Servicios públicos de radio y televisión

Whatsapp
Facebook
Twitter
Instagram
Telegram

por LAURINDO LALO LEAL FILHO*

Consideraciones sobre el breve período de la comunicación pública en brasil: historia, golpes y lecciones

“A pesar de ser destruida, la comunicación pública, cuando se implemente nuevamente en Brasil, no volverá al punto de partida. Los aciertos y errores cometidos durante nueve años deben servir de base para su reconstrucción. Superar las carencias tecnológicas editoriales es una tarea prioritaria”

En 2018, un plebiscito en Suiza rechazó la propuesta de abolir las tarifas que paga la población para mantener las emisoras de radio y televisión públicas. Algo más del 70% de los votantes votaron por mantener la cuota anual, un recurso que busca garantizar la independencia de estos servicios, tanto de la publicidad comercial como de los fondos públicos administrados por el gobierno.

Mucho antes que Suiza, todavía en la década de 1980, Reino Unido pasó por un proceso similar. La furia neoliberal impuesta al país por el gobierno de Margareth Thatcher amenazó la supervivencia de la BBC como una emisora ​​pública, mantenida por el público y libre de intereses comerciales o gubernamentales.

El primer ministro defendió el fin de la tarifa que pagan los oyentes y espectadores y su sustitución por la publicidad. Una comisión formada en el Parlamento analizó la propuesta y concluyó que fue rechazada, teniendo en cuenta, en gran parte, las manifestaciones de la ciudadanía en defensa del modelo de financiación original. En la base de este apoyo estaba el arraigo de la BBC en la vida cotidiana del pueblo británico, conscientes de que la calidad del servicio prestado era el resultado de su independencia política y editorial. La intransigente Margaret Thatcher, que había logrado doblegar incluso al poderoso sindicato de mineros, se vio obligada a ceder ante el apoyo público ganado por la BBC.

Estos son sólo dos ejemplos del reconocimiento de la importancia de los servicios públicos de radio y televisión para la diversidad de la circulación de hechos e ideas en la sociedad. Imprescindible para la vida democrática. Brasil carece de eso. Aquí, la radio y la televisión están prácticamente monopolizadas por intereses comerciales, políticos y, más recientemente, religiosos, esta última contaminada por las otras dos.

Aunque surgida en Brasil como un emprendimiento no comercial, la radio, que el próximo año cumplirá un siglo de existencia en nuestro país, sucumbió rápidamente a los intereses empresariales. Edgard Roquette-Pinto, Henrique Morize y otros miembros de la Academia Brasileña de Ciencias, quienes fundaron la pionera Rádio Sociedade do Rio de Janeiro en 1923, crearon una sociedad de oyentes, participantes activos en la vida de la estación. Al igual que las emisoras públicas que comenzaban a aparecer en otros países.

Pero aquí, el sueño duró poco. En menos de una década, la radio en forma de asociación sucumbió a la competencia de las estaciones de radio comerciales que se establecieron en todo el país, impulsadas por presupuestos publicitarios cada vez más grandes. A tal punto que los fundadores de la emisora ​​pionera renunciaron al emprendimiento, entregándoselo al gobierno, con la condición de que siguiera funcionando sin publicidad. Así funciona hasta hoy la radio MEC, sucesora de Rádio Sociedade do Rio de Janeiro, que corre el riesgo de no llegar a los 100 años, si se confirman las amenazas de cierre anunciadas por el actual gobierno.

La televisión tiene un comienzo mucho menos virtuoso en nuestro país. Por el contrario, aparece marcado por el modo brasileño, sinónimo de astucia casi siempre fraudulenta. Cuando fue implementada en Brasil, en 1950, la TV no siguió los ritos normales de competencia, esperados para la concesión de un bien público, como las ondas electromagnéticas a través de las cuales viajan las señales de radio y televisión. Un bien finito y escaso, otorgado por el Estado en nombre de la sociedad.

Bajo la falsa afirmación de que la TV era sólo una extensión tecnológica de la radio, los empresarios que ya controlaban el vehículo pionero se apoderaron de los canales destinados a la televisión, acaparando comercialmente este espacio público. Así, se creó la idea de que los servicios de radio y televisión debían ser empresas privadas, prescindiendo de la posibilidad de utilizarlos bajo la forma de comunicación esencialmente pública. A diferencia de otros países, cuyos gobiernos impulsaron la comunicación pública, convirtiéndola en un referente institucional, se mantuvo sin competencia durante mucho tiempo.

Esta distinción entre las dos formas de implementación de la radiodifusión es importante por dos razones. En primer lugar, ofreciendo a la sociedad la idea de que es un servicio público, capaz de funcionar únicamente con el apoyo del propio público, sin ningún otro tipo de injerencia. Así se formó una cultura de la comunicación pública, con la fuerza de honrarla y, en su caso, defenderla.

La segunda razón se deriva de la primera. El apoyo a la comunicación pública se basa en la calidad de los servicios ofrecidos. Debe recordarse que los precursores de esta obra tienen su origen, o al menos están fuertemente influidos, por los logros de la época, en la ciencia, la educación, las artes y la cultura en general, llevándolos a los nuevos vehículos de comunicación. Con ello, establecen estándares de calidad reconocidos e interiorizados por el público.

En el caso brasileño, la televisión en sus inicios, aunque apoyada en la publicidad, tenía alguna relación con los ideales de los precursores de la radio. En dramaturgia, en musicales, en programas infantiles, en prácticamente toda la programación. Con la popularización del acceso a los receptores de TV, esta preocupación por la calidad fue reemplazada por la lucha por la audiencia, impuesta por el mercado. Con una regulación laxa y, aun así, poca aplicación, la televisión comercial brasileña se hundió con el tiempo en el pantano de la mediocridad, con las excepciones habituales.

Uno de los antídotos a esta situación debió ser la formación de una cadena de televisión pública nacional, capaz de competir con las comerciales, a través de una programación atrevida, conocimiento instigador, espíritu crítico, acceso a lo que el espíritu más sofisticado puede concebir. Presentado con lo mejor de la técnica televisiva, atractivo en ritmo, sonidos e imágenes.

Algunos intentos han fallado de esta manera. Uno de los más recordados fue el del presidente Getúlio Vargas quien, en su segundo mandato, en la década de 1950, planteó la posibilidad de otorgar un canal de televisión a la radio nacional de Río de Janeiro, controlada por el gobierno federal y líder de audiencia. La muerte del presidente pospuso este plan, luego retomado por Juscelino Kubitschek. La reacción de los medios comerciales fue feroz. Assis Chateaubriand, poderoso propietario de la Periódicos y locutores asociados, un conglomerado de medios actualmente similar al grupo Globo, amenazó con derrocar al presidente si se materializaba la subvención. Ante estas presiones, el canal 4, de Río de Janeiro, que Juscelino Kubitschek pretendía para la televisión pública, terminó en manos de la Globo, donde permanece hoy.

Las emisoras no comerciales comenzaron a aparecer en la década de 1960, bajo el título de "educativas", controladas, casi en su totalidad, por los gobiernos estatales. Así, no tenían el requisito básico de comunicación pública, representado por la independencia política. Ni siquiera la Fundación Padre Anchieta, que mantiene Radio y TV Cultura de São Paulo, aunque constituida en forma de fundación de derecho privado, tuvo en la práctica esa independencia.

Sin financiación regular, garantizada por ley, la fundación vive hasta el día de hoy bajo los ánimos del gobierno de turno. Casi todos condicionando los recursos a la sumisión a sus intereses políticos. Ante esta realidad, presente en prácticamente toda la historia de la Fundación Padre Anchieta, de poco sirvió la institucionalidad democrática que rige su funcionamiento.

Por ello, el Patronato de la institución es el máximo órgano de gobierno, responsable de formular sus lineamientos generales, libre de toda injerencia externa. Son 47 miembros, en parte elegidos por el propio Consejo, junto a dirigentes de Universidades, instituciones de investigación, secretarios de gobierno estatal, entre otros. Una aparente diversidad que desaparece cuando se miran las relaciones políticas de la mayoría de sus participantes, componentes de una hegemonía política consolidada en el Estado, a lo largo de más de dos décadas.

Por otro lado, la comunicación pública, a nivel nacional, prácticamente no avanzó, tras los intentos frustrados de Getúlio Vargas y Juscelino Kubitschek. Fue recién en 2007, durante el segundo gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que apareció en Brasil la primera red pública de radio y televisión, formada por la EBC, la Empresa de comunicación de Brasil, y constituida por las estaciones federales existentes.

Su modelo institucional también adoptó un carácter público, con dos características básicas: una Junta Directiva como máximo órgano de la institución, con hegemonía de representantes de entidades de la sociedad civil, y la presidencia de la Junta Ejecutiva designada por el Presidente de la República, pero con mandato no coincidente con el del jefe de Gobierno y con estabilidad en el cargo, cuya remoción sólo podía efectuarse previamente, en circunstancias especiales, por el propio Consejo.

No por casualidad, estos dos puntos clave de la constitución institucional de la EBC fueron eliminados por una de las primeras medidas provisionales enviadas al Congreso por el gobierno que asumió el poder tras el golpe de Estado de 2016.

Durante nueve años fue posible probar en Brasil una forma de comunicación pública, todavía inédita aquí, en términos nacionales. Aciertos y desaciertos marcaron este proceso, pero solo ampliar el debate en torno al tema ya era un gran avance. Por primera vez se pudo evaluar en la práctica la posibilidad de un proyecto de comunicación pública que se ofrece a todo el país, además de mostrarlo como una alternativa real al modelo comercial hasta entonces hegemónico.

Los éxitos, además del modelo institucional propuesto, se pudieron ver en ciertos momentos, en los programas ofrecidos. La diversidad artística y cultural brasileña, la presencia de personajes importantes para el debate político nacional, excluidos de las emisoras comerciales, y la propia crítica de la comunicación, fueron algunas de las novedades ofrecidas por estos programas, hasta entonces inéditos en la televisión brasileña.

En el periodismo el proceso fue más arduo. La influencia histórica del modelo comercial, con líneas editoriales marcadas por los intereses de los sectores dominantes de la sociedad, también contaminó gran parte de la oferta periodística. En los breves momentos en que se rompió esta barrera, con la apertura de espacios para una mayor oferta informativa al público, la respuesta fue mayoritariamente positiva, no sólo por los índices de audiencia, sino también por las manifestaciones recibidas.

Lo que faltaba, sin embargo, era lo más importante: la posibilidad de un amplio y fácil acceso a esta programación por parte de toda la sociedad. Los sonidos e imágenes que ofrecían los vehículos EBC no estaban universalizados. En el caso de TV Brasil, por ejemplo, la cadena nacional se basó en acuerdos con emisoras regionales controladas por los gobiernos estatales, convirtiéndose así en rehén de intereses políticos fragmentados en todo el país. Además de la baja inversión en la transmisión de señales desde las propias centrales generadoras, creando una gran área de sombra, incluso en ciudades como Brasilia, Rio de Janeiro y São Paulo.

Limitaciones que impedían a las emisoras EBC arraigarse en la sociedad, necesarias para sostenerlas y defenderlas. El golpe que puso fin a esta primera experiencia de comunicación pública electrónica nacional pasó prácticamente desapercibido para la sociedad. Con la honrosa excepción de parte de los empleados de la EBC y militantes de los movimientos de defensa de la comunicación pública, prácticamente ninguna otra voz se alzó para oponerse a este ataque que afrentaba a la propia Constitución Federal. Es allí, en su artículo 223, que las concesiones de servicios de radiodifusión deben observar el principio de “complementariedad de los sistemas, privados, públicos y estatales”. El golpe de Estado de 2016 acabó con el sistema público.

Las amenazas de los golpistas y sus sucesores de acabar con las emisoras EBC no se materializaron cuando vieron la posibilidad de convertirlas en instrumentos de propaganda política. Esto comenzó a hacerse a gran escala, como lo demuestra el seguimiento de los programas que realiza la Defensoría del Ciudadano de la EBC, a través de informes elaborados y publicados periódicamente.

A pesar de ser destruida, la comunicación pública, cuando sea implementada nuevamente en Brasil, no volverá al punto de partida. Los aciertos y desaciertos de esos nueve años deben servir de base para su reconstrucción. Superar las carencias tecnológicas y editoriales ya mencionadas es una tarea prioritaria.[ 1 ] Pero sólo tendrá éxito si logra que la sociedad lo considere como patrimonio cultural de toda la nación.

*Laurindo Lalo Leal Hijo, sociólogo y periodista, es profesor jubilado de la Facultad de Comunicación y Artes de la USP y miembro del Consejo Deliberativo de la Asociación Brasileña de Prensa (ABI).

Publicado originalmente en ComCiência, Revista Electrónica de Periodismo Científico.

 

Nota


[ 1 ] Propuestas concretas al respecto se detallan en LEAL FILHO, Laurindo Lalo (2018) “Comunicación Pública”. En GONÇALVES, Mirian (org.), Enciclopedia del golpe: el papel de los medios. Bauru, SP: canal6editora.

 

Ver todos los artículos de

10 LO MÁS LEÍDO EN LOS ÚLTIMOS 7 DÍAS

Forró en la construcción de Brasil
Por FERNANDA CANAVÊZ: A pesar de todos los prejuicios, el forró fue reconocido como una manifestación cultural nacional de Brasil, en una ley sancionada por el presidente Lula en 2010.
El complejo Arcadia de la literatura brasileña
Por LUIS EUSTÁQUIO SOARES: Introducción del autor al libro recientemente publicado
Incel – cuerpo y capitalismo virtual
Por FÁTIMA VICENTE y TALES AB´SÁBER: Conferencia de Fátima Vicente comentada por Tales Ab´Sáber
El consenso neoliberal
Por GILBERTO MARINGONI: Hay mínimas posibilidades de que el gobierno de Lula asuma banderas claramente de izquierda en lo que resta de su mandato, después de casi 30 meses de opciones económicas neoliberales.
¿Cambio de régimen en Occidente?
Por PERRY ANDERSON: ¿Dónde se sitúa el neoliberalismo en medio de la agitación actual? En situaciones de emergencia, se vio obligado a tomar medidas –intervencionistas, estatistas y proteccionistas– que son un anatema para su doctrina.
El capitalismo es más industrial que nunca
Por HENRIQUE AMORIM & GUILHERME HENRIQUE GUILHERME: La indicación de un capitalismo de plataforma industrial, en lugar de ser un intento de introducir un nuevo concepto o noción, pretende, en la práctica, señalar lo que se está reproduciendo, aunque sea de forma renovada.
El marxismo neoliberal de la USP
Por LUIZ CARLOS BRESSER-PEREIRA: Fábio Mascaro Querido acaba de hacer una notable contribución a la historia intelectual de Brasil al publicar “Lugar periférico, ideas modernas”, en el que estudia lo que él llama “el marxismo académico de la USP”.
El humanismo de Edward Said
Por HOMERO SANTIAGO: Said sintetiza una fecunda contradicción que supo motivar lo más notable, lo más combativo y lo más actual de su obra dentro y fuera de la academia.
Gilmar Mendes y la “pejotização”
Por JORGE LUIZ SOUTO MAIOR: ¿El STF determinará efectivamente el fin del Derecho del Trabajo y, consecuentemente, de la Justicia Laboral?
El nuevo mundo del trabajo y la organización de los trabajadores
Por FRANCISCO ALANO: Los trabajadores están llegando a su límite de tolerancia. Por eso, no es de extrañar que haya habido un gran impacto y compromiso, especialmente entre los trabajadores jóvenes, en el proyecto y la campaña para acabar con la jornada laboral de 6 x 1.
Ver todos los artículos de

BUSQUEDA

Buscar

Temas

NUEVAS PUBLICACIONES