por FERNANDO NOGUEIRA DE COSTA*
La identidad y la conciencia de clase se manifiestan de manera diferente en lugares de trabajo más diversos y fragmentados
El socialismo, tal como lo teorizó Karl Marx, debe entenderse como una fase de transición entre el capitalismo y el comunismo. El socialismo se alcanzaría mediante el desarrollo de las fuerzas productivas hasta el punto en que se superara la escasez material y, simultáneamente, se eliminara la desigualdad. La cantidad de logros alteraría la calidad de la sociedad.
La sociedad tendría la capacidad de producir suficientes bienes para satisfacer las necesidades básicas de todos sus miembros. ¡Reinaría la abundancia!
Con la superación de la escasez, el trabajo ya no sería alienante, ya que los trabajadores ya no estarían sujetos a la explotación capitalista. En cambio, el trabajo sería una actividad creativa y autocumplida.
La abolición de la propiedad privada de los medios de producción conduciría a la redistribución de los recursos, eliminando la desigualdad económica. La propiedad colectiva garantizaría que los beneficios de la producción se compartan equitativamente.
El socialismo eliminaría las clases sociales, promoviendo la igualdad en términos de oportunidades y resultados. No sólo se lograría la igualdad económica, sino también la igualdad en términos de acceso a la educación, la salud y otros servicios esenciales.
En la visión marxista original, superar la escasez y eliminar la desigualdad serían interdependientes. Esto se debe a que la escasez crea condiciones para la competencia y la desigualdad, mientras que la desigualdad mantiene la escasez al restringir el acceso equitativo a los recursos y las oportunidades.
El socialismo fue visto como una fase de transición en la que la sociedad seguiría trabajando para superar la escasez y eliminar la desigualdad. Esta fase requeriría una planificación económica centralizada y la dictadura del proletariado para reorganizar la economía y la sociedad.
En la práctica, los regímenes socialistas del siglo XX enfrentaron dificultades para superar tanto la escasez (pobreza) como la desigualdad. Las economías de planificación centralizada no han logrado la eficiencia necesaria para eliminar la escasez, mientras que la creación de una nueva élite burocrática ha perpetuado formas de desigualdad.
China adaptó sus prácticas socialistas incorporando elementos de una economía de mercado, buscando superar la escasez a través del crecimiento económico y la innovación. A cambio, esto reintrodujo la desigualdad social.
En la teoría marxista, el socialismo es una evolución sistémica progresiva que busca superar la escasez y eliminar la desigualdad. Estas dos condiciones están interconectadas.
La ideología del socialismo apunta a crear una sociedad donde los recursos estarán disponibles en abundancia y distribuidos equitativamente, allanando el camino para el comunismo, donde el Estado y las clases sociales desaparecerán por completo. La realización práctica de este ideal, sin embargo, resultó anacrónica ya que se intentó en países con bajo desarrollo en el modo de producción capitalista, dependiendo de las circunstancias históricas y contextuales de cada uno.
Para agravar el anacronismo ante la realidad actual, con la robotización sustitutiva del trabajo obrero y la automatización del proceso productivo, ¿no desaparece el sujeto revolucionario capaz de conducir la sociedad hacia el socialismo?
Esta pregunta sobre el papel del trabajador como agente revolucionario en el contexto de la robotización y automatización de la producción es interesante y compleja.
De hecho, con el avance de la robotización y la automatización, muchas tareas que antes realizaban trabajadores humanos están siendo reemplazadas por máquinas e inteligencia artificial. Esto tiene impactos significativos en la estructura del empleo, especialmente en los sectores manufacturero y de producción.
La base tradicional de trabajadores industriales ha desempeñado históricamente un papel central en los movimientos sindicales y las luchas laborales. Ahora, está reduciendo su tamaño e influencia debido a la automatización. El sindicalismo está en declive.
Mientras se reemplazan algunos puestos de trabajo, surgen nuevas oportunidades en sectores relacionados con la tecnología, la programación, el mantenimiento de máquinas, etc. ¿Desarrollarán estos nuevos trabajadores conciencia de clase e intereses compartidos?
¿Se organizarán y movilizarán los trabajadores calificados en sectores emergentes como la tecnología de la información y los servicios digitales en torno a cuestiones laborales específicas como salarios, condiciones laborales y seguridad laboral? ¿O simplemente todos cambiarán de trabajo si no están satisfechos?
En otros casos, como la “urbanización”, la fragmentación del mercado laboral y la proliferación de empleos precarios y temporales pueden dificultar la organización y movilización de los trabajadores en torno a intereses comunes.
La noción de “trabajador” está cambiando, a “microempresarios” y/o “pejotizados”, porque surgen nuevos tipos de ocupaciones. La identidad y la conciencia de clase se manifiestan de manera diferente en lugares de trabajo más diversos y fragmentados.
La automatización y la robotización están transformando las relaciones de producción, creando contradicciones y antagonismos entre el capital y el trabajo, como la sobreexplotación en largas jornadas laborales en oficina en casa. Sin embargo, el surgimiento de una clase trabajadora revolucionaria depende de la capacidad de los trabajadores para organizarse y movilizarse en torno a intereses comunes.
La revolución socialista no se basaría exclusivamente en la clase trabajadora industrial, como predijo Marx. Han surgido nuevos sujetos sociales y formas de lucha, incluidos trabajadores del conocimiento, activistas ambientales, comunidades marginadas y otros grupos identitarios.
Por lo tanto, la robotización y la automatización están cambiando el panorama del trabajo y desafiando las concepciones tradicionales sobre la clase trabajadora y su capacidad para impulsar la transformación social. Si bien algunos aspectos del sujeto revolucionario pueden estar cambiando, la lucha por la justicia social, la igualdad y la emancipación continúa, y nuevas formas de organización y movilización surgen en respuesta a las oportunidades que presenta el cambio tecnológico y económico.
Las personas con capital humano, como profesionales altamente calificados, especialistas en tecnología, consultores, entre otros, demuestran una relación ambigua con la conciencia de clase trabajadora y el espíritu empresarial. Muchos sobrevaloran sus habilidades y conocimientos especializados, y su identidad profesional está más ligada a su experiencia en lugar de su posición como parte de la clase trabajadora tradicional.
Los profesionales con un alto capital humano se sienten, cultural y socialmente, distantes de los trabajadores en empleos menos calificados. Esto dificulta la identificación con una conciencia de clase común.
Algunos de estos profesionales se dedican al emprendimiento del conocimiento, iniciando sus propias empresas basándose en sus habilidades especializadas. Entonces se identifican más como empresarios que como trabajadores asalariados.
Los profesionales con un importante capital humano valoran la independencia y autonomía que supone la creación de sus propias empresas. Les lleva a identificarse más con la figura del empresario entre la clase trabajadora.
La identidad de clase es sólo una parte de la identidad de un individuo, influenciada por otros aspectos como el género, la raza, la etnia, la orientación sexual, etc. La interseccionalidad de estas identidades influye en cómo los individuos se ven e identifican a sí mismos.
La conciencia de clase no es estática porque está moldeada por experiencias personales, sociales y políticas. La conciencia de la clase trabajadora depende de una variedad de factores, incluidas sus experiencias en el lugar de trabajo, sus creencias políticas y su comprensión de las relaciones de poder en la sociedad. Pueden reconocer su posición dentro de las relaciones de clase y de poder –e involucrarse en luchas laborales y movimientos sociales en busca de justicia e igualdad.
*Fernando Nogueira da Costa Es profesor titular del Instituto de Economía de la Unicamp. Autor, entre otros libros, de Brasil de los bancos (EDUSP). Elhttps://amzn.to/3r9xVNh]
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