por LUCIO VERCOZA*
La capacidad del cine de Walter Salles para penetrar los hilos endebles del debate público en Brasil –o de la opinión publicada–
La película Todavía estoy aquí circula. Sigue circulando. Y su circulación no es como la de un ventilador de panadería: que gira y gira y permanece en el mismo sitio, soplando poco viento. La película empezó a circular, sobre todo, en la piel y el cabello de las personas que salían de sus casas para ir al cine.
El segundo circuito de circulación, que es una derivación del primero, consiste en la capacidad del cine de Walter Salles de penetrar los hilos tambaleantes del debate público en Brasil –o de la opinión publicada-. Por lo tanto, en esta segunda esfera de circulación, los autores de las reseñas no tardaron mucho en alimentar la blogs, YouTube, Instagram, TikTok y páginas de los grandes medios de comunicación, con análisis tanto elogiosos como implacables.
Entre las críticas más duras quisiera destacar el texto de Raúl Arthuso, publicado recientemente en el periódico Folha de S. Pablo. El escrito es relevante porque desplaza la discusión al campo de la estética. Sin embargo, en su afán por apoyar la tesis de que la película de Walter Salles sería un retroceso en el contexto del cine nacional contemporáneo, el autor tuerce el argumento, restando importancia al peso político de Todavía estoy aquí.
En un análisis rápido, es posible destacar pasajes en los que Raúl Arthuso exagera, haciendo que la película analizada parezca diferente: “su énfasis está en la narrativa íntima, en la memoria, en las relaciones personales en detrimento de la historia y la realidad social, aunque ésta esté presente como un telón de fondo difuso”. “[…] la realidad política es sólo un detalle de la trama.” “[…] no puede construir un mundo ficticio que tenga algo que ver con nuestra realidad.” “[…] producir efectos emocionales, sin atacar ni tensionar cuestiones locales”.
Toda esta línea argumental conduce a la construcción de un retrato cinematográfico que sería políticamente minúsculo y casi irrelevante: “que tiene poco que decir sobre nuestra realidad”; Sin embargo, es todo lo contrario: a través de la estética del detalle íntimo, Walter Salles logró atar un nudo que conecta el pasado con el presente, haciendo que el espectador sienta el pasado como algo que concierne a lo que está frente a nosotros. Y este rasgo, de poder revivir la memoria a través del arte, tiene un enorme poder político.
Tanto los críticos que desearían que la película fuera algo cercano a un panfleto (como los análisis excesivamente programáticos de Jones Manoel o Chavoso de la USP), como aquellos que exigen una estética de vanguardia, pasan por alto que el fuerte impacto político de la película deriva de un enfoque que toca la gran política a través de la clave de la sutileza del detalle y la microhistoria.
La obra forma una especie de nudo artístico –sin adoptar un lenguaje explícitamente heredado del Cinema Novo de los años 1960, ni de las recientes vanguardias de los manglares o del sertón del Nordeste–; un nudo que no escribe un tratado sobre la política económica de los gobiernos de la dictadura militar, ni sobre la lucha sindical (como afirmaban los críticos programáticos).
Pero es un nudo aún más sutil, pues conecta el fin del pasado con el presente ante los ojos y oídos del gran público: dando una bofetada simbólica en la cara y en la máscara del bolsonarismo. Y lo hace sin decir explícitamente lo que hace. Y lo hace construyendo una estética que armoniza muy bien la forma con el contenido, sin pertenecer a la vanguardia de la forma y sin ceder a la estrecha patrulla de quienes exigían una película panfletaria.
Quizás el mayor acierto de la película radique precisamente en esto: en captar una forma de pertenencia a una época a través del 3x4 de una familia. Y lo hace sin la intención de lanzar un tratado. Y lo hace demostrando que un lenguaje aparentemente simple (en términos de innovación) puede ser sutil y profundo. El público, a través de diferentes caminos, comprendió lo que había en la pantalla y sintió, por unos minutos, la sensación del mundo. Y el sentimiento del mundo es ambiguo: lleno de lágrimas, furia, esperanza, aplausos y recuerdos.
*Lucio Vercoza é Profesor de sociología de la Universidad Federal de Alagoas (UFAL).
referencia
Todavía estoy aquí
Brasil, 2024, 135 minutos.
Dirigida por: Walter Salles.
Guión: Murilo Hauser y Heitor Lorega.
Director de Fotografía: Adrián Teijido.
Edición: Affonso Gonçalves.
Dirección de Arte: Carlos Conti
Música: Warren Ellis
Elenco: Fernanda Torres; FernandaMontenegro; Selton Mello; Valentina Herszage, Luiza Kosovski, Bárbara Luz, Guilherme Silveira y Cora Ramalho, Olivia Torres, Antonio Saboia, Marjorie Estiano, Maria Manoella y Gabriela Carneiro da Cunha.
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