Por Tarso Genro (*)
Lo que frena la creatividad de los partidos de izquierda no es la “traición” o la “venta” de conciencias, en un momento en que cualquier asalto al Palacio de Invierno es una ficción. Lo que frena la auto-renovación es la incapacidad de su burocracia para 'mirar hacia afuera'.
Los límites entre la vida “interna” y la vida “externa” de las naciones, estados, pueblos, comunidades, organizaciones de la sociedad civil y partidos, cambian según las condiciones en que las personas, clases, grupos sociales viven sus relaciones con el trabajo, la familia , propiedad y política. Es claro que en una sociedad de producción y comunicación política y mercantil en red estos “límites” –entre lo “interior” y lo “externo”- sufren enormes trastornos.
Éstos se originan en la capacidad de las personas para “pescar” ciertos hechos, para mostrar más o menos brillantez en el habla, para presentar argumentos más sólidos e inteligentes –o a veces argumentos más estúpidos o incluso psicóticos– según las condiciones culturales y mentales de cada individuo. . . Cruzar fronteras es siempre un riesgo, pero así se constituyó la humanidad moderna con las revoluciones de la Ilustración.
Los “límites” entre la ciudad europea instalada en la región pampeana y el inicio de la campiña vacía de su entorno –en el sentido de Buenos Aires de Borges– se ubican en algún lugar de la periferia. Son allí donde comienzan las chacras, los almacenes de la ciudad pierden su especial urbanidad y se convierten en un alboroto de olores y colores abierto al infinito. Los "compadritos" están en las esquinas, sentados en las "lechuzas", las costureras charlan en las ventanas, las putas son respetadas "de día" y las pequeñas iglesias -indecisas en su elemental modestia- acogen a todos aquellos que en algún momento aceptaron que Jesucristo nació para salvarnos.
Los límites de Borges son imprecisos, como lo son los recuerdos que despierta en todo lector que disfruta de su poema sobre los suburbios, una invitación desde la memoria a celebrar su propia alma. Los límites se filtran en el sentimiento, no en la monotonía concreta de la vida simplificada.
La “teoría de los límites” es el alma racional –si es que eso es posible– de las matemáticas superiores. Sin embargo, según algunos genios de la física, es necesario ir más allá de los “límites” de cualquier disciplina y no aceptar nada que bloquee el desarrollo de la ciencia y la profundidad del conocimiento. Los límites entre lo “interno” y lo “externo” en las organizaciones políticas, entre la economía “interna” y “externa” en los estados nacionales, entre la “forma” y el “contenido” en la estética moderna – en estos tiempos de infinita reproducibilidad del arte y mercancía- son meras líneas formales que ya no tienen ninguna solidez. Se desvanecen en el aire: en el discurso político, en la prédica religiosa, en la completa interacción entre las finanzas globales y la pobreza interna, en el juego único de las economías locales -regionales y globales- dependientes de los cálculos de la ética algorítmica, que hace más rentistas los flujos y sus periodos de freno.
Ya decía Walter Benjamin que el lenguaje no es una mera colección de palabras que producen abstracciones, para dar a conocer el mundo empírico. En su opinión -corrigiendo el pensamiento de la Ilustración- afirmaba que el fenómeno estético (y esto es válido para la estética de la política) no puede entenderse como pura "forma": es su "imagen", afirmaba Benjamin -como forma y contenido asimilados entre sí-. mismos- que transmite conceptos, revelando así nuevos procesos de conocer y dar a conocer. Y la imagen que el capital financiero tiene de sí mismo es lo que domina la imagen que todas las personas y clases tienen de sí mismas. En la sociedad industrial clásica esta imagen se registró en la ética del trabajo, en la era de los oligopolios financieros y las agencias de riesgo está conformada por el oportunismo del casino financiero global.
Ya decía Benjamin que lo que se consideraba lo “externo” (forma) y lo “interior” (contenido), conforman una totalidad (la imagen), que se convierte –ella misma– en conducto del mensaje. En sus términos, es la misma subjetivación provocada por la imagen (causada por lo que se transmite) la que se concreta y, al mismo tiempo, añade un nuevo estado de ánimo a la vida ordinaria, haciéndola cada vez más alienada. Así, la información que trae una historia publicada en un periódico –o una tesis política publicada en él– puede significar lo mismo que un “video” o un mensaje de “Twitter”, pero los dichos que generarán las imágenes en el receptor –incluso si tienen el mismo significado, no le transmiten el mismo mensaje, ni le producen las mismas sensaciones.
Hago estas consideraciones para hablar de un aspecto particular del debate sobre la mi texto publicado en UOL, lo que me permitió recibir importantes mensajes -a favor y en contra de mis opiniones- que merecen una reflexión más directa. Uno de ellos es la afirmación de algunas manifestaciones, que no era correcto que se publicara “fuera” de las instancias partidistas, porque los temas que allí se tratan son cuestiones internas, como la concepción del partido y la crítica política a nuestra dirección. Sostengo que no hay más cuestiones “internas” y “externas” que deban ser tratadas de manera absolutamente orgánica -tanto en lo político como en lo económico- que las que atañen únicamente al funcionamiento burocrático del Partido o de la Estado.
La brillante concepción de Antonio Gramsci del “Estado extendido”, que en el capitalismo monopolista produce un conjunto de instituciones privadas en torno a la máquina pública que son “extensiones” del Estado formal y funcionan dentro de su lógica política, nos da un ejemplo importante de este cambio. de “límites” entre lo público y lo privado, entre propiedad “estatal” y privada, “interna” y “externa”, cuyo mayor ejemplo en Brasil es la Rede Globo, que es al mismo tiempo una enorme y competente cadena de comunicación y un Estado parte, que controla y es controlado por la burocracia estatal y el cuerpo político
Ejemplifico: una medida de la economía interna -en cualquier país- integrada en el orden económico global, no puede decidirse sólo como una acción burocrática del Estado, sin tomar en cuenta lo que ocurre fuera de su territorio Su espacio económico ya no es puramente territorial (como dominador o dominado) y la incidencia de cualquier medida importante, que tenga escala es -a la vez- externa e interna, con efectos directos en la política interna y externa del país dado. Esta medida soberana incide, por tanto -apoyada en las nuevas tecnologías de la información y la producción de inteligencia artificial- no solo sobre su espacio geográfico, sino sobre todo el espacio en el que sus relaciones económicas extraterritoriales son recibidas como mensaje o discurso político, procesado o negado, en su validez o importancia.
Lo “interior” y lo “externo” en economía perdieron su significado ya que –para nosotros especialmente– el nacionalismo autosuficiente perdió la posibilidad histórica de coexistir con la república, la democracia y el socialismo. Reciente artículo publicado por José Luis Fiori, muestra el desarrollo de esta interminable transición en América Latina, en la que evidentemente hemos acertado y equivocado desde principios del siglo pasado. Lo trágico, sin embargo, es que llevó a una situación en la que es “muy difícil encontrar una salida, que sea viable y eficiente, y que al mismo tiempo cause el menor daño posible” (…), “ fuera de una economía de Guerra practicada por norteamericanos y europeos, en varios momentos de su historia, en particular durante sus dos grandes guerras del siglo XX”.
El tema “interno” y “externo” que nos interesa es el de los partidos de izquierda, como historia (para el socialismo como idea universal) y pesadilla (para quienes convivieron con la disidencia del estalinismo) una reivindicación real de un período de la guerra mundial contra el nazismo, posible gracias a la liquidación de la mayor parte de la inteligencia bolchevique y menchevique, antes de la guerra misma. Se sabe que en los inicios del movimiento socialdemócrata, el debate público –aunque se originara clandestinamente– era una costumbre entre la “gran intelectualidad” de la época, en diferentes países y épocas revolucionarias, dentro y fuera de los partidos. Pero en el Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (RSDLP), que llevó a la escisión entre bolcheviques y mencheviques (Londres, 1903), los campos encabezados por Lenin y Martov fueron irreconciliables en términos de organización. Allí lo “interior” y lo “externo” se radicalizaron y polarizaron.
En esas condiciones, se dedujo que el proletariado de la fábrica moderna era el sujeto – líder de la Revolución Socialista. Era natural, por lo tanto, que el Partido Bolchevique (resultante de la “mayoría”) compuesto predominantemente –en su dirección– por brillantes intelectuales burgueses y pequeñoburgueses, se refiriera a sí mismo como la fuerza capaz de “adjudicar” –la expresión es de Lukács .- a un partido altamente centralizado y disciplinado, la “ciencia” y teoría de la Revolución. Estos debían ser transmitidos a los trabajadores más avanzados y conscientes, dispuestos a sobrevivir en la clandestinidad, protegidos por aparatos con normas claras de “separación” entre los “miembros” del Partido (que serían los “internos”) – por un lado lado- y los “simpatizantes” y “militantes” (los “externos”), por otro lado.
En una sociedad capitalista, como la actual, las normas de organización que separan lo “interno” y lo “externo” son ineficaces, ya que las nuevas formas de resistencia y lucha contra la dominación del capital financiero sobre el Estado, así como la recreación de la idea de revolución (o reforma) son completamente diferentes a las de la era zarista. Y estas ideas se generan, hoy, no “dentro”, sino predominantemente “fuera” de los partidos. Las formas concretas de reproducción social, con los nuevos medios de dominación, transmisión de información, control de información, relaciones horizontales en red y la reducción creciente del proletariado clásico, son otras: la sociedad a la que se destina la acción de las organizaciones. las políticas es otra muy distinta, tanto más compleja como más difícil de cambiar en el sentido humanista y democrático.
Lo que frena la creatividad de los partidos de izquierda no es la “traición” o la “venta” de conciencias, en un momento en que cualquier asalto al Palacio de Invierno es una ficción. Esto puede ocurrir ocasionalmente, pero lo que frena -indistintamente- la capacidad de los partidos para renovarse es la incapacidad de su burocracia para “mirar hacia afuera”, “aprovechar lo que viene de afuera” -filosofía, ciencia, teoría política- de sus amplia gama de “partidarios sin partido”, que cuanto más cerca de la proletarización social, más alejados del “espíritu proletario” de la industria, sacrificados en el altar del “pejotismo”, la informalidad, la intermitencia y la tercerización. Nuestra dogmática de las cartas marcadas ya no resulta atractiva ni siquiera para nuestros militantes más recientes, que provienen de movimientos en redes horizontales o de movimientos sociales en los que los partidos tienen poca influencia.
Sugiero para ayudar a incrementar un debate sustantivo, la lectura del artículo de antonio martins, que muestra que “una nueva visión del dinero y el crédito” se está extendiendo por todo el mundo. Producida fuera de los debates partidistas, esta nueva visión teórica desmonta las teorías monetaristas neoliberales y prueba que el dinero –concebido como una relación política entre el Estado y la producción de bienes y servicios– es el instrumento decisivo, político y técnico –pero, sobre todo, político–. – del Estado Democrático, para refutar la barbarie neoliberal, como proponen Bernie Sanders y Ocasio-Cortez. ¿Tiene razón el escritor? No estoy en condiciones de responder, pero intuyo -con mis limitados conocimientos de economía y cierta experiencia política- que aportes como estos, que vienen del exterior, vienen de gente que piensa en el futuro de una manera más avanzada. que la mayoría de nuestros militantes e incluso cuadros, que todavía creen que los “límites” de las instancias de un partido son una protección contra el “mundo exterior inauténtico”. No la demarcación simpática de un espacio acogedor para la inteligencia universal.
* Tarso en ley fue Gobernador del Estado de Rio Grande do Sul, Alcalde de Porto Alegre, Ministro de Justicia, Ministro de Educación y Ministro de Relaciones Institucionales de Brasil.