Por Flávio Aguiar*
Una de las marcas centrales del estilo de (des)gobernanza de los actuales conquistadores del gobierno federal es el desprecio. Desprecio por todo: por el decoro de gobierno, por el buen gusto, por el buen portugués, por el decoro de la lengua, por la diplomacia, incluida la historia de la diplomacia brasileña, por el buen periodismo, por el medio ambiente, por nuestro litoral, por la selva amazónica, por la gastronomía, por el verano, por los derechos de los trabajadores, los ancianos, los niños, los quilombolas, los pueblos indígenas, las mujeres, la población LGBTI, por muchas, muchas cosas más, y por último, si bien no menos importante, por el mundo académico. Este último motivo de desacato ha sido objeto de una seguidilla de ataques por parte de los ministros que atienden al área y del propio presidente de la república, quien así quedó rebajado, reescrito con minúsculas.
Una de las últimas manifestaciones de este desprecio obligatorio y compulsivo (además de repulsivo) fue el nombramiento para presidir la Fundação Casa de Rui Barbosa de la periodista, guionista de televisión, escritora, reportera Letícia Dornelles. Con esa sanción, el ministro encargado, Osmar Terra, de la ciudadanía (ahora todo es así, con minúsculas), rechazó la indicación de los empleados de la Cámara, que era la investigadora Rachel Valença, que ya se había dedicado a ella durante más de 30 años.
La tradición dictaba que se nombrara a la persona designada por la Cámara. Pero la tradición, bueno, la tradición… La tradición también está para despreciarla. Y así se nombró a una persona para la casa (ahora así, con minúsculas) una persona cuyo mayor mérito para eso, a juzgar por declaraciones pasadas, presentes y tal vez futuras, es ser bolsonarista (ahora sí, con mayúscula, tal vez incluso letras mayúsculas grandes, BOLSONARISTA ) ardiente, además de un patrocinado por el diputado federal Pastor Marco Feliciano (apud artículo de Igor Gadelha https://www.oantagonista.com/brasil/feliciano-emplaca-ex-reporter-da-globo-no-governo/).
Leyendo las intersecciones de declaraciones y mensajes al respecto, sabemos que dicho nominado pidió no ser designado para ningún cargo en Brasilia, prefiriendo quedarse en Río de Janeiro. Por lo tanto, se encontró un puesto en Cidade Maravilhosa: la presidencia de la Fundación Casa de Rui Barbosa, que, además de ser una solución, es una rima. (“Querían encontrarme un trabajo en Brasilia. Entonces dije: 'no, déjame quedarme en Río'. La fundación fue lo que encontramos para poder ayudar” – O Globo, 27/10/2019).
Continuando con la investigación sobre este afán de “poder ayudar”, nos adentramos en el veloz mundo de Twitter, donde leemos, bajo el sello del nominado, una serie de BOLSONARICES (así, en capitular) de la mejor calaña. Uno de los más recientes deplora la “violencia” de las últimas manifestaciones populares en “Chile en llamas” y advierte: “Cuídate, Brasil”, en un evidente y patriótico llamado a evitar, en nuestra tierra, participar en manifestaciones callejeras tan peligrosas. .
Encontramos otra perla en el cumplido al vestido “rosa claro” de la primera dama “hermosa, jovial, encantadora”. También hay cierto desdén por el “tiempo de verano” en favor del “tiempo de Dios”. De hecho, es Dios en todas partes, sin economía. Ni siquiera queda fuera el petróleo de las playas, calificado no como un posible accidente, sino como “un ataque criminal a Brasil”. Dejo a los lectores que se pregunten quién podría ser este “criminal”.
Finalmente, en esas palabras, entre entrevistas y tuits, encontramos la declaración de un esfuerzo futuro por “acelerar las clases, que hoy son muy académicas”, seguida de su afirmación de que como buena “libriana” sabrá lidiar con la Estados de ánimo en la fundación de cara a su presidencia.
Para completar (y terminar) esta derrota (en el sentido antiguo de “viaje”) leemos esta profesión de fe: “No tengo maestría, pero también soy investigadora. No me estoy lanzando en paracaídas. Pasé por entrevistas, era casi un reality show”. Bueno, me quito el sombrero. De hecho, el nominado no está cayendo, sino subiendo en paracaídas.
Como dijo el difunto Millor Fernandes al final de algunas de sus diatribas, “tela rápida”.
*Flavio Aguiar es escritora, periodista, profesora de literatura brasileña en la USP