por GUILHERME LEITE GONÇALVES*
Prefacio al libro recientemente publicado de Laurindo Dias Minhoto
Para un estudiante universitario en la década de 1990, la práctica de la crítica en teoría social enfrentaba enormes obstáculos, si no completamente bloqueados. El triunfo postestalinista de la economía de mercado no solo condujo al desconocimiento de las reflexiones sobre alternativas a la sociedad capitalista en diferentes ámbitos académicos, sino también a la tendencia a excluir al capitalismo como objeto privilegiado de investigación social. Fue en este escenario que se hizo hegemónico el proyecto normativo de modernidad ("inacabado") concebido por Jürgen Habermas desde la década de 1960. Especialmente en el contexto de la llamada transición democrática, a partir de la promulgación de la Constitución de 1988 y el surgimiento de nuevas Los movimientos sociales del país Brasil, una parte significativa de la inteligencia nacional optó por adherirse al paradigma de la acción comunicativa.
Como es sabido, este proyecto habermasiano supone una reconstrucción de la categoría marxista de trabajo (y, por extensión, de la categoría de valor), excluyendo de su composición las dimensiones de mediación simbólica e interaccional. Habermas sostuvo polémicamente que el trabajo en Marx quedaría reducido únicamente a la esfera de la actividad productiva y del conocimiento técnico, tomado sin más como mera racionalidad instrumental. Además de numerosas limitaciones empíricas, la distinción artificial trabajo/interacción –que, a lo largo de la obra de Habermas, se reconfiguraba en sistema/mundo de la vida– parecía subordinar la dialéctica a la filosofía política liberal. Mirando hacia atrás en las cosas, había una fuerte impresión de que “no había alternativa”.
Considero que fui un alumno privilegiado, que supo mantener una relativa distancia en relación a este horizonte dominante que se instaló en la teoría social. En mi primer año de graduación, fui alumno de Laurindo Dias Minhoto. En esa época impartía, junto a Celso Campilongo, la asignatura Teoría General del Estado. En clases expositivas, la teoría de sistemas de Niklas Luhmann; en los seminarios, la lectura de la obra Factibilidad y Validez, de Habermas. Creo que ahí nació la inusual agenda de investigación de Minhoto: reflexionar sobre las posibilidades de renovar la crítica a través de la lectura cruzada entre la sociología luhmanniana y cierto legado de la primera generación de Frankfurt, especialmente aspectos de la obra de Theodor W. Adorno.
En ese momento, el curso permitió a los participantes confrontar el autoproclamado carácter antinormativo de la teoría de Luhmann y su plausibilidad descriptiva con el idealismo habermasiano en torno a la promesa de realización de la razón moderna. El primer autor había invertido contra la filosofía del sujeto al señalar la diferenciación entre autorreferencia de la conciencia y comunicación. Con eso, puso distinciones en lugar de identidad y definió a la sociedad moderna como policéntrica, compleja y contingente, formada por sistemas que operan en base a sus propias estructuras y códigos, añadiéndose riesgos entre sí. Por otro lado, Habermas insistió en la promesa de una organización racional-discursiva del orden social. Con una sólida formación marxista, Minhoto guió este enfrentamiento por dos caminos.
Por su parte, Luhmann indicó que la tendencia a la diferenciación podría ser aprehendida como una reactualización del debate sobre el fetichismo, en el que la “autopoiesis” sistémica correspondía a la separación instrumental de la universalidad de la forma-mercancía en esferas autónomas indiferentes entre sí. otro y al ser humano. En cuanto a Habermas, Minhoto abrió el desajuste histórico entre el diagnóstico negativo del mundo (neoliberal) y la impotencia normativa de la teoría de la acción comunicativa. Un desfase -cabe señalar- es cada vez mayor si pensamos en el advenimiento global de la extrema derecha y el resurgimiento de las expropiaciones capitalistas posteriores a 2008. Según el punto de observación”, como se desprende de su presentación en este libro.
Mientras asistía a la escuela de posgrado y se preguntaba sobre los sistemas reales de abstracción, Minhoto discutía el potencial de innovación de este postulado: en Lukács –señaló el autor– la combinación de racionalización, mercantilización y autonomización ya había alcanzado una formulación avanzada. ¿Cómo, entonces, renovar la crítica sin abandonar su movilización negativa? Minhoto ha estado lidiando con esta agenda de investigación durante una década. Su aporte no se agota en el diálogo inesperado entre Luhmann y Adorno, pero, con y más allá de ellos, ofrece medios sofisticados para aprehender la estela destructiva del neoliberalismo.
En la primera formulación de Minhoto, Adorno se encontraba en forma latente. Los conceptos sistémicos (“complejidad”, “contingencia”, “policentrismo”, “diferenciación funcional”, “autopoiesis”, etc.) funcionaron para Minhoto como un sismógrafo de tendencias desdiferenciadoras. En esta clave, el autor constata la hipertrofia de la función y código de la economía, así como su poder destructivo de la autonomía operativa de los demás sistemas sociales. Esta lectura se articuló con la visión de Michel Foucault sobre la primacía de la forma corporativa que se inscribe en diferentes instancias de la sociedad. Su objetivo, por tanto, era señalar la configuración específica del orden neoliberal contemporáneo.
Como la generosidad intelectual, la apertura al diálogo y el rechazo a las jerarquías académicas siempre han sido características del autor de este libro, se me permitió contribuir con algunos análisis exegéticos que había hecho en ese momento sobre Luhmann al programa crítico que Minhoto estaba elaborando: ahora con referencia expresa a Adorno. A mediados de la década de 2010, comenzó a reflexionar más de cerca sobre las afinidades entre Frankfurt y Bielefeld como objeto de su reflexión.
El primero de ellos conectaba la dialéctica negativa entre sujeto y objeto y la distinción sistema/entorno. El enfoque adorniano presupone la identificación entre forma-valor y pensamiento identitario, por lo que el intercambio de equivalentes como condición de sociabilidad posible en una estructura desintegrada se considera correlacionado con la voracidad de conceptos universales que anulan las singularidades. A pesar de la violencia igualadora, Adorno considera que sujeto y objeto lata reconciliarse negativamente, cuando, en el intento subjetivo de separación, se reconoce, al mismo tiempo, lo no idéntico y su indispensabilidad para la objetivación del todo. En Luhmann, el sistema se constituye por oposición al entorno debido a las presiones por la especialización funcional y la autorreferencialidad. Minhoto muestra que la categoría diferencia tiene una centralidad en la teoría luhmanniana y adorniana. Pero si, en el primero, ya se realiza en las operaciones sociales – “los sistemas existen”! –, en el segundo la “reconciliación negativa” es sólo una posibilidad, de carácter especulativo.
A partir de esta (des)afinidad, Minhoto consigue dar la vuelta a la reivindicación de lo existente de Luhmann y entenderlo, a la luz de Adorno, como “ideología en sentido fuerte”. Es decir: si bien los aspectos de la descripción luhmanniana son apariencia (el singular no es distinto, sino determinado por el todo mercantilizado), su forma presenta lo que expone como efectivo, real; por lo tanto, se “toma en serio”. Nota: debido a que la teoría de Luhmann no funciona con promesas, Minhoto la trata como tal. La no correspondencia descriptiva se establece en términos normativos. Y las nociones sistémicas se convierten en criterios para investigar los bloqueos a la diferencia. Es así como Minhoto extrae de Luhmann una posibilidad de criticar el neoliberalismo: en tanto que economicización de la sociedad, ésta es el negativo del “principio de diferenciación funcional” y de la “autopoiesis”.
Densa y creativa, la propuesta de Minhoto continúa la rica tradición de enfoques basados en la concepción de la crítica inmanente, históricamente desarrollada por la sociología de la USP e inspirada en la primera generación de Frankfurt. Me refiero, en particular, a las reflexiones de gran alcance que se han dedicado al giro de las teorías sesgadas comprensivas, antinormativas, tecnócratas(?) o conservadoras(?), mostrando cómo traen, inscritas en sus propios conceptos, la contrario de lo que enuncio. Esta es la tarea que propone Minhoto en su recepción crítica de Luhmann. En el presente libro, tal recepción comprende que la concepción escéptica de Luhmann de una sociedad hipercompleja abierta al riesgo (por lo tanto, al daño futuro por el cierre operativo de los sistemas) contiene el horizonte emancipador de la superación del capitalismo, en tanto que aversión a la irreductibilidad de la misma. lo singular a la universalización de la forma-mercancía. La interversión del escepticismo en su opuesto crea un marco analítico que abarca y amplía las adquisiciones teóricas previas.
Minhoto no propone una nueva teoría de sistemas o una teoría crítica de sistemas. Más bien, su programa crítico considera la constelación conceptual sistémica como un modelo sociológico cuyo déficit empírico se convierte negativamente en “fuerza normativa involuntaria”. Esta fuerza se reemplaza como una estrategia redescriptiva que, constituida también por normas que niegan el principio de identificación de los procesos de mercantilización, es capaz de mapear y esclarecer tendencias que desdiferencian a la sociedad, específicamente la hipertrofia de la racionalidad económica. Para explicar el lugar de esta hipertrofia en el contexto contemporáneo, Minhoto incluye en su reflexión el debate foucaultiano, especialmente los aportes de Wendy Brown y Pierre Dardot y Christian Laval, en torno a la dominación del sujeto neoliberal. Al mismo tiempo, a través de Luhmann y Adorno, cuestiona tales análisis, mostrando que los sistemas sociales están corrompidos por las presiones expansionistas del capitalismo global, hoy caracterizado por la reproducción ampliada de los procesos de financiarización. Así, Minhoto entiende la crítica al neoliberalismo en su totalidad.
Esta crítica se completa con un ejercicio dialéctico típicamente frankfurtiano. El “imperio de la razón económica neoliberal” es el resultado de la radicalización de las contradicciones de lo moderno, es decir, del exceso y aceleración de la racionalidad instrumental que instaura la dinámica de una racionalidad irracional. De nuevo, el énfasis en lo negativo. Minhoto, sin embargo, es cauteloso sobre la compatibilidad entre el programa moderno de democracia liberal y la barbarie. Prefiere, por el contrario, pensar en la amalgama entre autoritarismo y eficiencia. En este punto, sigue una cierta tradición crítica brasileña para la cual la periferia del capitalismo no sólo ha sido el lugar de observación de esta contradicción primaria, sino que también se ha convertido en su foco de irradiación para la sociedad mundial.
Se equivoca quien espere encontrar en las siguientes páginas sólo el diseño teórico de una reflexión coherente que, articulando diferentes enfoques, se atreva a enfrentar los límites a los que ha llegado la crítica social. Tal audacia se extiende al universo empírico. Las reflexiones de Minhoto se amplían al análisis de un proceso social específico, a saber, el sistema punitivo actual. Basándose en su lectura de la teoría de sistemas, el autor examina la justicia actuarial, el control del crimen, la militarización, el urbanismo militar y la economía punitiva del exceso. En común, la negación de los diagnósticos contemporáneos de la sociología del castigo. En lugar de aceptar la idea hegemónica de un supuesto giro posmoderno en las políticas criminales, Minhoto sostiene que el gobierno que controla los riesgos y las poblaciones es, en realidad, una faceta más del avance de la racionalidad instrumental capitalista que, movida por la tendencia a la apreciación y al excedente, se convierte en una racionalidad irracional. El autoritarismo y la violencia del gobierno de conducta se entrelazan así con la eficiencia económica neoliberal.
No por casualidad, el capítulo de crimen organizado de Estado apunta a un proceso de creciente “militización” de la sociedad, es decir, de constitución de la política, la economía y el espacio urbano por la lógica de las milicias, en una suerte de actualización de los hallazgos schwarzianos sobre la convivencia contradictoria entre capitalismo y esclavitud a partir de la discusión de la centralidad de las milicias para la eficiencia de ciertos mercados.
Minhoto ha sido un astuto observador de las “innumerables vueltas extra de los tornillos de la racionalización y la mercantilización” bajo la égida del neoliberalismo. Llevo muchos años siguiendo -primero como alumno, luego, para mi deleite, como compañero- los pasos de cada observación. Para ello, no ha evitado varias vueltas más al tornillo del pensamiento sociológico. Por el contrario, frente a ellos, ofrece otro. Presentado como tesis de habilitación en el departamento de sociología de la FFLCH-USP, el libro de Laurindo Minhoto es un punto culminante de este movimiento. Sin embargo, estoy seguro de que aún faltan muchos giros más. Es, pues, que, tomando en serio el diagnóstico negativo de nuestro tiempo, ha contribuido decisivamente a la continuidad y renovación de la teoría crítica de la sociedad.
*Guilherme Leite Goncalves é profesor de sociología del derecho en la UERJ. Autor, entre otros libros de Justo entre la certeza y la incertidumbre: horizontes críticos para la teoría de sistemas (Salve Jur).
referencia
Laurindo Días Minhoto. Sistemas sociales y regímenes punitivos en la constelación neoliberal. São Paulo, Publicaciones ESA OAB-SP, 2021, 300 páginas.