de los trabajadores del conocimiento de nuestras instituciones de enseñanza e investigación y de los órganos de gestión que las crean. viable.

Su apoyo mayoritario a nuestro gobierno y su inclusión en los movimientos populares es condición para atender eficazmente necesidades cuya satisfacción es garantía de justicia y gobernabilidad. La relevancia de su incipiente participación en la renovación de nuestras agendas de docencia, investigación y extensión es un respaldo a la efectividad de lo aquí propuesto.

La discusión de un documento que amplíe, fundamente y detalle lo anterior en el ámbito de estas instituciones y órganos del sistema CTI es el primer movimiento que se implementará a través de la asistencia al ministro del CTI. Definirá los próximos pasos que se diseñarán con la participación de las personas interesadas en hacer más coherente la elaboración (formulación, implementación y evaluación) del PCTI con los valores, intereses y necesidades de la nación en su conjunto.

Este espacio institucional para la consulta y participación permanente y sistemática de los trabajadores del conocimiento es una condición para construir el futuro que queremos.

*Renato Dagnino Es profesor del Departamento de Política Científica y Tecnológica de la Unicamp. Autor, entre otros libros, de Tecnociencia solidaria, un manual estratégico (luchas contra el capital).


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