situaciones yo

Wassily Kandinsky, Líneas que se cruzan, 1923.
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por CRISTINA DINIZ MENDONÇA*

Comentario al libro de Jean-Paul Sartre

“En la sociedad capitalista los hombres no tienen vida: sólo tienen destinos” (Sartre, situaciones yo, P. 40).

“Todo lo que vemos, todo lo que vivimos nos incita a decir: 'Esto no puede durar'” (Sartre, situaciones yo, P. 100).

Una buena periodización de la cultura francesa contemporánea no podía dejar de marcar el momento de ruptura radical expresado en este volumen inaugural de situaciones, a disposición del lector brasileño en la bella traducción de Cristina Prado. El ensayo sobre Faulkner que abre la colección ya no deja ninguna duda de que estamos ante la zona cero, donde el final de un proceso de liquidación de un género de la educación (pulverizado junto con el mundo del que es inseparable) coincide con el inicio de un nuevo ciclo histórico-cultural.

Un pasaje de este ensayo inicial, escrito poco antes de la Segunda Guerra Mundial en 1938, expone las condiciones en las que se estableció la zona cero: "El humanismo de Faulkner es ciertamente el único aceptable: odia nuestras conciencias bien equilibradas, nuestras conciencias parlanchinas de ingenieros. ”.[i] Este primer esbozo de la figura del humanismo en Sartre, que ya aparece empapado de negatividad, es decir, como un rechazo de “nuestras bien acomodadas conciencias”, presupone nada más y nada menos que el trabajo emprendido por el Autor desde el principio. de la década de 1930, la demolición de los cimientos del humanismo oficial que sustentaba el edificio ideológico de la sociedad francesa de entreguerras.

La gran expresión literaria de este rechazo, el personaje de Roquentin en la novela las náuseas, se constituye precisamente en la lucha contra todas las ignominias sociales y culturales de la Tercera República francesa, odiada... hasta la náusea (como también lo fue Ferdinand Bardamu, el célebre personaje de Céline en Viaje al fin de la noche). El registro que caracteriza el pensamiento del primer Sartre es, por tanto, el de la transgresión. Más precisamente, la transgresión de los códigos culturales de la establecimiento académico francés.

Por supuesto, una negatividad tan explosiva no podría haber estallado en la escena intelectual francesa como un meteorito. Formado dentro de una cultura universitaria más tradicional, Sartre no estaba predestinado a ser izquierda en la vida intelectual. Su “lenguaje de la negatividad” pudo estallar porque una gran crisis histórica abrió grietas en los cimientos de la cultura tradicional francesa. Esta base sólo colapsará por completo con la Guerra, la Ocupación y la Resistencia, pero ya en la coyuntura de radicalización política que precede a la artillería pesada de nuestra antiguanormalidad había encontrado terreno propicio para sacudirla irremediablemente.

Ante el cataclismo histórico, dirá Sartre más adelante, “el sobrevuelo de nuestros antecesores”, que rezaban por el cuadernillo “Primacía de lo Espiritual”, se había vuelto imposible.[ii] (De ahí el significado y la función del redescubrimiento de Kafka en una Francia al borde del colapso, sobre todo si pensamos que sus novelas son, como observó Adorno, “la respuesta anticipada a la constitución de un mundo donde toda actitud contemplativa se ha convertido en un sarcasmo escandaloso”. , porque la amenaza permanente de catástrofe ya no permite que nadie sea un espectador neutral”).[iii]

Así, para la generación de Sartre se impone la consigna lanzada por Jean Wahl en 1932: “Hacia lo concreto”. Pero ¿con qué instrumentos? No quedó piedra sin remover en el edificio de la cultura tradicional francesa. Había que reinventarlo todo. El primer paso fue llamar a la puerta de otra persona. Caído del cielo de las ideas llamadas eternas (pero que eran tan antiguas como la Tercera República) hacia la tierra, Sartre aún tuvo que recorrer tantas otras distancias en busca de instrumentos teóricos que le ayudaran a comprender el tiempo presente.

Comienza entonces el ciclo de los “viajes de descubrimiento” (para usar la expresión con la que Hegel definió el Fenomenología del Espíritu), que lleva al Autor a cruzar el Rin (en sentido inverso al recorrido por la filosofía clásica alemana más de un siglo antes) e incluso el Atlántico, encontrando los clásicos de la novela social americana. Es el resultado de estos “viajes” lo que se va decantando en los ensayos de situaciones yo. Escritos entre 1933 y 1945, estos ensayos nacieron bajo el signo de la “modernidad” (no por casualidad, el primer humanismo “aceptado” por Sartre es, como hemos visto, el de Faulkner). ¿Que significa eso?

Desde un punto de vista filosófico, la “modernidad” se hizo posible para Sartre con el “descubrimiento” de la fenomenología alemana (el paso complementario será el redescubrimiento de Hegel, vía Kojève) – lo cual está magistralmente expuesto en el famoso ensayo sobre Husserl que integra situaciones yo. La “modernidad” filosófica significa aquí una ruptura con la filosofía moderna en el sentido kantiano, es decir, la teoría del conocimiento, hegemónica en la universidad francesa (“la filosofía francesa que nos formó no sabe casi nada más que epistemología”[iv]).

Esta ruptura es, a los ojos de Sartre, la condición esencial para el florecimiento de una filosofía concreta, vislumbrada por primera vez en Husserl, quien “nunca se cansa de decir que las cosas no pueden disolverse en la conciencia”.[V] (Tendremos que esperar un poco más para que Sartre finalmente descubra, a través de un Heidegger con el signo equivocado, que la filosofía husserliana no podría conducir a la verdadera concreción.) En este ensayo sobre Husserl, el logro de Sartre es doble. Por un lado, en una última y poco ceremoniosa despedida de la época en la que prevalecía lo Espiritual, el Autor disecciona el cadáver de esa ideología que había alimentado a la élite intelectual de la Tercera República, antes de arrojarle la última pala de cal.

Por otra parte, al celebrar la “liberación”, vía Husserl, de burguesía de la “vida interior” que aprisionaba el pensamiento francés, Sartre ya está, al mismo tiempo, logrando otra hazaña, esta vez un giro espectacular: convertir la tranquila fenomenología alemana en un activismo filosófico radical “hacia lo concreto”, como atestigua el palabras con las que cierra el ensayo: “Husserl reinstaló el horror y el encanto en las cosas. (...) No es en quién sabe qué retiro nos descubriremos: es en el camino, en la ciudad, en medio de la multitud, cosa entre cosas, hombre entre hombres”.[VI]

Lo que Sartre anticipa, en este ensayo escrito en 1933-1934 y publicado en 1939, es el final de un largo “viaje a las profundidades de la noche”. Así, se abre el camino para la deslumbrante entrada en escena de El ser y la nada, la gran expresión teórica de la Edad Moderna. Cuando leemos en este Ensayo sobre ontología fenomenológica – “debemos partir de cierto realismo”,[Vii] ya podremos identificar los términos de este “realismo”: una filosofía no contemplativa; una filosofía que, en lugar de una mera cadena de conceptos, sea capaz de aprehender la experiencia viva. En el artículo sobre Bataille, escrito poco después El ser y la nada, que también incluye situaciones yo, Sartre observa: “El error de Bataille está en creer que la filosofía moderna ha permanecido contemplativa. Visiblemente malinterpretó a Heidegger”.[Viii]

El otro aspecto de este descubrimiento de la “modernidad” filosófica es el descubrimiento de la “modernidad” literaria –además de Kafka, los clásicos de la novela social americana, particularmente Faulkner y Dos Passos, a los que dedica tres de sus ensayos. situaciones yo. Pero, al igual que los materiales filosóficos traídos del otro lado del Rin, los materiales literarios que Sartre trajo de América también sufrieron una verdadera mutación en el viaje de regreso. Tanto más cuanto que al final todos estos materiales se mezclarán entre sí, y el reciclaje de la fenomenología alemana estará guiado por modelos narrativos de ultramar –de ahí la mezcla de Heidegger y novelistas norteamericanos presente en varios ensayos de esta colección, y que ser uno de los pilares de la estructura de El ser y la nada.

Esta inmensa argamasa de material filosófico-literario incluye también, en su base, material histórico. Al enfatizar, por ejemplo, el “fenómeno de la disolución del tiempo” en la novela americana, en uno de los ensayos de situaciones yo, "Acerca de El sonido y la furia: la temporalidad en Faulkner”, Sartre es también diagnosticar la “disolución” de un certo tiempo histórico. Al final de este ensayo, escrito en vísperas de la guerra, en junio de 1939, leemos: “¿Cómo se explica que Faulkner y tantos otros autores hayan optado por este absurdo tan poco novelesco y tan poco verdadero? Creo que debemos buscar la razón de esto en las condiciones sociales de nuestra vida actual. (…) Todo lo que vemos, todo lo que experimentamos nos impulsa a decir: 'Esto no puede durar', y sin embargo, el cambio no es ni siquiera concebible, excepto en forma de cataclismo. (...) Faulkner emplea su extraordinario arte para describir este mundo que muere de vejez y nuestra asfixia”.[Ex]

Enmarcando una novela que floreció en otro continente en el ángulo agudo (muy agudo, por cierto) de la vida nacional, el ensayo de Sartre acaba reconstruyendo el movimiento de su propio presente político, dándole forma narrativa. Una narrativa que expone la necesidad histórica de la muerte por “vejez” en un mundo determinado y, al hacerlo, anticipa las profundas transformaciones sociales de la época. Esta estilización coyuntural de un clásico del modernismo estadounidense, reinterpretado a partir de las revelaciones de un momento de catástrofe nacional, también se siente vívidamente en el ensayo sobre Dos Passos. Pero aquí hay mucho más que una estilización coyuntural: lo que vemos reflejado en el espejo que Sartre coloca frente a Dos Passos es ya la esencia del pensamiento de Sartre.

Vale la pena señalar los términos del elogio de Sartre a Dos Passos: “Su arte no es gratuito” – “se trata de mostrarnos este mundo aquí, el nuestro. En enséñalo solamente, sin explicaciones ni comentarios. (…) Ahora bien, al describir estas conocidas apariencias, con las que todos se acomodan, Dos Passos las vuelve insoportables. Escandaliza a quien nunca se ha indignado, asombra a quien nada le asombra”.[X] La técnica de Dos Passos pretende, “muy conscientemente”, “llevarnos a la rebelión”: “Cerremos los ojos e intentemos recordar nuestras propias vidas, intentemos recordarlas tan: nos asfixiaremos. Es esta asfixia impotente la que Dos Passos quiere expresar. En la sociedad capitalista los hombres no tienen vida: sólo tienen destinos. Esto nunca lo dice, pero siempre nos hace sentir; insiste, discretamente, con prudencia, hasta hacernos querer romper con nuestros destinos. Aquí estamos, sublevados: tu objetivo ha sido logrado. Rebelde detrás del espejo. Porque no es lo que el rebelde de este mundo quiere cambiar aquí: quiere cambiar la condición presentar de los hombres, la que se hace en el día a día”.[Xi]

Pero este no es el punto de vista de Sartre. participación. ¿Qué vemos prefigurado allí? Esta conciencia impulsada por la acción negadora de lo existente, que nuestro autor ve encarnada en las novelas de Dos Passos, antes de ser reelaborada a través de Kojève, recibiría más tarde, con motivo de su bautismo político, el nombre de Intelectual. En efecto, ¿qué es un intelectual en opinión de Sartre sino alguien capaz de enojar a “aquellos que nunca se indignaron”? También hay que señalar, al elogiar a Dos Passos, el énfasis en la revuelta, en la que ya se puede ver a Sartre sesenta y ocho de Por una razón de ser rebelde.

Y el énfasis en la posibilidad de “romper con nuestros destinos”, es decir, con “la condición presentar de los hombres” – la “sociedad capitalista”, en la que la “vida” se convierte en “destino”. Aquí está el punto de fuga donde convergen la “modernidad” filosófica y literaria redescubierta por Sartre. Con las puertas y ventanas abiertas al mundo, después de la ruptura con la filosofía espiritualista francesa, lo que el Autor vio fue el callejón sin salida de la vida en la sociedad capitalista, una vida en el en cámara, en el que nos “sofocamos”. Esta ruptura indicaba, por tanto, la necesidad de otra más radical, algo más allá del bêtise de la vida burguesa (si queremos plantear el problema en términos de Flaubert, de cuya “estética antiburguesa” Sartre será siempre heredero).

Volando por los aires el entramado de la filosofía institucional, nuestro autor comprenderá que ésta era sólo una parte del esqueleto descompuesto de las formas del mundo burgués, cuyo final el existencialismo francés, reactivando la combustión de las vanguardias de entreguerras, intentará precipitar. Este ensayo de 1938 ya expone la viga de apoyo central de toda la obra de Sartre: el nexo interno entre el pensamiento negativo y el proyecto de emancipación social. Desde el primer Sartre, lo que está en juego no es un proyecto filosófico o literario “por sí mismo”, por así decirlo, sino un proyecto –totalizador y totalizador– de cambio radical en la sociedad. (Visto desde este ángulo, en el que confluyen la revolución social y las vanguardias literarias y artísticas de entreguerras, tiene sentido pensar en el existencialismo francés como uno de los momentos del “extraordinario florecimiento final del impulso del alto modernismo”, tal como lo propone Fredric Jameson .[Xii])

Es a la luz de este vínculo inmanente entre el pensamiento negativo y la emancipación social que hay que entender “el destino histórico del ensayo” en Sartre, para usar el título del Prefacio de Bento Prado con el que la edición brasileña de situaciones yo ofreció al lector. Que ese destino estaba sellado, a mi juicio, por el presentimiento de un “momento liberador”, en el lenguaje de El ser y la nada, que brotó en el seno mismo de esta obra tradicionalmente leída como “filosofía pura” (en realidad, nada más impuro que este Ensayo de ontología fenomenológica, enteramente contaminado por el mundo), a pesar de la intención del autor para desdoblarlo en una Moral, todo esto dice mucho sobre el sentido histórico de la evolución de los géneros en Sartre.

La consolidación del ensayo (como forma) a lo largo del itinerario de la obra de Sartre, ya sea en situaciones (un conjunto de “crítica y política”, en la definición del autor, y que considera la parte más significativa de su obra), ya sea en “monografías concretas” como San Genet e El idiota de la familia, es un síntoma del agotamiento (histórico) de las formas filosóficas y literarias tradicionales. A esto se puede llegar a partir del problema planteado por Bento Prado.

Lo que ya se supone en las pruebas de situaciones yo es el cambio de registro de la filosofía y la literatura en las condiciones sociales del mundo contemporáneo. El sesgo que impregna la “modernidad” tanto filosófica como literaria allí reciclada es el de la relegación. Se trata, en efecto, de sustituir la filosofía “alta”, que flota en el cielo de las ideas, y la literatura “alta” (la escritura “noble” según los cánones de la Academia) por algo (lo que equivale a decir : una forma) atenta a lo que de hecho interesa a todos, es decir, a la altura (bajísima) de la prosaica revelación de la existencia.

La consecuencia necesaria de este envilecimiento será sumergir al intelectual en la cruda mezclilla de la realidad cotidiana. Esta desublimación emancipatoria sólo podía traer una nueva forma, que apenas amanece en estos ensayos de situaciones yo. Lo que Sartre privilegia en la técnica periodística de los novelistas norteamericanos, particularmente de Dos Passos –el hecho de meramente “mostrar” o “describir” “este mundo aquí”– no está muy lejos de las condiciones en las que se encontraba el idealismo clásico alemán (léase: si Fenomenología del Espíritu), ya debidamente amalgamado con la “descripción” heideggeriana, volverá al primer plano de la escena filosófica en El ser y la nada: rebajado a la realidad de los problemas de un mundo demasiado humano, y releído como una trama que “muestra”, en el sentido más descriptivo y menos especulativo posible, el drama de la libertad del Humano Condición en una situación histórica extrema.[Xiii]

No en vano, el siguiente paso se inauguró con el Reportaje, el género con el que Sartre intentará dar cuenta, de improviso, de un hecho histórico crucial para su generación, la insurrección parisina de agosto de 1944, y que había sido redescubierto en el Cuadernos de la drôle de guerre, antes de ser elevado a la categoría de género mayor en el manifiesto inaugural de los “años Sartre”, el “Presentación de los tiempos modernos.

Es todavía el ímpetu de este período de efervescencia revolucionaria el que, poniendo a la orden del día la necesidad del pensamiento crítico y negativo, permitió a Sartre, en el ensayo de 1945 que cierra situaciones yo, para extraer de la filosofía cartesiana una mezcla de activismo (“En el principio fue la Acción”), libertad y negatividad radical (aunque Descartes no llevó “su teoría de la negatividad hasta el final”).[Xiv] En este Descartes “catastrófico y revolucionario”, tal como lo define el Cuadernos de la drôle de guerre, apenas podemos reconocer la filosofía dogmática y sistemática del siglo XVII, inmersa en el tumulto producido por la vertiginosa aceleración con la que Sartre iba reconstruyendo una coyuntura histórica radicalizada y muy acelerada por la “fuerza de las cosas”. Pero este Sartre tan “anticuado” es quizás el más actual de todos, particularmente en culturas como la nuestra, con un “déficit de negatividad” crónico.[Xv]

*Cristina Diniz Mendonca es doctora en filosofía por la USP.

Versión ampliada de la oreja que integra la edición brasileña de situaciones yo, también publicado en la revista Crítica marxista  no. 23.

referencia


Jean Paul Sartre. situaciones yo. Traducción: Cristina Prado. São Paulo, Cosac & Naify, 312 páginas.

Notas


[i] Sartre, J.-P., “Sartoris, de William Faulkner”, en Situaciones I - Crítica literaria, São Paulo, Cosac Naify, 2005, pág. 33.

[ii] Sartre, J.-P., “¿Qu'est-ce que la littérature? ”, Situaciones II, París, Gallimard, 1948, págs. 242-243.

[iii] Adorno, TW, Notas sobre la literatura, París, Flammarion, 1984, pág. 42.

[iv] Sartre, J.-P., “Una idea fundamental de la fenomenología de Husserl: la intencionalidad”, en situaciones yo, op. cit., p. 57.

[V] Ibíd., P. 55

[VI] Ibíd., P. 57

[Vii] Sartre, J.-P. L'Être et le Néant, Essai d'ontologie phenoménologique, París, Gallimard, 1943, pág. 362.

[Viii] Sartre, J.-P., “Un nuevo místico”, en situaciones yo, op. cit., p. 162.

[Ex] Sartre, J.-P., “Acerca de El sonido y la furia: la temporalidad en Faulkner”, en situaciones yo, op. cit., p. 100.

[X] Sartre, J.-P., “Sobre John dos Passos y 1919", en situaciones yo, op. cit., págs. 37-38; énfasis del autor.

[Xi] Ibíd., págs. 40-41; énfasis del autor.

[Xii] Jameson, F. Posmodernismo: la lógica cultural del capitalismo tardío, São Paulo, Ática, 1996, p. 27

[Xiii] Ver sobre mi tesis doctoral El mito de la resistencia: experiencia histórica y forma filosófica en Sartre (una interpretación de L'Être et le Néant), São Paulo, FFLCH/USP, 2001.

[Xiv] Sartre, J.-P., “La libertad cartesiana”, en situaciones yo, op. cit., págs. 295 y 299.

[Xv] Los términos son de Paulo Eduardo Arantes, pero el diagnóstico es de Antonio Candido (refractado a través del prisma de Roberto Schwarz). Cf. Arantes, PE, “Ajuste Intelectual”, en O Fio da Meada – Una conversación y cuatro entrevistas sobre filosofía y vida nacional, São Paulo, Paz e Terra, 1996, pág. 315.

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