Bajo el yugo del nazi-imperialismo

Imagen: Paulinho Fluxuz
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Por ROBERTO BUENO*

El pueblo brasileño ha sido testigo, en diferentes momentos de la historia, del milagro repetido a favor de la élite, el milagro que el ilusionismo opera a su favor a través de la resignación de la masa de la población

“El péndulo conservador ha dejado de dar la hora. Todavía está en la torre de la iglesia. Pero todo el mundo sabe que da horas locas y desparejadas. La voz y el peso de las clases poseedoras, principalmente sus “élites gobernantes”, parecen estar intactos. Pero este es un mundo de apariencias, de fantasmas que circulan en el cementerio de la memoria” (Florestan Fernandes, 1986, p. 54).

La lucha por la afirmación de la independencia es una constante en la historia de los pueblos latinoamericanos. Desvinculados y enfrentados a las élites nacionales de sus respectivos países, en su mayoría de ascendencia extranjera, y sus intereses convergentes con los del imperio norteamericano, persiguen incansablemente y por las vías más tortuosas la afirmación de la soberanía popular y la soberanía nacional, confrontación vergonzosa dada la disparidad de fuerzas.

La portada de individuos de élite ocupa el puesto de delegados nativos del imperio en América Latina. Históricamente, desempeñaron el papel de intermediarios, capataces y estibadores bien pagados del envío de riquezas que se realizaba en el continente hacia el imperio, a costa y con total desprecio de la asignación de recursos para la protección básica de las condiciones de vida e incluso la existencia de la población. El desprecio por la vida humana de los conciudadanos nativos proviene de la autoimagen de los extranjeros en la tierra colonizada. Cayo Prado Jr. (2012, p. 24) recuerda que en el Brasil colonial “Ser dueño de una plantación de azúcar [...] es un título al que muchos aspiran porque trae consigo ser servido, obedecido y respetado por muchos”, siendo él mismo el individuo ajeno , distinto de aquél, supuestamente inferior significa, mientras que él, superior, tendría derecho a privilegios. El otro es res, el yo, lo noble. Entre las relaciones humanas, los valores del cristianismo se medían sólo entre iguales, de los que el pueblo estaba alejado.

La descendencia espiritual y material de los hacendados privilegiados se refleja en los componentes de la élite brasileña contemporánea. A diferencia de sus antepasados, este grupo perdió la aspiración de señorío, refugiándose ardientemente en el deseo de convertirse en meros veedores mal pagados de intereses ajenos, estrictos ejecutores de las órdenes emanadas de las oficinas del imperio norteamericano y las oficinas comerciales de sus transnacionales que llevan sus intereses económicos y geopolíticos. Este es el perfil de la élite latinoamericana que, en relación con su pueblo, juega un papel de continua traición y, por tanto, no podía ser otra consecuencia que la notable distancia entre la élite y el pueblo, tal como la percibe Celso Furtado.

La inversión de este cuadro de dominación histórica presupone la afirmación de una soberanía popular y nacional jamás asumida del todo y sin todas sus consecuencias por los pueblos latinoamericanos. Hacerlo presupone una voluntad de confrontar sus estructuras estatales colonizadas y coordinadas según intereses ajenos a los de la población, como la adopción de políticas que alienten la hiperconcentración de ingresos en manos de los mismos detentadores del poder político absoluto. El paulatino desarrollo nacional a lo largo de la historia alternó períodos de mayor y menor intensidad, atravesando diversas crisis, manteniendo en todo caso una constante, a saber, que el privilegio de las ganancias económicas del desarrollo permanecía bajo el estricto control y beneficio de las élites, mientras que las pérdidas y las pérdidas se distribuyeron entre la población general.

Este proceso de construcción social y política del Estado refleja la formación brasileña, cuyo desarrollo no ha sufrido un quiebre desde la época colonial, pues cuando surgieron circunstancias conflictivas, la pacificación y la superación se disfrazaron de transformaciones. Un juego de apariencias coordinado por las élites para dar una nueva apariencia a lo que siempre ha sido viejo, similar al mantenimiento de los privilegios de la clase comercial portuguesa en el período colonial brasileño, que Caio Prado Jr. (2012, p. 39) reconoció que prosperó “a la sombra de la política comercial opresiva de la metrópoli, convirtiéndose así en oponentes naturales de las demás clases de la colonia”. Sigue la élite nacional articulada con fuerzas extranjeras para imponer el orden público, legislativo y coercitivo, contra la masa popular.

El grado de confrontación entre la élite y la masa de la población estaba culturalmente enmascarado por estructuras culturales y de poder debidamente mediatizadas y ocultadas por la conexión entre política y economía expresada por los medios corporativos. En ausencia de ruptura, hubo espacio y lugar para la continuidad en el proceso de retraso del desarrollo humano identificado por Furtado (1999, p. 34) como tal en su dimensión histórica al señalar cuán negativas fueron las consecuencias de la retracción en términos de bienestar de la masa de la población, escenario contradicho a la luz del día por el inaceptable alto consumo, favores y privilegios de todo tipo que disfruta la élite que en el sistema capitalista opera al límite de provocar la muerte de los población ante el despojo, y que en un momento de crisis que moviliza el fascismo a su favor, finalmente traspasa esa frontera para imponer el genocidio.

Durante el siglo XVIII, la colonia brasileña mantuvo una estrecha conexión con el proceso de centralización del poder en la metrópolis portuguesa, privando a las cámaras legislativas brasileñas de toda competencia y vestigio de poder y, con ello, restringiendo el espacio de los propietarios (cf. PRADO Jr., 2012, p. 31). El hecho de esa concentración de poderes en la metrópolis imperial proyecta una demanda de agentes ejecutivos en el territorio colonial, posibilitadores de sus intereses, que en el caso de la sociedad brasileña tuvo el efecto de ser conducida a tolerar niveles extremos de desigualdad. Este es el modelo capitalista neocolonial que Florestan Fernandes (2015, p. 107) identifica en una condición paralela al capitalismo dependiente en cuanto a la exigencia del reparto desigual de la riqueza en grado extremo, al punto que, en diálogo abierto con Frantz Fannon, admiten que se trata de una reconversión del “desheredado de la tierra en un nuevo paria social”. Entre estos últimos, la miseria es radical y corre a la par de una riqueza inigualable, fenómeno de concentración ya señalado por Furtado (1999, p. 32) como un desafío central para las reformas estructurales que deben llevarse a cabo porque se encuentra en el “raíz de las malformaciones sociales que se observan en Brasil”. Estas reformas estructurales siempre fueron objeto de ataques muy duros por parte de la élite y no pudieron ser implementadas y cuando se llevaron a cabo superficialmente, la élite inmediatamente trató de imponer el revés, como fue el caso del Gobierno de João Goulart, en el que el propio Furtado se desempeñó como Ministro de Planificación (1962-1963), y el último Gobierno de Dilma Rousseff.

La mencionada malformación tiene sus raíces en la historia nacional es historia, herida extensa y profunda. Es un obstáculo constante e insuperable que obstaculiza cuando no hace inviable el desarrollo nacional. Una condición indispensable para el enfrentamiento exitoso de la malformación identificada por Furtado y la creación de una sociedad con pretensiones de aliar los avances democráticos a la estabilidad y permanencia de esta reforma estructural en los ámbitos político, socioeconómico e institucional, tiene en su horizonte la consolidación de la democracia social y económica. Como sugiere Borón (2001, p. 191), un proyecto de este tipo no tiene un horizonte factible y “no puede sostenerse en sociedades marcadas por la desigualdad y la exclusión social”, lo que converge con el análisis socioeconómico de Florestan Fernandes (2015, p. 107) que “la exclusión económica parcial o total corresponde a la exclusión de todos los derechos y garantías sociales propias de la sociedad burguesa”. Bajo este escenario diseñado por Florestan Fernandes, la ausencia de una reforma estructural básica y la reconfiguración del escenario económico que institucionalice parámetros básicos de equidad y justicia social queda como consecuencia ineludible de hacer inviable cualquier pretensión democrática.

El mantenimiento de vías oclusivas a las reformas es una realidad ligada al interés imperialista en la recolonización de Brasil. Sus bases residen en otra metrópolis atlántica, escenario que impone a Brasil el mismo dilema que antes, a saber, la incompatibilidad del desarrollo nacional con los intereses y dominio positivo ejercidos por el poder imperial. En cuanto al dilema del desarrollo nacional, Furtado (1999, p. 60) advirtió que “La lucha contra el subdesarrollo es un proceso de construcción de estructuras, por tanto, implica la existencia de una voluntad política guiada por un proyecto”, voluntad claramente existente en el Gobierno de Goulart al que sirvió. Entonces, como hoy, aunque en condiciones diferentes a nivel político interno, el escenario nazi-imperialista sigue imponiendo con virulencia y voracidad la fuerza bruta que obstaculiza el proyecto de desarrollo nacional. El imperio reemplazó sus métodos brutales de dominación y expropiación de riquezas por un crudo imperialismo nazi, cuyo enfoque humano es compatible con prácticas genocidas. La oposición radical del imperio moviliza agentes intervinientes en los órganos de los estados nacionales, socavando tanto el proceso de construcción de la voluntad política como interdiciendo la construcción de estas estructuras que son objeto de reformas identificadas como esenciales por Furtado.

La realización de la ambición de la implementación del control total y la recolonización de América Latina por parte del nazi-imperialismo norteamericano tiene una densidad mucho mayor que la impuesta por los colonizadores ibéricos originales, cuya característica, según Prado Jr. (2012, p. 29), fue que “Todo el que se pega[se]m en tus tierras cede[risas]m, a cambio de la tierra que cultivan para su sustento y la protección que el señor les otorga contra otros jefes del sertão o la misma Justicia, prácticamente, toda la libertad”. El imperio supera a este perfil colonizador ibérico en su capacidad de imponer el mal en la medida en que ni siquiera tiene por finalidad la aplicación de la justicia, ni la garantía de la libertad o la tierra indispensable de donde extraer los alimentos, sino que interviene en lo más elemental. , el Derecho a la vida. Esta es la agenda política que refuerza la exclusión absoluta y confirma el proceso necropolítico, que se abre camino facilitado por el hecho de la apatía provocada por la intensidad de la exclusión que sufre la masa de la población, apartando de su ángulo directo de observación y , en consecuencia, la movilización de fuerzas para hacer frente a su dominador.

La lógica del poder nazi-imperial prohíbe, por definición, y de manera completa e irrefutable, la implementación de la gramática de los derechos y su efectividad en el plano material. Derechos como la educación y la salud, la seguridad social y la seguridad, así como otras materias conexas en el ámbito político y económico, no pueden trascender el plano de la mera formalidad que suele recibir los proyectos constitucionales latinoamericanos y que opera como un elemento suavizante del impacto material. con que la vida discurre a la masa de la población. Bajo la cultura nazi-imperial norteamericana, las riquezas latinoamericanas no pueden traducirse en beneficios públicos a través de la acción del Estado, pero esto debe minimizarse al máximo, abriendo espacio para la venta de estos servicios a la población por parte de los grandes conglomerados transnacionales o sus aliados umbilicales. Según Atílio Borón (2001, p. 256-257), se trata de sustituir derechos por bienes que pueden ser adquiridos en el mercado, negociados según el valor que imponen los grandes conglomerados transnacionales y la élite controladora de la vida nacional, y bajo tanta presión e intensidad es que el cuestionamiento de Darcy Ribeiro (1968, p. 217) es actual, a saber, si el “El condicionamiento cada vez más opresivo de los entornos culturales no puede poner en peligro la propia supervivencia humana.”. La respuesta positiva es evidente estos días, pero en ningún caso hace retroceder a las fuerzas nazi-imperialistas que dan curso al proceso de maximizar la concentración de riquezas y liquidar vidas.

Bajo la égida nazi-imperialista, no existen derechos humanos estructuralmente garantizados a la sociedad, si no son clasificados como meros bienes y productos libremente adquiridos en el mercado, siempre bajo la condición de que cada uno tenga su equivalente en especie. La pobreza en América Latina no es una casualidad, sino un proyecto, es una de las alas del negocio capitalista imperial nazi. El lenguaje de derechos propio de una sociedad democrática es disfuncional para la lógica nazi-imperialista de expropiación total de todas las riquezas de los territorios colonizados y minimización de la población para que sus demandas también sean disminuidas y dejen de consumir las riquezas que deben ser enviadas. a la metrópolis.

La inminencia de los riesgos para tal proyecto de poder y extracción de riqueza pronto es enfrentada por el nazi-imperialismo con una sola respuesta: golpes de Estado. Este movimiento ha adquirido distintas formas históricas, desde la cooptación y chantaje de figuras centrales en los territorios coloniales hasta el uso abierto del ejército y la fuerza, hasta más recientemente la combinación de ambos elementos anteriores con la extremadamente sofisticada tecnología digital a disposición de los sectores. de inteligencia nazi-imperialista. Este propósito de poder es incompatible con el desarrollo regional, especialmente en países con alto potencial de crecimiento y adquisición de una nueva posición geopolítica como Brasil, dependiente de la asunción del poder por fuerzas políticas nacionalistas-populares. De paso, recuerda Octavio Ianni (2019, p. 70) que “Ante la posibilidad de formar un gobierno de base popular, o la posibilidad de estallidos revolucionarios, con base obrera y campesina, las fuerzas más reaccionarias del país, aliadas con el imperialismo, organizó y ejecutó el golpe”, y no se trata de una respuesta puntual, sino de una sucesión histórica de golpes de Estado en América Latina y Centroamérica auspiciada por EE.UU., demostrando que los intereses del desarrollo regional son irreconciliables antípodas con los intereses económicos del imperialismo nazi-estadounidense.

Aun cuando los mandatos políticos centrales están en manos de segmentos políticos vinculados a la realización de las aspiraciones populares, encontramos que el ejercicio del poder no lo está y, por otro lado, se mantienen los obstáculos al acceso popular y su influencia en el núcleo duro. de las instituciones que realmente deciden o condicionan a quienes deciden. Al respecto, cabe preguntarse a Borón (2001, p. 194) “¿En qué medida puede considerarse democrático un Estado que presenta tal desigualdad en el ejercicio de los derechos políticos?”. Podemos agregar, ¿hasta qué punto una sociedad puede calificarse de democrática o pretender tener bases suficientes para aspirar a tanto cuando el nivel de desigualdad de acceso a las condiciones básicas de vida entre las clases sociales está marcado por la diferencia oceánica? ¿Podríamos clasificar como democráticas las instituciones de la sociedad en las que la distribución del acceso y la injerencia en el poder es mínima, si no nula? Este modelo altamente deficitario siempre se impuso de arriba hacia abajo en la sociedad brasileña, y nunca se construyó de abajo hacia arriba, lo que hace extremadamente actual el análisis de Florestan Fernandes (1986, p. 36-37) de que “Los de arriba siempre han dictado lo que tipo de democracia convenía a la sociedad brasileña”, siendo esta una falsa descripción de la “democracia” mantenida a través del aparato de reproducción cultural controlado por la élite.

Este escenario de desconexión de la masa de la población de los instrumentos de poder que reflejan la soberanía hace viable el proyecto de dominio nazi-imperial en los territorios coloniales. Tal distanciamiento compone el marco de efectividad del control político y también cultural de los territorios coloniales, movimiento realizado a través de la afirmación de la superioridad de la cultura de la metrópoli sobre la autóctona al cooptar a las élites para fomentar el desprecio por lo nacional. referencias culturales. Hipnotizada por valores y principios supuestamente elevados y superiores a los de los nativos, la élite colonizada imaginó los modales, modas y costumbres europeas como la actual emula a las norteamericanas. Como observa Furtado (1999, p. 65), “Despreciados por las élites, los valores de la cultura popular proceden a su fusión con considerable autonomía frente a la cultura de las clases dominantes”, y permanecen vivos y palpitantes bajo cualquier ataque porque poseen el ímpetu de originalidad del que carecen otros valores y culturas emulados.

Bajo este escenario de confrontación de clases en el que se esgrimía el factor cultural como un eficaz muro de separación entre ambas, Furtado (1999, p. 64) interpreta que “El pueblo quedó reducido a un referente negativo, símbolo de atraso, atribuyéndole sentido a anulando su patrimonio cultural no europeo y negando su creatividad artística”. La reversión de este proceso de dominación tiene como imperativo la imposición de un choque popular contra la densa niebla y la incesante succión de riquezas perpetrada por el nazi-imperialismo. No hay otra forma eficaz de responder a este proceso sino a través de la movilización de masas, entendiendo un fenómeno como el popularismo, evitando la gramática contaminada del populismo al que se le ha insertado un sentido peyorativo.

Florestan Fernandes (2015, p. 106) notó la evolución brasileña desde su período formativo colonial, permeada por “una fuerte tendencia histórica hacia la degradación del trabajo y del trabajador”, algo que no sufrió una solución de continuidad histórica en la medida en que lo hizo el popularismo. no encontró su canal de expresión. El aplastamiento de lo humano fue una característica notable que impidió la evolución cualitativa-inclusiva del modelo social aspirado por los segmentos democrático-populares, interpretación a la que converge la crítica de Florestan Fernandes (1986 p. 59) de que “la democracia ligada a lo económico opresión, el ámbito social y político debe dar paso a la democracia, que está ligada a la emancipación civil de los oprimidos ya la autonomía de los proletarios”.

En una sociedad articulada bajo una profunda condición de expropiación según el proyecto nazi-imperialista norteamericano, se hace notable la actualidad del cuestionamiento de Borón (2001, p. 192), a saber, “Cómo alardear de estos supuestos “éxitos” económicos cuando, para lograrlos, ¿era necesario construir sociedades cada vez más injustas y desiguales, con los pobres pagando con sus vidas los costos de tales experiencias?”. El único sector que puede expresar receptividad y traducirlo como “éxitos económicos“Cualquier índice positivo obtenido bajo dolor y sufrimiento masivo es un texto que sólo pueden escribir y publicar sectores absolutamente vinculados y subordinados a la consecución de los intereses del nazi-imperialismo en sus colonias.

La superación de esta realidad de aplastamiento de las sociedades latinoamericanas apunta al escenario humano deseado por Darcy Ribeiro (1968, p. 217) al preconizar el estímulo de “su capacidad creadora y hacer de la persona humana la norma y el fin del proceso de humanización”. Este camino señalado por el nacionalismo genuino de Darcy Ribeiro presupone la descolonización de Brasil devolviéndolo a sus raíces. Este es el imperativo impuesto por la ambición de afirmar la soberanía popular y nacional, y para eso es imperativo desestado Brasil, su economía y sus instituciones, camino pavimentado por la adopción del mismo proceso aplicado a las mentes.

El primer obstáculo encontrado para la exitosa empresa de afirmar la soberanía popular y nacional se encuentra en la élite nacional. Cuando surgió la democracia constitucional después de la dictadura militar brasileña, Florestan Fernandes llamó la atención sobre la importancia de la resistencia basada en la movilización popular. Se trataba de hacer uso del único instrumento eficaz para revertir el orden antidemocrático arraigado durante décadas de régimen dictatorial-militar, y la tarea, entonces tan urgente como hoy, estaba expresada por la fina gramática de Florestan Fernandes ( 1986, p. 33) al advertir que “Nos corresponde a nosotros evitar que el pasado se prolongue y reproduzca en el presente y hacer del futuro una reproducción ampliada (y renovada) del pasado, es decir, nos corresponde extinguir una forma de barbarie que debería haber desaparecido con la esclavitud o con la Primera República”. El enorme y urgente desafío no fue superado. En ese período de la historia, la ruptura con el pasado no se llevó a cabo, ni siquiera con sus heridas más odiosas, manteniendo viva la llama del oprobio de la tortura así como la nostalgia del ethos esclavista, traducida en el desprecio de las libertades y de las personas. , colectivos y derechos humanos de las relaciones laborales.

La superación del orden nazi-imperialista basado en el control total impone la afirmación del principio de solidaridad superando al principio de mercado, el principio de distributividad reemplazando al principio de concentración, el principio social en detrimento del principio de destrucción, en fin, el humanismo atemperado por la econo- democracia popular en detrimento del nazifascismo genocida. El totalitarismo nazi-imperialista hace explícita la visión de otro que puro res, mientras que en el eu reside todo lo que se supone noble y, por tanto, digno de todos los privilegios. Siendo la masa popular conjugada como la otro por la élite nacional y la oligarquía transnacional, como despreciables y descartables res, bajo este camino se pavimentó el ataque histórico y la defenestración objetiva del ideal de reestructuración económica y sociopolítica en Brasil basada en la justicia social y la equidad. Esta interdicción histórica hizo posible los términos de la recolonización de Brasil por las fuerzas del nazi-imperialismo.

El pueblo brasileño ha sido testigo, en diferentes momentos de la historia, del repetido milagro a favor de las élites, el milagro que el ilusionismo opera a su favor a través de la resignación de la masa de la población. Como cuando comienza el juego y el cilindro se desliza por la superficie lisa de la rueda de la ruleta, lo único que se sabe es la incertidumbre del desenlace, y así en la política, donde ningún movimiento es seguro ni eterno, aun cuando el terror y el genocidio sean sus intermedios. resultados, porque ni sus efectos ni su poder son imperecederos.

*Roberto Bueno es profesor de filosofía del derecho en la Universidad Federal de Uberlândia (UFU).

 

Referencias


BENAVIDES, Lourdes; CAVERO, Teresa. Cifrados de lasinaceptables delhambre. Claves de la Razón Práctica. En el. 231, noviembre-diciembre, p. 40-51, 2013.

BORON, Atilio. Búho de Minerva. Mercado versus democracia en el capitalismo contemporáneo. Petrópolis, RJ: Voces, 2001.

FERNANDES, Florestán. Nueva república. Río de Janeiro: Jorge Zahar Editor, 1986.

_______.Poder y contrapoder en América Latina. 2ª ed. São Paulo: Expresión Popular, 2015.

FURTADO, Celso. el largo amanecer. Río de Janeiro: Paz e Terra, 1999.

IANNI, Octavio. La dictadura del gran proletariado. São Paulo: Expresión Popular, 2019.

PRADO Jr., Caio. Evolución política de Brasil y otros estudios. Sao Paulo: Cía. de Letras, 2012.

RIBEIRO, Darcy. El proceso de civilización. Río de Janeiro: Civilização Brasileira, 1968.

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