por FRANCISCO FERNANDES LADEIRA*
La prohibición del consumo de marihuana no se basa en argumentos científicos y realistas, sino que está alentada por un pseudomoralismo y fuertes intereses políticos y económicos.
Entre las grandes controversias de nuestro tiempo, los debates sobre la legalización de la marihuana son sin duda uno de los más acalorados. Por un lado, hay sectores conservadores, opuestos a permitir el uso recreativo de la marihuana. Del otro lado, están los sectores libertarios, que defienden su legalización.
Para empezar a discutir este tema es fundamental evitar opiniones maniqueas y apresuradas. Es controvertido creer que la legalización de la marihuana provocará un aumento excesivo de usuarios y desencadenará olas de violencia. Las muertes asociadas a la marihuana están directamente relacionadas con su prohibición; y no necesariamente para el consumo. En otras palabras, muere más gente por la “guerra contra las drogas” que por el consumo de marihuana.
Hay que cuestionar otros mitos sobre la marihuana: contrariamente a lo que muchos puedan suponer, la marihuana no es una “puerta de entrada” a las llamadas “drogas duras”. Es el alcohol (no el Cannabis) la primera “droga” utilizada por la mayoría de los consumidores de cocaína, heroína, crack, LSD y muchas otras sustancias consideradas ilícitas.
Por otro lado, también debe rechazarse la afirmación de que la marihuana, al ser una hierba natural, no supone ningún riesgo para la salud. Como cualquier otra “droga”, su uso constante y desenfrenado puede provocar daños físicos y mentales. Otra falacia difundida por los grupos pro-legalización es afirmar que el consumo de marihuana no es adictivo (por supuesto, esto puede variar según el usuario).
Pero por que el Cannabis sativa., una planta utilizada por el ser humano desde hace milenios, para los más diversos fines, ¿actualmente tiene su consumo catalogado como “ilegal” en la mayoría de los países?
Para empezar a entender por qué la marihuana está prohibida en gran parte del planeta, debemos referirnos a Estados Unidos en la primera mitad del siglo pasado. Inicialmente, el hábito de fumar marihuana en tierras yanquis estuvo asociado a los inmigrantes mexicanos. Por tanto, demonizar la marihuana era también una forma de estigmatizar a esta minoría social.
En este esfuerzo contra la marihuana, el nombre de Harry Jacob Anslinger, un burócrata que presidió el FBN (Oficina Federal de Narcóticos), un organismo creado por el gobierno de Estados Unidos para abordar cuestiones relacionadas con las drogas, no puede dejar de mencionarse. Harry Jacob Anslinger, motivado por intereses exclusivamente personales, logró convencer a autoridades influyentes y a la opinión pública estadounidense sobre los supuestos riesgos de no prohibir la marihuana.
Finalmente, en la década de 1960, después de la “Convención Única sobre Estupefacientes” de las Naciones Unidas, se recomendó, bajo presión del gobierno de Washington, que se prohibiera la marihuana en todo el planeta. Desde entonces se han llevado a cabo numerosas campañas de contenido dudoso con el objetivo de propagar el mito de la “hierba maldita”. Se gastaron inútilmente miles de millones de dólares para combatir esta “droga”.
Semejante cruzada fue en vano. Aunque su uso estaba legalmente prohibido, el número de consumidores de marihuana siguió creciendo en todo el planeta. Los estudios científicos sugieren que la marihuana es menos letal que muchas otras "drogas". Por tanto, resulta al menos controvertido permitir el consumo de tabaco o alcohol, por ejemplo, y reprimir el consumo de marihuana.
Importantes sectores industriales están en contra de la liberación de marihuana, no por razones morales, sino por razones de marketing. Si se legaliza, la marihuana será un fuerte competidor comercial de las bebidas alcohólicas y el tabaco. Lo más probable es que algunas personas prefieran chupar su “porro” en lugar de beber alcohol o fumar un cigarrillo.
Además, según análisis realizados en el laboratorio, los efectos de Cannabis en el cuerpo humano son similares a los efectos producidos por los medicamentos vendidos indiscriminadamente en cualquier farmacia. Por tanto, la industria farmacéutica mundial no permite, bajo ninguna circunstancia, perder su monopolio de “adormecer” a la población.
Así, los partidarios de la legalización de la marihuana se enfrentan, además de a los sectores conservadores, al menos a tres poderosos los grupos de presión: industria farmacéutica, industria tabacalera e industria de bebidas alcohólicas.
La “excusa” de la “guerra contra las drogas” también se utiliza para legitimar las intervenciones estadounidenses en otros países, la represión policial contra los jóvenes pobres y negros y la ocupación militar de las favelas brasileñas. Sin embargo, la realidad nos muestra que, en la práctica, la guerra contra las drogas es un verdadero fracaso. No redujo el número de usuarios, como se mencionó anteriormente, y, por otro lado, contribuyó al crecimiento de la violencia.
En resumen, la prohibición del consumo de marihuana no se basa en argumentos científicos y realistas, sino que está alentada por un pseudomoralismo y fuertes intereses políticos y económicos. Dicho de otra manera, no existen argumentos plausibles para prohibir la marihuana (tampoco estamos fomentando su uso).
Impedir que alguien elija si fumar o no una hierba, que se ha utilizado durante milenios, acción que sólo traerá posibles daños a la propia persona, es un grave ataque a la libertad individual. Depende de cada persona decidir qué es lo mejor (o lo peor) para ella. En definitiva, es un delito ambiental determinar arbitrariamente que el cannabis sativa, un vegetal que lleva más tiempo en el planeta que el propio planeta Homo sapiens, ha restringido su derecho a la existencia.
*Francisco Fernández Ladeira es candidato a doctorado en geografía en la Unicamp. Autor, entre otros libros, de La ideología de las noticias internacionales (CRV). Elhttps://amzn.to/49F468W]
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