por MICHEL GOULART DA SILVA*
Septiembre Amarillo está enfocado a la concientización, es decir, a pesar de su importancia, no garantiza la resolución de problemas más profundos que afectan la salud mental.
Hemos llegado a otro septiembre amarillo, en el que los medios y las agencias gubernamentales centran mayor atención en la prevención del suicidio. Si bien expresa la preocupación de la sociedad por un tema fundamental para la salud pública, esta campaña acaba teniendo muchos límites. No sería exagerado decir que conlleva los mismos problemas que cualquier acción preventiva que se lleve a cabo en la sociedad capitalista.
Septiembre Amarillo está enfocado a la concientización, es decir, a pesar de su importancia, no garantiza la resolución de problemas más profundos que afectan la salud mental. Es ciertamente importante hacer que las personas se sientan escuchadas y acogidas, pero es un error situar esto en el nivel de la voluntad o de la elección personal. Por el contrario, el sufrimiento psicológico no es algo que surge por casualidad, como un problema individual provocado por una crisis momentánea, sino producto de la percepción de un desplazamiento en relación con la experiencia de la sociedad y el estar en el mundo.
Por tanto, aunque apunte a cuestiones relevantes, todavía parece prevalecer una cierta percepción de la salud mental que “individualiza el fracaso, en forma de culpa”, provocando que aislamos “la dimensión política, de las determinaciones objetivas que atacan nuestros modos de vida, redimensionando el trabajo, el lenguaje y el deseo, del sufrimiento psicológico”.[i]
Esta percepción del suicidio como una elección o una voluntad individual recuerda la controversia de Karl Marx en su escrito de 1846 sobre el tema, cuando criticó la perspectiva de los socialistas utópicos. Para Marx, el número de suicidios debería “considerarse un síntoma de la deficiente organización de nuestra sociedad”, al fin y al cabo, según él, “en tiempos de parálisis y crisis industriales, en épocas de aumento de los medios de vida y de inviernos duros, este síntoma es "Siempre es más evidente y adquiere un carácter epidémico".[ii]
El suicidio es un acto del que nunca se puede estar completamente seguro de cuáles son sus causas. Después de la muerte de una persona, la gente especula sobre los motivos que la llevaron a suicidarse, normalmente buscando en cuestiones inmediatas un detonante que les habría llevado a ese extremo. Sin embargo, es difícil lograr una comprensión completa de las motivaciones. En la medida en que el sentido común considera que el suicida es débil y desprotegido, la víctima posiblemente opte por ocultar la profundidad de su sufrimiento, no demostrando plenamente sus motivaciones, ya sea en una carta de despedida o en una sesión de psicoterapia.
Se sabe que la persona suicida de alguna manera pierde la esperanza de estar en el mundo. El acto suicida parece ser una elección equivocada, al fin y al cabo, según el sentido común, bastaría con seguir luchando contra todo y todos y desear levantarse como un Fénix. El problema de este idioma. entrenador radica en que desconoce las condiciones materiales a las que esa persona fue sometida a lo largo de su vida. Un proletario hijo de proletarios ciertamente ha vivido toda su vida con inestabilidad financiera o incluso de vivienda.
Posiblemente vivió una serie de problemas familiares, como abandono y violencia, a pesar de haber experimentado ocasionalmente episodios de armonía familiar. Y, de cara al futuro, siempre vio una completa indefinición, donde la escuela o la universidad se presentaban como la única solución para un futuro próspero. Pero la escuela misma estuvo marcada por todas las dificultades, la universidad no cumplió lo prometido y el trabajo soñado nunca llegó.
Esta es quizás una descripción caricaturesca y deja de lado a sujetos de otras clases sociales, pero los diferentes elementos describen, al menos en parte, la vida de la mayoría de la población. Marx destacó que el capital no tiene “la más mínima consideración por la salud y la duración de la vida del trabajador, a menos que la sociedad lo obligue a tener esta consideración”.[iii] A esto se suma una realidad en la que las relaciones personales se ven afectadas por los problemas sociales y, por tanto, las pasiones y los amores terminan por no encontrar la satisfacción que se espera de una vida en común. Lo que se puede concluir es que vivir en sociedad está marcado por el sufrimiento y la desilusión y que, a lo largo de nuestra trayectoria, necesitamos desarrollar una especie de caparazón –o una armadura– para poder estar en este mundo tan lleno de tragedias.
Por lo tanto, si una persona llega al límite de intentar quitarse la vida, no significa sólo una elección o acción personal, sino la expresión de agotamiento ante una realidad opresiva, explotadora, llena de dolor y enfermedad. El suicidio a menudo se asocia con la depresión. Se sabe que, ante la depresión, “el sujeto interpreta la adversidad como una señal y un permiso para rendirse. Los triunfos se sienten como derrotas y los logros como signos de insuficiencia”.[iv]
Por lo tanto, quizás lo que se necesita no es sólo una campaña centrada en la idea de “hablar es la mejor solución”, eslogan de Septiembre Amarillo, sino la mejora de las políticas públicas relativas a la salud mental, dirigidas a la población en su conjunto y no sólo a los “enfermos”. Lo que se necesita es una política cultural capaz de mostrar que la salud mental no se limita sólo a los “locos”, sino que se materializa en acciones dirigidas a la población en su conjunto, especialmente a los afectados por la miseria social que enfrentan todos los días.
Es necesario superar el capitalismo, garantizando un mundo mejor para todos, y, aunque la nueva sociedad no pueda prometer el fin del sufrimiento y el malestar, al menos a todos se les puede garantizar su reducción y una acogida adecuada en situaciones extremas.
*Michel Goulart da Silva Tiene un doctorado en historia por la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC) y un título técnico-administrativo del Instituto Federal de Santa Catarina (IFC)..
Notas
[i] DUNKER, cristiano. La hipótesis depresiva. En: El neoliberalismo como gestión del sufrimiento psíquico. São Paulo: Auténtica, 2021, p. 190.
[ii] MARX, Carlos. sobre el suicidio. São Paulo: Boitempo, 2006, pág. 24
[iii] MARX, Carlos. El capital: crítica de la economía política. São Paulo: Boitempo, 2013, pág. 342
[iv] DUNKER, cristiano. Reinventar la intimidad: políticas del sufrimiento cotidiano. São Paulo: Ubú, 2017, pág. 225.
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