Por MARCIO SALGADO*
Un personaje político que dejó las filas militares y emprende sus batallas contra enemigos reales e imaginarios, en busca de un pasado que no queremos volver.
El cuento “Tema para un tapiz”, del escritor Júlio Cortázar (1914-1984) consta de un solo párrafo y dice así:
“El general sólo tiene ochenta hombres y el enemigo cinco mil. En su tienda, el general maldice y llora. Luego escribe una agenda inspirada, que las palomas mensajeras esparcen sobre el campamento enemigo. Doscientos infantes pasan al general. Se produce una escaramuza que el general gana fácilmente y dos regimientos se pasan a su lado. Tres días después el enemigo sólo tiene ochenta hombres y el general cinco mil. Entonces el general escribe otra orden del día y setenta y nueve hombres pasan a su lado. Solo queda un enemigo, rodeado por el ejército del general que espera en silencio. La noche pasa y el enemigo no se ha pasado a su lado. El general maldice y llora en su tienda. Al amanecer, el enemigo desenvaina lentamente su espada y avanza hacia la tienda del general. Entra y míralo. El ejército del general se dispersa. El sol sale."
Con tu maestría. Cortázar pone en juego un gran conflicto ficticio desde la primera frase. “El general sólo tiene ochenta hombres y el enemigo cinco mil”. ¿Qué nos dice esta afirmación? Es una batalla, sin duda, y se puede ver que, como señalan los estrategas, la potencia de fuego de las partes es clave. Unas líneas más adelante, la situación se invierte, con una gran ventaja para el general que gana la adhesión de los regimientos enemigos. La guerra estaba prácticamente ganada, no quedaba ni un enemigo.
El texto traduce el escenario político actual de nuestro país, donde una figura política que salió de la milicia alberga sus batallas contra enemigos reales e imaginarios, en busca de un pasado que no queremos volver. ¿Cuáles son las batallas de Jair Bolsonaro? El anticomunismo, el tema de la Guerra Fría, que comenzó después de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, y terminó con la extinción de la Unión Soviética, en 1991. La propuesta del socialismo real fracasó en el mundo, ganó el capitalismo que agoniza en sus propias contradicciones con el surgimiento de la pandemia global. Bolsonaro resucitó el fantasma del comunismo para declararse su enemigo acérrimo.
Al gobierno de Bolsonaro le gustaría tener control total sobre la imaginación de los brasileños, de ahí su desprecio por lo que libera: el arte, la cultura, el pensamiento. Algunos medios son considerados enemigos mortales del presidente. Él ve las redes sociales como el reino de la verdad, donde las noticias falsas difunden la intolerancia y el odio hacia los opositores.
A menudo se menciona la influencia ideológica de Olavo de Carvalho en las políticas de su gobierno, incluida la indicación de seguidores para cargos de la administración pública. En libros, cursos de filosofía en línea y en las redes sociales, se hizo conocido por sus ataques virulentos contra los intelectuales de izquierda y la libertad de creación artística. Es el autor del alfabeto de ideas bolsonaristas que sus seguidores repiten como si fueran máximas.
Sus teorías de la conspiración aparecen como telón de fondo de este tapiz. Dialogan con autores como el alemán Oswald Spengler y el italiano Julius Evola, este último inspirador del fascismo, y, en la actualidad, de corrientes neofascistas que se reproducen en Europa y en el mundo. Entre los autores brasileños, Gustavo Corção, exponente del pensamiento católico conservador, es una de sus referencias.
Pero el discurso de Bolsonaro no asimila el más mínimo lustre intelectual que pueda contener la extrema derecha. Siempre será duro. Sólo expresa su formación en el cuartel, fiel a los más oscuros representantes de la dictadura.
En principio, nada en contra de los militares en el actual gobierno, la Constitución de 1988 establece las atribuciones de las Fuerzas Armadas. Cabe señalar que cuando ocuparon el poder durante 21 años, los militares redactaron la Carta de 1967 que respaldaba las arbitrariedades que ya habían aprobado. Sin embargo, el más duro de ellos fue AI 5, de 1968, que ensombreció la vida política del país, con previa censura de prensa y producción artística, exilios, detenciones y torturas de opositores políticos.
Algunos que añoran la dictadura militar dibujan una imagen engañosa de la época, con la falacia del milagro económico, la lucha contra el terrorismo, la ausencia de corrupción, la defensa de la moral y las buenas costumbres. Ahora salen a la calle contra el aislamiento social, el STF y el Congreso, y piden intervención militar. Los que vivieron ese período tienen amargos recuerdos. Las generaciones más jóvenes, que han estudiado la historia de la dictadura, pueden usar su discernimiento para juzgar.
En otra batalla de este tapiz, Bolsonaro demuestra su odio a la Ciencia. A pesar de la evidencia en contrario, dijo que el Covid 19 es una “fantasía” creada por los medios de comunicación, que estimula la histeria colectiva. Cuestionó repetidamente el aislamiento social sugerido por la OMS, puesto en práctica por gobiernos de todo el mundo. ¿Y qué obtuvimos como resultado? La situación que estaba relativamente bajo control, se convirtió en una tragedia brasileña. Ante estadísticas alarmantes, el mandatario muestra, en escenas y declaraciones diarias, su falta de empatía con miles de personas que han perdido a sus seres queridos.
La posición negacionista de Bolsonaro ya se había evidenciado en temas como el medio ambiente, el calentamiento global, entre otros. Mientras niega la advertencia de los investigadores contra la pandemia, apela al conservadurismo religioso que apoya los valores retrógrados de la sociedad. Cada vez que ve una oportunidad, apunta su artillería contra los logros de los negros, las mujeres, las poblaciones indígenas y los homosexuales. Pero esta es una batalla cuesta arriba, por mucho que él y sus pastores blasfemen, porque estas conquistas son parte de la historia.
Un gobierno también está hecho de posibilidades. Así aparece, a lo lejos, el juicio político al presidente. Existe consenso en que cometió delitos de responsabilidad al participar en actos antidemocráticos que atentan contra los poderes Legislativo y Judicial, además de defender el fin del aislamiento social, en plena pandemia que ya se cobró la vida de miles de personas. brasileños. Se necesita una combinación de factores políticos para desencadenar el proceso de juicio político. Pero, como en el cuento antes mencionado, el comandante que un día tiene cinco mil soldados a su lado, al siguiente puede estar desguarnecido, y en su caso, el enemigo siempre permanecerá.
*Marcio Salgado, periodista y escritor, es autor de El filósofo del desierto (Multienfoque).