por BENTO PRADO JR.*
Comentario al libro de Daniel Kupermann
No faltan los chistes sobre el psicoanálisis, tanto como práctica como como teoría. Incluso los de origen interno, auténticamente freudianos. O que se pueda interpretar como tal. Así, por ejemplo, no podemos leer, sin contener la risa, la frase donde Freud afirma, casi dramáticamente, que no sabe “lo que quieren las mujeres”…
¿Después de toda la metapsicología? Un misterio que ni siquiera la extraordinaria gimnasia intelectual de Lacan, en una de sus hazañas más sutiles y complicadas, supo despejar del todo. De momento, al menos, si no para siempre, seguiremos inquietos e indecisos...
Em Sería trágico... si no fuera cómico, precisamente, encontramos una reflexión interna y rica sobre la articulación entre lo trágico y lo cómico en el psicoanálisis. No espere, querido lector, al hojear estas páginas, encontrar alguna especie de antología de chistes... Aunque estos no pueden faltar (como no pueden estar en ningún libro serio).
Lo cómico y lo trágico se articulan dentro del psicoanálisis como los rostros (o el único rostro) de un anillo de Moebius. ¿Podría ser diferente? Recordando a Erich Auerbach [1892-1957], la literatura griega separó dos géneros literarios como espejos de personajes de diferentes estratos sociales (reyes y héroes por un lado, gente humilde por el otro). ¿Cómo podría el psicoanálisis hacer uso de la tragedia clásica y moderna (Edipo e Hamlet), para comprender al hombre vulgar y moderno, sin incurrir en confusión?
Hay historiadores de la filosofía y filólogos (como el excelente Jean-Pierre Vernant) que critican este cortocircuito entre el pasado clásico y nuestro presente, como efecto de un anacronismo que comprometería la empresa teórica de la metapsicología, cuando no la iniciativa terapéutica. del psicoanálisis.
Pero, ¿nuestro mundo moderno no nos obliga a entrar en tal cortocircuito? En este mundo de individualismo “negativo”, ¿no somos todos reyes tragicómicos, condenados a “disparates”?. Reconozcamos: hay excelentes anacronismos, como nos ha enseñado la filología (con Pierre Hadot, por ejemplo) que hay errores ricamente productivos. Cabe señalar que estas transformaciones sociales que estamos viviendo nos presentan un nuevo problema: el desprestigio de una terapia, como si fuera originalmente mitológica e ineficaz, sustituible por la simple farmacología (ese elemento del nuevo “sistema económico-militar-farmacéutico”). complejo”).
Por supuesto, no queremos negar ningún efecto beneficioso de la quimioterapia: eso sería una tontería. Pero, ¿cómo se puede entender tal práctica y su eficacia fuera del encuentro clínico, interpretativo y cuasi-dialógico?
Seguro que no faltarían buenos chistes al respecto. Como la historia del paciente que, golpeado por una profunda depresión ontológico-metafísica, se cura con un medicamento que le permite alcanzar el objetivo deseado”apatía(al menos en Epicuro, la falta de sufrimiento). De hecho, la apatía total o la contraparte griega de "idiotez(la clausura del individuo en sí mismo, fuera del “socius" es de "cosmo”). En ese caso, el paciente se habría convertido en un completo idiota, en el sentido moderno, como el presidente George W. Bush.
La alusión a la empresa de Foucault, en su arqueología del “cuidado de sí”, no sería aquí impertinente.
Cualesquiera que sean las críticas que merezca esta iniciativa, esboza, al menos, una historia de ipseidad que siempre ha sido ignorada y permite, más allá de las distancias históricas, una aproximación reflexiva de las terapias del sujeto (que no del cuerpo). ¿Y el humor o la ironía (que definitivamente no coinciden) no serían una constante en esta historia? Dejemos de lado la ironía romántica –que nos llevaría demasiado lejos– con el romanticismo alemán y su destino en el idealismo filosófico. Limitémonos a pensar en el destino contemporáneo de la idea de ipseidad y cómo implica una nueva perspectiva sobre la teoría y la práctica. El nuevo "cogito"implica un"De mecum rideo: suma”. Pero también río y lloro del mundo contemporáneo.
Solo las bromas no son suficientes para enfrentar el "marea y cantidad” de alienación. Desde el origen de la filosofía griega, el conocimiento racional se complementó con una “medicina del alma”.
Y los filósofos también fueron terapeutas a través de Logos. La filosofía era esencialmente una forma de intentar comprenderse a uno mismo y modificar la propia vida hacia el bienestar o la salud del alma. En una palabra: “Cambiar de vida”, ante la creciente dificultad de “transformar el mundo”. La filosofía que se enseña hoy en las universidades parece haber perdido por completo esta raíz vital que el psicoanálisis, para bien o para mal, ha conservado.
El lector se beneficiará de la lectura de este libro en varios niveles. Al menos en las tres afirmaciones de su prefacio: (a) “bromay humor; b) El estado de ánimo en el sofá; yc) Humor y risas más allá del diván. Algunos de los mejores nombres del psicoanálisis (de Brasil y del exterior) despliegan así los diferentes niveles del “broma”, que emerge en el corazón de la teoría y la práctica analíticas. Se hace así un circuito completo, de la conexión entre psicoanálisis y humor, para mayor ilustración y disfrute del lector.
*Bento Prado Jr. (1937-2007) fue profesor de filosofía en la Universidad Federal de São Carlos. Autor, entre otros libros, de Error, ilusión, locura: ensayos (editor 34).
Publicado originalmente en el diario Folha de S. Pablo, cuaderno más!, el 11 de enero de 2006.
referencia
Daniel Kuperman. Sería trágico... si no fuera cómico. Río de Janeiro, Civilización Brasileña, 2005, 352 páginas.