por EUGENIO BUCCI*
Donde existen emisoras públicas de calidad, el populismo autoritario y el totalitarismo son menos probables
Desde el fin de semana, han estallado protestas en decenas de ciudades de Alemania. En las calles de Berlín, Múnich, Hamburgo, Dresde, Colonia y otros centros urbanos, cientos de miles de manifestantes marcharon juntos. El objetivo era uno: repudiar los planes de la extrema derecha de expulsar del país a millones de inmigrantes, incluso aquellos que ya tienen la ciudadanía.
La conspiración xenófoba se mantuvo en secreto, pero fue revelada por un informe de investigación de Correctivo, un sitio web periodístico independiente, apartidista y sin fines de lucro. Poco después de que se diera a conocer la noticia, llegaron las marchas. Fueron la primera reacción, en su momento y en buen volumen, y fueron bien recibidas por la opinión pública internacional.
Pero, como sabemos, las marchas no serán suficientes para detener la intolerancia y el odio que se están extendiendo en Europa. El año pasado, los extremistas de derecha ganaron posiciones más altas en Suecia y los Países Bajos. Ahora, de manera inquietante, este nuevo hecho emerge en Alemania. ¿Qué más viene? ¿Estamos al borde de una Renacimiento de la distopía de la muerte, en la tierra que es cuna y tumba del nazismo?
No, las marchas no son suficientes y todas las preocupaciones son válidas. Según lo informado por el Estado o Provincia, el partido Alternativa para Alemania (AfD), que tiene miembros directamente implicados en planes de xenofobia, coopta cada día a más seguidores. Fundada en 2013 con un discurso de oposición a la Unión Europea, la AfD pronto se estableció como un referente de ideas reaccionarias, encantando a los nostálgicos de Hitler encerrados. En las elecciones federales de 2021 obtuvo el 10,3% de los votos. Poco después, en 2023, emergió en las encuestas con el 23% de las preferencias del electorado. La situación hace saltar las alarmas, sobre todo si se tiene en cuenta que las banderas contra los extranjeros y la Unión Europea son sólo la punta del iceberg. El mal mayor corre por debajo y está desenfrenado.
“La democracia depende de la existencia de una población educada, culta y cuestionadora, así como la predicación totalitaria depende de masas ignorantes, enojadas y obedientes
¿Y ahora? ¿Podrá resistir el campo democrático, basado en la cultura de los derechos humanos? Con todas las precauciones habituales, tenemos motivos para creerlo. En el caso alemán, a diferencia de lo visto en Argentina y de lo que comienza a surgir en Estados Unidos, la confianza en las fuerzas democráticas está justificada. Las razones son al menos tres.
En primer lugar, el Estado alemán supo institucionalizar de manera eficiente –y jurídicamente efectiva– la protección de las libertades y la dignidad humana, prohibiendo abiertamente la propaganda nazi. Esta valla no es en absoluto limitante, como puede parecer a los incautos. Más bien, es lo contrario: el veto al culto al nazismo –que históricamente (y traumáticamente) ha demostrado ser la antítesis de la libertad– no disminuye, sino que expande la diversidad y la pluralidad en el debate público.
En segundo lugar, la norma para combatir la desinformación a través de medios digitales ha dado buenos resultados en Alemania. La legislación limita e inhibe la difusión de mentiras descaradas que, en otros países, han sido el arma principal del neofascismo y el neonazismo. Al menos en Alemania, el fraude informativo es menos común.
Finalmente, está el tercer motivo, que apenas ha sido comentado. La democracia alemana tiene uno de los mejores sistemas de comunicación pública del mundo. En Brasil conocemos más a Deutch Welle, pero ésta es sólo la cara internacional de un modelo inteligente y original, que se ha consolidado como un factor de sustentación de la calidad de las discusiones y decisiones colectivas de interés público en ese país. De hecho, los espectadores y oyentes alemanes no siguen a Deutch Welle, que está hecho para el mercado extranjero; lo que siguen internamente son otras dos grandes cadenas públicas de radiodifusión: ZDF (Zweites Deutsches Fernsehen), que se encarga de la programación y las noticias de la televisión nacional. y ARD (Arbeitsgemeinschaft der öffentlich-rechtlichen Rundfunkanstalten der Bundesrepublik Deutschland), dedicado a contenidos regionales.
Las dos organizaciones forman un complejo cuyo presupuesto ronda los diez mil millones de euros al año. Ambos tienen éxito. Los informativos de ZDF y ARD se encuentran entre los más vistos y respetados del país, con una credibilidad indiscutible. Al igual que otras instituciones públicas de comunicación del mundo, como la BBC, en el Reino Unido, ZDF y ARD no están gestionadas por el gobierno. Ninguno de ellos está comandado ni guiado por autoridades estatales. En cambio, ambos observan los cánones de la independencia editorial, lo que los convierte en vehículos confiables y valiosos ante los ojos, los oídos y el libre criterio de los ciudadanos.
Conclusión: la sociedad alemana tiene más antídotos contra el fanatismo, ya que tiene más acceso a información desinteresada (que no quiere explotar la voluntad de nadie) y, en consecuencia, tiene más acceso al conocimiento crítico. La democracia depende de la existencia de una población educada, culta y cuestionadora, así como la predicación totalitaria depende de masas ignorantes, enojadas y obedientes. Donde existen emisoras públicas de calidad, el populismo autoritario y el totalitarismo son menos probables.
*Eugenio Bucci Es profesor de la Facultad de Comunicación y Artes de la USP. Autor, entre otros libros, de Incertidumbre, un ensayo: cómo pensamos la idea que nos desorienta (y orienta el mundo digital) (auténtico). [https://amzn.to/3SytDKl]
Publicado originalmente en el diario El Estado de São Paulo.
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