por LEONARDO BOFF
Un árbol que se dobla pero no se rompe
En el año 2023 ocurrieron hechos que nos persiguen y nos obligan a pensar: hubo un fallido intento de golpe de estado en Brasil, dos eventos extremos aterradores: grandes inundaciones en el Sur y sequías devastadoras en el Norte, seguidas de inmensos incendios. Todo indica que esta situación se repetirá con frecuencia.
A nivel internacional, la prolongación de la guerra Rusia-Ucrania, el ataque terrorista de la facción militar Hamás en la Franja de Gaza, que provocó un revés muy violento por parte del gobierno de extrema derecha israelí y sus aliados sobre toda la población. de la Franja de Gaza, con un sesgo de genocidio. Y el más grave con el apoyo irrestricto del presidente católico Joe Biden.
Quizás un hecho que no se puede ignorar en absoluto es la “Sobrecarga Terrestre” (El sobregiro de la tierra), anunciado por la ONU a finales de agosto. Es decir, todos aquellos bienes y servicios naturales que la Tierra ofrece para la continuidad de la vida han llegado a su límite. Necesitamos más de una Tierra y media para satisfacer el consumo humano, pero especialmente en los países ricos y consumistas. Como está viva, la Tierra reacciona a su manera, enviándonos más enfermedades virales, más eventos extremos y calentándose cada vez más.
Este último hecho tiene consecuencias impredecibles, ya que hemos superado el punto crítico. El año 2023 fue el más caluroso en miles de años. La ciencia y la tecnología sólo nos ayudan a prevenir y mitigar los efectos nocivos, pero ya no pueden evitarlos. Este cambio climático es responsabilidad de los países industrialistas y consumistas y de muy pocos de la gran mayoría pobre del mundo. Por tanto, se trata de un grave problema ético.
También existe el riesgo de un conflicto nuclear, ya que Estados Unidos no renuncia a ser el único polo que controla todos los espacios del planeta, no aceptando la multipolaridad. Si se produce esta guerra nuclear generalizada, será el fin de la especie humana y de gran parte de la biosfera. Algunos analistas piensan que será inevitable; Sucederá, no sabemos cuándo ni cómo, pero las condiciones ya están dadas.
Además, es importante reconocer que estamos en el punto álgido de la crisis en la forma de habitar el planeta (devastándolo) y de organizar sociedades, en las que reinan injusticias inhumanas. El Papa Francisco nos ha advertido innumerables veces: tenemos que cambiar, de lo contrario, con todos en el mismo barco, nadie se salvará.
Estos escenarios oscuros han llevado a muchas personas en la humanidad al desamparo y a la conciencia del fracaso de la especie humana, particularmente con el declive total del sentido ético y humanista que nos permite presenciar, abiertamente y a la vista de todos, el exterminio. de un pueblo En la Franja de Gaza, principalmente, miles de niños fueron asesinados bajo los ininterrumpidos bombardeos de las fuerzas de guerra israelíes.
Son muchos los que se preguntan: ¿merecemos todavía estar sobre la faz de la Tierra cuando la hemos diezmado sistemáticamente y violado sin escrúpulos a sus hijos e hijas humanos y a los organismos naturales que nos sustentan? ¿O no es este el presagio de nuestro fin como especie? Vale recordar que estamos entrando en los últimos momentos de un largo proceso de evolución, dotado de una gran agresividad. ¿Hemos entrado a destruir trágicamente nuestro mundo?
En este contexto, las grandes utopías callan. La razón moderna demostró ser irracional al construir el principio de autodestrucción. Las propias religiones, fuentes naturales de significado, participan en la crisis de nuestro paradigma civilizatorio y, en muchas de ellas, prevalece el fundamentalismo violento.
¿A qué aferrarse? El espíritu humano rechaza lo absurdo y busca siempre un sentido que haga agradable la vida. Sólo nos queda un apoyo: la esperanza. Ella es como un árbol: se dobla, pero no se rompe. Como se nos ha demostrado antropológicamente, la esperanza es más que una virtud junto a las demás. Representa, sin importar el espacio y el tiempo histórico, ese motor interior que constantemente nos hace proyectar sueños de días mejores, utopías viables, caminos aún no transitados que podrían significar una salida a otro tipo de mundo.
É atribuída a Santo Agostinho, o maior gênio intelectual e cristão do Ocidente, africano do século V da era cristã, a seguinte afirmação que nos poderá, eventualmente, alentar: “Todo ser humano é habitado por três virtudes: a fé, o amor e la esperanza. El sabio dice: si perdemos la fe, no morimos. Si fallamos en el amor, siempre podremos encontrar a otro. Lo que no podemos hacer es perder la esperanza. Porque la alternativa a la esperanza es el suicidio por falta absoluta de sentido de la vida”.
Sin embargo, la esperanza tiene dos hermosas hermanas: la indignación y el coraje. Mediante la indignación rechazamos todo lo que nos parece malo y perverso. Con valentía, empleamos todas nuestras fuerzas para cambiar lo malo en bueno y lo malo en beneficioso.
No nos queda otra alternativa que enamorarnos de estas dos hermosas hermanas de la esperanza: indignarnos y rechazar con firmeza este tipo de mundo que impone tanto sufrimiento a la Madre Tierra, a toda la humanidad y a la naturaleza. Si no podemos superarlo, al menos resistirlo, desenmascararle su inhumanidad. Y tener el coraje de abrir caminos, sufrir el nacimiento de algo nuevo y alternativo. Y creer que la vida tiene sentido y a nosotros nos corresponde escribir la última página de nuestra peregrinación en esta Tierra.
*Leonardo Boff es ecologista, filósofo y escritor. Autor, entre otros libros, de habitar la tierra (Vozes) (https://amzn.to/45gjjKP).
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