por CLAUDIO KATZ*
El marxismo y el estudio de la nueva realidad latinoamericana de posguerra
Subimperialismo y burguesía nacional
Rui Mauro Marini no se limitó a retomar las viejas denuncias sobre el papel opresor de Estados Unidos. Introdujo el controvertido concepto de subimperialismo para retratar la nueva estrategia de la clase dominante brasileña. Describió las tendencias expansionistas de las grandes empresas afectadas por la estrechez del mercado interno y señaló que promueven políticas estatales agresivas para incursionar en las economías vecinas.
Esta interpretación se basó en un razonamiento similar al desarrollado por Luxemburg para caracterizar las tendencias imperialistas de Alemania, Francia o Inglaterra. Este punto de vista enfatizó que dichas pautas se implementaron para contrarrestar el reducido poder adquisitivo local (Marini 2005).
Pero el marxista latinoamericano atribuyó al concepto una dimensión geopolítica muy diferente al registro clásico. No postuló que Brasil se uniera al club de potencias que pugnaban por dominar el mundo. En cambio, subrayó la subordinación de ese país a la estrategia estadounidense. Por eso habló de subimperialismo y retrató el papel de gendarme regional anticomunista que jugó la dictadura brasileña durante la Guerra Fría contra la URSS.
El teórico de la dependencia luego complementó este sentido de subimperialismo al introducir otras nociones como el “estado de contrainsurgencia”. Utilizó este concepto para describir el papel de tutela represiva ejercido por los militares en la transición a regímenes constitucionales (Martins, 2011a; Mendonça 2011).
Marini habló de subimperialismo para enfatizar que la principal burguesía sudamericana era socia y no marioneta de Washington. Destacó especialmente el papel geopolítico autónomo de una clase dominante que buscaba proyectarse como potencia económica y militar a escala regional (Marini, 1985).
Con esta visión, retomó las percepciones de los marxistas clásicos sobre el papel de los pequeños imperialismos e incorporó nuevos análisis sobre el papel de Estados Unidos en la posguerra. Su tesis estaba en línea con la idea de Amin del imperialismo colectivo en tres niveles: la creciente asociación mundial de capitales, la función protectora capitalista ejercida por el Pentágono y el nuevo papel de guardianes regionales asociados con Washington.
Si bien el subimperialismo fue un tema abordado específicamente por Marini, la burguesía nacional cambiante fue abordada por los tres teóricos marxistas de la dependencia. Indicaron el paso de una clase industrial con proyectos de desarrollo independientes a un segmento asociado con empresas extranjeras. El apoyo de la burguesía al golpe de 1964 se presentó como un fuerte indicio de esta renuncia a los procesos autónomos de acumulación (Chilcote, 1983).
Los pensadores de la dependencia enfatizaron los vínculos con el capital extranjero y no simplemente su subordinación. Resaltaron el nuevo perfil de las burguesías industriales más internacionalizadas, precisando las diferencias con la vieja oligarquía terrateniente y con el capitalismo nacional precedente. Theotonio dos Santos señaló que este giro generó un conflicto con sectores de la burocracia apegados al desarrollismo clásico (Dos Santos, 1978: 34, López Segrera, 2009).
El teórico brasileño también profundizó la dimensión política de este proceso al definir el estatuto de una situación subordinada. Consideró que la dependencia se da cuando un determinado grupo de países condiciona el desarrollo de otros (Dos Santos, 1978: 305). Demostró esta situación para el caso latinoamericano, utilizando un análisis similar al propuesto por Samir Amin.
En ambos casos, se diferenció la dimensión política de la dependencia de la polarización económica, aclarando los vínculos entre procesos que no se desarrollan (necesariamente) simultáneamente. Ambos pensadores exploraron la especificidad de la subordinación política al poder imperial, que antes se equiparaba con la sujeción económica. Pero, en un contexto de primacía absorbente de las estrategias socialistas, tales caracterizaciones sólo fueron esbozadas.
Teorías y singularidades
Rui Mauro Marini, Vânia Bambirra y Theotonio dos Santos intentaron amoldar el marxismo al estudio de la nueva realidad latinoamericana de posguerra. Por eso, se embarcaron en la misma búsqueda de nociones específicas que Baran-Sweezy abordó con el excedente, Amin con el valor mundial y Mandel con Long Wave. Esta indagación siguió, a su vez, el camino abierto por Lenin con un desarrollo desigual, por Luxemburg con la revisión de la acumulación primitiva y por Trotsky con un desarrollo desigual y combinado.
Pero el estatus de la dependencia como teoría ha provocado un fuerte debate. Se discutió si constituía una concepción, un paradigma o un enfoque, según las distintas interpretaciones de las leyes sociales en boga.
Dos Santos argumentó que la teoría de la dependencia ya había alcanzado un nivel científico, al definir las leyes que rigen el desarrollo de los países periféricos. Indicó que estos principios aclaran la evolución del capitalismo dependiente, con razonamientos equivalentes a los utilizados por Lenin para explicar el imperialismo.
El economista brasileño consideró que las reglas de dependencia explicaban cómo el sometimiento comercial, financiero o tecnológico-industrial generaba obstáculos a la acumulación en América Latina (Dos Santos, 1978: 300, 360-366). Marini trabajó en la misma dirección y atribuyó legalidad científica a los mecanismos que generan valor agregado en las regiones dependientes.
Ambos teóricos estudiaron la peculiaridad de América Latina en comparación con otras sociedades dependientes y observaron que sus investigaciones eran diferentes a las que prevalecían en Asia o África. En los principales países de estos continentes, las preguntas giraron en torno a las razones históricas que permitieron a Europa superar civilizaciones antiguas para someterlas a la degradación colonial (India) o semicolonial (Egipto, China) (Amin, 2005).
En América Latina, los enigmas de la dependencia surgieron a partir de la renovación de un estatus subordinado, luego de un siglo y medio de independencia política sin precedentes en otras regiones del Tercer Mundo. Esta visión estimuló la investigación sobre las peculiaridades del Caribe, Centroamérica, Brasil, la región andina y el Cono Sur (Dos Santos, 1998).
Estos estudios fueron abordados con una mirada “desde la periferia”, que Marini adoptó en oposición al paternalismo elitista de los estudios latinoamericanos ubicados en Estados Unidos, Inglaterra o Francia. Propuso revertir esta anomalía, generando conocimiento desde la región (Marini, 1991: 9-10, 42). Con el mismo enfoque, Dos Santos trató de corregir a los autores clásicos del imperialismo, quienes, a su juicio, no abordaron este tema desde la perspectiva de los países dependientes (Dos Santos 1978: 301-303, 340-345).
Con estas caracterizaciones del estatuto teórico de la dependencia, los tres marxistas brasileños completaron la presentación de un enfoque que perturbó la agenda de las ciencias sociales latinoamericanas. Los conceptos introducidos por Marini, las caracterizaciones políticas de Dos Santos y las opiniones de Bambirra sobre el subdesarrollo desigual crearon referencias analíticas duraderas para los pensadores de este período.
La metrópolis-vista satelital
André Gunder Frank participó activamente en el surgimiento de la teoría marxista de la dependencia y sus tesis tuvieron un impacto inmediato superior al de otros autores. Pero su visión era otra y su acercamiento a la metrópolis satélite fue sólo la primera de las tres concepciones que mantuvo a lo largo de su vida. El período inicial fue curiosamente el más corto y famoso de esta trayectoria.
Inició su labor bajo el fuerte impacto de la Revolución cubana, adoptó por etapas la crítica de izquierda a la estrategia comunista y cuestionó la política de apoyo a la burguesía nacional. Resaltó la inexistencia de espacios para repetir el desarrollo clásico del capitalismo, destacó la impracticabilidad del desarrollismo y postuló la necesidad del socialismo (Frank, 1970: 211-213).
Frank asumió esta actitud, radicalizando las ideas políticas liberales y abandonando un esquema evolutivo, que identificaba la superación del subdesarrollo con la erradicación de las instituciones precapitalistas. Al asimilar los debates teóricos marxistas que incorporaron otros autores de la dependencia, su visión no maduró.
El pensador radicado en Estados Unidos no definió este corolario identificando los mecanismos de reproducción dependiente. Tampoco enmarcó su caracterización en el funcionamiento global del capitalismo, ni relacionó su teoría con ningún diagnóstico del valor, el subconsumo o la tendencia a la baja de la tasa de ganancia.
Frank simplemente postuló que el capitalismo generó subdesarrollo en la periferia del sistema mundial. Indicó que esta inserción subordinada determinó la apropiación del excedente de las economías atrasadas por las avanzadas.
El autor alemán presentó la polarización metrópolis-satélite como dos caras de una misma trayectoria mundial. Destacó la complementariedad de estos procesos y destacó el carácter excepcional de la interrupción de esta fractura. Recordó que, en la época contemporánea, ninguna economía sujeta alcanzaba el estatus de poder central y consideraba que el debilitamiento de una metrópoli no alteraba el estatus duradero de dependencia (Frank, 1970: 8-24).
El teórico germánico aplicó este razonamiento a la historia latinoamericana. Rastreó el origen de la relación centro-periferia hasta la integración subordinada de la región al capitalismo mundial en el siglo XVI. Destacó que, en este vínculo con la acumulación global, un centro metropolitano (Europa) subordina satélites periféricos (América Latina), por mediación de ciertos países (España, Portugal), que a su vez se convierten en satélites de la potencia dominante (Gran -Bretaña).
Dentro de América Latina, este mismo circuito conecta el satélite periférico (Chile) con el principal satélite colonial (Perú), el cual, a su vez, es administrado por la metrópoli extrarregional (España o Inglaterra). Esta cadena de sumisión se recrea junto con la confiscación jerárquica de los excedentes (Frank, 1970: 1-7).
Frank dio dos ejemplos de esta conexión. Ilustró cómo Chile ha estado sujeto a esta subordinación desde la época colonial, a través de una clase dirigente local vinculada a las demandas de un puñado de empresas extranjeras. En el caso de Brasil, destacó la inserción dependiente a través de satélites principales (São Paulo), que aseguraba la subordinación de los satélites secundarios (Recife) a las metrópolis (primero Portugal, luego Estados Unidos). No observó diferencias significativas entre los dos países (Frank, 1970: 119-123, 149-154).
Dos enfoques diferentes
Pero la afinidad con este enfoque la señaló Marini, quien destacó la precisión de la fórmula utilizada por Frank para retratar el atraso latinoamericano. Consideró que el “desarrollo del subdesarrollo” ilustraba cómo la consolidación de las economías avanzadas se producía a expensas de las atrasadas (Marini, 1993).
Frank priorizó el análisis de los drenajes que sufre la periferia, en línea con los planteamientos de polarización absoluta entre el centro y la periferia de la periferia. En contraste, Marini, Dos Santos y Bambirra incorporaron un registro de las bifurcaciones existentes entre economías agroexportadoras (Chile) y parcialmente industrializadas (Brasil).
Esta diferencia determinó diferentes enfoques. Mientras el pensador estadounidense observaba la economía latinoamericana como una totalidad uniforme, sus colegas brasileños estudiaban las contradicciones nacionales específicas. Hicieron distinciones en lo que Frank vio como subordinaciones equivalentes.
Además, los teóricos brasileños partieron de caracterizaciones generales del capitalismo de posguerra que Frank no tuvo en cuenta. Su enfoque no incorpora las valoraciones de las empresas multinacionales, las transformaciones tecnológicas o los cambios en la inversión que destaca Dos Santos.
Por esta omisión, Frank sólo observó que, en momentos de crisis en el centro, se amplían los espacios para el desarrollo de la periferia. Pero, con esta observación, solo explicó el inicio de la industrialización latinoamericana, sin aclarar lo que sucedió después.
El pensador radicado en Estados Unidos dejó de lado todas las elaboraciones de la fractura centro-periferia desarrolladas por economistas marxistas y asimiladas por autores brasileños. Por ello, sólo estudió la dinámica de la exacción, mientras que Marini captó las articulaciones con el capitalismo avanzado y Dos Santos percibió las adaptaciones con la globalización. Este registro les permitió evitar simplificaciones y comprender nuevas formas de dependencia.
Dos Santos cuestionó muy tempranamente la omisión de Frank en relación con las transformaciones internas de los países subdesarrollados. Rechazó su visión estática y la consiguiente sugerencia de la inmutabilidad de la sociedad latinoamericana. Atribuyó esta unilateralidad al apego a una metodología estructural-funcionalista (Dos Santos, 1978: 304-305, 350-352, 346).
Este error se verificó en la presentación de los vínculos del centro con sus satélites, como si fueran simples piezas de un tablero de ajedrez dirigido por las grandes potencias. En esta visión, los sujetos sociales están ausentes o juegan un papel mecánico, a partir del lugar que ocupan en el dispositivo global. Los antagonismos entre clases sociales, los conflictos entre segmentos capitalistas y las mediaciones estatales no tienen cabida en este enfoque.
Por el contrario, en el razonamiento de Marini, la preeminencia de ciclos dependientes, formas de sobreexplotación o transferencias de valor no anula la centralidad protagónica de opresores y oprimidos en la dinámica de la dependencia.
Los mecanismos económicos que recrean la polaridad centro-periferia en Frank son sólo el punto de partida para Marini, Bambirra o Dos Santos. Por esta razón, los teóricos brasileños no han utilizado el término satélite para describir economías dependientes. Esta metáfora alude a un cuerpo que invariablemente gira en torno a un determinado centro, sin ninguna autonomía ni desarrollo interno.
Sin duda, Frank proporcionó varias ideas útiles, pero el desarrollo de estas ideas fue borrado por su omisión de temas sociales. Su registro de relaciones tripolares es un ejemplo de observaciones correctas que no se basan en conceptualizaciones adecuadas.
Frank notó que la jerarquía global va más allá de la dualidad centro-periferia, pero al mismo tiempo ignoró la especificidad de las formaciones intermedias. Por eso utilizó el mismo razonamiento para investigar la evolución de Chile y Brasil.
Este reduccionismo fue aún mayor en su visión de las burguesías nacionales. A diferencia de Marini y Dos Santos, se limitó a señalar la renuncia de este sector, sin analizar las contradicciones que inauguraba este cambio. Además, identificó la asociación con empresas extranjeras con una degradación de las clases dominantes locales a la condición de “lumpen-burguesías” (Frank, 1979).
Esta noción implica una descomposición de los grupos gobernantes que les imposibilitaría dirigir el Estado. Marini y Dos Santos nunca perdieron de vista que las burguesías latinoamericanas combinan el disfrute de la renta agrominera con el valor agregado extraído de los trabajadores. Son grupos gobernantes y no simples capas tributarias del capital extranjero.
Los dominadores de la región están sujetos a patrones capitalistas de competencia, inversión y explotación. Tales reglas difieren del puro saqueo implementado por una “lumpen-burguesía”. Este término puede aplicarse, por ejemplo, a las mafias del narcotráfico que blanquean sus fortunas en actividades financieras o productivas. Son capitalistas marginados del club estable de los dominadores (Katz, 2015: 41-42).
Frank tampoco incorporó las distinciones entre polarización económica y dependencia política concebidas por los teóricos brasileños. Esta omisión no fue ajena a su limitada participación política en los procesos que marcaron la trayectoria de Marini, Dos Santos y Bambirra.
Estos tres autores estuvieron directamente involucrados en las disputas de Cuba, Chile o la guerrilla. Frank, en cambio, sólo abrazó con entusiasmo las banderas de la Revolución cubana, sin aportar reflexiones significativas sobre los dilemas políticos de la izquierda. No formó parte del universo militante que definió el trabajo de los teóricos marxistas de la dependencia. Esta distancia influyó en el giro posterior de sus obras.
*Claudio Katz. es profesor de economía en la Universidad de Buenos Aires. Autor, entre otros libros, de Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo (Expresión Popular).
Traducción: Fernando Lima das Neves.
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Publicado originalmente en la revista América Latina jacobina.
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