por NICOS POULANTZAS*
Comentario sobre la dimensión, naturaleza y razones por las que el fascismo arraigó en las masas populares
Uno de los problemas más importantes que nos plantea el estudio del fascismo, tanto por las dimensiones reales del fenómeno como porque sirvió de base a toda una mitología, es el del impacto popular del fascismo. Me limitaré, en estas pocas líneas, a examinar los aspectos generales, contentándome con remitir al lector a mi libro. fascismo y dictadura (Martins Fontes) en el que se trata en detalle este problema.
Como decía, el impacto popular del fascismo es un fenómeno real: entre otras, es una de las características diferenciadoras esenciales del fascismo en relación con otros regímenes de estado capitalista de excepción, de guerra abierta contra las masas populares (dictaduras militares , bonapartismos, etc.). De hecho, el fascismo logró subyugar determinados aparatos estatales de movilización de masas (partidos, sindicatos, etc.), fenómeno que, en general, no se encuentra, al menos en la misma medida y bajo la misma forma institucional (condicionando la forma misma de Estado), en los demás regímenes de excepción. Esto implica precisamente que el fascismo tuvo, en las masas populares, una aceptación que designaré provisionalmente con el término descriptivo y neutral de “impacto”, porque, en realidad, es la naturaleza misma del fenómeno lo que debe ser estudiado.
Esto nos lleva a dos preguntas, que están vinculadas: (a) ¿Cuál fue la escala y la naturaleza específica del fenómeno? (b) ¿Cuáles fueron sus razones?
Ahora bien, en la actualidad existen dos tendencias en el estudio del fenómeno, ambas erróneas en relación con la primera y la segunda cuestión. En cuanto a la primera pregunta, estas dos tendencias tienen algo en común: no examinan seriamente ni el significado de este impacto ni el significado de su carácter popular. Aceptan como un hecho crudo e indiscutible, por un lado, que los fascismos habrían ganado, a lo largo de toda su existencia y en la misma medida, un apoyo popular activo, y, por otro lado, mediante un uso totalmente idealista de los términos masas. y pueblo, admiten que este apoyo habría sido uniforme para todos los átomos de esa masa, sin distinción alguna entre las clases, fracciones de clase y categorías sociales que constituyen las masas populares. En cuanto a la segunda pregunta, o bien dan explicaciones completamente erróneas del fenómeno, o sólo parcialmente: de hecho, nos preguntamos si esos principios ideológicos que rigen sus explicaciones, les llevan a restringir el fenómeno real a un supuesto espacio popular, uniforme y popular. apoyo, indiferenciado, de las "masas" al fascismo.
La primera corriente, que es bastante antigua, pero que actualmente se encuentra, entre otros, en numerosos textos de la revista Tal cual, es el intento de una explicación falsamente psicoanalítica del fenómeno: el hecho de que se trataría de explicar es por qué las masas querían el fascismo. O más bien, la comprensión del fenómeno, bajo esta formulación, es propiamente tributaria de esta actual palabrería ideológica sobre el deseo y solidaria con cierta concepción de la relación entre marxismo y psicoanálisis, ese “freudo-marxismo” –término explosivo por la conjunción muy implicada – ya nos dio una primera prueba.
Esta tendencia que de alguna manera asume, con fingida seguridad, que el problema de la relación entre ideología e inconsciente está resuelto, cuando en realidad apenas comienza a colocarse en el lugar que le corresponde, sólo puede explicar la falsa pregunta "¿por qué?" masas querían fascismo”, a través de la referencia implícita a la –absurda– noción de inconsciente colectivo: noción que establece artificialmente una relación entre los individuos que supuestamente querían el fascismo –no es una cuestión de clase– y las masas generadas por estos individuos – masas: el marxismo reconoce, pero las clases siempre están ausentes – masas que, uniforme e indistintamente, se supone que se adhirieron al fascismo. Concepción de una relación individuo-masa, que por el vaivén que implica entre la psicología individual y el inconsciente colectivo (psicología de masas, de Gustave Le Bom [WMF Martins Fontes], no muy lejos) también pierde completamente de vista el problema de la relación entre la ideología y el inconsciente.
La segunda tendencia para explicar el fenómeno, circunscrita siempre de la misma manera, es decir, como el apoyo indiferenciado y uniforme de las masas al fascismo -las clases siempre están ausentes- es la que privilegia, si no se refiere exclusivamente, a la Lenguaje utilizado por el fascismo en relación con el pueblo. Una tendencia que se encuentra, entre otros, en JP Faye en su libro Introducción a los lenguajes totalitarios: teoría y transformación del informe (Perspectiva), y que he criticado en otra parte[i]. Es una explicación en la que, al fin y al cabo, aparece la vieja utopía idealista, para la cual son las ideas las que hacen la historia. Lo que, dicho sea de paso, imposibilita examinar un problema real, el del funcionamiento preciso de la ideología fascista en el impacto popular del fascismo.
De hecho, y volveremos sobre esto, este examen presupone una referencia al funcionamiento de clase (en relación con las diferentes clases y sus subconjuntos ideológicos) de esta ideología, mientras que, para esta tendencia, las ideas solo pueden hacer historia si, y solo si, en lugar del funcionamiento de clase de la ideología, hay un verbo emitido por uno o más sujetos indistintamente dirigidos y percibidos por sujetos-individuos, receptores puros indiferenciados de este verbo-idea. Es una concepción que, también aquí, rige la forma en que se delimita el fenómeno del impacto popular del fascismo. Si para la primera corriente la pregunta sería cómo y por qué “las masas querían el fascismo”, aquí sería cómo “se decía y se decía el fascismo a las masas”, esto explica por qué fue difundido por estas masas. pasta consideradas global e indistintamente subyugadas por el verbo fascista, permaneciendo siempre ausentes las clases.
Al principio, intentaré, por mi cuenta, delimitar mejor este fenómeno del impacto popular de los fascismos (el nazismo alemán y el fascismo italiano), antes de decir algunas palabras sobre sus razones. Pero agregaría que mis observaciones anteriores no deben llevarnos a una simplificación arbitraria del fenómeno, ni a su reducción al fenómeno general, bien conocido, de ciertas ideologías reaccionarias que encuentran, en circunstancias específicas, eco en las clases populares y de la cual la adhesión particularmente entusiasta de las masas populares de Francia y Alemania a la guerra interimperialista de 1914-1918, en sus inicios, nos ofrece el ejemplo característico. El impacto popular del fascismo, aun participando de este fenómeno, presenta aspectos muy particulares.
Y, en primer lugar, en cuanto a los hechos reales:
Es necesario distinguir entre las clases sociales que forman parte de las masas populares
1. En primer lugar, la “clase obrera” –aunque sea necesario distinguir mejor sus capas– estaba mucho menos contaminada por el fascismo de lo que se podría sugerir y, en todo caso, menos que las demás clases populares. Siempre estuvo considerablemente infrarrepresentada en los aparatos fascistas (partidos, sindicatos) en comparación con su importancia en el conjunto de la población de Alemania e Italia y, incluso desde el punto de vista electoral, los estudios rigurosos y serios de los resultados de las últimas Las elecciones relativamente libres en estos dos países muestran que la clase obrera permaneció, en su masa, fiel a sus organizaciones tradicionales, a los partidos comunistas y socialistas.
Pero, en el caso de la clase obrera, hay más: durante el nazismo y el fascismo, hubo una importante resistencia de la clase obrera, que, si bien rara vez tomó la forma de una insurrección abierta y armada (los refugios italianos), fue no menos manifestado por las formas subrepticias de resistencia obrera espontánea. Quienes decretan, para la clase obrera, que ella “quería” el fascismo, son completamente ignorantes por supuesto: sabotaje y caída de la producción, ausentismo masivo, huelgas salvajes, etc., creando problemas considerables a los líderes fascistas, como prueban las medidas permanentes. tomadas para prevenirlas. Formas de resistencia que, teniendo en cuenta la forma del Estado fascista, eran efectivamente formas de oposición política al régimen.
2. “Las clases populares del campo”, porque sabemos que el campesinado mismo está dividido en capas. Si el nazismo alemán en particular logró lograr un sólido impacto popular en las clases populares rurales de las regiones orientales, en Prusia Oriental, donde las relaciones feudales marcaron una presencia notable, si, aún así, los fascismos llegaron a ellas en ocasiones, pero de manera muy desigual. , un eco en ciertos sectores de la pequeña burguesía rural, los famosos pequeños campesinos, en cambio, la gran masa del campesinado pobre, con los trabajadores agrícolas a la cabeza, se mantuvo impermeable al fascismo. El campesinado pobre también estuvo subrepresentado en los aparatos fascistas y nunca constituyó una base de apoyo para el fascismo. Mucho más: el fascismo rural, en Alemania e Italia, se asemeja claramente al tradicional fenómeno del “terror blanco”[ii] de los grandes terratenientes contra las clases populares rurales, quienes, masivamente, se habrían asombrado al saber que “deseaban” el fascismo.
3. “La pequeña burguesía tradicional” (pequeños comerciantes y artesanos) y la nueva (empleados, funcionarios, etc.): de hecho, se inclina masiva y abiertamente hacia el fascismo, y está considerablemente sobrerrepresentada en los aparatos fascistas que constituyen su base. de apoyo En suma, la especificidad del fenómeno del impacto popular del fascismo, de la relación fascismo/masas populares, se reduce esencialmente al problema de la relación entre el fascismo y la pequeña burguesía, relación marcada, sin embargo, como veremos, por numerosas ambigüedades.
Todavía es necesario distinguir, y lo menciono, aunque a mi modo de ver es un elemento secundario, debido a la importancia actual de estos temas entre las distintas categorías sociales diferenciadas en las clases populares. Es notablemente cierto que el fascismo logra un impacto popular más marcado en la juventud, pero también en la población femenina. Esto ocurre debido, entre otras, a las formas institucionales dominantes del aparato familiar y del aparato escolar y los subsistemas ideológicos que reinaban, en su momento, en estos aparatos en Alemania e Italia.
Periodización
Es necesario periodizar, con respecto a este impacto popular, el propio fascismo, tanto el proceso de fascistización como el fascismo establecido.
En efecto, si debido, entre otros, a la compleja ambigüedad político-ideológica de los orígenes del fascismo, su impacto fue claramente evidente a lo largo del proceso de fascistización –en vista de las observaciones hechas anteriormente–, se puede apreciar, no menos claramente, un proceso de deserción en relación con el fascismo desde la primera etapa del fascismo establecido, y en la medida en que muestra abiertamente su aspecto antipopular, un giro, además, marcado por masivas y sangrientas purgas en sus propias filas – un clásico episodio de la “noche de los cuchillos” larga” en Alemania.
Un proceso de deserción que se traduce en el recrudecimiento de la represión sistemática, pero que, manteniéndose ininterrumpido y culminando a lo largo de la Segunda Guerra Mundial, presenta altibajos. En particular, hemos sido testigos de un aumento en la popularidad del nazismo desde la Anschluss (anexión de Austria) y el fascismo italiano desde la guerra de Libia, por complejas razones nacionales que aquí se trasplantan. Si no se tiene en cuenta este proceso de deserción, no se comprenderá nada, por ejemplo, del súbito fenómeno de una Italia popular masivamente antifascista durante y después de la caída de Mussolini, y uno estará tentado de atribuirlo, con el ímpetu de los escépticos, la burla, la versatilidad o el oportunismo del pueblo italiano.
Finalmente, de lo anterior se desprende que es necesario, en efecto, cuestionar el propio término “impacto popular” que se asocia al fascismo.
De hecho, aun cuando hubo “impacto”, éste abarcó todo un abanico, que iba desde la adhesión activa y casi incondicional hasta el apoyo circunstancial y la resignación pasiva. Para no decir nada sobre la neutralización forzada, como la represión se intensifica de una manera increíble: si bien la represión ciertamente está lejos de explicarlo todo, aún era necesario referirse a ella en estos tiempos en que los mismos judíos estaban bastante asombrados al enterarse por Liliana Cavani en su pelicula el portero de noche que no estaban lejos de desear el fascismo.
Seamos más serios: podríamos responder que la existencia de esta diversa gama del impacto popular del fascismo no tiene un significado político real, y que una renuncia pasiva no difiere tanto de una adhesión activa en cuanto a sus repercusiones sobre el fascismo establecido. Esto es del todo falso, porque precisamente como fenómeno de masas, es decir, para una masa importante de la población, esta renuncia fue, de hecho, permanentemente cargada con una resistencia pasiva, lo que provocó progresivamente un cierto aislamiento del fascismo instaurado en las clases. y fracciones de clase donde había ganado apoyo. Aislamiento que, a su vez, acentuó considerablemente las contradicciones internas del fascismo, traducidas en toda una serie de falsas maniobras (falsas maniobras militares, incluidas) que contribuyeron a precipitar su derrocamiento.
Naturaleza y escala del impacto del fascismo
Pasemos ahora al segundo aspecto del problema, el de las razones del fenómeno del impacto popular del fascismo, que abarca su naturaleza y su dimensión. Me limitaré a mencionar aquí algunos puntos dispersos, que me parecen particularmente importantes.
1. Política económica durante el primer período del fascismo establecido.
Si esta política consistió en una explotación considerablemente creciente de las masas populares, esta explotación fue, por un lado, para ciertas clases y fracciones de clases populares principalmente relativa (tenía como objetivo un crecimiento considerable de las ganancias) y no absoluta (el poder adquisitivo real fue, para ciertas clases populares, mantenida durante algún tiempo), por otro lado, se llevó a cabo de acuerdo con una estrategia diversificada, consistente en dividir estas clases y fracciones y conquistarlas a expensas de unos y otros.
Pero la razón más importante fue el éxito del fascismo (italiano desde la crisis de 1920, alemán desde la crisis de 1930) en aprovechar, de manera espectacular, el desempleo que jugó un papel importante en el proceso de fascistización en estos países. Esta relativa superación de estas crisis económicas por parte del fascismo se logró ciertamente, en este período de transición del capitalismo competitivo al capitalismo monopolista, no sólo mediante una política al servicio de la concentración monopolista y del agravamiento de la explotación de las masas populares, sino también mediante un esfuerzo político de expansión económica y armamentista imperialista, que condujo a la Segunda Guerra Mundial. Esto no impidió que, en su momento y durante algún tiempo, este uso del paro jugara un papel importante en el impacto popular del fascismo.
2. Las coordenadas reales, y su explotación por los fascismos, de la cuestión nacional.
Una cuestión decisiva, cuya importancia fue subestimada durante mucho tiempo por el marxismo y que, en Alemania e Italia, asumió una forma particular, diferente de la que asumió en otros países imperialistas. Y esto en dos aspectos:
Para empezar, la unidad nacional característica del capitalismo, dado el proceso de revolución democrático-burguesa en estos dos países (Revolución desde arriba con Bismarck en Alemania, Resurgimiento perdido, en Italia), estuvo lejos de ser eficaz, en el momento de la subida al poder del nazismo y el fascismo, en la misma medida que en otros países capitalistas desarrollados. En cierto sentido, el nazismo y el fascismo completaron el proceso de unidad nacional capitalista en estos dos países, que ciertamente se hizo con las desigualdades internas de desarrollo características de cualquier proceso similar, pero que les permite, sin embargo, posar como paladines de la unidad nacional y jugar de lleno con las ambigüedades de este nacionalismo en ciertas clases populares (clases populares del campo y pequeña burguesía, especialmente). Por tanto, es importante señalar que el fascismo no jugó simplemente la carta de un nacionalismo imperialista agresivo y expansionista, sino también la de la unidad nacional, más ambigua y compleja (Mussolini, el seguidor de Garibaldi, el Hitler de Bismarck), que tuvo una influencia considerable en su impacto popular.
A continuación, es necesario señalar las consecuencias reales, sobre la coyuntura de la cuestión nacional, del lugar de Alemania e Italia en la cadena imperialista posterior a la Primera Guerra Mundial. En el caso de Alemania, la ocurrencia del Tratado de Versalles, de incalculables repercusiones, caracterizado por Lenin como el acto de saqueo más monstruoso de la historia. En el caso de Italia, el hecho de que, habiendo llegado tarde al proceso de establecimiento y reproducción del capitalismo, sufrió las consecuencias reales de la explotación por parte del capital imperialista, implantado masivamente en Italia mucho antes del ascenso del fascismo al poder, el cual, por cierto, le valió que la trataran como a una prima pobre desde la fiesta de los vencedores de la guerra de 1914-1918 (el socialista Mussolini fue, durante la guerra, el representante de la tendencia intervencionista de izquierda que defendía la participación de Italia en la guerra) .
Apoyados en estos hechos reales, los fascismos pudieron profundizar en el tema de la ideología de las naciones proletarias, tema que, en Alemania, incluso asumió, en ciertos sectores de la llamada izquierda nacionalsocialista, con un claro carácter antiimperialista. connotaciones Gregor Strasser, ejecutado, por cierto, y no por casualidad, durante la “noche de los cuchillos largos”, escribió: “La industria alemana, la economía alemana en manos del capital financiero internacional, es el fin de toda liberación social, es es el fin de todos los sueños de una Alemania socialista… Nosotros, los revolucionarios nacionalsocialistas, participamos en la lucha contra el capitalismo y el imperialismo, cuya encarnación es el Tratado de Versalles… Nosotros, los revolucionarios nacionalsocialistas, reconocemos que existe un vínculo entre la libertad de nuestro pueblo y la economía liberación de la clase obrera alemana. El socialismo alemán solo será posible y duradero cuando Alemania sea libre”.
En resumen, aquí también, el uso tergiversado pero basado en hechos de un nacionalismo antiimperialista profundamente arraigado en las masas populares por parte de los fascistas explica, por un lado, su impacto popular mucho más que su nacionalismo oficial abiertamente imperialista, agresivo y expansionista.
3. La ideología fascista y su materialización institucional en los aparatos estatales fascistas
Para comprender esta cuestión capital es necesario, en efecto, precisar el funcionamiento de clase de esta ideología y abandonar, de una vez por todas, la concepción de un discurso o lenguaje fascista, unificado y uniforme, dirigido directamente a los masas. Como acertadamente señaló Togliatti en su momento, nada es más falso que considerar la ideología fascista como un “sistema” unificado y unívoco: “La ideología contiene una serie de elementos heterogéneos (…) Les advierto contra la tendencia a considerar la ideología fascista como algo sólidamente constituido, acabado, homogéneo” [iii]. De hecho, no es en modo alguno a la repetición de un discurso idéntico, transmitido por técnicas de propaganda, ante las masas atomizadas e indiferenciadas, a lo que se debe el papel de la ideología fascista en las masas populares, como, a mi juicio, se insinúa. una película reciente, sin embargo, antifascista y animada por las mejores intenciones, Fascista [iv].
Muy por el contrario, este papel se debe a que estas ideologías y discursos se presentan de manera considerablemente diferenciada, así como se incorporan a los diversos aparatos político-ideológicos fascistas, según las distintas clases, fracciones de clase y categorías sociales. a quién pertenecen, a quiénes se dirigen, lo que precisamente les permitió explorar las condiciones de existencia material de estas clases y fracciones. El discurso ideológico fascista es, en efecto, bastante diferente, según se dirija a la clase obrera e incorpore los aparatos especialmente diseñados para ella (sindicatos fascistas), las clases populares del campo o la pequeña burguesía (partido fascista).
Nada es más claro que el funcionamiento de un mismo tema, el del corporativismo que, bajo la apariencia de pura y simple repetición, adquiere en realidad un significado bastante diferente, si se dirige a la clase obrera, al campesinado pobre oa la pequeña burguesía.
Es precisamente a partir de ahí que el fascismo (y este es un rasgo particular de su funcionamiento ideológico) pudo retomar en su discurso ideológico, desvirtuándolos, una serie de profundas aspiraciones populares, a menudo propias de cada una de las clases, fracciones de clases y categorias consideradas sociales. Este fue el caso de los temas de autogestión y control obrero de la producción, de las formulaciones socializadoras contra la propiedad, el poder monopólico, el capital imperialista, etc., evidenciadas en las relaciones entre el fascismo y la clase obrera, notablemente presentes en la izquierda nacionalsocialista en Alemania y el ala anarcosindicalista del fascismo italiano. Así ocurrió con los temas de la unidad campesina y los lazos de suelo y sangre frente a la explotación del campo por la ciudad, fundada en la contradicción real industria/agricultura y en la explotación, por el capital, de las clases populares del campo en la proceso de desarrollo del capitalismo en la agricultura, evidenciado en las relaciones entre el fascismo y las clases populares en el campo. Este fue igualmente el caso de los numerosos ejemplos evidenciados en el discurso fascista dirigido específicamente a la pequeña burguesía.
Sin embargo, para comprender mejor el funcionamiento real (de clase) de esta ideología fascista diferenciada, es necesario prestar la mayor atención a las estructuras institucionales en las que se materializa esta ideología, y no insistir en el simple análisis del discurso fascista, supuestamente circulando entre el emisor principal y las masas receptoras. Lo que, además, permitirá precisamente comprender la intensa lucha de clases que atraviesa permanentemente los aparatos fascistas, y precisar aún más el sentido del impacto popular del fascismo.
Aquí también, en lugar de presenciar una uniformidad unívoca pura y simple de los diversos aparatos estatales fascistas, de hecho, paralela a su centralización en la “cima”, asistimos a un desplazamiento y descentralización efectivos de estos, según clases, fracciones de clase y categorías sociales a las que se refieren principalmente. De la familia a la escuela, a las organizaciones juveniles, a los aparatos culturales y la Iglesia, de los partidos a los sindicatos fascistas, de la administración (aparato burocrático del Estado) a las fuerzas armadas, de las SA a las SS (nazismo) y la política policías (milicias), se descubre, en efecto, en la sombra unificadora del discurso y del “principio” del jefe, la maraña prodigiosamente contradictoria de varios subconjuntos ideológicos regionales: que tiene el efecto de recuperar y poner en paralelo constantemente los dispositivos, las redes y correas de transmisión del poder, y da paso a las contradicciones internas del fascismo.
En suma, es también ese sistema específico de enmarcar y movilizar a las masas populares, dentro del cual las clases, fracciones de clase y categorías sociales creen que pueden apropiarse de uno o más aparatos específicos, o utilizarlos para afirmarse, o imponer, sus propios intereses, lo que explica, por un lado, el impacto popular del fascismo.
Pero precisamente este enfoque en el examen de los aparatos de Estado que materializan la ideología fascista permite comprender la lucha de clases que los atraviesa permanentemente, lucha de clases que desaparece en la concepción de un discurso unívoco y desencarnado dirigido a las masas. Así se puede observar aún mejor toda la ambigüedad del impacto popular del fascismo. De hecho, incluso donde hubo un impacto, y para las clases de fracciones consideradas y comprometidas activamente en los aparatos fascistas, éste se produjo constantemente de forma concomitante con la resistencia al fascismo, incluso cuando esta resistencia no asumió, en este caso, una forma manifiesta. , ocurriendo, sin embargo, a menudo debido a esta diferenciación de aparatos, en forma de reclamos de estas masas por el verdadero fascismo, el fantasma en el que estaban investidas sus aspiraciones populares (como los constantes reclamos de la segunda revolución anticapitalista en Alemania). e Italia).
Para tomar un ejemplo descriptivo: un obrero anarcosindicalista, miembro convencido de los sindicatos fascistas, y que libra (pueden identificarse varios casos bajo el fascismo italiano) una lucha feroz contra los burócratas del partido y la milicia en nombre de su sueño corporativista: contra el poder del capital –y de lo que considera puro y auténtico fascismo: ¿se adhiere al fascismo o, por el contrario, lo resiste, es decir, resiste su verdadera naturaleza y función de clase? En todo caso, el fascismo en sí mismo no se equivoca, lo cual se ve en las constantes purgas, eliminaciones y reformas que opera sobre sus propios aparatos.
En fin, repito, el “impacto” popular del fascismo, manifestado en la adhesión de fracciones de clase popular a los aparatos fascistas, coexistió constantemente con una intensa lucha de clases de esas mismas fracciones contra el fascismo a través de estos mismos aparatos. Esto lo entendió perfectamente Dimitrov cuando, en el VII Congreso de la Internacional, recomendó con insistencia que los comunistas participaran en sindicatos fascistas para librar la lucha contra el fascismo desde dentro.[V]
4. La política de la Internacional Comunista y de los partidos comunistas italiano y alemán desde el advenimiento del fascismo hasta aproximadamente el VII Congreso (1935) de la Internacional Comunista.
El problema es demasiado importante para mí como para tratarlo en estas pocas líneas. Me limitaré a dos palabras, refiriéndome no a la cuestión de las responsabilidades de esta política en el advenimiento del fascismo, es decir, su fracaso para evitar el ascenso del fascismo al poder en estos dos países, sino a la cuestión de sus efectos. sobre el impacto popular del fascismo: que es un asunto relativamente diferente.
Y diré, más adelante, que si esta política tuvo consecuencias directas por su fracaso en detener el ascenso del fascismo al poder, solo tuvo efectos indirectos sobre el impacto popular del fascismo. Entiendo, por tanto, que este impacto no consistió tanto en inclinar claramente hacia el fascismo a ciertas clases populares y fracciones de clase, por miedo al comunismo o al bolchevismo, aunque este elemento se inserta, por supuesto, en una parte de ese impacto. , y constituía, además, un elemento esencial de la ideología de los regímenes fascistas.
Lo que, por lo demás, es más importante señalar es que, de hecho, ciertas clases populares que se inclinaron del lado del fascismo lo hicieron debido al fracaso de los partidos comunistas italiano y alemán en lograr sus objetivos revolucionarios e iniciar un proceso de transición hacia el fascismo. socialismo. Estas fracciones en realidad habían considerado, frente a esta privación, que el fascismo estaría en mejores condiciones de cumplir sus objetivos: grandes grupos de estas fracciones transfirieron, por un tiempo, sus aspiraciones revolucionarias al fascismo. Ahí es precisamente donde reside la colosal ambigüedad de la relación inicial de estas masas con el fascismo, y no se puede entender nada del impacto popular del fascismo si se lo asimila, pura y simplemente, al menos entre las masas urbanas, a un “guardismo blanco”. ” de bandas ejércitos capitales.
Este es probablemente un aspecto del penetrante análisis del fascismo de Clara Zetkin en el Tercer Pleno (1923) de la Internacional Comunista: “El fascismo es muy diferente de la dictadura de Horthy en Hungría… El fascismo no es en absoluto la venganza de la burguesía contra el proletariado insurgente. de forma combativa. Considerado desde un punto de vista histórico y objetivo, el fascismo surge más porque el proletariado no ha logrado llevar a cabo su revolución”. [VI].
Desde este punto de vista, la responsabilidad por la política del Partido Comunista Italiano, contraria, en el momento del establecimiento del fascismo, a la política de la Internacional, todavía bajo la égida de Lenin, y del Partido Comunista Alemán, bajo la instigación directa de la Internacional, no fue tanto haber desviado a las masas de los objetivos revolucionarios y provocado en ellas reflejos reaccionarios, sino, esencialmente, haber dejado a estas masas populares desorientadas y desarmadas frente a la recuperación ideológica distorsionada por el fascismo de profundas aspiraciones populares , y así haberlos dejado atraer por una política al servicio del gran capital. Es decir, estos partidos no supieron, durante mucho tiempo, librar una lucha político-ideológica eficaz contra el fascismo. Pero es evidente que no puedo, en esta breve exposición, ni siquiera tocar las complejas razones de esta situación, razones que he tratado extensamente en otro lugar.[Vii]
*Nicos Poulantzas (1936-1979) fue profesor de sociología en la Universidad París VIII. Autor, entre otros libros de fascismo y dictadura (Martín Fontes)
Traducido por: Danilo Enrico Martuscelli.
Traducción de “A propos de l'impact populaire du fascisme” En: Maria Antonietta Macciocchi. Elementos para un análisis del fascismo (tomo I). París, Inedit, 1975, publicado en Cuadernos CEMARX no.12.
notas del traductor
[i] Poulantzas se refiere al artículo: “Notes à propos du totalitarisme” en: Tal cual, No. 53, 1973.
[ii] Se refiere a actos de violencia cometidos por grupos reaccionarios y conservadores que forman parte de movimientos contrarrevolucionarios.
[iii] Estas observaciones se pueden encontrar en Palmiro Togliatti. Lecciones sobre el fascismo. São Paulo, Librería Editora Ciências Humanas, 1978.
[iv] Poulantzas se refiere a la película Fascista, de Nico Naldini, expuesta en el ciclo de seminarios organizado por Maria Antonietta Macciocchi en la Universidad de París VIII, en los años 1974-1975, que dio origen al libro que contiene este texto.
[V] Véase: George Dimitrov. A lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo. Informe presentado ante el VII Congreso Mundial de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935. Belo Horizonte, Aldea Global, 1978.
[VI] El texto mencionado de Clara Zetkin está disponible en portugués en: https://www.marxists.org/portugues/zetkin/1923/08/fascismo. htm.
[Vii] Poulantzas vuelve a referirse aquí al libro fascismo y dictadura.